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2 | El beso de la araña

Lelyah Ivanova

En mis escasos años de vida, jamás he sentido algo remotamente parecido a lo que su presencia evoca.

Ese poder es todo lo que un hombre anhela.

Su oscuridad es contagiosa o al menos lo suficientemente intimidante como para sentir que se funde con mi alma. Es magnético, comparado con el brillo de una joya, pero con la diferencia de que está sensación es transmitida desde unas esferas negras.

Draven no esta vacío ni por asomo, Draven Vasíliev está jodidamente lleno de maldad y ni una sola parte de su alma parece disconforme con ello. Un detalle que lo hace mucho más sobresaliente. Sé que no soy la única que lo nota, el público de nuestro al rededor siente esa vibra y a pesar de que todos quieren matarlo, Draven es lo bastante intocable y poderoso como para pasearse por la sala con total descaro.

Lo tiene todo y aún así le falta tanto.

Mis oídos captan unos murmullos por parte del público y lastimosamente, está vez, no tiene nada que ver con el odio profundo por el segundo hijo de Enzo, sino de mi lealtad por Nikolai.

Draven está en la línea del peligro, tan cerca que puedo sentir su aliento golpeando la sensible piel de mis labios. Más murmullos y mis manos se vuelven puños. Lo que más deseo es poder acabar con las habladurías de la mañana, pero con la imagen que estoy proyectando es casi imposible.

En un par de micro segundos me recuerdo en no hacer una escena, nada ni nadie va a arruinar mi día. Sin embargo, su mirada desafiante desencadena recuerdos del pasado.

«¿Por qué me analizas?

—Trato de ver si tienes lo necesario.

—¿Para qué?

—Matar, obviamente. —jacta— He conocido a muchas mujeres que se hacen las fuertes, pero a la hora de la hora se quitan el disfraz y se descubre que son unas tiernas ovejas»

Aún escucho su voz perfectamente. El niño que me subestimó ha crecido y con ello sus ganas de morir porque mientras yo doy un paso atrás, él vuelve a acortar la distancia.

—¿Acaso intentas huir como la última vez, oveja? —murmura solo para nosotros.

Lucho para recordar mi meta, pero con cada segundo que pasa, no puedo evitar pensar que solo está provocándome, incitándome a que tome todo lo que me dé, que me sirva de la bandeja de oro que ha proporcionado

Como una alfa, analizo a mi presa. Desciendo mis ojos, mucho más allá de sus pozos negros, tan solo para encontrarme con un auténtico chisme.

Esto no está para nada bien.

Su traje esta a medida, lo determino por la forma en la que su saco se amolda a su cuerpo, pero lo que me deja anonadada es la terrible coincidencia del aspecto de su vestimenta. Si bien su pantalón es negro, nada puede quitarme el acidez de mi estomago al denotar el color de su saco. El maldito color resalta su mirada mortal y reafirma sus facciones duras. Draven Vasíliev va de blanco y no, por supuesto que no cualquiera ya que es tan idéntico al mío que parecemos el uno para el otro, resaltando entre toda la multitud de sombras, siendo los únicos puros, pero con más maldad que nadie.

—No imaginé que tuvieras el valor de presentarte —formulo una pregunta— ¿Acaso no sabes que tu cabeza tiene un valor importante hoy en día? —elevo mi mano hasta su pecho dónde toco la tela fina de su corbata negra y después lo empujo tres pasos atrás sin delicadeza— Y adivina quién ofrece la mayor recompensa.

Draven no sonríe, pero algo en sus ojos me dice que está irracionalmente emocionado con mi respuesta.

Enzo toma del hombro a su hijo y lo detiene de acercase nuevamente, es muy cauteloso, lo disfraza como un simple apretón, pero Draven muestra su molestia sin importarle los conflictos que pueda traer.

No es digno.

—Lelyah, por favor continua —ordena mi capo.

No digo nada, solo sonrío y me devuelvo hacía lo más importante: Mi victoria.

Observa a tu tierna oveja, imbécil. 

Alejo todo rastro de distracciones de mi mente y con la cabeza en alto, saco el cuchillo de mi pierna y la aplico en las cuerdas que someten a mis victimas. Terriblemente insultante su sometimiento. A pesar de ello, no les brindo ventaja y me muevo con tanta rapidez que ni siquiera los dejo acostumbrarse a su libertad, empujo las sillas al suelo y los tumbo con tanta facilidad que me decepciona.

Reconozco sus caras, he estudiado a cada posible traidor que podría tocarme, ya que, entre una de mis características más importantes es la caza. Soy consiente de que ellos no lo valen, pero la naturaleza es una y teniendo en cuenta el valor sentimental de este día, es claro que no iba a cambiar. 

El primero es Leonardo Rossi, originario de una de las familias más importantes de la mafia Italiana. Sé presento con el nombre de Walker Jons, un niño huérfano que fue recogido de las calles por un consigliere del norte. Se introdujo desde los quince años, con todo un arsenal de manual para ser uno de los mejores espías del mundo. Sin embargo, cometió el fatídico error de asesinar a un soldado que abuso sexualmente de su madre adoptiva. No lo culpo, hubiera hecho exactamente lo mismo, pero cuando hay sentimientos de por medio, la razón se va y nos hace cometer errores tan tontos.

Rossi se infiltro a la base aislada donde estaba su victima y después de unos ocho minutos, acabo con todo a su al rededor para después entregarse personalmente a Enzo ¿La razón? Exigió que protegieran a sus padres adoptivos porque si bien él era un traidor, ellos no tenían nada que ver y la mafia italiana iba a venir por sus cabezas en cuanto se enterara de su arrebato. Leonardo pudo haber funcionado como doble espía, dio varios datos sobre nuestro rival, pero estaba muy ligado a nivel emocional, tarde o temprano iba a acabar mal.

La noticia de un espía recorrió toda la bratva, pero hoy por fin podrá experimentar el dolor que ha causado. A lo largo de los años estuvo involucrado en atentados, robo de cargamento y en asesinatos de niños que impedían el crecimiento de la bratva, ya que no hay nada más valioso que el linaje. 

Es curioso que su karma fue pagar con el dolor de las personas que más ama. 

El otro traidor es Matias Oslen, un tipo que se digno a robarle unas armas de un cargamento que llegaba de Korea. No hay nada relevante es su historial que me haga tener expectativas, lo cual es una lastima, esperaba más. Aunque también supongo que es quien estaba destinado a Ada.

Al mirarlos, no puedo evitar compararlos. Son como el fuego y el agua. Uno irradia poder y el otro una simpleza que me es indiferente. 

Leonardo se repone casi de inmediato del suelo y al darse cuenta de que es mi presa esta noche, me mira con diversión. Es lindo ver su falsa creencia de que me va a ganar. Sin embargo, Matias opta por una posición más cautelosa, casi con miedo de mi presencia.

Esta claro con quien me voy a divertir más.

—¿En serio, Enzo? —habla Rossi— ¿Una jodida iniciación? Que maldito descaro. 

—Cállate —escupe Matias.

—¿Qué? No me digas que tienes miedo de ella —me señala y aguardo cada apéndice de burla para después explotarlo en su cuerpo— ¿O su belleza te ha dejado mudo? —se ríe y el sonido me produce nauseas. 

Suspiro, en definitiva lo haré sufrir mucho.

—Estoy tan decepcionada como tu, Leonardo. —jugueteo con mi navaja— La verdad es que esperaba mucho más, matarlos va a ser casi como un regalo —guardo mi daga en su sitio y avanzo hasta los hombres.

El primer en reaccionar es el más fuerte, Rossi.

—¿Y está descarada quién es? —me señala, mirando a Enzo.

—Tal vez no conozcas por mi rostro, pero estoy completamente segura de que has oído de mí —planto una sonrisa de victoria mientras que Rossi voltea sus ojos con aburrimiento.

—Princesa, sé que te colocaron aquí para matarlos, pero ¿Ya te viste? Eres una muñequita, tu cuerpo no esta hecho para la guerra, dulzura, mejor consíguete un buen esposo y proporciónale todos los hijos que necesite.

Alzo mis cejas con sorpresa, está claro que no tiene ni una idea de con quién está hablando.

Miro a Enzo de reojo y ambos compartimos una gracia cómplice. Sabemos que lo haré sufrir como nadie.

—Espera. —Matias, quien se había mantenido en silencio, se endereza y observa al rededor, fijándose en un par de personas especiales— ¿Qué mierda hacen aquí Scarlet y Klaus?

De pronto, Leonardo se tensa y retrocede un paso, mirando a mis padres y a mí intercaladamente, juntando todas las piezas en su cabeza y descubriendo el engaño.

Pobre hombre al menos tendrá la dicha verme antes de morir ¿Qué más podría pedir? Es un privilegio que sea mi primera muerte.

—Creo que no me he presentado correctamente. —acorto nuestra distancia, imponiéndome— Lelyah Ivanova.

Y como es de esperarse, mis dos presas reaccionan. Algo dentro de sus cabezas los alerta ya que se miran automáticamente, reconociendo mi nombre, compartiendo valentia.

Mentiría si dijera que no disfruto del respeto que se implanta en sus ojos.

Sin embargo su sorpresa les dura poco ya que automáticamente parecen entrelazarse neuronalmente. Matías es quien hace el primer movimiento, provocando la distracción para que Leonardo, quien tiene la mayor ventaja en fuerza entre ambos, me ataque silenciosamente.

Es básico.

Aburrido.

Patético.

Levanto la palma de mi mano, deteniendo su puño sin un esfuerzo extraordinario. Después le sonrío y doblo su mano con facilidad. Matías se retuerze a la par que Rossi viene por mi lado izquierdo, queriendo golpear mi rostro.

Sin embargo, me agacho lo suficiente para salir de su radar, empujando a la misma vez a Matías, provocando que ambos se golpeen entre sí.

—¿En serio haremos esto aburrido? —hago un punchero— Al menos esperaba un poco más de ti —señalo a Leonardo. 

Él se ríe, masajeando su barbilla con dureza.

Me mira un par de segundos antes de voltear con Enzo.

—Hey, capo, —se burla— te tengo una propuesta.

—Te escucho —dice Enzo, con un brillo particular en sus ojos.

—Si mato a tu diamante, me dejas libre —pronuncia, sonriendo como un psicópata.

Alrededor, los espectadores jadean por su atrevimiento, sin embargo, en cuanto observo sus rostros puedo ver sus verdaderas emociones. Están emocionados por ver una pelea digan, casi como si creyeran que Rossi podría dañarme.

Descarados.

Por equivocación, mis ojos se detiene en una figura oscura; Draven Vasíliev. La gente a su alrededor se ha esfumado, consientes de que si él los provoca, van a reaccionar y obviamente, teniendo en cuenta el historial descabellado de mi cuñado, alejarse es una decisión coherente.

Aún así, lo que me encuentro es demasiado extraño como para ignorarlo, demasiado tentador para apartar la vista.

Mantiene sus brazos cruzados, optando por una posición erguida, logrando que su altura se potencie e intimide a cualquiera de la sala. Aún así, lo que más llama mi atención es la forma en que me mira.

Sediento.

No podría describirlo de otra forma. Draven no parpadea, no se mueve e incluso parece que ha dejado de respirar por alguna extraña razón, su única importancia es el espectáculo, por no decir quien soy yo la fuente de sus estrañezas. A pesar de ello, un ligero fruncimiento se apodera de su rostro cuando se percata de mi osadía.

¿Cree que apartaré la vista como todos en su entorno?

No, yo le daré pelea.

De pronto, sus labios se abren y gestualiza unas palabras claras, a pesar de que su voz no sale en ningún momento.

“Dulce y tierna, oveja”

Rápidamente volteo con Enzo y descargo todo mi malestar.

—Tengo una mejor. —hablo fuerte y claro, llamando la atención de todos, miro a Rossi con inocencia— No hay necesidad de que me mates, Leo, tan solo hazme sangrar, —me acerco, rodeándolo como una presa— te reto a dañarme, solo un gota de sangre y eres libre.

Enzo no puede negarse, sería como declararme débil y no solo a mí, sino a todo su imperio.

Yo represento.

No me atrevo a mirarlo por un apice de culpabilidad. Puede que tenga un entrenamiento exquisito, pero exponerme de esta forma tampoco es apropiado, especialmente cuando mi prometido no está aquí para apoyarlo.

Cómo es de esperarse, mi capo no muestra debilidad y extiende su mano a nosotros, en un clara señal de que tenemos su consentimiento.

No lo decepcionaré.

Rapidamente hago mi primer movimiento. Doy una vuelta rápida, estampando mi pie en la nuca de Matías, no lo vió venir, así que ni pudo defenderse y quedó noqueado en el suelo.

Tan débil.

—Iba a ser un estorbo. —menciono mientras acomodo mi cabello— ¿Comenzamos?

Leonardo Rossi gruñe, pero no me ataca de golpe. Simplemente eleva ambas manos en protección y camina en forma circular.

Yo por mi parte mantengo la guardia baja, sabiendo perfectamente que cualquier cosa que tenga para mí, lo derrotare.

Empuja el cuerpo desmayo de Matías a un lado, al igual que las sillas donde vinieron, despejando el lugar para su propia muerte.

—El personal de limpieza se encargará de ello, no te preocupes que también llevarán tu cuerpo —digo.

—Estas demasiado confianda, princesa.

—Y tu demasiado pensativo ¿Aún no se te ocurre un plan para dañarme? —me acerco, retandolo— No te esfuerces, tal milagro no existe.

—Como digas, zorra de los Vasíliev.

Detengo mi andar, suspiro pesadamente y sonrío con dureza.

Leonardo achica sus ojos, analizando cuál será mi próximo movimiento porque en definitiva sabe que reacionare ante sus palabras.

No sé equivoca.

Pero lo que no sabe es que desquitare toda la furia que he guardado durante todo el día.

“Zorra de los Vasíliev”

Arrugo mis labios y esquivo el primer golpe que lanza, ni siquiera tengo que utilizar mis manos, solo muevo mi cuerpo en otra dirección y sigo de tal forma hasta arrinconarlo y golpear su nariz ímpetu.

A pesar de haber desvíado su hueso nasal, Leonardo gime una sola vez y ni siquiera se toma la molestia en quitar la sangre que brota de sus fosas nasales.

Se acerca nuevamente dando una patada alta, pero de igual forma, levanto mi pie y golpeo la flexión de su rodilla interna, provocando que caiga al suelo junto a un grito patético.

—Al menos hazme sudar antes de tirarte al suelo —protesto.

No lo ataco en plena vulnerabilidad porque me parece algo sencillo así que espero a que se levante.

Escupe sangre al suelo y por fin veo su fuego manifestarse.

Corre hacía mi, dando golpes rápidos y por primera vez en la noche utilizo mis antebrazos. Bloqueo, golpeo, hago todo lo necesario, pero sin esforzarme demasiado.

Sin embargo, cuando ya llevamos un rato en la misma situación, un evento hace que mis sentidos se enciendan. Leonardo también lo debe sentir ya que detiene su lucha y mira a un costado, justo dónde se encuentra Draven, pero con la única diferencia de que ahora no está solo.

—Oh, ya llegó el heredero. —escupe Rossi— Dime, Nikolai ¿Comparten a la princesita o cada uno se la folla en privado?

No reacciona, ni siquiera se inmuta, mi prometido se limita a obsevarme con esa tonalidad verdosa que pincha mi pecho con orgullo.

Gracias por confiar en mí.

Si alguien hubiera visto un apéndice de reacción, todos hubieran sospechado ¿Cómo es que mi propio prometido alberga? Imposible.

Especialmente no con Draven, su jodido hermano y mi sombra.

Desde mi izquierda puedo ver la mano de mi madre sujetando el brazo de Klaus quien se encuentra totalmente enojado. Su enfado no es evidente, lo oculta con elegancia, pero una parte de mi se siente resentida por su poco tacto.

—Eres un papayo que habla y no para de hablar, me tienes arta, yo esperaba una arena de combate, no un circo —digo mientras me voy acercando, golpeando cada una de sus costillas con furia.

Empuño mi cuchillo.

—¿La princesa no puede jugar limpio? —se burla, pero hay cierta tensión en su voz.

No respondo, me abalanzo sobre su cuerpo y lo tiró al suelo. Está vez es difícil, pero no imposible.

Pongo sus asquerosos brazos sobre rodillas, cortando la mayor circulación posible y después posiciono mi ingle en la suya, buscando mantener a raya sus piernas inquietas.

—¿Vas a matarme o follarme, princesa?

—¿Por qué? ¿Te excito? —mofo— Una lastima que no sienta ni una mierda en mi intimidad.

Solo su pantalón jean rasposo y juzgando por la tela fina de mi ropa interior, al menos debería sentir un poco de su masculinidad.

¿Cuántas decepciones más me llevaré?

Leonardo sigue luchando y me hace jadear por la fuerza que tengo que implementar, es lógico, Rossi me supera en masa, pero doy la lucha necesaria.

Me inclino hacia adelante, sujetando su mandíbula con rencor y presionando tan fuerte que lo obligo a abrir su boca con un gemido de por medio.

Aprovecho la emoción del proceso y meto sus dedos en su cavidad bucal, pierdo control en el proceso y me muerde fuerte.

Jadeo.

Araño todo su interior, logrando que me suelte y con eso me apodero de su lengua.

Sus ojos se abren con terror.

—Te lo advertí, tu voz es irritable —sin esperar más, corto su lengua.

La sangre salta en todo mi vestido, manchandolo por fin, siendo pintado como tanto ha deseado, pero no puedo disfrutar mucho del proceso ya que Rossi se ahoga con su propia sangre y me escupe en todo mi pecho.

Aún tengo su lengua entre mis dedos mientras me levanto con aburrimiento, a pesar de ello, Leonardo se recompone rápidamente y mira su carne en mi posición.

—¿Lo quieres? —meneo su flácida carne con burla.

Vuelve a golpear, pero es demasiado débil, la sangre que está perdiendo es peligrosa y temo que eso lo mate ante saque yo.

Debo acabar.

Nos subimos en un combate de puños, aunque se podría considerar más un entrenamiento de defensa ya que no lo golpe, solo esquivo y desestabilizo en algunas ocasiones porque si algo me alimenta es ver ese brillo de confianza desaparecer y caer en cuenta de que no podrá salvarse de mí.

—Toma, —le ofrezco mi cuchillo— debemos estar equilibrados ¿No lo crees?

Leonardo mira mi cuchilla con un fruncimiento doloroso, su ego está luchando, pero al final no se resiste y acepta mi oferta.

Me ataca al instante, anhelando un simple roce, pero no llega nada.

—Uno —empiezo a contar.

Golpea mi rodilla, pero doblo su codo con estrionismo.

—Dos —prosigo.

Su desesperación lo hace gritar y lanzar golpeas más absurdos, sin embargo no me confío, tiene un objeto afilado entre sus manos.

No soy idiota.

—Tres. —finalizo, acercándome lo suficiente para darle un beso en sus labios— Nos vemos del otro lado, Rossi.

El beso es suficiente para desequilibrarlo así que me inyecto una dosis imaginaria de adrenalina y empiezo a atacar.

Hago todo lo posible para arrinconarlo en una esquina específica y una vez que su cuerpo choca contra el de un conocido, le quito mi arma y la entierro en su pecho, justo a la altura de su corazón.

Suelto un suspiro.

Siempre imaginé este momento, matar a mi primera víctima es algo especial para mí y aunque había visto la muerte muy de cerca, me cuestionaba que iba a sentir en cuanto viera un alma yéndose se un cuerpo.

Siempre fui curiosa con cosas que la mayoría no logra entender y está bien, no espero la aprobación de gente que no está relacionada con mi mundo.

Sin embargo, hoy me encuentro ignorando todas mis conjeturas tan solo porque una fuerza mayor me atrae a un pozo sin salida.

Draven Vasíliev se mantiene quieto mientras presiono el cuerpo inerte de Rossi contra su traje de gala. No le importa, pero tampoco diría que está muy agusto con la situación ya que dentro de la oscuridad que emana, me transmite un pinchazo en el corazón.

Entierro con fiereza mi arma, esperando que salga por su espalda y lo lastime de alguna forma.

Quiero hacerlo sufrir.

Quiero que me ruegue.

Quiero hacerle pagar por todas las habladurías de este día, por poner en juego mi reputación y para mi nula sorpresa, él también demuestra el mismo anhelo de sed, con la única diferencia de que su castigo no parece ser precisamente para hacerme daño, al menos no el dolor que quisiera otorgarle, lo suya parece más oscuro, tentador.

“Mira a tu tierna oveja, imbécil”

Algo en sus ojos irradian con fascinación, pero no de orgullo, es más como si se hubiera encontrado con algo majestuoso y quisiera tenerlo solo para él.

Un nuevo juguete.

Su energía parece abrazarme con la oscuridad de su ser, casi como si él mantuviera el control de la situación y no al revés. Está demasiado quieto para mí gusto, poco expresivo y aún así es mucho más interesante que ver la vida de Rossi yéndose.

Mi sombra entreabre sus labios para poder decir algo, pero inmediatamente aparto mi mano del pecho de Rossi, dejando caer su cuerpo inerte.

Me volteo, sintiendo su mirada ardiente en toda mi espalda.

—Mattias, fue un gusto —me arrodillo a su altura y me acerco para darle mi segundo beso, después lo asesino igual que a su compañero.

Me aseguro de apuñalarlo dos veces para no dejarle escapatoria y cuando su cuerpo deja de convulsionar, se que se ha ido.

Mi nuca arde.

Me levanto con elegancia mientras guardo mi cuchilla. El público no me pierde de vista y aunque no he visto sus expresiones directamente, sé que están gratamente sorprendidos.

Me planto al frente de Enzo y antes de poder tener la oportunidad de decir algo, él me roba las palabras.

—Bienvenida a la Bratva, cariño —extiende sus manos hasta mi cuerpo y me funde en un abrazo, sin importarle la sangre en la cual estoy bañada.

—Mi capo —mi voz sale en un alivio, ansiosa por toda la experiencia a la par que le devuelvo el abrazo con la misma intensidad.

—Eres una auténtica reina, Lelyah Ivanova.



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