Se cayó el cielo
«¿Sabe lo mejor de los corazones rotos? Que solo pueden romperse de verdad una vez. Lo demás son rasguños».
Carlos Ruiz Zafón
Estaba tan enamorado, quizás no me vuelva a enamorar de esa manera...
Alejandra un morena preciosa, ojos negros, cabello liso y un cuerpo simplemente hermoso al que las descripciones no le sirven pues se quedarían cortas; una mirada penetrante y seductora, una voz suave melodiosa y una personalidad perfecta en sus imperfecciones. Yo un tímido en mejora, un asocial toda su vida, que esa noche salía de su casa gracias a la insistencia de sus amigos, no sé si me hicieron un favor o me destruyeron, probablemente ambas.
Una fiesta en la que solo conocía a los amigos que me llevaron y al cumpleañero, el resto de las personas unos totales extraños. Casi toda la noche estuve sentado en un rincón escuchando la música, además de estar bebiendo o comiendo alguna cosa solo, sin querer acercarme a ningún grupo social. Las demás personas mientras bailaban me veían como aquel raro que probablemente no ha tenido novia en toda su vida o aquel que pasa semanas viendo animes en su cuarto sin hacer nada.
No me gustaban sus miradas, pero mi miedo a ser rechazado en algún grupo social no me dejaba levantarme, ya que cada uno de mis amigos bailaba con alguien en ese momento. No había visto a Alejandra en toda la noche hasta que ella llego a allí donde yo estaba.
— ¿Por qué estás solo chico? — Pregunto ella amablemente mientras me sonreía desconcertada.
Me quede nervioso y admirándola por unos segundos.
—E-e-e yo estoy bien cómodo aquí —fue lo que vagamente pude responder.
—Oye, ¿Cómo puedes estar en una fiesta y no disfrutarla? —Preguntó— bailemos —agregó e inesperadamente me tomo de la mano y me levanto para bailar.
Yo estaba allí parado sin saber cómo bailar, y enfrente de mí una hermosa chica que bailaba al son de la música con pasos alocados pero esplendidos, su mirada expectante y al ver que yo no me movía se acercó más a mí, comenzó a bailarme, luego tomo mis manos y las coloco en su cintura, mientras lo hacía yo estaba paralizado y nervioso.
No sabía que hacer, tenía dos opciones: bailar sin importar como me vieran los demás o volver a sentarme dejándola sola. Pero me llene de valor y tome la primera opción y aunque pudiera haber terminado mal, valía la pena correr el riesgo pues no tenía mucho que perder.
Cerré los ojos por unos segundos e imagine que nadie más estaba allí, solo ella y yo, en ese momento empecé a bailar y luego abrí los ojos, ahora si me sentía liberado sin necesidad de unos pasos coordinados.
Ella se giró quedando enfrente de mí, su mirada contra la mía y ahí fue cuando vi el cielo, cariño a primera, choque fijo de miradas, dos sonrisas espontaneas se reflejaban en los ojos del otro. No sé por cuanto tiempo estuvimos bailando, conversando, conociéndonos, halagándonos; risas se intercambiaron y corazones se tocaron.
Paso un rato y todos los presentes hicimos un círculo para jugar verdad o reto, en otro momento no hubiera aceptado pero había ganado confianza y quería seguir avanzando en ello.
Retos y preguntas comenzaron a escucharse, algunas bocas juntándose por algunos retos, confesiones alocadas sonando por aquí y por allá.
Hasta que a ella le retaron a besar al chico que le pareciera más guapo y aunque yo estaba expectante no le daba mucha importancia pues aunque me atraía nos conocíamos muy poco, para mí sorpresa se levantó del lugar donde estaba sentada y se acercó a mí y velozmente me robo el beso, que se alargó por unos segundos mientras un — ¡UUUUUU! —Se adueñaba del lugar pues los presenten gritaban eso al unísono.
Y así siguió el juego hasta que acabo la fiesta y todos nos fuimos a casa, en el camino solo pensaba en aquella chica y en ese beso, tenía su número de teléfono y estaba ansioso por llamarla y tener alguna cita.
Los días pasaron convirtiéndose en una semana, en la cual ni yo me atreví a llamarla ni su mensaje había llegado. Y después de tanto pensarlo decidí hacerlo la llamé.
—Aló, con Alejandra Loor por favor.
—Habla ella, es Kevin ¿no? —El silencio invadió la llamada por unos segundos, no podía creer que recordará mi nombre.
—Eh, sí es Kevin ¿Cómo estás?
—Bien y tú.
—Ale, sí me permites el tuteo yo quisiera invitarte a salir a tomar algo no sé ¿Qué dices? -Lo había hecho, tuve la valentía para decirlo, pero la puerta también estaba abierta al rechazo algo a lo que no estaba preparado afrontar.
—Claro. ¿Cuándo sería eso?
—Hoy nos encontramos en la plaza Blink a las 7. ¿Qué dices?
-—Claro por mí está bien, nos vemos allá, adiós.
—Adiós.
« ¡Sííííí!» Grite de felicidad al terminar la llamada, no podía creer que hubiera aceptado mi invitación.
La tarde se escurrió y otro día estaba concluyendo, había llegado la hora de la cita me coloque la mejor ropa que tenía, tome un taxi y llegue a la plaza, comencé a caminar y después de varios minutos la encontré, traía puesto un hermoso vestido azul y su cabello suelto luciendo radiante.
Nos saludamos con un beso en la mejilla y comenzamos a caminar mientras hablábamos, luego comimos helado y por últimos fuimos a un parque de diversiones, nos subimos en la estrella, en los carros chocones y antes de tomar el taxi de despedida le tomé la mano y fugazmente nuestras bocas se juntaron en un beso.
Así fue el comienzo de lo que sería una relación de varias citas raramente ninguna de ellas en el hogar de alguno de los dos aunque supiéramos nuestras ubicaciones. Una tarde compré un ramo de flores surtidas entre rosas, petunias y claveles, una caja de chocolates, un pequeño peluche y le pedí a un amigo que me llevara en su auto a la dirección que ella me había dado.
Mi amigo se fue dejándome ahí, toque la puerta y un hombre de unos treinta años me abrió la puerta.
—Buenas tardes ¿Se encuentra Alejandra? —Pregunté.
-— ¿Todo eso es para ella? —Preguntó el hombre mirándome con molestia y desconcertado.
—Sí, señor —fue lo que pude responder antes de sentir en mí cara su puño.
— ¡Vete de esta mierda! —Gritó, yo desde el piso lo miraba mientras mi nariz y mi boca sangraban.
Alejandra por el grito probablemente salió alertada.
— ¿Qué sucede amor? —Le preguntó ella al hombre antes de mirarme en él suelo.
Su rostro perdió el color y yo en silencio me retire, dejando así los chocolates y el peluche allí camine sin rumbo fijo hasta que pude encontrar un taxi y volver a casa.
Así fue como se me cayó el cielo y mi mundo se vino abajo, caí en depresión y no volví a ser el mismo, siempre fui un cobarde un pobre estúpido que nunca tuvo una pareja real en su vida más que aquella ilusión que me pintó Alejandra, por eso hoy tomo esta decisión.
Te amo mamá gracias por todo...
Carta de suicidio de Kevin Armas
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