Capítulo I
Eva dio la orden para atacar, sus esbirros se lanzaron cual entes demoníacos sobre el reino de Zarek, destruyendo con todo a su paso, con una sonrisa curvándoles los labios y los ojos carentes de brillo desenfocados. Eran perfectos para asesinar sin remordimiento, Eva había ofrecido todas sus almas, incluida la propia, a cambio de la sabiduría de la magia negra y el poder de lo demonios ¡Criaturas salvajes que rara vez eran vistas!
Ella había tenido muchísima suerte al poder contactarlos y pedirles aquello, no obstante, había ofrecido obtener el alma de miles a cambio, los demonios no aceptarían nada más a cambio.
Haciendo uso de su poder, como nunca había sido visto, un aura oscura y violeta envolvió el cuerpo de la malévola vampiro, y también el de la joven humana, puesto que la vampiro la llevaba, inconsciente, sobre su hombro. Ella avanzó en medio de la lucha, dejando a la vista sus enormes caninos, la luz de la luna caía sobre el holocausto, parecía que el mismo infierno hacía acto de presencia.
Eva podía sentir cada vez que sus aliados morían pero la cantidad de víctimas que aquel estrago se estaba llevando iba en aumento, sus almas siendo arrancadas de sus cuerpos por la muerte y entregadas a los demonios con lo que la vampiro había hecho el pacto. Ella se jactó, aquel paisaje era el más hermoso que había contemplado en su vida: cabezas rodando, miembros perdidas, alaridos y llantos, gemidos y el tirante sonido de la piel y carne siendo desgarradas.
La malevola vampiro corrió hasta la entrada del castillo, empujó las pesadas puertas con su poder, el viento se arremolinó en el interior, las paredes comenzaron a agrietarse y lo objetos temblequeaban sin cesar. Era inminente y nadie podría detenerla, por primera vez en su vida, Eva degustó la dicha.
— ¡Stephan!
Aquel fue el primer grito que irrumpió en la fortaleza, proveniente de la voz trémula, de pesado acento y muy gruesa de la vampiro. El baile sanguinario no había llegado al interior todavía, pero sería cuestión de un instante, no tardarían en danzar con la muerte, con armas en mano y dientes al descubierto, violencia y odio encontrándose para dar paso a la destrucción y otorgarle el poder al silencio eterno.
— ¡Christopher!
No habría lugar donde pudieran esconderse, Eva era consciente de cada lugar y espacio, incluso podía olisquear el olor húmedo y tenue de la lluvia que se avecinaba. Sería el final perfecto para aquel día, el agua se llevaría lo que quedaría de sangre y los cadáveres desaparecerían envueltos en ceniza con el amanecer.
Casi podía saborear la victoria.
— ¡ZAREK!
Esto la estaba sacando de sus cabales, si no salían por su voluntad, los obligaría a salir. Arrojó el cuerpo de la joven, en medio de la transformación en medio de la entrada, escuchó el delicioso crujir de sus huesos al romperse por el impacto.
La reacción no se hizo esperar.
De la nada, un enorme cofre la golpeó desde la parte de alta de las escaleras, impactó con fuerza en su espalda, doblegándola por un segundo, pero ella era más fuerte que un vampiro común y su pronta recuperación la hizo sonreír mientras alzaba la mirada para notar a su agresor.
Fue alguien que ella jamás pensó ver de nuevo. Una joven de cabello castaño, sus ojos ambarinos estaban encendidos por la indignación y la ira, llevaba el vestido hecho jirones y las manos curvadas cual garras.
Annelisse, quien solía ser la pequeña mascota humana de Christopher.
Sin pensárselo dos veces, Eva envió una onda de poder a atacarla para deshacerse de ella de una buena vez. Lo que no se esperaba era que ella desapareciera sin dejar rastro, su silueta quedó marcada por humo.
La esencia de un brujo.
— Danika — susurró Eva, se lamió los delgados labios y buscó a la bruja. Mientras su mirada vagaba de un lado para el otro, algunos de sus esbirros comenzaron a entrar, enloquecidos, con las fauces ensangrentadas, por las extremidades les surcaba sangre propia y de otros. Al verse en desventaja, Zarek, el rey, por fin surgió de entre las sombras, acompañado de Kassia.
Como era de esperarse, estaba armado, al igual que su compañera y se lanzaron hacia los intrusos, cortando cabezas y asesinando sin piedad. A Eva no le importó, su objetivo era asesinar a Zarek y hacer sufrir a los hermanos Jakov, lo demás serían simples daños colaterales.
Danika surgió de la oscuridad, las sombras deslizándose por su cuerpo y una mirada conmocionada pero decidida en el rostro. Se lanzó hacía la vampiro demoníaca sin titubear, sosteniéndola con todo su poder y lo que había aprendido en su larga existencia. Aquello segundos fueron preciados, puesto que mientras Danika y Eva forcejeaban en medio de hechizos y magia, Stephan se acercó con una espada desenvainada y la sostuvo sobre la cabeza de la malvada apenas una fracción de segundo.
Eva atravesó el estomago de Danika con la mano, curvó sus largas uñas en el vientre de la bruja en cuanto sintió a Stephan acercarse, se giró en el momento exacto en que el vampiro atinó un golpe mortal, esquivándolo por poco.
Aunque, al Eva retirarse de la trayectoria de la espada, esta siguió y atravesó la piel de Lessya, quién estaba justo a las espaldas de Eva. Los ojos se Stephan se abrieron desmesuradamente, atónito se quedó observando a su protegida sin creer realmente que le había hecho daño, su distracción le costó, puesto que Eva lanzó toda su ira y veneno sobre él. Atrapándolo con crueldad, aunque Stephan lucharía hasta su último aliento si era necesario, por él y por los demás vampiros inocentes.
El tiempo pasaba, la maldad estaba a punto de obtener el trono... Stephan gritó cuando sintió ardor en el cuerpo, de los pies a la cabeza, como si lo estuviera consumiendo el fuego. Christopher se adentró en la lucha, pidiéndole a Annelisse que se mantuviera oculta y no se expusiera más.
Era incapaz de ver a su hermano en esa situación y no lanzarse en su ayuda. Eva no lo notó hasta que estaba tras ella y la agarró del cuello, cortándole la respiración y lanzándola hasta el otro lado de la estancia.
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