—No lo sé —murmuró Ayame, con aire pensativo—. Tal vez sea mi imaginación, pero siento que a Snow Blue le falta algo.
—¿Algo como qué? —preguntó Tanukichi, quien se hallaba sentado al otro lado de la mesa que compartían.
Estaban en el sótano de la cafetería, la guarida secreta de SOX.
—Hum... —cerró los ojos—. Pues, no tengo ni idea —dijo ella con una sonrisa.
Al chico le bajó una gotita por la nuca frente a semejante respuesta. Eso era muy típico de Ayame.
—¿No se te ocurre nada, entonces? —insistió el castaño.
Ayame pareció meditarlo durante otros segundos, pero no pareció llegar a nada en concreto.
—Siento que hay algo —dijo, despreocupada—, pero no lo sé.
Se quedaron en silencio unos minutos. Entonces, Tanukichi, quien sí tenía algo que decir al respecto, decidió que el momento había llegado.
—Bueno... —comenzó Tanukichi—. He notado algo diferente en Snow Blue. —dijo con voz queda, mientras ponía los ojos en blanco, llamando la atención de su amiga.
—Dilo, dilo —animó ella—. Con confianza.
—Veamos... —Tanukichi se llevó una mano a la barbilla—. Creo que a Snow Blue le falta algo más de, ¿cómo decirlo? —se rascó la mejilla antes de continuar—. ¿Osadía, tal vez?
Ayame parpadeó unas dos veces antes de hablar.
—¿Ah?
—Si, ya sabes, "osadía" —prosiguió el castaño—. Si buscas en el diccionario, verás que significa…
—Ya sé lo que significa, Tanukichi. —interrumpió ella, con sequedad—. ¿Enserio? ¿Me estás diciendo que, a mí, Snow Blue, la terrorista más famosa, y peligrosa, de Japón le falta valor para hacer las cosas? —la hostilidad en su voz era casi palpable—. ¡¿En qué p*ta razón te basas para decir semejante estupidez?! —explotó. Había sacado su teléfono rosa unos segundos antes de la palabrota, ya era como un acto reflejo.
El chico se dio una cachetada mental. Había sospechado, desde un principio, que decir tal cosa sería una completa estupidez. Pero ya lo había hecho, ya no había vuelta atrás. Tanukichi pensaba que ahora tenía que ofrecer argumentos para sostenerse.
—Pues, ahora que lo pienso... —comenzó el castaño, sintiendo una pequeña oleada de valor.—. A Snow Blue no le falta osadía... —la expresión de molestia que tenía la pelinegra en el rostro se ablandó un poco—. ¡Es a usted, Kajou-senpai, que le falta valor! —ahora el rostro de la mencionada denotaba la más profunda confusión.
—¿Qué? —preguntó ella.
—¡Lo que dije!
—¡Eso ni siquiera tiene sentido! —rugió Ayame, estampando las manos contra la mesa.
—¡Sí, sí que lo tiene!
—¡Que no!
—¡Qué si!
—¡Que no!
—¡Que sí!
—A ver, a ver... —frenó ella—. ¡Exijo una explicación! —se cruzó de brazos.
—Bueno... —Tanukichi dudó antes de continuar—. ¡Cu-cuando nos toca trabajar juntos, considero que tu nivel de osadía en esos momentos es muy bajo! ¡Y eso también afecta a Snow Blue! —argumentó con firmeza.
—¿Huh? ¿A qué te refieres? —La curiosidad apareció en ella.
—La última vez que trabajamos juntos —comenzó él—. Huíamos y, en un momento dado, se levantó un poco tu disfraz, y pude ver que llevabas bragas —el rostro de Ayame enrojeció furiosamente. Tanukichi arremetió sin detenerse—. ¡Y eran blancas! —se calló y una gota de sudor bajaba por su nuca. Su interlocutora apretó los dientes—. ¡E-eso no era relevante, pero igual! —prosiguió, ya recuperado de la vergüenza que sintiera al mencionar el color de la ropa interior—. ¡La Snow Blue que conozco, la que me convenció y reclutó para SOX, no llevaría absolutamente nada debajo de su ropa! —finalizó él, cruzándose de brazos.
Después de eso, nadie dijo palabra alguna durante unos segundos que parecieron eternos.
—¡¿Eh?! —reaccionó Ayame, saliendo de su mutismo, espontánea— ¡¿Por qué miras debajo de mi traje?! —lo señaló acusadoramente— ¡Pervertido!
—¡Mira quién habla! —se defendió él— ¡Además, ese no es el punto!
—¡Sí, si es el punto! —lo volvió a señalar— ¡Hentai!
—¡Oye, oye! ¿Ahora yo soy el pervertido aquí? —Tanukichi suspiró, enderezándose en su lugar—. Kajou-senpai, yo nunca he mirado debajo de tu traje de terrorista... al menos, no a propósito. —aclaró—. Y nunca he pensado en hacerlo —cerró los ojos, pensando en lo próximo que diría—. Ante lo que vi ese día, comencé a preguntarme si era cierto que no llevabas nada, cómo tú misma lo dijiste al escuadrón de decencia el día que nos conocimos. O, si se trataba de una treta, y siempre llevabas bragas debajo de tu disfraz. —entrecerró los ojos mientras hablaba—. Así que decidí ir a la raíz del problema y le pregunté a Kosuri, por ser la que siempre te observa...
—¿Qué hiciste qué? —interrumpió ella.
—Ya sabe, ella quedó prendada de usted desde que regresó a SOX, luego de abandonar a Tela Reunida. —rodó los ojos—. Cómo decía, ella me dijo que usted, en circunstancias normales, no llevaba nada debajo.
—¿Hiciste todo eso para saber si yo llevaba algo debajo de mi traje? —volvió a interrumpirlo, incrédula y roja a más no poder—. ¿Es enserio? ¡Qué bajo has caído, Tanukichi!
—No es tan simple, Kajou-sempai —se llevó una mano a su cabello y lo revolvió un poco—. Sólo estoy dando mis argumentos del por qué creo que no eres lo suficientemente osada...
—¿Otra vez con eso? —la pequeña tranquilidad que había obtenido en todo ese rato se esfumó nuevamente, dando paso a la hostilidad.
—Si conmigo —prosiguió Tanukichi, ignorándola—, que soy tu compañero de batalla, no eres lo suficientemente osada para convencerme, entonces comenzaré a pensar que SOX, y Snow Blue, están perdiendo su magia —finalizó él, con voz solemne.
La expresión de enojo en el rostro de su amiga pareció acentuarse. Todo lo dicho no hizo más que empeorar las cosas.
—Te arrepentirás —murmuró ella, incorporándose de su silla—. ¿Así que crees que no soy lo suficientemente osada como para ser quien soy en SOX? —la repentina tranquilidad con la que hablaba tenía un aire ominoso.
Tanukichi pudo ver que, en sus ojos dorados, se extendía un brillo de furia y algo más que no pudo identificar. Se sintió repentinamente intimidado, pensando en que sería aquello que no lograba descifrar en los ojos de su mejor amiga.
«¿Malicia, talvez?», pensó y luego desechó tal cosa. No tenía sentido en una situación como aquella.
No era un experto leyendo las emociones de las personas, ni siquiera de las que eran más cercanas a él. Sólo era un chico de preparatoria que, en sus ratos libres, se dedicaba a combatir la opresión en Japón.
—Pagarás por esto... Ta-nu-ki-chi... —la voz de Ayame se le antojaba de ultratumba.
Tanukichi pareció hundirse en su asiento.
—Kajou-senpai, yo sólo quise decir que... —se trabó al ver que la pelinegra sonreía muy, pero muy ampliamente.
Ayame tenía la mirada ensombrecida. Tomó su silla y la puso a un lado, acto seguido, hizo lo mismo con la mesa.
Ahora sólo era espacio vacío lo que la separaba del chico, el cuál seguía sentado. Tanukichi estaba quieto, muy quieto, por alguna extraña razón que desconocía por completo.
—Parece que en este caso... —mientras hablaba, Ayame avanzaba, con parsimonia, hacia él. Se detuvo a unos centímetros de él y lo observó con calma desde arriba— Las acciones valen más que mil palabras. —masculló ella.
Sin darle tiempo a nada, Ayame se sentó, de improviso, en las piernas del chico, quien, sorprendido, jadeó ante la repentina acción de la pelinegra y sus mejillas se arrebolaron sin remedio.
Situando sus piernas, una a cada lado del torso del castaño, y acomodándose en su regazo, el rostro de Ayame quedó a la misma altura que el de Tanukichi. Debido a la cercanía, él pudo ver que había un muy leve sonrojo en las mejillas de su amiga.
Sus ojos estaban cargados con determinación:
—No volverás a dudar ni de Kajou Ayame... —pegó su pálida y puntiaguda nariz de la ajena— ...ni de Snow Blue —y lo besó, pasando sus manos por la nuca del castaño.
Tanukichi estaba tan sorprendido por todo lo que acababa de pasar que, cuando por fin reaccionó, y se dispuso a corresponder, ya ella se estaba alejando de él.
Tenía una mirada triunfal, además de una muy visible expresión de "Victoria" pintadas en su pálida tez.
—Ahora —rio, usando esa risa tan característica suya—, ¿a quién le falta valor para atreverse a nada? —preguntó ella, sintiéndose en lo más alto, disfrutando de la expresión aturdida que no abandonaba al castaño.
Sinceramente, a Tanukichi le habría importado un soberano nabo lo que ella estuviera diciendo. Su mente sólo tenía un pensamiento: ‘’tenía que volver a besarla’’. Y se disponía a hacerlo, cuando escucharon ruidos provenientes de la puerta del local.
Otome y Kosuri habían llegado para la reunión de SOX.
Tanukichi maldijo por lo bajo y Ayame volvió a reírse al ver que no podría cumplir con sus intenciones.
Se separaron y arreglaron todo como estaba al principio. Mientras las chicas se sentaban en sus respectivos lugares y Ayame daba inicio a la reunión, Tanukichi sólo pensaba en cómo se desquitaría la próxima vez que tuviera una oportunidad.
No la dejaría salirse con la suya.
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