
1:MI COMIENZO
Argentina Ciudad de Santa Fé, 1963.
La Historia de la Argentina entre 1963 y 1983, estuvo marcada por una acentuada inestabilidad política, la imposición de dictaduras de larga duración y una creciente violencia en el marco de la Guerra Fría (1947 - 1991), y el surgimiento de la juventud como sector social y cultural diferenciado.
Hacia el final del período, tras la generalizada violación de derechos humanos y la Guerra de Malvinas, el poder militar entregó el gobierno a los civiles sin condicionamientos, estableciéndose un amplio consenso en respetar la democracia como único camino legítimo de resolución de conflictos, cerrando el ciclo golpe-elección iniciado en 1930.
A pesar de tales inestabilidades, junto con el problema de las elecciones, la gente de el país hacía lo necesario para ser feliz.
Por lo menos algunos.
En el centro de la ciudad, y cerca de la catedral, una feria de juegos mecánicos se extendía sobre la faz, alzando las sonrisas de cientos de personas que se alejaban de la martirizante vida cotidiana.
Luces, risas, bullicio y una noche azul y estrellada: el culminio del dia perfecto para René.
René disfrutaba de las fiestas, de seguir tendencias juveniles y todo lo que caracterizaba a un joven cubierto de hormonas en aquella época. Su personalidad solía ser indecifrable, a veces era todo un abuelo que le temia hasta a lo que no, y aconsejaba a todos, otras veces era alocado y alburero como cualquier otro; sin embargo la rebeldía y el poco juicio definitivamente eran conceptos tachados en su diccionario.
Trabajaba toda la semana en la panadería de su abuelo, el señor Ortiz, un hombre firme y tacaño, quién de milagro le pagaba algunos pesos.
Y no, él no lo gastaba en ropa, zapatos o incluso libros, como el joven que era.
Él compraba flores, montones y montones de flores.
Siempre compraba orquídeas.
Su mirada se encontraba pérdida la mayoría del tiempo, riendo como idiota y sonriéndole a la nada, René no era tonto, pero si que había algo que le idiotizaba hasta lo que no: El amor; él estaba enamorado.
Más su apariencia no le favorecía: Era corpulento, si, pero no esbelto, lo que lo hacía parecer un muchacho con kilos de más, además no era muy alto y su rostro tampoco era el más refinado, su cabello estaba partido en dos y sus ojos eran de un pulcro color verde.
Solía vestir con una gorra de tela en la cabeza, un pantalón holgado, camiseta abotonada, y usaba el típico cinturón de tirantes que se colgaba por los hombros.
La feria estaría solamente durante cuatro días, pues la gira por todo el país era algo importante para la gente de el circo y demás atracciones.
La gente reía, gritaba, cantaba, hacía todo tipo de cosas que la gente feliz suele hacer, y René no era la excepción.
Comenzaría después de terminar con sus labores diarias.
Corrió hacía el delgado mostrador, y con ímpetu impresionante, junto con su sonrisa de oreja a oreja marcada como tatuaje sobre su rostro, comenzó a quitar las cosas de allí, que constaba de un poco de pan blanco que no se había vendido en todo el día. Guardó un poco en un pedazo de tela, lo enrolló y lo puso en la mesa de pago, y lo poco que sobró se lo arretacó todo en la boca; era poca cosa decir que moría de hambre.
Las jornadas con su abuelo eran de todo el día, y como lo sorprendía tomando un bocado de la mercancía, lo sacaba del local y descontaba ese día de pago, además de que no dudaba en reprocharselo a sus padres.
Salió del local, y asegurándose de que todo estuviera perfectamente cerrado, sacó de su bolsillo su reloj, en busca de saber la hora.
8:00 PM.
-¡Conche tu madre! Se me va a hacer tarde.- Exclamó pensando en voz alta.
Barrió con la mirada lo que había frente a él, y cuando hubo encontrado su bicicleta con el candado puesto, se acercó corriendo a ella mientras urgaba el bolsillo de sus pantalones holgados, típicos de aquella época.
Se agachó para examinar el candado y quitárselo, pero oh vaya sorpresa.
«Mis llaves» Se levantó del suelo, y volvió a cruzar la calle para volver al local.
Se asomó por la ventana pocisionando sus manos como googles sobre el cristal, percatado de de que no sólo había olvidado las llaves en el mostrador, sino también todo el dinero para la salida y el pan que le daría a las palomas.
-¡Me lleva!.
En la mañana seguramente su abuelo, el señor Ortiz, haría todo un escándalo, gritándole frente a todos y avergonzadolo como solía hacer con cada pequeño error. La diferencia es que este definitivamente no era uno pequeño.
Bufó decepcionado de si mismo, pero no lo pensó demasiado cuando se acomodó su gorra, y empezó a correr tan rápido como sus piernas pudieron hacerlo, tan veloz como su respiración se lo permitía.
Alzaba sus piernas cada vez con más fuerza. Su destino se encontraba a 10 km, y eso a pie le costaría por lo menos una hora; el tiempo se acortaría a 30 minutos si corría tan rápido y fuerte como solían hacer sus milagrosas y vigorosas piernas.
Ya se ubicaba en la esquina de el lugar que sería su destino, e intentando limpiar todo el sudor que bañaba su rostro y empapaba sus axilas y espalda traspasando su ropa, se acercó a pasos más lentos.
«Por favor que abra ella...»
..................
-¡Cómo esperas que deje que un mendrugo dos años menor que tú, y que además llega tarde! ¿Te pretenda? ¿Hm?.-Cuestionó autoritario y con vos severa.
-¡Papá!.
-Nada de papá, aunque llegue no voy a permitirte ir con él, Rebeca. Quiero que ahora mismo le digas la verdad, no deseo que vayas a ilusionarlo para nada. Soy hombre y sé lo que se siente.
-Pero...
-¿Pero...?-inclinó su rostro a un lado, y punto su oreja.
La muchacha tragó, y respiró ondo.
-Nada, papá...
El hombre no dijo nada, y se retiró de la cocina con pasos fuertes, y en la que su madre era testigo.
Se acercó a Rebeca y la tomó de lo hombros.
-Hija... tu padre y yo sólo queremos lo mejor para ti.- Habló dulcemente.
-Pero mamá, yo lo amo.-Se volvió a su madre, y la tomó delicadamente de las muñecas.- A mi no me importa que sólo tenga 20 años... mamá.
Su madre sonrió de lado, sobó su hombro e hizo que tomara asiento.
-Es tan tierno y atento... No es brusco y papanatas como los demás muchachos, él me quiere porque me ama a mi, no sólo por ser... como soy.
-¿Y papá no comprende eso?
La chica humedeció sus ojos, y con sus delicadas y torpes manos negó con la cabeza.
Su madre sonrió de lado.
-Intentaré hablar con él ¿Si?.
Rebeca asintió con la cabeza, estado ya roja y con sus labios temblando. Su madre se acercó más a ella, y la rodeó con sus brazos, acariciando su largo y obscuro cabello.
-Todo estará bien, shh...- Consolaba su madre.
Un sonido familiar hizo que ambas se separaran de aquel cálido abrazo e intercabiaran miradas.
Era la puerta siendo golpeada.
Rebeca curveó sus labios, y se limpió los ojos mientras se levantaba.
-Es él.
Se incorporó tan rápido y entusiasmada, que a su madre no le quedó más remedio que dejarla ser.
-No le digas a papá ¿Si?.
La mujer volvió a sonreír, y en un susurro dijo.
-Tu secreto está a salvo conmigo.- Simuló cerrar un cierre en sus labios.
Rebeca le agradeció con la mirada, y salió de la casa.
-Jovenes...- Murmuró con nostalgia.
------------------------
-¡Hola!... Re..be...ca...- Dijo recargado en sus rodillas, y respirando agitado.- No creerás lo que pasó antes de...
La muchacha levantó su mentón, y le sedió un dulce, pero fugas beso en los labios.
-No me digas nada. Sé que se te hizo tarde.
René dejó de respirar, y sus mejillas se pusieron tan coloradas como nunca antes lo habían hecho, ensimismado en el rostro de su amada Rebeca.
-Ahora no tengo la menor idea de que decir.- Habló inclinando el rostro apenado.
-No digas nada.- Volvió a levantar su rostro, y apretó sus delgados labios en la mejilla de René.- Vámonos.
Lo tomó por la mano y lo hizo erguirse.
Salieron de el patio tomados de la mano, ojeandose el uno a la otro como los jóvenes enamorados que eran.
Especialmente René.
-¿Pasó algo?.- Cuestionó con angustia, notando lo inchados que estaban sus ojos.
La muchacha lo miró.
-Pensé que ya no ibas a venir...- Declaró dejando que la sangre recorriera todo su rostro.
René retiró la mirada avergonzado, pero entusiasmado y lleno de alegría. La chica de sus sueños no sólo se había fijado en él, sino que también había llorado por él y se había preocupado.
Dejó salir un suspiró.
-¡Lo siento! De verdad. Cerré la panadería y las llaves para quitar el candado de mi bicicleta se quedaron dentro.- La miró suplicante.- Tuve que venir corriendo desde ayá, perdóname, de verdad que no era mi intención... También estaba zozobrado...
La muchacha dejó salir una risilla de ardilla, que era típica de su persona.
-Te dije que no me explicarás, porque seguro que terminaría riéndome. ¿Eso no es bueno para el orgullo de los ches, verdad?.
El de ojos verdes tiró una carcajada ronca, y a los ojos de la chica, tan sensual que dejó salir un suspiro.
-Ah... eres tan potro...
*Guapo en argentino xD*
René sonrió por aquella descripción, alagado y casi dibujando destellos en su silueta.
-Lástima que papá piense que eres un pelmazo.
ese comentario lo bajo de su nube, e hizo que indignado preguntara.
-¿Qué?.
-Mi padre piensa que estás conmigo por lástima.
René arrugó el semblante acojonado por su comentario.
-Ese vetusto... No comprendo que tiene contra mi ¡Qué calvario!.
La muchacha posó una mirada acusadora sobre él, y René se percató de ello.
-Sin ofender.
-Está bien, yo misma sé que está medio safado.
Ambos rieron a la mismo tiempo, y volvieron a mirarse.
-No creo que sea buena idea hablar mal de él a sus espaldas, mejor dime. ¿Qué recórcholis le hizo pensar eso?.
Rebecca suspiró, y sosegada dijo.
-Ya sabes, sobre mi enfermedad. Él dice que nunca voy a llegar a casarme, lo escuché en medio de una conversación que tenían mis padres a solas.
René palideció.
Sus palabras parecieron haber golpeado al viento tan fuerte como lo hicieron para su compañero. La calle pareció más solitaria, y la gente desapareció para centrarse sólo en ella, como la protagonista de el lugar.
-Creo que tiene razón...- Dijo con una mirada de tristeza.
-¡Qué idiotez!.- Exclamó, y comenzó a refunfuñar maldiciones.- Eres más sana que un tazón de verduras por la mañana. La anemia no mata a la gente, sólo... sólo los hace parecer enfermos.
Rebeca curveó sus labios enternecida.
-No hablemos de eso ¿Si?
-Pero...
-Por favor, es algo importante para mí.
René bufó molesto, pero, su semblante cambió al instante, como si se le hubiese ocurrido una gran idea.
-Rebeca...
-¡Dije basta!
-No, calma, no es sobre eso.- Sonrió.
La de largo cabello puso toda su atención al muchacho, curiosa.
-Bueno. ¿Qué es?
El chico tomó sus manos, y la miró a los ojos.
-Sé que somos jóvenes e inmaduros pero...
-¿Pero?.-Alzó una ceja.
René tragó saliva, y, temblando, se arrodilló frente a ella y tomó su mano.
-Rebeca... yo te amo más que nada en este mundo, y sé que este no es el momento más apropiado para hacerlo pero...
Rebeca abrió los ojos a más no poder, y su respiración se acortó, sospechando a lo que iba René.
El corazón del René estaba a 1000 por hora, sus manos temblaban y su cuerpo sudaba más de lo que ya estaba. Sus párpados se cerraban y su cabeza le gritaba que parara.
Pero no lo hizo.
La gente que pasaba por ahí se paró ver la escena, tan conmovidos como cualquier persona, esperando el momento para comenzar a gritar y dar alaridos de felicidad.
La noche había caído, y el parque de atracciones estaba a menos de 300 metros, así que había muchísima gente a los alrededores.
-¡Cásate conmigo!.- Exclamó con euforia.
Capítulo 2
↓
↓
↓
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro