13. Cada pequeño detalle
¿Recuerda lo que le conté acerca de cómo llamaba la atención Leni con su atractiva estampa en el centro comercial? Pues ahora duplíquelo. Esa imagen de Leni encontrando a Mizu-chii, tomándola de las manos y compartiendo un abrazo de felicidad es algo que nunca olvidaré, y al parecer, tampoco lo harán varios de los asistentes al lugar.
—Eres bellísima. Siempre quise admirar ese cabello de oro en persona —dijo la japonesa.
—¡Gracias! Y yo quería saber de qué está hecha tu piel. ¡Es tan pero tan perfecta!
Mizu-chii rió ante la respuesta de Leni.
—¿Te parece si nos tomamos una selfie?
—¡Sí! ¿Y te gustaría si también sale...?
Antes de que yo lograra suponer de quien hablaban, ambas me jalaron del brazo y me pusieron en medio, mientras ellas dos se agachaban y cada una juntaba una de sus mejillas contra mi cara. Ese acto impulsivo, sumado al resplandor del flash, garantizaban que la cámara había captado una de mis peores caras de tonto.
Tras reírse de mí, las dos bellezas se retiraron hacia los camerinos, mientras platicaban animadamente. Por supuesto, con Nobuko siguiéndoles muy de cerca.
Verlas juntas también significaba que la mayor de mis preocupaciones era aliviada. La de traer a la modelo extranjera que prometí al aire en el programa de Jay Rock. Ahora podía dedicarme sólo a ver los pequeños detalles que precedieran al comienzo del desfile. Desde mi puesto revisé las lucecitas azules de la tarima, las cortinas negras, y alcancé a ver a Lynn, Lucy y Lisa ayudando a papá a instalar la mesa de bocadillos. Agité los brazos para saludar a Luna, quien estaba tras una consola a la par de la tarima.
Me pregunté cómo estaría todo en el camerino...
Fue en ese momento que otras dos personas especiales aparecieron juntas.
—¿Por qué tienes esa cara?
Ronnie Anne llegó, junto a un nervioso Clyde.
—¡Por nada! ¿Y a qué se debe que hayan venido juntos?
—Nos encontramos en el camino, cuando mis padres me traían —respondió Clyde, para luego preguntar: —Oye Linc, ¿adónde está Lori?
—De seguro está en los camerinos. ¿Por qué preguntas?
—Estoy en conflicto. Una parte de mí la quiere ver como una modelo de pasarela en todo su esplendor... ¡Y la otra sabe que terminaré otra vez desmayado en un charco de sangre!
—Pues ya que estás aquí, pon algo en el suelo que amortigüe tu caída —comenté con cierta resignación.
Ronnie había estado observando todo el ambiente sin decir nada. Hay veces que no logro interpretar lo que pasa por su mente.
—Supongo que habrá algo de comer, ¿o me equivoco? —preguntó al fin.
Mi amigo respondió: —¡Claro! Hay muchos cupcakes dulces y salados que Luan y el señor Loud cocinaron. Ella misma me lo dijo.
—Pueden pasar a probarlos. ¡Tomen asiento! ¿Y Bobby a qué horas vendrá?
—Mi hermano vendrá en una media hora. Hasta consiguió una cámara de video para filmar a Lori. ¡Está loco de la emoción!
Los llevé a buscar asiento. Tras unos diez minutos, Lana llegó corriendo hasta donde yo estaba.
—¡Linc! ¡Creo que deberías venir a ver esto!
Me excusé con mis invitados y seguí a mi hermana menor. Me llevó hacia la parte de atrás de la tarima, en una parte oculta al público. Con cada paso su furia iba aumentando, así como sus pasos se volvían más pesados.
Cuando se detuvo, señaló una de las tablas de la pasarela.
—¿Puedes creerlo? Ya van tres veces que veo floja esa tabla. ¡Siempre pido que la arreglen y después de un rato ya esta suelta de nuevo!
—¿Por qué crees que pase eso?
—Ni idea. Revisaré los clavos y los tornillos. Quizás son malos. ¿Te imaginas si causan un problema cuando inicie el desfile?
No quise ni imaginarlo. La palabra "problema" se sintió como un aguijonazo en el pecho.
—Hablaré con los encargados de la tarima yo también. ¡Gracias por el aviso, Lana!
Antes de ir a quejarme, decidí pasar a saludar a las chicas en el camerino, sólo para ver si no tenían algún otro inconveniente. Me acerqué despacio y toqué la puerta.
—Chicas... Leni... ¿Todo bien?
—¡No!
La puerta se abrió de golpe, y una Leni con un vestido rojo a medio abotonar, desafiante de la ley de la gravedad, asomó de golpe.
—¡Se me despintó una uña! ¡Mira!
Su dedo medio volvió a hacer una inocente aparición, pero esta vez justo frente a mi cara. Lori apareció de inmediato tras ella.
—¡Adentro, Leni! Y tú, Lincoln, ¿Acaso nos estás espiando? ¡Piérdete!
La puerta se cerró, provocando un viento que me despeinó un poco.
Tras ese tierno momento familiar fui a buscar al encargado de la tarima. Lo encontré al otro lado de la estructura, platicando con Stuart. El metiche logró verme y se alejó, no sin antes hacerme un gesto de "míralo a él, no a mí".
Le pregunté al encargado: —Disculpe, señor. Me han dicho que en la tarima hay una tabla que se afloja a cada rato, cerca de los camerinos.
El anciano respondió: —Lo sé, jovencito. Y le pido mil disculpas. El señor Brennan me lo acaba de notificar. Él supone que son los clavos, y tiene sentido. En un momento enviaré a alguien a que reemplace el material. Con permiso.
Se alejó, llamando a gritos a uno de sus trabajadores para que se hiciera cargo.
Me pareció curioso que Stuart también notara el problema con la tarima. ¿Estará tan pendiente de que todo salga bien? ¿Cómo se enteró?
No ganaba nada dándole vueltas al asunto. Me empezaba a dirigir hacia los asientos cuando una voz conocida me ordenó:
—¡Piensa rápido!
¡Un cupcake venía cayendo, como arrojado desde lejos! ¡Y pasaría por encima de mi cabeza! Tenía que retroceder si quería atraparlo. Di varios pasos hacia atrás, un ligero brinco y ¡BUM!
Se me cayó de la mano.
—Grandioso. Ya nada me sorprende del Señor Manos Aguadas —exclamó Lynn, gesticulando a lo lejos. Usaba un pequeño delantal de mucama. ¿Dónde lo he visto antes?
—¡Ahora cómetelo! —añadió de forma autoritaria. Tuve que agacharme de inmediato y tomar un poco de lo de encima. Champiñón y jamón... Muy bueno.
—¡Veo que estás relajado, Lincoln! —dijo una severa voz que me asustó, y no era Lucy. Stuart estaba detrás de mí. Le contesté, pero mi boca llena no permitió que entendiera nada de lo que dije.
—Claro como el cristal.
Tragué a la fuerza, y comenté.
—¡No estoy nada relajado! Estoy pendiente de todo lo que pueda echar a perder el desfile. ¿Y tú qué haces?
—Lo que viste. Darle recomendaciones al encargado de la tarima, además de coordinar con tu padre y tu hermana Lynn el inicio de la repartición de bocadillos. Por si fuera poco, traje algo de maquillaje extra por si tu madre necesita hacer arreglos de emergencia a las modelos. ¿Hay algún aspecto del que no te haya mencionado algo?
Tardé unos segundos en responder:
—¿La modelo japonesa?
—Charlé con ella antes de que entrara al camerino. Es una profesional. Pero deseo evaluar su preparación antes de que salga.
—¿Luan?
—Ella es de quien menos me preocupo. Su desenvolvimiento es admirable.
—¿La música?
—Luna será una DJ, no sólo tocará. Ha escogido buena música para dar ritmo a las modelos. ¡Vamos, Lincoln! No has dicho que quería oír. ¿Qué es lo que no he mencionado?
Me quedé sin otra cosa que decir. Así que aproveché para liberar algo que me estorbaba.
—¿Cuál es tu interés hacia Leni?
Él se quedó callado, con una expresión dura.
—Mi interés es que logre cumplir su sueño. Porque soy su amigo. ¿Quieres saber si me gusta? Pues claro. Leni es una chica preciosa, incomparable. Y ahora te pregunto: ¿Tú también quieres ver triunfar a tu hermanita? No lo creo. Porque has olvidado el por qué se está haciendo el evento este preciso día. ¡No es una fecha antojadiza, muchachito! ¡Olvidaste la parte más importante de este desfile! Pero no te rompas más el coco, niño. Yo nunca lo olvidé. Si me lo permites, iré a hacerme cargo en este momento.
Salió caminando con rapidez hacia los asientos. Lo seguí con la mirada sin poder emitir un sonido y con la mente trabajando a todo vapor. ¿Qué fue lo que olvidé? ¿Por qué adelantamos el evento para este día?
Fue hasta entonces que recordé a Jerome Delmar.
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(TOMADO DE LA LAPTOP DE JEROME DELMAR)
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