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Capítulo 140: La Culpa.

2027:

Lucas se quedó durante mucho tiempo en la cocina, de un momento a otro la laptop de Christian se había desbloqueado y simplemente sus jodidos celos lo obligaron a revisarla. Fue a la cocina y se sirvió una taza de café, agarró la laptop y fue hacia su habitación. Antes de que entrara en el cuarto Aby agarró la manga de su abrigo.

—Papá, tu... —Lucas jaló su brazo y la miró con desprecio. Aby se echó hacia atrás asustada al ver esa mirada tenebrosa que tenía marcada en su rostro. Lucas entró en la habitación y cerró la puerta, apagó la luz y se acostó en la cama para comenzar a revisar todos los archivos que habían en la laptop.

...

Una semana después...

Ese día cuando Félix llegó a su trabajo sentía muchas miradas encima de él, no lo entendía, todos lo observaban con una mirada de clara desaprobación y molestia. Al llegar al pasillo de la casilleros allí estaba Phillip, él lo estaba esperando con una expresión algo  confusa e intranquila.

—¿Que pasa?

—¿No lo sabes? —le dijo en un tono algo agresivo, ese no era él.

—Por eso pregunto.

—Hay un vídeo de Christian y tu follando en la sala de suministros.

—¡¿Que?!

—Ya lo vió el director, ve a su oficina, quiere hablar contigo.

Félix tragó en seco y caminó a la oficina del director sintiendo todas las miradas encima de él, ¿Por qué mierda se le había ocurrido follar con Christian en el hospital? Recordaba muy bien ese día, el calor e intensidad del momento hizo que se dejó llevar, Christian tampoco había detenido ese estúpido juego, se imaginaba lo peor. Abrió la puerta de la oficina y el director y Frank estaban ahí.

—Siéntate, Félix. —le dijo Frank, él lo hizo.

—Primeramente me gustaría saber, ¿Por qué estabas haciendo esas cosas indecentes en el hospital? No me importa tu preferencia ni mucho menos tu vida sexual, pero por si lo olvidas esto es un hospital, y ahora nuestra reputación está en el suelo. ¿Algo que decir?

—No. —dijo él con indiferencia.

—Si pides una disculpa pública puede que considere no echarte.

—¿Por qué debe ser pública?

—Porque estabas follando con una figura pública en la sala de suministros de un hospital privado, Félix.

Por alguna razón Félix quiso reír, de solo recordar las cosas sucias que Christian le había dicho en susurros en su oído ese día hacia que una sonrisita escurridiza se marcaba en sus labios y unos jodidos cosquilleos recorran su cuerpo, terminado todos en  ese punto intermedio de su cuerpo que lo hacía suspirar. Sonrió de lado mirando al director.

—Voy a disculparme cuando usted también se disculpe por acostarse con algunas enfermeras en las habitaciones desocupadas del tercer piso.

Hubiese querido tener su teléfono a la mano para poder tomarle una foto a la cara de Frank en ese momento, era una combinación entre sorpresa e incredulidad.

Definitivamente eso no lo sabía.

El director golpeó el escritorio con fuerza lleno de furia mientras Félix lo miraba desafiante, disfrutando de todo.

—¡Discúlpate o te echaré!

—Haga lo que se le pegue la gana.

—¡Agarra tus cosas y lárgate! ¡Aquí no vuelvas!

—Vale. —Frank intentó agarrar su brazo pero de un leve empujón hizo que lo soltará.

Fue hacia los casilleros y sacó todas sus pocas cosas, metiendo todo en sus bolsillos, se quitó su bata de enfermero y la tiró al suelo antes de salir.

Se fue del hospital sin bajar la mirada, por su mente solo pasaba un pensamiento.

¿Por qué mierda debería avergonzarse? Mucha gente hubiera querido follar con Christian de esa manera.

Se subió en el auto y condujo de nuevo hasta su casa. Al llegar, azotó la puerta sin querer, se sentía molesto y cansado de todo. Vió a Christian junto a él y se levantó de la cama mirándolo con rabia.

—¡¿Que quieres mi?! —le gritó desesperado—. ¡¡Todo lo que te rodea siempre es un desastre!! ¡Ni siquiera se que hago hablando contigo!

Félix...

—¡¿Ves lo que hace?! ¡Solo quiere destruir a todo el mundo a su alrededor para que él quedé como la maldita víctima! ¡Siempre hacia lo mismo! Aprovechándose de ti como si no fueras nada. ¡¿Jamás te diste cuenta?!

Si, lo sabía. Pero de él dependía mi libertad.

—¿Lo soportaste todo el tiempo solo por eso?

Tu jamás sabrás lo que es que te tengan encadenado en un cuarto todo el tiempo, Félix.

—Chris, lo que tú pasabas era maltrato, no debiste aguantarte eso.

Nunca quise aguantar... —sintió una presión en su pecho cuando lo vió llorar.

—¿Por qué no dijiste nada? —se agachó frente a él, limpiando su rostro.

Tenía miedo de él... —su voz tembló—. Si no hacía lo que él quería, podía hacer que me encerraran... se molestaba todo tiempo... no me gustaba.

—Pudiste haberle pedido ayuda a Jim.

Tenía miedo, Félix... Ten cuidado con él... no se de que sea capaz. —eso hizo que a su mente llegará un recuerdo.

—¿Por qué tú abogado quiere hablar conmigo?

Creo que es porque... nos casamos... pensé que eso nunca se sabría...

—¿Que tengo que ver yo en eso?

Que todo lo que tengo quedó para mí esposo... —le dijo. Félix abrió los ojos algo sorprendido—. Y tú eres mi esposo... —Félix se levantó algo abatido por lo que acababa de escuchar.

—Lucas cuando se entere que soy yo va a matarme... ¡No tengo duda de eso! ¡Va a matarme, joder!

Lo siento... —volvió a llorar y se dejó caer en el suelo, Félix se sentó en el suelo frente a él y trato con todas sus fuerzas no ponerse a llorar con él también—. Siempre tengo que traer desastre a todos los que me rodean... él tenía razón, soy un desastre. —Félix lo abrazó, estrechandólo con fuerza.

—Tranquilo, Chris... No te culpes... No es tu culpa... Se que no eres un angelito pero no tienes la culpa de nada. Mírame... —levantó su rostro besando su frente—. No es tu culpa, la culpa es de él.

...

Félix estacionó el auto enfrente del edificio, respiró profundamente y decidió entrar, jamás se había sentido tan nervioso, bajó del auto y entró llegando a la recepción.

Una bonita mujer rubia y muy bien arreglada estaba sentada detrás del escritorio mirando su teléfono algo distraída mientras movía una de sus piernas. Al verlo llegar, dejó su teléfono y se enderezó en la silla mirándolo fijamente.

—Buenas tardes.

—Me dijeron que viniera aquí.

—Si, vale. ¿Cuál es tu nombre?

—Félix Roché. —vió como la mujer alejaba la vista de la computadora y subía sus ojos hacia él. Corrió la silla y se levantó.

—Por aquí, por favor.

Félix siguió a la mujer, ese cabello bien peinado, su vestido azul oscuro con decorados de cuadros negros, bajó más su mirada a sus piernas, la delicadeza con la que caminaba era inigualable, una mujer bastante delicada y evidentemente perfeccionista.

—Pase por aquí. —abrió la puerta y le cedió el paso. Santiago apenas lo vió lo invitó a sentarse.

—Hola, Félix.

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