la profecía
El manuscrito encontrado por Orígenes narraba una profecía truculenta y algo extraña, en la que se relataba que en esa misma ciudad, Alejandría, existía un mundo bajo el suelo plagado de seres oscuros, con oscuros hábitos, esperando a que su señor Bartûzham, el demonio del inframundo, les permitiera salir para esclavizar a los hombres pues para eso habían sido creados.
El mundo era ya, por aquel entonces, un lugar inhóspito en el que solo "lo material" en su sentido peyorativo, reinaba en el corazón y las almas de los hijos de Dios.
¿En qué momento estábamos entonces? En el momento en el que este "mortal" descubriría que haber encontrado este pergamino, tan extraño, no era casual. Su nombre, Orígenes, aparecía en la segunda página del segundo pergamino de los siete que se encontraban ocultos en la Biblioteca. Y decía así:
... Orígenes de Alejandría, nacido en el 185 de Nuestro Señor, verá los rostros de los seres oscuros y del mismo Bartûzham.
...revelará la profecía e invitará a desistir de sus planes con su espada, labrada en oro, adentrándose hasta lo más profundo del subsuelo.
...redimir a los Seres Oscuros del mal que aún no han hecho en mundo... y destruir al Bartûzham de las profundidades abisales que bajo esta ciudad del pecado forja, con las almas de los muertos que han juzgado a los hombres, a los mismos seres que, el tropel, saldrán a esclavizarlos cuando la hora sea cumplida.
Orígenes, leyó y releyó aquella parte del pergamino segundo, pues no podía creer que estuviera llamado a realizar tal hazaña ¿Cómo podía ser? Parecía estar escrito hacía siglos, cuando nadie podía saber que él vendría a este mundo, nadie excepto Dios podría haber escrito aquello.
Pasó toda la noche estudiando el viejo pergamino, sus conocimientos de arameo, hebreo, griego antiguo y latín le fueron de gran ayuda pues el texto cambiaba en cada parte, e incluso en cada párrafo, de lengua y de grafía por lo que dedujo que estaba escrito por distintas personas e incluso parecía que en distintos momentos. Había sido elaborado durante años, pero: ¿cuántos?. Para saberlo se requería de mayores estudios y de colaboración de otros hombres más sabios en las letras antiguas.
Los Bibliotecarios le habían dejado solo, pues el trabajo les acuciaba. Aquella biblioteca era inmensa. A la luz de los candiles Orígenes perdía la vista, descansaba diez minutos en duermevela y volvía a traducir y releer aquellos párrafos apocalípticos que hablaban de un futuro en el que el mundo de los hombres acabaría siendo sumido bajo las terribles tinieblas de los seres oscuros.
Entonces comenzó a pensar que lo verdaderamente excepcional era que aquellos seres estaban siendo creados allí mismo, bajo la ciudad, en el subsuelo y por el mismísimo Bartûzham. Se dio cuenta de que bajo las callejuelas, construidas mucho antes de que los hombres de Dios ni siquiera hubieran existido, se forjaba el anatema, la perversidad, los pecados más atroces que la mente humana pueda concebir, y la Iglesia debía saberlo. Se asustó al pensar que los hombres de Dios, que el Obispo mismo, debía conocer aquella realidad escondida.¿Estarían colaborando con aquella monstruosidad?
Orígenes parecía inmerso en sus pensamientos y lecturas, toma de notas y revisión de libros sagrados donde contrastar sus descubrimientos cuando, al mirar hacia otro escritorio, enfrente mismo del suyo, vio a un hombre joven que no le quitaba ojo, ni siquiera cuando él, extrañado e inquieto, le mantuvo la mirada de manera inquisitorial y amenazante.
El otro era un hombre de unos veinte años, delgado pero fibroso, moreno o castaño, no podía saberlo en aquel instante por la falta de luz general, con ojos aguileños, algo juntos, nariz romana y boca lineal y grande. Iba ataviado con ropaje monástico, pero el capuchón hueco reposaba lánguido sobre su espalda. Sonreía levemente, encajando ese rictus dentro de un rostro severo y rudo, lo cual le hacía parecer algo fuera de sí.
Orígenes se quedó un pequeño espacio de tiempo observando aquel joven monje, su cara parecía ser algo demoníaca. Eso le apremió a una recogida rápida de todos los manuscritos y decidió marcharse de allí de inmediato. Comenzó su huida disimulada hacia la zona exterior a la que se accedía a través de unas escaleras y un lóbrego pasillo. Pero detrás de él había salido el lunático monje recogiendo por el camino algo que a Orígenes le había pasado desapercibido: una pequeña hoja de árbol. Cuando ambos se unieron en el camino, el extraño hombre de hábitos oscuros le paró en seco poniéndose delante de él, cortándole el paso de manera poco amable.
"Acacio" de Cesárea, así me llaman.
Y le mostró la hoja de árbol disecada y que debía yacer desde hacía muchos años, en aquellos manuscritos proféticos. Acacio siguió su conversación:
"Es una rama pequeña de Secuoya Gigante, se te debió caer en tu huida"
Y Orígenes la tomó en su mano y contestó, mirándola con detenimiento:
"Sí, debe ser de un lugar llamado La Tierra de los Grandes Árboles. Así lo dice en estos pergaminos ¿Qué quieres de mi, Acacio y porqué me espías? Hasta ahora nadie se preocupó de mi existencia, ni por nada de lo que he hecho en la vida, así que esto debe tener que ver con Los Manuscritos que he hallado"
"No te espío, Orígenes, vengo a anunciarte que debes ir a Abu Mena"
"¿Dónde queda ese lugar Acacio?, ¿quién te envía?"
"Ese lugar todavía no existe, y a mi ya sabes quién me envía"
" Debería saberlo, sí, pero bien podría ser el anticristo quien te envía a engañarme para robarme estos valiosos manuscritos"
"Bien podría ser, sí. Pero si no sabes distinguir a un Ángel de un Demonio..."
"Nunca me topé con ninguno hasta ahora, y soy hombre de Fe, pero nunca por las evidencias sino por la razón"
"Hay seres oscuros que vendrán para asesinarte. Si tu misión fracasa, todo será realizado y cumplido, y así: los hombres acabarán siendo esclavizados; la vida sobre la tierra se convertirá en un auténtico infierno; los animales hablarán, y eso contraviene los dictados de Dios y su creación, pues no fueron creados para ser seres superiores sino para servir a los hombres y darles alimento"
"Así es Acacio, ¿puedo tocarte con mis manos?"
"Si lo haces desapareceré"
"Luego entonces debo creer lo que veo, y aceptar que tengo una misión en este mundo, cuando mi deber como Cristiano es la de no destacar en nada sobre mis hermanos, no juzgar sus obras, amarlos por encima de todas las cosas, y dejar de lado la vanidad humana entregándome a Dios..."
"Así es, eres el mencionado por Él. Esta será su obra, a través de tu cuerpo y después cuando todo acabe, podrás dedicarte a lo que más amas"
"Así sea, pues así parece dispuesto"
En ese momento, Acacio se dio la vuelta y caminó hacia la biblioteca de donde ambos acababan de salir. Orígenes no le siguió, le miró hasta que le vio difuminarse como vapor de agua. Entonces, solo entonces, se dio media vuelta y continuó su camino con la rama de árbol en su zurrón.
Antes de poder llevarse el manuscrito debía pasar a ver al Bibliotecario general, éste tendría que autorizar la salida de aquellos documentos pero, como Orígenes temía, se negó en rotundo. Aquellos documentos no podían salir de allí, sin ser revisados y clasificados convenientemente...
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