“Querido Barry Allen:

Estoy sentada en la azotea de un edificio de noventa y ocho plantas.
Y ahora que he podido tomar un poco de distancia, creo ver las cosas con algo más de claridad.
Así que vamos punto por punto, con las cosas que he aprendido desde que te conocí.

La primera qué, nuestra historia no fué una gran historia.
No tuvo nada de especial.
No hubo grandes declaraciones de amor ni momentos icónicos que pasarán a la posteridad.
No hubo nada que quedará marcado para siempre en aquel que la conozca. Nada.

Nuestra historia no fué importante.
Pero fué nuestra. Sólo nuestra.

Lo segundo qué, la Ciudad se ve un poco más frágil desde aquí arriba. El aire es un poco más puro y las personas no parecen más que manchas que caminan y hacen ruido.
Lo cuál es irónico porque para mi, las personas nunca han sido más que manchas que caminan y hacen ruido. Demasiado.

Pero de entre todas esas manchas ruidosas, tú eres, de lejos, la más molesta de todas.
Pero supongo que ya no importa.

Y lo tercero y último pero no menos importante, Barry.

No sé como o cuando. Porqué o con qué sentido.
Pero pasó en cierto punto del camino desde el día en que casi te mato -por primera vez- y hoy.

Pero eso tampoco importa.
Lo cierto es, Barry Allen, que estoy desesperada y profundamente enamorada de ti.

Y creo que eso sólo significa que estoy a punto de matarte otra vez.

No estoy segura de si con cariño,

Caitlin”.