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Capítulo 5

El Comandante deja salir el aire con fuerza de su pecho y apreta su mandíbula.
-Señor Allen... ¿Cuántas veces voy a tener que repetirle que quiero una maldita arma que mate? -Su voz se va alzando según habla y Barry chasquea la lengua.

-¿Es que no ha aprendido nada de lo que ocurrió ayer? -Le reitera. El joven científico apreta los labios.
-De hecho, si. ¡Esa mujer podría haberme matado! Pero decidió no hacerlo. ¿Sabe lo que eso significa? ¡Que algunos tienen compasión! -Trata de no gritar pero su frustración va creciendo con el paso del tiempo.

Su superior ríe con sarcasmo.

-¿Compasión, dice? ¿Acaso sabe quién es esa mujer? -Su tono se vuelve aún más serio y crudo.
Barry rueda los ojos.
-Claro que lo sé. Es la asesina del hielo, una metahumana bastante antigua y temida por-

-¡Basta! -Vocifera Alvarez. -Sólo sabe lo que ha oído de ella. ¿Pero la conoce? Porque yo la conozco, Allen.
Esa mujer asesinó a treinta soldados en minutos. ¿Sabe qué estaban haciendo ellos? ¡Tomar copas en un bar, sólo eso! Ninguno sobrevivió.
He perdido a más hombres a manos de esa mujer que de ningún otro metahumano. Así que deje de decir idioteces y pongase a trabajar.

Pero el ojiverde no se da por vencido.
Nunca ha dejado de creer que los metahumanos un día fueron personas normales y todavía hay algo bueno en ellos. Y ahora cree incluso más.

-¿Entonces no cree que esa mujer tenga el más mínimo de bondad o compasión? ¿Ni lo más mínimo? -Aunque harto de las ridículas discusiones con el castaño, el Comandante afirma.
-Muy bien, Comandante Alvarez. Entonces tan sólo respondame a una pregunta...

El hombre se soba la frente, intentando recavar un poco de paciencia adicional. Se prepara para rebatir cualquier argumento que el joven científico pueda tener.

-¿Por qué sigo vivo? -Y el Comandante puede rebatir casi cualquier argumento. Menos ese.
Porque esa es una pregunta para la cual no tiene respuesta.
La única, probablemente.

Así que sólo se limita a dar media vuelta y dejarlo sólo.

Y Barry suelta una pequeña sonrisa egocéntrica al saber que lo ha dejado sin palabras.

Los minutos transcurren mientras el castaño trabaja a destajo.
Termina su pequeña pantalla rectangular con una antena de color negro.
Y cuando por fin tiene su aparato listo, hace un pequeño baile triunfal.

Pero lo que acaba de crear está lejos de ser un arma, más bien es algo que esconderá en un lugar seguro. Lejos de cualquier intromisión.

Y a partir de ese instante, Barry se pega a ese aparato como si su vida dependiera de ello.
Se ducha con él, duerme con él, come con él e incluso sueña con él...
Bueno, eso ya puede que no.

-¡Maldito cacharro! Tiene que estar estropeado o fundido o algo así... -El ojiverde comienza a darle golpes suaves a la pantalla mientras refunfuña en voz baja.

-¿Qué coño haces, Allen? -El castaño salta con rapidez y se esconde el aparato en la chaqueta. Carraspea y se pone serio.
-¿Hay algo en lo que pueda ayudarte, Brad? -El soldado frente a Barry comienza a examinarlo y entre cierra los ojos.

-¿Qué te has escondido? -Con sus manos toquetea la chaqueta del científico y éste traga saliva.

-Dejame en paz, pedazo de idiota. -Suelta y parece que ni siquiera se lo piensa al hacerlo.
El soldado agarra a Barry de la camisa interior y lo estampa contra la pared.
-¿Cómo me has llamado, Allen? -El aire comienza a dejar de entrar en el pecho del ojiverde y éste comienza a enrojecer.

Barry ya debería saber que con Brad es mejor mantener la boca cerrada pero él no tiene ni idea de como hacerlo.
Comienza a toser entrecortado y siente en ese entonces que su vida termina ahí.

Pero por suerte o por destino, el aparato en el bolsillo de Barry comienza a pitar e iluminarse y Brad lo suelta.
-¿Qué coño es eso? -Y a pesar de estar medio muerto, Barry comienza a sonreír como un poseso.

Pero una vez más y para su suerte, el Comandante aparece y salva al joven.

-¿Qué pasa aquí? -Casi grita.
Pero el ojiverde no da respuesta alguna, en su lugar sale corriendo fuera de ahí.

Según va corriendo, el pitido de su máquina se va haciendo más intenso. Hasta que empieza a ser demasiado llamativo y Barry tiene que apagarlo girando la antena.
Entonces entra en una nueva calle y allí es donde la encuentra.

La señal de frío extremo proviene de esa calle y como no, allí está la reina del hielo.

Frost tiene a un soldado estampado contra la pared y lo congela despacio, recreándose y parece que también divirtiéndose.
Y Barry no puede esconderse por más tiempo. Necesita hacer algo.

-¡Basta! -Grita y sale de su escondrijo.
La reina del hielo suelta al chico y se gira en seco. Clava sus ojos en el castaño y no duda en caminar hacia él.
-¿De nuevo tú? - Sonríe y parece divertida.
Pero su expresión no tarda en cambiar en cuanto ve que el soldado al que tenía acorralado ha huido.

Apreta la mandíbula y acelera su paso hasta llegar al científico.
El castaño traga saliva y esconde el aparato en su espalda. Ella nota lo que hace y sus dedos se cierran alrededor del brazo de Barry.
En cuando el joven nota el dolor, abre la mano y el aparato cae.

Frost sonríe de lado y lo toma entre sus manos.
-¿Un detector de frío extremo? Muy inteligente... -Sus manos sueltan el aparato y su pie lo aplasta contra el suelo.
-Puedes romper tantos aparatos como quieras, siempre podré construir uno nuevo. -Barry saca valentía de algún lugar para pronunciar esas palabras.

Pero su valentía se esfuma según la chica le mira directo a los ojos.

Ella le sonríe con profundidad y sube la mano hasta su pecho. Entonces, Barry comienza a sentir el frío.

Primero empieza a temblar y sus dientes castañetean y luego nota que la piel le arde.
Y empieza a pensar en que morir congelado es casi igual a morir quemado.
Porque la nieve a cierto punto, se siente igual que el fuego.

Pero no puede acabar así. Su vida no puede acabar así.

-N-no vas a matarme. -Tartamudea como puede.
La ojiazul alza una ceja.
-¿Y eso por qué no? -Sube su otra mano hasta pasarla por el cuello del muchacho.

-P-porque lo que te gusta no e-es matar. Es hacer que t-todos te teman.
Te gusta ver el miedo en sus ojos mientras sus vidas se apagan. Y-y eso es lo único que no ves en mi.

La reina del hielo frunce un poco el ceño, de forma casi imperceptible. Y sus manos dejan el cuerpo del muchacho que cae al suelo y se abraza a sí mismo.

Ella imita su acción se agacha junto a él. Pone un dedo en su barbilla y le insta a mirarla.

Entonces sus ojos vuelven a cruzarse.

Frost se toma un segundo de su valioso tiempo para fijarse en el científico.
Sus ojos son de un verde profundo, de una tonalidad que no sabe nombrar.
Su rostro es suave, no tiene vello facial y su edad ostenta entre los veintidós y los veinticinco.

Pero sobre todo, se esfuerza por leer su mente a través de su mirada.
Y ve muchas cosas dentro de ellos.
Ve algo de dolor corporal, ve fragilidad.
Ve bondad y también inteligencia.
Ve miedo a morir. Miedo a que el frío congele sus huesos.
Miedo a muchas cosas, de hecho. Pero no a ella.

Cuando Barry se siente lo suficiente fuerte de nuevo para hablar, toma aire y lo hace.
Y sus palabras no son una gran revelación, sólo un hecho.

-Amas que todo el mundo te tenga miedo. Y ese es un gran problema para ti.
Porque yo no te tengo miedo, Killer Frost.

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