Capítulo 22
Barry pasa tanto tiempo tratando de abrir ese portal que Frost no recuerda cuando fué la última vez que salieron del polígono. O bueno, tal vez sí, pero está infinitamente muerta del asco ahí dentro.
—¿Puedes mantenerte seguro un rato? —Le pregunta y le enfoca con sus ojos helados. El chico está tan concentrado que sólo asiente haciendo un ruido con la boca. Pero la realidad es que ni siquiera la ha escuchado.
—Bien. —Y tras eso, la reina del hielo sale del polígono y le deja totalmente sólo.
Camina por el bosque con las manos abiertas, suavemente tocando cada árbol y rama que encuentra en su camino, dejando un rastro de hielo a su paso.
Dejando huella en cada cosa que toca, como en cada persona.
A lo lejos divisa la figura de un hombre con el traje de camuflaje y una sonrisa asoma por sus labios.
No tiene ni idea de cuando fué la última vez que se divirtió.
—Vamos allá. —Susurra y sus manos las palmas de sus manos comienzan a desprender una ventisca helada.
Para ella es tan simple, ni siquiera ve al otro como un rival.
Tan rutinario como ver salir el sol, tan básico como respirar.
Y cuando se da cuenta, ya tiene la vida del hombre en sus manos.
Ha repetido el proceso tantas veces que casi lo hace por costumbre.
El hombre patea mientras el aire va dejando su cuerpo poco a poco.
Y ella recuerda haber amado tanto esa sensación.
El miedo en sus ojos, el poder en sus manos.
Una vida que se marchita y otra que se condena un poco más.
Pero ahora, justo ahora... Simplemente no se siente de la misma manera.
Y se recrea un poco más en ese hombre, buscando en su interior el viejo sentimiento que solía gustarle.
Pero no lo encuentra y busca y busca.
El soldado cierra los ojos y sus patadas se vuelven más débiles. Y entonces, ella le deja caer. Aún respira, comienza a toser y la chica se marcha de allí sin esperar una reacción.
La joven no sabe qué hacer. Y por primera vez desde que se convirtió en eso, no entiende lo qué ocurre.
Así que sólo se dedica a caminar y caminar sin saber muy bien a donde va.
Pasan las horas y el bosque se vuelve más frondoso a su paso.
Pero no importa cuantos kilómetros camine, no encuentra respuesta.
Tal vez porque no hay ninguna respuesta que encontrar.
Cuando regresa al polígono, Barry se detiene de su trabajo para mirarla y frunce el ceño.
—¿Dónde has estado? Han pasado seis horas. —Ella sólo mueve la mano en el aire y le resta importancia antes de responder.
—Sólo me estaba divirtiendo un poco. —Asegura.
Barry sonríe con inocencia y clava sus ojos en los de ella, profundamente.
—Espero que eso no implicara matar a alguien. —Suelta y su tono oscila entre la seriedad y la diversión.
Ella no responde, al menos no en voz alta. Pero susurra para sí misma.
—No.
Los minutos pasan y el aire se vuelve más pesado, más denso.
Al punto de que el chico se detiene del todo en su trabajo para observar a la chica frente a él.
Sus miradas se cruzan en la mitad del camino y de repente, la ojiazul siente algo.
Siente una extraña sensación de debilidad. Y eso la quema por dentro, irónicamente.
—¿Frost? ¿Estás bien? —Barry pregunta y ella no tarda en reaccionar despertando de su letargo.
El chico tiene una mueca de preocupación y su sonrisa ha desaparecido.
Y se puede decir que eso es extraño viniendo de Barry.
Puede que Frost no sepa como se siente ahora mismo pero no piensa mostrar, ni por un segundo, debilidad.
Ante nada, ante nadie. Nunca. Ni siquiera Barry.
Así que hace lo que mejor sabe.
Se vuelve helada.
—Metete en tus asuntos. —Y con esas simples y cortantes palabras, finiquita el asunto y sale de nuevo del polígono.
La chica pega su espalda a la pared y cierra los ojos, respirando profundo.
Tenía MUCHÍSIMAS ganas de escribir un capítulo centrado en la transición de Frost y su crecimiento personal.
Me parecía realmente importante y aunque es corto, es un capítulo clave para la historia.
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