
I
Es verdad universalmente admitida que un soltero poseedor de buena fortuna tiene que necesitar una pareja.
Aunque los sentimientos y opiniones de un hombre sean poco conocidos al llegar a un lugar nuevo, las familias que lo rodean suelen tener una creencia tan arraigada, que lo consideran como una propiedad indiscutible para alguno de sus hijos.
─Yang-ssi, ─dijo cierto día la señora Yang a su esposo mientras servían el té─, ¿has oído que la residencia de Haneuljae ha sido ocupada por un nuevo inquilino?
El señor Yang, absorto en la lectura, levantó la mirada y negó con la cabeza.
─Pues así es, ─volvió ella a decir─; porque la señora Song acaba de estar aquí y me lo ha contado todo.
El señor Yang no respondió.
─¿No deseas saber quién lo ha tomado en arriendo? ─exclamó su mujer con impaciencia.
─Tú eres quien desea decirlo y no puedo oponerme a escucharlo.
Eso bastó para darle pie.
─Pues has de saber, querido Yang─ssi, que la señora Song me ha contado que la residencia de Haneuljae ha sido alquilada por un joven muy adinerado de la capital. Dicen que llegó el lunes pasado en una litera llevada por cuatro porteadores, acompañado de sus sirvientes, para inspeccionar el lugar. Le gustó tanto que cerró el trato de inmediato con el administrador. Tomará posesión antes de la próxima luna llena, y algunos de sus sirvientes llegarán a la residencia a finales de esta semana.
─¿Cómo se llama?
─Bang, ─respondió su esposa, con una sonrisa de satisfacción─. Bang─ssi.
─¿Es casado o soltero? ─Preguntó el señor Yang, aunque ya intuía la respuesta.
─¡Oh, soltero, querido mío! Un soltero de gran fortuna: posee tierras que le reportan miles de seok de arroz al año. ¡Qué oportunidad tan perfecta para nuestros hijos!
─¿Cómo es eso? ¿Cómo nos puede afectar semejante cosa?
─Yang─ssi, ─replicó su mujer─, ¿por qué eres tan indiferente? Debes saber que tengo la intención de casar a una de nuestros hijos con él.
─ ¿Y ese es su propósito al establecerse aquí?
─ ¡Propósito! ¡Qué tontería! ¿Cómo puedes hablar así? Pero es muy probable que se enamore de uno de ellos, y por eso debes visitarlo en cuanto llegue.
─ No veo motivo para hacerlo. Tú y los niños pueden ir, o incluso enviarlos solos, lo que quizá sea lo mejor. Después de todo, siendo tú tan hermosa como cualquiera de ellos, podrías parecerle al señor Bang la mejor de todos.
─Me halagas, querido. Es cierto que en mi juventud tuve mi cuota de belleza, pero ahora no pretendo ser nada extraordinario. Cuando una alfa tiene cinco hijos fértiles, debe dejar de pensar en su propia hermosura.
─En esos casos, a las alfas no les queda mucha belleza en que pensar.
─Bueno, querido, debes ir a visitar al señor Bang cuando llegue a nuestro dongne, ─insistió la señora Yang.
─No me comprometo a tanto, te lo aseguro.
─Piensa en nuestros hijos. Considera lo ventajoso que sería para uno de ellos.
─Eres demasiado comedida. Estoy seguro de que el señor Bang se alegrará mucho de ver muchas opciones; y tú le llevarás unas líneas de mi parte para asegurarle que cuenta con mi más sincero consentimiento para que contraiga matrimonio con uno de ellos; aunque pondré alguna palabra en favor de mi pequeño Jeongin.
─Me niego a que hagas tal cosa. Jeongin no es en nada mejor que los otros, no es ni la mitad de delicado que Seungmin, ni la mitad de vivaz que Woongki. Pero tú siempre lo prefieres a él.
─Ninguno de los tres es muy recomendable, ―le respondió―. Son tan frágiles e ingenuos como los demás de su clase; pero Innie tiene algo más de agudeza que sus hermanos.
― ¡Yang Sunwoong! ¿Cómo puedes hablar así de tus hijos? Te encanta disgustarme. No tienes compasión de mis pobres nervios.
―Te equivocas, querida Sooyoung. Les tengo mucho respeto a tus nervios. Son viejos amigos míos. Hace por lo menos veinte años que te oigo mencionarlos con mucha consideración.
―¡No sabes cuánto sufro!
―Pero te pondrás bien y vivirás para ver venir a este lugar a muchos jóvenes alfas de esos con tierras y riquezas.
―No serviría de nada si viniesen esos veinte jóvenes y no fueras a visitarlos.
―Si depende de eso, querida, en cuanto estén aquí los veinte, los visitaré a todos.
El señor Yang era una mezcla tan rara entre ocurrente, sarcástico, reservado y caprichoso, que la experiencia de veintitrés años no había sido suficiente para que su esposa entendiese su carácter. Sin embargo, el de ella era menos difícil, Yang Sooyoung era una alfa de poca inteligencia, más bien inculta y de temperamento desigual. Su meta en la vida era casar a sus hijos; su consuelo, las visitas y adquirir información ajena.
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