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OVA VIII - EL MUNDO A SUS OJOS (59.5)

El Distrito Quinta no se destacaba por ser uno de los lugares más seguros entre todos los distritos al encontrarse en la zona exterior de todas las murallas entre otras, por lo que las estadísticas de residentes en el lugar era bajo. A pesar de ello, se le podría nombrar como el resguardo de personas que deseaban escapar de la justicia dentro de los muros. Es ahí donde comenzaba la vida injusta de Ondine Ilmari y Connor Aaltonen, descendientes de los principales creadores de los equipos tridimensionales, pero los cuales no pudieron obtener crédito alguno por su aporte a la humanidad, todo lo contrario, los pocos que quedaban de ambas familias fueron perseguidos hasta que su búsqueda concluyó al llegar al Distrito Quinta.

A pesar de ello, los dos chicos que desconocían el pasado de sus antecesores jamás pudieron entender la razón por las que sus padres huían. La sombra de la culpa y miedo los carcomía día tras día, hasta que llego el momento inevitable de que ambos descendientes de herreros se conocieran.

Probablemente en días anteriores hubo una ligera lluvia, donde el barro aumentó en los jardines de las casas antiguas, mientras que la mayoría de los niños que vivían en el lugar trataban de entretenerse con el lodo del suelo. A excepción de un niño que el lodo le parecía lo contrario de divertido al ser la burla de los demás chicos mientras le lanzaban lodo al cuerpo.

—¡De-deténganse! —pedía el castaño claro mientras se cubría el rostro del barroco que caía directamente a su rostro. Sus camisa blanca y lisa que traía esa mañana no se comparaba a la ahora camisa de colores oscuros debido al lodo que le lanzaban, de sus pantalones cafés podían distinguirse las manchas cafés del color original de la ropa, mientras que sus zapatos cafés parecían aferrarse más al suelo por el miedo que le provocaba ser molestado.

Inesperadamente, las súplicas del menor hicieron efecto. Bajó las manos de su rostro para encontrarse con la escena de una chica lanzando en un objeto desconocido cientos de bolas de lodo, provocando que ahora los otros chicos fueran los que se cubrieran.

—¡Oye, mocosa! ¡Detente! —gritó uno de los chicos mientras se cubría.

—¡Vámonos de aquí! —gritó otro, los demás hicieron caso y salieron corriendo del lugar.

Una sonora carcajada se escuchó detrás de él, dejando ver a la morena con sus manos en su cintura, mostrándose orgullosa de su trabajo.

—Gra-gracias —tartamudeo sonrojado el menor mientras se acercaba a ver a la otra niña.

—No es nada. ¿Estás bien? ¿Por qué no te defendiste de esos niños? Eres un gigante comparado a ellos —preguntó curiosa mientras ahora dirigía su mirada al artículo que tenía en manos. Connor desvió la mirada nervioso— Ugh, creo que se rompió —se quejó la pelinegra mientras acomodaba sus lentes para ver de cerca lo que le pasaba.

—¿Q-qué es eso? —preguntó curioso el castaño claro mientras se asomaba detrás de ella para observar lo que hacía.

—Yo lo inventé, pero ahora mismo se rompió. Quiero hacerle unas mejoras pero no sé qué es lo que le pasa a esta cosa —respondió algo molesta, pero su sorpresa fue mayor cuando vio al chico acercarse para acomodar unas cosas y así dejar que su pequeña invención volviera a funcionar—. ¡Oye, lo lograste! ¡Eres un genio! ¡¿Cómo lo hiciste?!

La emoción y la cercanía de la castaña a su rostro lo hicieron desviar de nuevo la mirada, quedando su cara de color bermellón.

—V-vi que ese cable o cuerda estaba flojo de ese lado —el grito de emoción de la menor lo hizo dar un pequeño salto—. Pe-pero, ¿por qué haces estas cosas? —preguntó curioso.

La mirada seria y determinada de la morena lo hizo emocionarse— Solo trato de inventar lo que me defenderá de los demás, aparte que... ¡quiero salir de las murallas por medio de mis invenciones!

Su madre le había dicho sobre no hablar con extraños, mucho menos entablar conversación con personas extrañas que quieran salir al exterior. Pero algunas reglas son para romperse, ¿no?

—¡Soy Ondine Ilmari! —estiró la mano también la menor la cual estaba más sucia que la del castaño claro, sellando con un apretón de manos una futura inquebrantable amistad.

Miró disimuladamente los atuendos de la menor: su vestido azul claro se mostraba manchado de colores que también él tenía marcados en su cuerpo, sus botas para jugar en el lodo parecían haber servido para lo que su nombre indicaba, debajo de un moño desarreglado en su cabello se encontraban unos vivaces ojos cafés decorados con unas lindas pecas.

—Mi nombre es Connor Aaltonen —extendió su mano sucia hasta la de ella, quien se encontraba en un peor estado.

Fue así como se conocieron dos años antes de la caída del Distrito Shiganshina y la Muralla María, el día en que las vidas de todos los residentes de las murallas cambió para siempre.

—¿Que los Titanes han invadido las murallas? —era lo que se escuchaba entre las calles de Quinta.

Los dos menores se miraron fijamente asustados, corriendo hasta llegar a sus casas. Seis minutos fue lo que necesitaron para salir de casa ambas familias para aún así tener que esperar por tener lugar en los barcos que saldrían hacia la Muralla Rose. El caos regía en todos los ciudadanos, esperando desesperadamente por tener un lugar entre los que escaparan de la muerte.

—¡Ya no hay más espacio, deben esperar al siguiente barco! —ordenó uno de los soldados de la guarnición.

—¡Solo permitan a los niños entrar al barco! —pedían entre gritos y sollozos los adultos que quedaban fuera de los barcos.

Ambos chicos se miraron a lo lejos, con lágrimas en los ojos se despedían, sin saber, que el amor de la familia era más fuerte que el terror sobre los titanes. Sin dudarlo, algunos de los adultos ayudaron a los padres de ambos niños para lanzarlos sobre el aire, llegando apenas hasta la orilla del barco y ser ayudados por los demás pasajeros para subir.

—¡Mamá, papá! —gritaban los dos niños repetidamente mientras buscaban algo por hacer para regresar con sus padres.

—¡Vivan por nosotros! —gritó uno de los adultos mientras se despedían entre lágrimas.

—¡No se preocupen, los volveremos a ver! ¡Pronto vendrá un barco! —gritó otro de los padres para tratar de calmar a los niños, aunque sabían la realidad de la situación. Entendían perfectamente que ningún otro barco llegaría y que esa era la última vez que verían a sus hijos.

El sonido de gritos y sollozos provenientes de la zona donde se encontraba el Distrito Shiganshina hizo estremecer a todos los que estaban dentro de la nave. Tan pronto como dejaron de ver a sus familiares, ambos chicos corrieron a su encuentro, abrazándose con fuerza en cuanto se encontraron.

—Co-connor —habló con voz quebrada la morena mientras se aferraba a los cálidos brazos de aquel niño al que quería, mientras las lágrimas humedecían las ropas del más alto, el cual lloraba sobre el cuello de Ondine—, ¡q-quiero regresar a casa! ¡Quiero regresar con mis papás! ¡Quiero estar con mi familia! —los sollozos de la pelinegra provocaban en los demás pasajeros que sus sentimientos quedaran a flor de piel.

Con delicadeza, el castaño claro acarició la cabellera desaliñada de la menor, separándose por algunos centímetros para observarse. Ambos creyeron que era la primera vez que realmente encontraban paz cuando se miraron a los ojos, a pesar de haberlo hecho otra veces antes.

—De ahora en adelante somos nuestra propia familia —declaró Connor mirando con seriedad a la pelinegra, ella asintió en respuesta. La soltó del cabello para luego tomarla de ambas manos y dedicarle una sonrisa—. Busquemos un lugar para dormir —dijo antes de soltarla de una de sus manos para luego avanzar entre la multitud. De vez en cuando se giraba para sonreírle.

Tras algunos minutos de caminar pudieron encontrarse con un espacio libre para sentarse. Tomaron asiento aún sin soltarse de las manos.
Ambos chicos suspiraron cansados y se acomodaron en su posición para dormir, pero soltaron un gruñido al mismo tiempo cuando Ondine tocó el suelo con su cabeza y Connor sintió que se iba de lado. ¿Cuál era el problema? Ondine estaba acostumbrada a dormir sobre las piernas de las personas y Connor sobre los hombros de los demás. Con los ojos entrecerrados se vieron al reacomodarse.

—¿Estás pensando lo mismo que yo? —dijeron al mismo tiempo a la vez que estiraban sus brazos— ¡Piedra, papel o tijeras! —gritaron en un susurro mientras movían sus manos. En el último instante, Ondine obtuvo la figura ganadora, alzó si mano al aire y sonrió victoriosa— Te gané. Ahora puedes estirar tus piernas para que pueda dormir en ellas.

El menor rodó los ojos y se colocó como Ondine quería. En cuanto colocó su cabeza sobre las piernas del castaño claro, Ondine tomó una de las manos del menor.

—Gracias, Connor —dijo levemente la morena antes de quedarse dormida.

Connor sonrió sorprendido y con su mano libre comenzó a acariciar la melena negra de la chica que estaba en su regazo.

«Prometo protegerte» fueron los últimos pensamientos que tuvieron ambos niños antes de quedarse dormidos.

El sentimiento del dolor residía en todos los sobrevivientes que hubo entre todos aquellos, pero el amor fue lo que les ayudó a dos de todos ellos para poder superar su pena. Quizás, a todos les faltaba un poco del amor que los demás tenían para dar, y así todo sería tan diferente a lo que todos los residentes de las murallas viven desde hace cien años. Sentimiento que fue demostrado por dos seres, mucho antes de que se conocieran por completo a pesar del otro sentimiento que reinaba en la mayoría de los corazones. El odio que se generaba entre mismas familias era lo que dividían mucho más que las alabadas murallas.

La comida que quedaba para los refugiados era carente para todos ellos, sin embargo, nadie merecía arrebatarle sus derechos de tener alimento a su prójimo.

Ondine y Connor observaban con terror a un trío de niños menores que ellos pelear contra un tipo que les doblaba en tamaño. Contrariados y algo dudosos en tratar de ayudarlos comenzaron a acercarse para ayudar en lo que pudieran, no obstante, una sombra se colocó de por medio entre ambos.

—¿Qué es lo que pasa aquí? —una voz ronca e imponente se hizo lugar entre aquella discusión.

—¡El soldado quería quitarle su comida a los niños —gritó a lo lejos Ondine mientras se escondía detrás de Connor luego de gritar.

—¡O-oye! —le reclamó nervioso el castaño claro mientras miraba detrás de su hombro, encontrándose con una sonrisa nerviosa de la pelinegra. Molesto, soltó un bufido y regresó su gusta al frente, mirando ahora la acalorada discusión que había entre ambos soldados.

—¡Su-suéltame! —pidió aquel soldado. Todos miraban con preocupación la escena a excepción de aquellos dos a los cuales les parecía graciosa la forma en que el soldado de las rosas estaba inclinado cuando el otro soldado que lo sostenía lo jalaba hacia abajo— ¡Ya veo por qué defiendes a estos muertos de hambre! ¡El gobierno no debería gastar nuestros alimentos en ustedes y en estos! —gritó señalando a los tres niños.

—Los cerdos como tú solo se preocupan por ustedes mismos, deberían conseguir su propia comida si creen que es demasiado fácil —replicó aquel soldado tomándolo del cuello de su chaqueta.

—Levi, ¿qué es lo que ocurre? —preguntó otra soldado entrando en escena.

—Este cerdo le iba a quitar su comida a estos mocosos —señaló con la mirada al trío de niños pequeños, quienes miraban la escena sorprendidos al igual que los otros dos.

—¡No importa! —comenzó a gritar el soldado de la guarnición— Pronto habrá más comida cuando el Gobierno decida disminuir la población.

—Suéltalo, Levi. Hablaré con Rico más tarde —tomó su brazo y el soldado de menor estatura con molestia soltó al otro, dejándolos caer.

—Te salvaste de esta, cerdo asqueroso. No quiero verte por aquí o no me contendré.

Tras ello, ambos soldados de la Legión de Reconocimiento se dirigieron al trío de pequeños. Connor y Ondine observaban asombrados esa escena. Con un brillo en los ojos se giraron a verse entre sí, compartiendo solo con sus miradas la emoción que sentían, sin la necesidad de usar palabras. Mucho más animados, comenzaron a comer su porción diaria antes de regresar a la pequeña cama improvisada que tenía junto a otros refugiados.

—¡Esa señorita es genial! ¡Quiero ser como ella! —exclamó emocionada Ondine mientras saltaba de emoción.

—¡Ella es el amor de mi vida! —gritó decidido el castaño claro mientras se ganaba una mala mirada de la morena— ¿Qué? Pensé que estábamos diciendo cosas imposibles. ¡Auch! —se quejó al recibir un golpe en la cabeza por parte de su amiga. Listo para reclamar a Ondine, bajó su mirada para observarla, quedando sorprendido al notar el repentino cambio de actitud por parte de la pelinegra. Su mirada estaba distraída y su mentón se le notaba tenso— ¿Qué te ocurre ahora? ¿Acaso estás en tus días? —preguntó preocupado, trató de hacer una simple broma, la cual terminó en otro golpe.

—No es eso —respondió finalmente la morena— ¿no escuchaste al soldado decir que el Gobierno hará algo para disminuir con la población? Si es así, no creo que decidan sacrificar a los que han Estado viviendo dentro de la Muralla María y los distritos de esta mucho antes del incidente, es obvio que... a quienes mandarán a matar será a los que no dan mucho apoyo económico al Gobierno. Siendo ese el caso, quedamos nosotros, los prescindibles.

Atento a lo que decía Ondine, bajó la mirada al entender que tenía razón en lo que decía. Tomando la mano de la pelinegra, la hizo ver hacia sus ojos.

—¿Crees que es hora de unirnos a la Legión de Reconocimiento?

Aquella pregunta emergió en  Ondine el sentimiento de duda y miedo.

—No quiero —respondió Ondine robando toda la atención del chico. Apretó sus puños sintiéndose a punto de derramar lágrimas— ¿y si nuestras familias regresan y no nos encuentran? ¡Ellos estarán preocupados por nosotros! ¿Qué haremos si no nos encuentran?

—Ondine, ellos no van a regresar y tú lo sabes perfectamente. Ellos... definitivamente estarán muertos a este punto. Es por eso que ya no podemos quedarnos aquí.

Tratando de contenerse también por llorar, abrazó a Ondine intentando consolarla, mientras que las lágrimas de la pelinegra se escuchaban entre los murmullos de los demás residentes.

Ondine inclinó la cabeza como respuesta.

—Bien, entremos a la tropa de reclutas.

Fue así que al inicio del siguiente año se inscribieron para el ciclo de entrenamiento para soldados, donde al final tendrían decidido el organismo militar al que entrarían. Inscribiéndose justo antes de que comenzara la decisión del Gobierno por "exhortar" a los refugiados y soldados a "recuperar" sus tierras perdidas, en los que pocos de ellos sobrevivieron.

—¿¡Cuál es tu nombre, escoria!? —algunas gotas de saliva salpicaron las pecas de Ondine, quien temblaba de miedo al estar frente a Shadis.

—¡M-m-mi O-ondine es no-nombre I-ilmari! —balbuceo la morena ganándose algunas risas silenciosas por parte de los demás reclutas que fueron silenciados al instante por el entrenador.

—¡Si no puedes ni decir bien tu nombre, mucho menos podrás ser al menos una buena comida para los titanes, idiota! ¡Fila tres, derecha! —ordenó el de barba haciendo girar a la pelinegra, la cual estaba completamente roja de la vergüenza.

Observó a Connor a quien podía ver de frente ahora. Sacó su lengua como respuesta al notar cómo el castaño claro trataba de aguantar su risa, pero también observó a la chica que estaba a un lado de su amigo, la cual no se inmutó en ningún momento para reírse. Y a pesar de que hizo varias caras molestas para llamar su atención —y que en realidad terminaron en el castigo para ella y Connor por reírse—, Ondine se preguntaba sobre aquella chica misteriosa.

A la hora de la comida, se dirigieron ambos hasta la mesa donde solo se encontraba una de las nuevas reclutas a petición de Ondine por visitar a la chica misteriosa.

—¡Ho-hola! —saludó nerviosa Ondine mientras alzaba una de sus manos al aire, provocando que su charola de comida tambaleara, cayendo un poco de comida en el regazo de la pelicobre, quien miró mal a la morena por ensuciarla— L-lo siento —se disculpó la morena rascando su mejilla—, me pareció verte muy sola en el entrenamiento y pues queríamos ver si...

—No —respondió de manera tajante la pelicobre levantándose de su lugar para dirigirse a la salida.

Connor y Ondine se vieron al mismo tiempo, confundidos por la actitud de la pelicobre, pero no dudaron en seguirla.

—¡Lamentamos si te incomodamos! —intervino Connor también mientras iban detrás de la chica— Es solo que Ondine quiso venir a saludar pero...

—No me importa. Dejen de molestarme —pidió la de lentes antes de alejarse corriendo de donde ellos estaban.

—Supongo que no podremos hablar con ella aunque quisiéramos hacerlo —resoplo derrotada Ondine mientras relajada sus hombros, algo deprimida.

—Solo hay que darle tiempo a... ¿cómo se llama? 

—Creo que es Bernhardt.

Al día siguiente, los tres chicos fueron llamados a la Oficina de Shadis antes de que el entrenamiento matutino comenzara. Incómodamente, todos se dirigieron hasta el lugar indicado por el entrenador.

—Pasen —se escuchó otra voz detrás de la puerta.

Ambos sobrevivientes de Quinta fueron los que se colocaron detrás de la soldado Bernhardt, quien rodó los ojos molesta y lentamente abrió la puerta, dejando ver al mayor sentado en su escritorio con la vista pegada hacia donde ellos se encontraban.

—¿En qué podemos ayudarle, Instructor Shadis? —saludó con el puño en la mano la pelicobre cuando se acercó hasta el escritorio, acto que imitaron los otros dos.

—Ustedes provienen del Distrito Quinta —señaló a la pareja de amigos con su bolígrafo para luego fijar su mirada en la otra chica—, y tú de Shiganshina, ¿no es así?

—Así es —respondieron los tres al unísono.

—Bien. Desde ahora quedan asignados en un mismo equipo de reclutas, y si alguien pregunta y dormirán en una choza aparte. Eviten comunicarse con sus demás compañeros en todo lo posible.

—Perdón por interrumpir, pero tengo una duda —alzó la mano Connor—, ¿por qué nos pide esto? Quiero decir, parece que tuviéramos una plaga para que nos ponga en cuarentena.

—¿Ustedes... no saben nada? —preguntó seriamente Shadis. Ambos chicos con la cabeza negaron su pregunta, comenzando a preocuparse y sentirse confundidos.

—Yo sí —respondió la otra recluta sin despegar su vista al frente ganándose la mirada curiosa de los otros dos.

—Entonces tu tarea ahora es explicarle a estos dos amigos tontos lo que realmente pasa. Y no quiero otra pregunta más sobre este asunto. Esta conversación no existió. Retírense.

En silencio se despidieron del mayor y se dirigieron hasta la salida. No fue hasta que salieron del pasillo, que empezaron a atosigar con preguntas a la de lentes, quien lanzó un grito de enojo al sentirse desesperada por aquellos dos con los que tendría que lidiar desde ahora.

—Se los explicaré a la hora de la cena, ahora no molesten —fue lo único que dijo la soldado antes de comenzar a caminar hacia la salida.

—¡Oye, espera un poco! —pidió Ondine, la pelicobre se detuvo y la morena sonrió— ¿Cuál es tu nombre?

Alzó su mirada sobre su hombro antes de hablar— Mi nombre es Artis Bernhardt.

«Qué bonito nombre» pensaron en silencio Ondine y Connor mientras la observaban irse. Sonrientes, salieron corriendo detrás de ella mientras hablaban aunque no obtuvieran una respuestas. Podría decirse que Artis reaccionaba al contrario de ellos dos.

Y tal como Artis prometió, habló con ambos chicos a la hora de la cena, apartándose de los demás cadetes.

—¡¿Quieres decir que nuestros antepasados eran criminales buscados?! —gritó en un susurro Ondine. Artis la miró de manera molesta.

—No es tan así, ellos estaban liados en algo que fue importante para la humanidad, pero no sé realmente sobre qué. En algunos expedientes "perdidos", encontré información sobre los Aaltonen e Ilmari, ellos fueron los autores principales del equipo tridimensional de su época, después fue evolucionado gracias al equipo del señor Harkimo junto al apoyo de dos soldados² de la tropa de cadetes de esa época. Pero no hay más información sobre ellos —explicó la pelicobre—. Bien, dejen de mirarme como idiotas y digan algo.

—¡Ge-genial! —gritaron los dos al mismo tiempo provocando que las miradas recayeran en los tres soldados.

—Tch. Será mejor que nos vayamos de aquí antes de que llamemos más la atención —dijo Artos levantándose de la mesa para dirigirse hacia su nueva habitación.

Los otros dos le siguieron el paso y caminaron a la par de la pelicobre.

—Oyee, Artis, ¿puedo llamarte así? —preguntó sonriente la pelinegra mientras daba pequeñas zancadas como juego, la otra se encogió de hombros como respuesta— ¿Y qué hay de tu familia? ¿Por qué está liada a esto que nos contaste?

Aquella pregunta paró en seco a la de lentes. Ondine y Connor también se detuvieron a observar curiosos a la pelicobre que ahora veía hacia el suelo.

—Mi tía-abuela también estuvo involucrada en ese asunto, pero ella no hizo mucho al respecto.

—¿Eh? ¿Y por qué?

—Porque fue asesinada por su propio tío —respondió mientras volvía a avanzar, sorprendiendo a los otros dos.

—L-lamentamos mucho nuestra pregunta —habló algo apenada Ondine.

—Está bien, yo no la conocí, así que no me duele su muerte.

—Bueno, al menos tienes a tu familia contigo —trató de amenizar el biene Connor, pero al notar cómo se ponía tensa la pelicobre, supo que fue lo contrario—. L-lo siento.

Artis le dedicó una fulminante mirada mientras volvía a avanzar hacia su destino.

—Si ya no tienen algo más por decir acerca del pasado, entonces nuestra conversación ha terminado —dictó la pelicobre alejándose de los otros dos chicos, quienes de miraron afligidos por su lejanía.

Ambos tomaron sus cuartos separados por la habitación en la que cada uno fue asignado. Pero casi a punto de dormirse, Artis se levantó molesta de su cama para abrir la puerta, encontrándose con Ondine.

—¿Está bien si puedo quedarme contigo? —preguntó nerviosa la pelinegra mientras jugueteaba con sus dedos, Artis iba a cerrarle la puerta, pero una tercera mano se hizo paso en la habitación.

—Lo siento, yo no puedo dormir sin Ondine —declaró apenado el castaño claro mientras le mostraba una sonrisa nerviosa.

—Lo sé, no puedes vivir sin mí —jugueteo Ondine con su cabello moviéndolo de un lado a otro. Desesperada, Artis volvió a cerrar la puerta dejando a los dos chicos afuera.

—¡Hey! —reclamó Connor sintiéndose ofendido, mientras que Ondine recargó su frente contra la puerta.

—Solo queríamos decirte que cuentas con nosotros en lo que desees, ahora que vamos a estar juntos durante estos tres años, lo menos que podríamos hacer es llevarnos bien y cuidarnos... como una familia. Nuestros padres murieron en la caída de Shiganshina, ellos nos ayudaron a subir al barco que pasó en nuestro Distrito y no volvimos a verlos. Desde entonces, Connor y yo nos hemos cuidado todo este tiempo. Y si quieres, puedes unirte a nosotros. Nadie debería pasar dolor solo —finalizó la pelinegra esperando una respuesta. Al no recibir ninguna, ambos chicos se miraron con tristeza dispuestos a irse, pero el sonido de la puerta abriéndose los detuvo.

—Solo se quedarán un rato —dictó Artis evitando mirar a los dos chicos, quienes la miraron enternecidos al notar un sonrojo en sus mejillas.

Dudosa, abrió por completo la puerta para dejarlos pasar. Ambos chicos sonrieron agradecidos y dominaron al interior de la habitación.

—Artis —llamó Ondine— ¿cómo es que tú sabes sobre todo lo que nos contaste y nosotros no?

En silencio ambos se sentaron en la litera. Artis suspiró alzando su mirada al techo y respondió— Ustedes no lo sabían porque su familia los amaba tanto, que no quería hacerlos sufrir.

—Artis, ¿de qué hablas? —preguntó algo preocupado Connor.

—N-no es nada, buenas noches —respondió la pelo cobre acostándose en su lugar, dejando a los otros dos confusos, pero finalmente decidieron no presionarla.

Cuando ambos se acostaron, mantuvieron el silencio unos instantes, poco antes de que fuera roto.

»M-mis padres murieron en Shiganshina al tratar de ayudar a escapar a los demás soldados. Me pregunto si soy una mala persona por... no sentirme mal por sus muertes. Para ser sincera, por más que lo intenté, ellos nunca quisieron tener una buena relación conmigo. Gritos, golpes, reclamos... todo eso era parte de mi día a día en mi vida en Shiganshina —se escuchó la voz quebrada de Artis mientras contaba lo que había vivido antes de conocerlos. Un ligero sollozo se hizo presente en la oscura habitación hasta que la pelo cobre pudo calmarse—. Supongo que debía contarles esto si vamos a permanecer los tres juntos durante tres años.

Los tres soltaron un suspiro al mismo tiempo, que fue reemplazado por unas ligeras risas de los chicos de Quinta.

—Connor y yo hemos pensado en crear un soporte contra titanes —declaró Ondine—, también un artefacto que pueda ayudarnos cuando estemos en la Legión de Reconocimiento.

—¿Dijiste la Legión? Pensé que intentarían entrar en la Policía Militar, yo quiero ir allí porque quiero tener una vida tranquila, además que también deseo investigar sobre el pasado en Shiganshina. ¿Por qué querrían entrar en la Legión de Reconocimiento? Creo que tendrían las aptitudes suficientes para entrar en la primera facción. Y sobre todo... —dejó la frase al aire dirigiendo su vista en la oscuridad a la silueta de su mano, apretando con fuerza— honrar mis antepasados.

—Nosotros queremos entrar en la Legión para poder ver el mundo exterior. ¡Artis! ¡¿Y si vienes con nosotros a la Legión?! ¡Podríam-!

—Ni loca entraría ahí. Así que si no les importa, ya quiero dormir. Buenas noches.

El silencio volvió a absorber a toda la habitación, colocando algo incómodos a los dos de Quinta.

—Artis —llamó Ondine mientras esperaba una respuesta—. Artis —volvió a llamar obteniendo un "¡¿Qué?!" de respuesta— Si escuchas un ruido raro, fue Connor echándose un pedo.

—¡Maldita, eso no es verdad! ¡Tú eres la única que se echa pedos, y de los apestosos! —contraatacó el castaño claro mientras se levantaba de su lugar para observar a la morena.

—¡¿QUIEREN CALLARSE?! —gritó harta Artis de escuchar aquella discusión, el silencio volvió a la habitación— Un ruido más, y llamaré a Shadis para que los haga dormir junto a los caballos.

Fue así que durante tres años llenos de regaños y risas del dúo gracioso, que llegaron a la graduación de cadetes, donde en el último mes Ondine y Connor trataron de convencer a Artis de unirse a ellos en la Legión de Reconocimiento.

Aquella noche, sería la última que tendrían juntos en esa pequeña cabaña que con tanto esmero cuidaron.

Cuando Artis estaba a punto de dormir, sintió cómo dos pesos más se hacían lugar en su pequeña litera, mientras que unos brazos la rodeaban por la cintura quedando ella en medio.

Por instinto de supervivencia, Artis actuó golpeando los costados de ambos cuerpos, momento seguido en que los paseaba hacia afuera de su cama directo al suelo.

—¡¡Somos nosotros!! —alzaron los brazos en son de paz ambos soldados del Distrito Quinta, Artis relajó los brazos en ese momento, pero su furia aumentó más.

—¡IDIOTAS! ¡¡POR POCO Y LOS GOLPEO SERIAMENTE!! ¡¿QUÉ ES LO QUE QUIEREN AHORA?!
—abrió de más sus ojos con sorpresa al notar a los dos chicos sus ojos cristalizados. Respiró profundamente para calmarse y escucharlos— Chicos, no está bien que entren en mi cama sin aviso. Digan lo que ocurre.

—S-solo queríamos dormir contigo ya que pronto te irás al Muro Sina, fuiste la primera en todo el ciclo de entrenamiento, y como dijiste que te irías, queríamos pasar la noche junto a ti.

Artis los miró indecida, pero finalmente accedió a las súplicas de ambos chicos. Como era usual entre ellos, Artis quedó en medio, Connor a un lado de la pelo cobre recargandose en uno de sus hombros y Ondine acostándose en las piernas de la del medio.

—¿Si te mantenemos así, nos quedaremos congelados para siempre en esta pose? —susurró con voz débil la pelinegra luchando por mantener los ojos abiertos.

—No, pero podemos guardarlo en nuestras mentes y corazones esta pequeña parte de nuestra vida llamada felicidad —respondió Connor soltando un bostezo.

—Artis —llamó de nuevo Ondine al sentir la mano de ella acariciando su cabelloal igual que lo hacía con Connor con su otra mano—, ¿de verdad no te quedarás con nosotros?

—Después de todo, somos como una pequeña y extraña... familia. Deberíamos estar siempre juntos, ¿no lo crees?

Familia... Aquella palabra que no se encontraba dentro de ella... antes de conocerlos.

Sin moverse, observó por la ventana el cielo azul estrellado que durante tres años compartió junto a ellos, pero que hasta ese momento fue capaz de admirarlo.

—Solo si me prometen que no morirán —habló por lo bajó Artis antes de caer también dormida.

Al día siguiente, Ondine y Connor se encontraban  caminando desganados hasta la facción donde eran invitados los reclutas graduados para así elegir dónde irían.

—Es una lástima que Artis no éste aquí, la voy a extrañar mucho —comentó Connor afligido mientras miraba de reojo a su compañera, esperando una reacción suya.

—Lo sé —respondido la pelinegra pateando una piedra pequeña mientras guardaba sus manos en sus bolsillos del pantalón—, realmente la extrañaré. Se volvió alguien muy importante para mí en estos tres años que estuvimos juntos. Solo espero que sea feliz en la Policía Militar.

—Tsk. ¿De verdad no pueden vivir sin mí? ¿Qué harán el día en que un titán me haga su cena? —escucharon una voz detrás de ellos, la cual ambos reconocían muy bien.

—¡Artis! —exclamaron los dos emocionados al ver a su amiga ir junto a ellos, tomándola fuertemente en un profundo abrazo.

—Chicos, no lloren, o me harán que mi uniforme se moje y se quede marcado —dijo con voz quebrada la pelicobre.

Pasmados, ambos chicos se separaron para observar a la confundida Artis, quien ladeo la cabeza mostrando su incomprensión.

—Artis... tu voz se escuchaba como si fueras a llorar —se cubrieron las bocas ambos chicos con sus manos demostrando la emoción que tenían— ¡Ahora sí no te librarás de nosotros! ¡Hallaremos la forma en que te haremos reír, así nos cueste la vida!

Muchos a su alrededor les miraron de mala forma, por lo que los tres debieron pedir disculpas ante lo ocurrido.

Artis soltó un gruñido antes de comenzar a caminar hacia la formación seguida de los otros dos, escondiendo una sonrisa en su interior al sentirse en casa de nuevo.

Ante una declaracion por parte del comandante de la Legión, los chicos dedicaron aquel día su corazón a la búsqueda de la libertad fuera de las murallas.

Tras un año trabajando como soldados novatos quedando en la retaguardia, Ondine, Artis y Connor observaron con dolor las pérdidas que había en un solo año, pero en el que parecía que la humanidad avanzaba un pequeño paso a la vez que, finalmente, no llevaba a ningún lado.

Hasta aquel día, en el año 850. Donde la historia se repetía una vez más.

—¡Parece que el Distrito Trost fue invadido por los titanes! —alertaron los soldados hasta llegar a la retaguardia.

Aquel día se encontraba la Legión de Reconocimiento en expedición por órdenes del comandante, sin saber que la tragedia de hace cinco años volvería a ocurrir.

Todos como pudieron comenzaron a avanzar hasta llegar a los muros que los habían protegido por tanto tiempo. Observando la decadencia en la que su única forma de sentirse libres dentro de esa jaula se iba a la basura, los corazones de aquellos tres soldados enardecieron en furia.

—¡No permitiremos que se queden con lo único que nos queda! —exclamó Connor mientras se dirigía hasta donde se encontraba un titán, dirigiéndose hasta su nuca.

A pesar de sus esfuerzos, el titán actuó más rápido que él, abriendo su boca hasta donde él aterrizaba para poder tragarlo. Con miedo, Connor intentó regresar, pero a la velocidad que iba sabía que se convertiría en comida para titanes, pero Artis también actuó rápido al cortar la mandíbula del titán, elevándose de nuevo y anclado sus ganchos en la espalda del titán, se impulsó hasta llegar de nuevo abajo parra corta el torneo suficiente de la nuca.

—¡No sean idiotas y continúen! —exclamó molesta Artis al ver que Ondine y Connor soltaron algunas lágrimas.

—¡Oigan, chicos! —una voz femenina llamó detrás de todos ellos. Los dos residentes de Quinta evitaron gritar de la emoción mientras Artis miraba raro a sus dos compañeros que observaban con un brillo en los ojos a la mayor— ¡Eviten luchar aquí, hay más titanes dentro del Distrito! Vayan con el comandante Erwin o con su respectivo capitán y soliciten que les indiquen su nueva zona de ataque —dijo la castaña antes de irse volando en su equipo tridimensional.

—¡Connor! / ¡Ondine! —gritaron sus nombre al mismo tiempo bastante emocionados— ¡ES ELLA!

—¡Celebren después lo que sea, por ahora, vayamos a cumplir lo que la capitana nos habló!

Teniendo un encuentro fatal con el que era su capitán, ellos rindieron respeto antes de continuar su pelea durante los días en que se erradicaron por completo a los titanes filtrados en las murallas. Aún así, con la alegría de que pudieron ganar por primera vez a los titanes.

Tras aquel día, solicitaron un nuevo traslado de escuadrón, encontrándose con el nuevo nombre de una nueva unidad.

Los dos soldados de Quinta podían deslumbrar brillos por la emoción que mostraban al observar a su ejemplo a seguir, estar frente a ellos.

—Buenos días, me alegro que todos estén aquí. Su presencia es la muestra de su esfuerzo, los he elegido entre varios cadetes para formar un nuevo escuadrón dirigido por mí: Odelia Baumeister —explicó la castaña  caminando de lado a lado—. Sus aptitudes y habilidades me han hecho elegirlos para fundar el escuadrón de protección, la cual consistirá en proteger a Eren Jaeger en la próxima expedición que tendremos. El Comandante Smith me ha designado esta labor y con su ayuda, haremos lo mejor que podamos. ¿Alguna pregunta?

Tras aquella pregunta, Artis alzó la mano tratando de que le respondieran, pero su mirada dejó de brillar al no obtener respuesta.

—Mi nombre es Connor Aaltonen —al escuchar su nombre, sentí un vuelco en mi estómago al recordar las palabras de mi amiga fallecida, pero nadie se dio cuentañ—. Proveniente de distrito Quinta. Graduado de la tropa de entrenamiento de la generación 103, todos me llaman Connor, pero usted puede llamarme el amor de su vida —soltó un quejido seguido al ser golpeado.

Artos carraspeo su garganta antes de hablar—
Yo soy Artis Bernhart —se presentó la otra chica—. Provengo del distrito Shiganshina, quedé primer lugar en mi generación número 103. El propósito de estar aquí es honrar a mis antepasados y cumplir con mi propósito de defender a la humanidad.

—Mi nombre es Ondine Ilmari, amiga de este zopenco —dijo lo último dando un golpe en la cabeza del chico, provocando una carcajada en la capitana que trató de sonar como tos su risa—. También provengo del distrito Quinta y todo lo que dijo él, también yo. Excepto lo del amor de su vida —soltó una risa nerviosa.

Por ultimo y no menos importante, un reviente soldado proveniente del ciclo de reclutas 104, Samuel Jackson.

Con ellos cuatro, las aventuras que tuvieron dentro y fuera de las murallas fueron únicas para cada uno al igual que la unión de un nuevo integrante para aquella extraña familia que formaron. Sin querer reconocer que la muerte los acechaba de cerca.

Aquella vista directo hacia la muerte frente a ellos los hacía reconocer lo mucho que subestimaron al futuro que a cada uno le esperaba, y que ahora les recordaba con crueldad.

Los gritos de los soldados a la vez que lanzaban un disparo de su arma de bengala, los hacía sentirse cada vez más cerca de la muerte y a la vez alejarse entre ellos.

Protegeremos a Artis y Samuel a toda costa —fue lo que Ondine recordó al saber que esa era su última misión con aquel que fue su familia por años, ahora debían proteger a los que sabían que debían continuar su historia, su legado.

—¡Fuego! —gritaron los cuatro al mismo tiempo mientras lanzaban sus pistolas de nuevo y gritaban con todas sus fuerzas.

El ruido de los galopes de los caballos junto al sonido de la velocidad con la que las piedras se dirigían a ellos les hacían saber el momento en que su última misión se cumplía.

Con las pocas fuerzas que les quedaban a sus equinos, dirigieron una última mirada hacia los dos jóvenes que se encontraban en medio de ellos. Artis y Samuel los miraban asustados de pensar en lo que aquel dúo dinámico esta vez trataría de hacer. Sin embargo, no fue nada lejos de algo real y que solo ellos sabían demostrar. Daban su última muestra de amor a los que consideraban parte de su familia aún sin compartir lazos sanguíneos.

Con lágrimas en los ojos y sin poder articular una palabra, Artis y Samuel observaron los caballos de Connor y Ondine colocarse delante de ellos.

Artis estiró su mano tratando de alcanzar a los dos chicos que le mostraron el significado del amor de una familia, pero al observar cómo la piedra impactaba sobre sus caballos, todo lo que pudo hacer fue tratar de protegerse como pudiera.

Lo último que pudo ver fue a sus dos amigos tratando de no alejarse, mientras en su mente se reproducía una y otra vez la imagen de su familia antes de romperse.

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Un cielo claro fue lo que vió con esfuerzos Ondine al abrir sus ojos. Al recordar lo que había pasado, trató de levantarse del suelo, pero sintió un terrible dolor en su abdomen. Llevó su mano hasta el origen del dolor, sintiendo cómo su mano se humedecía, observando el color escarlata entre sus dedos. Asustada, buscó con la mirada a Connor, quien se encontraba a metros de ella luciendo inconsciente. Con los esfuerzos que le quedaban, se arrastró hasta donde estaba aquel chico de cálida sonrisa y del que evitaba llorar al verlo tan herido, su mirada se perdía en el cielo y en su estómago se podía observar varios de sus intestinos mientras que de su boca comenzaba a salir sangre.

—Co-connor —llamó la pelinegra acercándose con las fuerzas que le quedaban hasta el cuerpo inmóvil de su compañero y amigo—, dime algo. Por favor, no me dejes.

Arrastró su mano hasta donde la de él estaba, cerró sus ojos dejando escapar sus lágrimas mientras que con el paso del tiempo, el dolor se intensificaba con cada segundo.

Abrió los ojos sorprendida al sentir el tacto de sus manos unidas, encontrándose con la mirada débil de Connor sobre ella, pero aún con ese toque de dulzura que mostraba cuando la veía.

—Ja-jamás lo haría —respondió con toda la voz que le quedaba para ejercer su demás energía sosteniendo la mano de Ondine con la fuerza que le quedaba, siendo correspondido.

Ante el miedo de que sus ojos se cerraran y no volvieran a abrirse, ambos gesticularon una palabra que siempre los unió durante todos esos años. Después de eso, sus párpados se sintieron  pesados, su respiración se volvió lenta y su pulso dejaba de latir con fuerza hasta que simplemente dejó de hacerlo. En ese instante, la familia había muerto con aquellos dos chicos que siempre buscaron el sueño más allá delas murallas. Solo quedando en un sueño roto. Y aún así, ellos estuvieron seguros de que sus sueños se cumplirían por medio de otros.

Porque morir era el mejor momento para que ellos pudieran continuar adelante por ellos.

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Perdón por la tardanza, no encontraba un gif por poner xd

¿Cómo se encuentran hoy? ¿Desayunaron, comieron o cenaron? Espero que se encuentren bien y les haya gustado esta nueva parte del capítulo y vengo con una pregunta: ¿creen que alguien pueda sobrevivir o ya puedo convertirme en discípula de Isayama xd? Si es así, me gustaría saber su respuesta en ccualquierade las dos opciones xd

Sin nada más positiva decir, espero que descansen o tengan un lindo día. Cuídense 💗

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