Capítulo 83
≪❈DER GEGENWART Ⅺ. TREUESCHWUR. GESCHWISTER❈≫
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—Me alegra que no hayas decidido ir por parte de esos idiotas. Felicidades por tu decisión —lo animó el pelirrojo, dando unas cuantas palmadas en su hombro—. Lástima que Artis no fue igual de inteligente que tú —suspiró, apuntando con su pistola a la cabeza de la pelicobre que había sido golpeada con el arma, dejándola débil y casi inconsciente en el suelo—. Pero debes demostrarme tu lealtad a Eldia... Debes demostrarme que no tienes ningún remordimiento en golpearla hasta desmayarla —le ordenó, dejando que los demás apunten a él—. Si no lo haces, no serás en único en sufrir. Tan pronto como haya acabado contigo, varios soldados se dirigirán a Nedlay por tu familia. Es tu decisión.
Su corazón latía con fuerza sin saber qué hacer, pero la mirada llena de confianza de su compañera en el suelo lo hizo suspirar pesadamente antes de dar la primera patada sobre su cuerpo.
Cada golpe que daba sentía un gran dolor dentro de su pecho, sintiéndose peor al observar los ojos ámbar de la menor manteniéndose quieta y sin objetar algún golpe, ni siquiera se escuchaba algún quejido de su parte. Todo lo aceptaba porque confiaba en él.
El agarre suave del pelirrojo sobre su hombro lo hizo detenerse, tomándose el tiempo para ver a su compañera ahora inconsciente en el suelo y llena de moretones. Agitado, dirigió su mirada hasta Floch, en quien no podía reconocer qué es lo que querían decir sus ojos oscuros.
»Bien hecho. Ahora sabes lo que debes hacer si no quieres que tu familia muera. Al igual que la de Odelia-san.
—¿Dónde está ella? —preguntó el pelinaranja, tratando de calmar su respiración.
—No lo sabemos porque ella escapó. Pero no importa. Después de todo, ella no puede escapar de lo que se viene pronto. —respondió. «Tienes un objetivo claro, Floch, pero no permitas que la vanidad y el orgullo te venzan» recordó las últimas palabras que compartió con la castaña antes de que se separaran. Chasqueo la lengua, notablemente molesto—. Rápido, tenemos que encontrar a Zeke. Que alguien se encargue de Artis —ordenó, pateando ligeramente su pierna.
Con aquella amenaza dentro de su cabeza, Darío comenzó a temblar por la culpa de no llegar a poder cumplir su pacto de confianza
con Artis. Pero de no ser así, sentiría culpa eternamente. ¿Qué debía hacer? Aún no lo
sabía con exactitud. Solo le quedaba esperar.
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—¡No permitan que el titán carguero ataque a Zeke-san o a Eren! ¡Detangan al carguero incluso con su vida! ¡Hagan hervir su sangre y ataquen! —ordenó el pelirrojo mientras atacaba entre las murallas al titán de cuadrúpedo, dándole tiempo a Eren de recuperarse y alcanzar al titán bestia, que ya se encontraba sobre la orilla de la muralla, disparando a las naves de Marley—. ¡Todos y cada uno, consagren sus corazones! ¡Atacaremos por ambos lados! ¡Da...! —llamó buscando a su alrededor al pelinaranja, pero sin encontrarlo por algún lugar de la muralla—. ¡Que alguien se encargue de encontrar a Darío Inocencio! ¡No debe haber ningún desertor!
—¡Rápido! ¡Debemos liberarlos a todos! —exclamó Darío mientras bajaban las escaleras directo a las mazmorras—. Guianos donde están los chicos —pidió a Onyankopon—.
El nombrado obedeció y ambos corrieron apresurados hasta donde se encontraban los soldados de la Legión, quienes se sorprendieron al observar a los dos chicos que había al frente.
—¡Darío, Onyankopon! —exclamaron varios a la vez, pero preguntando en voz alta por qué se encontraban en ese lugar, siendo respondidos por la alegación de Onyankopon por el posible robo del titán fundador, preocupando a dos de ellos soldados encerrados, aunque varios se impactaron al ver al peligris tomar del cuello a los dos chicos.
—¡HE TENIDO SUFICIENTES TRAICIONES! —gritó dolido Connie, con lágrimas en los ojos—, ¡traiciones por Reiner, Berthold, Annie... ¡Eren y Odelia!! ¡Estoy harto de esto! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué deberíamos ayudar a Eren y volvernos incapaces de tener hijos?! ¡¿O por qué deberíamos unirnos a una facción llena de pura sangre?! ¡Díganmelo, Darío, Onyankopon!
—¡Connie! —intervinieron Armin y Artis—. Hay que dejarlos hablar.
—Debemos escucharlos —pidió Artis—.
Aún molesto, el peligris decidió soltarlos, dejándolos recuperar el aire un poco.
—Yo realmente no sabía sobre el vino o el plan de eutanasia al igual que los otros voluntarios —se sinceró el moreno, permaneciendo sobre la pared para apartarse del peligris.
—Creo que es cierto —le defendió Niccolo—, Yelena nos prohibió hablar sobre el vino a los otros soldados voluntarios.
—¡Y por encima de todo, no quiero ayudar con la eutanasia de los eldianos! ¡Queríamos mejorar Paradis y derrotar a Marley todos juntos! Abandonamos todo y vinimos a esta isla para ello. Nos hemos entregado por el bien de todos en esta isla —declaró Onyankopon—. Pudimos hacerlo porque creíamos en el futuro de esta isla. ¡Los niños son el futuro! Si este plan de eutanasia es implementado, ¡¿para qué vinimos a esta isla?! —argumentó, dejando sin saber qué decir a Jean, Connie y los demás—. Por favor, créanme —pidió—.
—Onyankopon, yo te creo —le respondió Armin, extendiéndole la mano al de traje, ayudándolo a levantarse.
—Armin —lo llamó Connie, sorprendido.
—Tú lo dijiste antes: Todo el mundo existe porque alguien deseó que existiera, incluyendo los sujetos de Ymir, porque sería más interesante que existieran diferentes tipos de personas, ¿verdad? Has mostrado que tu posición es completamente opuesta a la ideología de Zeke. Siempre fuiste así. Ahora levántate, Onyankopon.
—Armin... —soltó conmovido Onyankopon, levantándose del suelo.
Connie se tomó de la cabeza, frustrado, mientras recibía apoyo del pelinaranja y la pelicobre, tomándolo cada uno de los hombros al menor.
—Yo también creo en ti, pero... aún no escuchamos el testimonio de Darío por haber golpeado injustificadamente a Artis —expresó con molestia el castaño claro, dirigiendo su mirada sombría al pelinaranja que ahora se separaba de los otros dos.
—Tenía a mi familia amenazada —respondió Darío, dejando preocupados a todos los presentes—. Sin embargo, decidí que ya sea cuál sea el resultado después de haberme rebelado, lo haré porque nadie podrá llegar allá. Después de todo, ellos estarán escondidos en casa, donde nadie los pueda encontrar —respondió decidido el pelinaranja—.
—Pero eso aún no explica que hayas golpeado a Artis —repuso Connie, cruzándose de brazos.
—Eso fue porque si no me golpeaba, terminarían asesinandome —respondió la pelicobre, captando de nuevo la sorpresa en los demás.
—Entonces, ¿a quién debemos apoyar? Si apoyamos a Eren y Zeke, el plan de eutanasia será desarrollado, ¿no es así? —inquirió Jean, preocupado.
—No, ¡impediremos el plan! —respondió Onyankopon decidido—. Pero si estos dos pierden, esta isla no será capaz de protegerse contra los ejércitos mundiales.
—¡Entonces! ¡¿Qué deberíamos hacer?! —preguntó Connie alterado, aún sin poder disponer de si confiar.
—Deberíamos dejar que el mundo sienta el poder del retumbar —sugirió el moreno, consternando a los presentes, a excepción de Darío y Artis.
—Mikasa, ¿qué quieres hacer? —preguntó Armin a la azabache, quien solo bajó la mirada, insegura.
—Quiero pero, seguramente como dijo Eren, es porque soy una Ackerman. No es mi propia voluntad —respondió Mikasa, sosteniendo su bufanda con fuerza.
—¿Qué? —murmuraron los cuatro soldados de la Legión, sin entender lo que Armin y Mikasa hablaban.
—Creo que eso es una mentira de Eren —comentó Armin—.
—El hecho de que tenga dolores de cabeza de cuando en cuando es verdad. ¿Por qué sería mentira?
—¿Por qué dirías e...? —Armin se detuvo una vez que lo pensó con claridad—. Eren y Odelia-san deseando que los eldianos ya no tengan descendencia, ¿de verdad se creen eso?
—Bueno, honestamente no creí eso de Eren y Odelia-san, pero tampoco es imposible —comentó Jean—.
—¡Pero es imposible, ¿cierto?! ¿No es sobre Eren y Odelia-san de quienes hablamos? —repuso Armin, algo alterado tras la idea pasó por su cabeza—.
—Bien, ¡¿entonces por qué no se opusieron a Zeke y Yelena?! —esta vez objetó Connie, molesto por la defensa continua del rubio—.
—No importa si se les oponen, el único que sabe todo sobre cómo usar el poder del titán fundador ¡es el mismo Eren! —recalcó Armin—. Desde que Yelena hizo la propuesta, Eren no tuvo más opción al hacer esto, y Odelia-san tampoco tenía opciones. Si se negaban, nadie sabría el método que hubiera usado Yelena... ¡Pero si aceptaban para mostrar que estaban de acuerdo y se las arreglaban para hacerla creer que eran sus aliados, entonces podrían proteger la isla con el retumbar! —expuso Armin, para luego calmarse un poco y explicar la situación—: Cuando las grandes naciones del mundo se unan con el ejército de Marley, Eren activará el retumbar en ese momento. Será suficiente con enviar unos cientos de titanes a los alrededores del Distrito Shiganshina, justo como planeamos originalmente. Una vez que destruyamos al ejército para poderoso del mundo, nadie se atreverá a tocar la isla Paradis por al menos otros cincuenta años.
Lo que planteaba Armin era una locura para todos, aunque era molesto tener que admitir que era la única opción para poder ser finalmente dejar de ser perjudicados por al menos medio siglo de paz.
—Desde que estamos en el entrenamiento he dicho que Eren es peligroso... Esa maldita basura —refunfuño Jean, cruzándose de brazos—. Aún así, le tengo mucha envidia a ese estúpido por ser un tipo genial. Me irrita muchísimo pero, no quiero que ese bastardo muera todavía —finalmente dijo, causando la misma sensación en las personas que lo conocían de años atrás.
Mikasa prefirió no decir algo al respecto, aunque en su rostro era una division dentro de ella al no saber qué hacer al respecto, algo que solo Armin notó inmediatamente.
—Bueno, si muere ahora, no seré capaz de golpearlo —declaró esta vez Connie, rechinando los dientes controlando su enojo.
—Odelia-san... ¿Qué pasará con ella? —preguntó Artis sin saber qué respuesta recibir, dirigiendo su mirada al pelinaranja.
—Ni idea... Solo sabremos hasta que acabe esto —respondió Darío—.
—Vamos, ¡liberamemos a todos los soldados que fueron encerrados! —pidió Onyankopon, apresurandolos a salir rápido del lugar—.
—Niccolo, estás a cargo de la familia Blouse —esta vez se acercó el bicolor al chef, quien respondió de manera afirmativa.
Mientras todos subían las escaleras para llegar hasta las celdas de los soldados que habían ingerido el líquido del vino, Darío detuvo a la pelicobre de cinco tinuar andando.
—Debo decirte algo... —expresó con cierto temor en sus ojos, miedo que trasmitía a través de su agarre a Artis.
—Hablemos mientras caminamos —sugirió la pelicobre, soltandose del agarre del pelinaranja para continuar andando aunque un poco más lento debido a sus heridas.
—De verdad lamento haberte golpeado —se disculpó sinceramente Darío, bajando su mirada hasta la ligera visión que tenía de la mano de Artis llena de colores oscuros.
—Ya te dije que entiendo del porqué lo hiciste —respondió Artis, algo desesperada—. No tienes por qué repetirlo. Lo comprendo perfectamente. Sé que no lo harías a propósito.
—Bien —respondió un poco aliviado el pelinaranja, pero su compañera sabía que eso no era lo único que guardaba.
—¿Cuál era la otra cosa que me ibas a decir? —preguntó—.
—Una vez que la guerra termine, me retiraré para cuidar de mis padres. A pesar de que sé que estarán a salvo, no puedo evitar preocuparme —dijo tomándose de la cabeza—. Estoy cansado de todo esto. Solo quiero quedarme en paz un tiempo.
—Te apoyaré —le respondió la pelicobre, alzando su cabeza hacia la salida de las escaleras—. No descuides a tu familia.
—Pero, ¿qué será de ti? Ven conmigo una vez esto termine, podremos vivir con mis padres y la familia Baumeister. No tienes que seguir siendo una soldado. —Le pidió, preocupado—.
—No puedo hacer eso. Yo ya tuve una familia. Debes de cuidar de la tuya de ahora en adelante —le respondió, girándose a verlo para dedicarle una sonrisa llena de seguridad—. Además, no tengo miedo de estar sola. También creo que alguien me extrañaría —bromeó regresando su vida al frente. Darío sonrió también al observar que a Jean y Connie detrás de ellos.
Observaron ambos cuando el castaño claro se dirigió hasta donde se encontraban los soldados de la tropa de reclutas custodiando las puertas donde se encontraban encerrados los soldados. También vieron con calma cómo Jean tomaba a uno de ellos por la chaqueta para mostrarles que ellos también pertenecían a la facción Jaeger, lo demás soldados incluidos Artis y Darío fingieron estar del mismo lado que aquellos soldados, convenciendolos de soltar a los reos.
—¡Darío! —los llamó una voz conocida para el pelinaranja, girándose los dos miembros del escuadrón de Odelia hacia el pelinegro que traía una cinta en su brazo.
—¡Nile-san! —se acercó sorprendido y dolido hasta el frente del mayor, quien se tomó dolido del brazo donde se mostraba su sentencia de muerte—. Lo lamento.
—No fue tu culpa esto —lo consoló, para después caminar con lentitud mientras se llevaba a un niño del hombro—. Bueno, iré a ayudar a los demás —se excusó, llevándose al joven con calma, pero ambos reconocieron al chico que había sido golpeado por Niccolo y que era el mismo que subió a la nave de regreso a la isla, donde su amiga había muerto.
—Es no es... —musito Artis señalando al pequeño rubio. Nile suspiró, derrotado.
—Su familia lo debe de estar buscando. Por eso quiero devolverlo. Por favor, permítanme que esta sea al menos mi última voluntad —pidió el pelinegro, apretando su puño tembloroso.
Darío observó sorprendido la actitud tan suave que tenía el mayor por un chico del bando enemigo. Aunque ni Darío ni Artis pudieron evitar pensar en sus familias, por lo que suspiraron antes de decidir apoyar al comandante de la Policía Militar.
—Chicos, ¿todo está bien? —llamó Jean a los dos soldados de la Legión, quienes se colocaron frente a Nile para cubrir al chico.
—Sí. Pueden adelantarse, nosotros ayudaremos a los demás a dar las instrucciones del comandante Pixis. —Respondió algo mareada Artis, dedicándole una mirada algo insegura al castaño, quien mantuvo sus ojos fijos en la pelicobre, pero finalmente accedió.
Tras la orden que había dado el comandante Pixis a todas las tropas, Artis se apresuró en colocarse un equipo tridimensional, mientras que los otros tres soldados la esperaban.
Los cuatro salieron del edificio para luego buscar alguna señal de las descripciones que el menor dió a los soldados.
—¡Ah! —exclamó el rubio, llamando la atención de Nile y los otros dos.
—¿Qué ocurre? —preguntaron todos al mismo tiempo.
—Es mi hermano... Vino a buscarme —señaló discretamente hacia una esquina de entre los edificios. Todos comenzaron a caminar, pero los llamados de otro soldado los hizo detenerse.
—¡Vamos a retener a este prisionero en privado! —respondió Nile tomando de la ropa bruscamente al menor, haciéndolo caminar.
Todos caminaron en silencio incómodos, hasta que el menor habló de nuevo.
—Aquella chica del dirigible era su amiga, ¿verdad? —preguntó algo decaído el rubio, los otros dos no respondieron, pero se expresaron en sus rostros lo suficiente para afirmarlo—. Lo lamento mucho. Lamento que hayan perdido a su amiga, y ahora ustedes deban ayudarme a regresar a casa.
Ninguno dijo nada al respecto, solo caminaron hasta doblar la esquina encontrándose con un rostro conocido de los dos que había allí. Mirar directamente a los ojos del hermano del pequeño provocó que algo se removiera dentro de la pelicobre. «A este paso, ¿cómo eran los rostros de Ondine y Connor?» Se preguntó Artis a punto de llorar, cruzando miradas por un segundo con el que parecía ser el hermano del menor. Darío no podía evitar ver detalladamente el rostro de la que, de alguna manera, se parecía bastante a Sasha. «¿Por qué...?» Ambos se preguntaron antes de regresar a la realidad con las palabras del pelinegro de fondo.
—Este no es un lugar para niños. Vete a casa —lo soltó finalmente, para luego ser tomado de la mano por su hermano mayor que dejaban por fin de forcejear aquella arma extraña con la menor.
Aquellos tres comenzaron a correr alejándose de ellos, pero el rubio se giró hacia los tres soldados.
—¡Señor Nile, señores soldados! ¡Gracias! —se despidió el menor antes de desaparecer entre los edificios.
Darío y Artis solo observaban con impotencia cómo el chico regresaba a casa.
«¿Qué hay de todos los nuestros que no regresaron?» No pudieron evitar preguntarse, mientras Artis evitaba soltar un grito de desesperación por sus familiares caídas.
—Finalmente, comprendí que ningún niño debe estar dentro de esta guerra. Su hermano luce aún joven, ambos debieron haber pasado por mucho antes de poder unirse al ejército para probablemente ayudar a sus padres, ¿no lo creen? —dijo Nile, antes de caminar de regreso.
«Debemos sacar a los niños de este bosque. Así no se volverá a repetir la misma historia» Darío recordó las palabras del señor Blouse horas atrás.
—Señorita, le quiero encomendar una misión —pidió el pelinegro una vez que caminaron de regreso junto a los demás soldados—. Por favor, encarguese de que ellos regresen con bien a casa. A diferencia de todos nosotros, ellos ya no deberían de sacrificarse por todo esto. Yo como padre y esposo, jamás podría estar a favor de que una de mis hijas muera. Jamás me lo perdonaría —pidió el pelinegro, esperando una respuesta de la pelicobre.
«¿Cuidarlos?» No podía creer lo que le estaban pidiendo. ¿Por qué tendrían que cuidar de aquellos que eran sus enemigos? Su otro compañero titán había acabado con los que era su familia, aunque ninguno de los tres compartieran lazos de sangre. Pero a su mente regresaron los recuerdos fugaces de todo lo que vivió con sus queridos hermanos. «¿Qué habrían hecho ellos al respecto?» Sabía que ellos tenían un fuerte sentido de justicia, pero también eran sensatos a pesar de su mayormente personalidad llena de bromas e inmadurez. «¿Ellos serían capaces de separar a una familia?» Probablemente nunca sabría la respuesta, pero Artis Bernhardt no deseaba que una familia más fuera separada, al menos si estaba en su mano el poder ayudarlos. Alzó su mirada hacia el mayor, llena de seguridad.
—Está bien, lo haré —respondió Artis, dirigiendo su mirada a Darío antes de separarse.
—No entiendo esa fuerza de voluntad pero, te deseo suerte —sonrió el pelinaranja antes de los tres comenzar a correr para abastecerse de armas para defenderse.
—Gracias por aceptar...
—Artis Bernhardt, señor —se presentó la pelicobre.
—Gracias, Artis —asintió el comandante Dok antes de correr hacia sus compañeros.
Ahora, Darío y ella se quedaron frente a frente, antes de despedirse para luchar.
—No mueras —le pidió el pelinaranja.
—Tú tampoco lo hagas —se despidió la pelicobre.
Ambos sonrieron antes de despedirse para alejarse y correr en diferentes direcciones.
—Ondine, Connor, Sasha, no les fallare —se prometió decidida Artis antes de correr en busca de los tres soldados de Marley.
«Ondine, Connor, yo quería volver a verlos, pero ahora sólo existen dentro de mí. Aún así. Por favor, háganme saber que lo que hago está bien».
Por alguna razón, a Artis se le hacia difícil seguirles el paso a los tres soldados de Marley que ahora se dirigían directamente al campo de batalla. Su piel se erizó cuando pudo notar hacia dónde se dirigían.
En la lejanía, podía observar cómo Eren en su forma de titán estaba siendo sometido por el titán acorazado, tratando de llegar a su nuca, mientras trataba de levantar al titán mandíbula. Sus compañeros estaban dispersos entre las casas tratando de defenderse de mis soldados enemigos.
A su derecha pasó de cerca una bala dirigida a ella. Un soldado apuntaba a matar hacia la pelicobre. Chasqueo la lengua por el aturdimiento que le dejó aquel ruido y se apuró para llegar hasta él con su equipo tridimensional mientras lo esquivaba, alzando sus ganchos hasta la altura de su abdomen y atrayendolo hasta ella, enterrando por completo sus espadas y soltar el ahora cuerpo inerte de sus sables, dejando caer el cuerpo al suelo.
A pesar de no haber tardado menos de cinco minutos, ahora podía observar a Eren estirando su mano gigante hacia el titán bestia que ahora aspiraba aire para gritar.
Sintió su corazón latir con fuerza y se apresuró en llegar hasta donde se encontraban aquellos dos hermanos, escuchando toda la conversación:
—Falco... ¡Él accidentalmente ha ingerido tu fluido espinal! ¡Por favor, Zeke-san, no grites! —pidió el más alto, acercándose a una distancia considerable contra el titán bestia. Todos permanecían perplejos, mientras resonaba la voz del rubio en el lugar—. ¡Usted lo entendiende, ¿no es así, Zeke-san?! ¡Sabía usted que quería convertirme en su sucesor para que mi familia no fuera enviada aquí, al "Paradis"! —exclamó, mientras los gritos de su hermano menor por que se separara de él para no morir si se transformaba en titán, aunque a su hermano mayor era lo que menos le interesaba—. ¡Lo cierto es que, ya antes de que nos traicionaras, nunca tuve en claro lo que pasaba por tu mente! Pero, ¡nunca lo tuve por el tipo de hombre que involucra a niños en este tipo de embrollo! ¡Zeke-san, no le digo que se deje matar por quedarse quieto, para nada! ¡Solo le suplico que espere a que Falco esté fuera del radio de acción del grito antes de usarlo! Una vez haga eso, ¡puede gritar todo lo que quiera y matándose como les plazca! Pero, por favor... ¡no involucre a mi hermano menor en esto! —pidió en un grito el rubio, temblando en su agarre en Falco.
«Hermanos...» era la palabra que se repetía constantemente en la mente de Artis.
—Colt —escuchó la voz grave del titán bestia salir con dolor—, tus sentimientos hacia tu hermano menor los comprendo... Y eso por eso, que es una pena no poder ayudarlos.
Cuando pronunció esas palabras, comenzó a inhalar de nuevo para gritar. Colt se aferró a su hermano con fuerza, tratando de estar para él. Pero Artis no lo iba a permitir.
Apenas Zeke había terminado de hablar, Artis se lanzó hacia el lugar donde estaban aquellos dos hermanos.
—Está bien, Falco, tu hermano mayor siempre estará para protegerte —le dijo con lágrimas en los ojos antes de ser tomado del cuello de su chaqueta y patear ligeramente al rubio menor para alejarse de él, tomando con todas sus fuerzas impulsandose con la fuerza del gas de su equipo y la explosión de la aparición de Falco como titán.
—¡Quema! —se quejó cuando sintió que parte de la explosión la alcanzó, impidiéndole seguir avanzando en el EDM3, cayendo entre los techos de las casas.
—¡¿POR QUÉ?! —repetía dolido Colt mientras miraba en la lejanía a su hermano convertido en titán—. ¡DEBÍ ESTAR JUNTO A ÉL! ¡¡MALDITA DEMONIO!! —gritó, dándole con su codo un certero golpe en la cabeza a la pelicobre, haciéndola caer por completo.
—¡Desagraciado! Todavía que te he salvado la vida, ¡te atreves a...! —se quejó con sus manos presionando el lugar golpeado, aunque no tuvo tiempo para responder el golpe cuando tuvo que tomarlo del brazo para evitar que un titán lo hubiera tomado—. No es tiempo de hablar. Déjame hacer mi trabajo y callate de una vez —sentenció la castaña mientras se acomodaba para la batalla contra los titanes que estuvieran cerca. Aunque se preguntaba cómo podría matar aquellos que fueron humanos. «¡¿Ellos seguirán ahí?!» Se preguntó mientras cortaba si primera nuca de varias que se querían abalanzaron sobre ellos.
Debía apurarse si no quería que aquel rubio se escapara de su lado. Soltó un leve grito de desesperación mientras comenzaba a propulsarse con el gas de su equipo, matando a diestra y siniestra a todos los titanes que le pasaran alrededor de ellos dos. «Chicos, descansen» cerró los ojos mientras sentía la sangre del último titán alrededor de ella caer sobre su rostro. Abrió los ojos apresurada para buscar con la mirada al rubio que observaba impactado aquel escenario.
»¿Puedes sostenerte de mí? —le preguntó tratando de buscar una respuesta, la cual fue afirmativa—. Bien, mantén tu agarre fuerte y no te sueltes.
—Pero mi hermano...
—Si tiene suerte, podrá tomar el poder de uno de los titanes que esté ahí. Dudo que tu hermano muera, fue por eso que te salvé —afirmó la pelicobre mientras se preparaba para despegar dándole una última mirada al titán que ahora se acercaba a Reiner, con la intención de comerlo.
—¡Espera! ¡Quiero cerciorarme que mi hermano esté bien! —pidió el rubio casi en una súplica, la cual fue negada con pesadez.
—Lo siento, pero no tenemos tiempo para eso —fue lo último que dijo antes de que se escuchara el gas y los cables activarse para elevarse en los aires y así poder alejarse del peligro.
Entre las casas que apenas y habkan sobrevivido a las explosiones entraron por una ventana, lastimandose ligeramente por el rompimiento del vidrio.
»¿Estás bien? —preguntó algo preocupada la pelicobre mientras observaba al rubio recuperarse y limpiarse los restos de vidrios.
—Todo bien... —respondió algo seco Colt, pero siendo omitido por Artis, tratando de recomponerse también. Las manos del rubio temblaban de furia e impotencia, presionando contra la madera del suelo, pero las manos ásperas de la pelicobre lo sacaron de su dolor.
—Debemos escondernos antes de que los titanes nos encuentren —dijo Artis, levantando del suelo al rubio para buscar alguna otra habitación, pero Colt se detuvo en el camino, preocupando a Artis.
—¿Por qué me salvaste? Pusiste en riesgo tu vida por la mía —musito el rubio, dejando escapar unas lágrimas.
También, conmovida, Artis soltó su agarre, dirigiendo su mirada al suelo, mientras dejaba escapar algunas lágrimas también. —Porque... no me perdonaría que alguien más perdiera a su familia.
Aquellas palabras hicieron que Colt alzara su cabeza para observarla. «En esta isla no había demonios, sólo había personas. Finalmente entiendo los sentimientos de Reiner. A toda esa gente que no conocíamos... nosotros decidimos que eran unos demonios» recordó las palabras de Gabi instantes atrás, cuando aún estaban los tres juntos... «Entonces, ¿es posible que ella se sienta igual?» No pudo evitar preguntarse, mientras mantenía su mirada en la chica que ahora se limpiaba para seguir andando. Entonces también recordó.
—¡Gabi! ¡La dejé ahí afuera! ¡Debemos regresar por ella! —suplicó el rubio tomando de las hombros a la pelicobre, pero en ese instante su mundo cambió por completo, encontrándose en un lugar desierto y lleno de personas. En la distancia, pudo ver a su hermano inconsciente—. ¡Falco! —lo llamó tratando de correr hacia él, pero deteniéndose al escuchar una voz.
«Escuchenme, todos los súbditos de Ymir»
Colt se detuvo al observar que de nuevo estaban en aquella casa, giró todo su cuerpo para observar a la pelicobre que estaba igual de consternada que ella.
—¿También escuchaste eso? —preguntó preocupado el rubio.
—Es voz... Eren...
🌸
¡Hey, hey hey! ¿Cómo se encuentran hoy? Espero que estén bien. En primera me gustaría dedicarle este capítulo a IlianaE___19 por su apoyo en la historia en este tiempo :'3 me alegra que les guste este capítulo y espero verlos pronto en el próximo capítulo que va a regresar junto a Odelia y Eren 👀. Nos vemos pronto, cuídense ❤
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