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Capítulo 63

Iniciar el día siendo encarcelado no era la mejor manera de empezar, sin embargo, al saber que su vida no era para nada normal, no encontraba raro ser sentenciado al exilio fuera de las murallas solo para esperar su muerte, o eso era lo que creía horas antes de conocer su destino.

No sabía cuánto tiempo había pasado desde que fue encarcelado, hasta que su atención se fijó en el nuevo preso de la mazmorra, siendo llamado por otros presos como el "hijo de titán". Su interés aumentó al escuchar ese apodo, mientras observaba al que, a simple vista lucía como un chico normal, intentar escapar de su celda, sin tener éxito alguno en ello.

Esbozó una sonrisa socarrona antes de dirigirse a él—. ¿Tratando de escapar? Muy audaz de tu parte —amplió su sonrisa mientras saludaba con su mano izquierda, formando una señal de paz—. Si los guardias te descubren, te verás envuelto en otro lío, otra vez... —explicó con experiencia, encontrándose en una sensación molesta al verse ignorado por el pelimarrón—. Solo decía...

—¡Maldición! —golpeó los barrotes el otro chico, asustando al rubio—. ¡Maldición! ¡Maldición! ¡Déjenme salir!

Con una sonrisa bastante fingida, comenzó a carcajearse al ver el intento fallido del chico—. Ja, ja, ja, ja. ¡Ríndete! ¡Jamás saldrás de aquí! Además, estás bajó tierra. Nadie puede escucharte aquí —intentó explicarle, aún siendo ignorado por los gritos que lanzaba el tuerto—. La única persona que puede escucharte... Bueno, aparte del diablo...

Antes de que pudiera completar su frase, los pasos molestos que daba el Guardia y que eran pasados por alto debido a los gritos del pelimarrón, provocaron que se dirigiera hasta el recién ingresado, recibiendo un gran golpe con su mazo.

—¡Cierra la boca, titán inmundo! ¡Enemigo de la humanidad! —lo insultaba y golpeaba sin cesar aquel fornido hombre, mientras que el rubio se tomaba de los barrotes, impotente y con inmensas ganas de devolver cada golpe a aquel, sintiéndose sorprendido ante sus sentimientos—.

—Oh, querido, traté de advertirte —fue lo único que pudo decir tratando de calmar al guardia, quien instantes después se fue de ahí. Preocupado por cómo estaría, habló de nuevo para tratarlo de calmar—. ¿Cuál es tu nombre? Pareces muy joven, ¿qué eres? ¿Ladrón?, ¿asesino? ¡Ya sé! ¿Podrías se un revolucionario?, ¿la cicatriz de tu ojo es alguna insignia de honor? —torció su rostro a una sonrisa incómoda al verlo aún sin hacerle caso, soltó una pequeña carcajada burlona antes de volver a hablar—. Es una perdida de tiempo tratar de escapar de aquí, solo terminarás haciéndote daño como hace un momento, ¡ríndete! —una vez que se cercioró que el guardia estaba lo suficientes lejos de ellos, alzó su mano cubriendo un costado de su boca, mientras que en un susurro gritó—. Si vas a intentarlo, tienes que ser más listo. De hecho, es un poco fácil salir de aquí —sonrió más relajado, recibiendo una reacción del pelimarrón—.

—¡¿De verdad?! —exclamó el tuerto, recibiendo como respuesta otra carcajada del rubio—.

—Oh. Así que puedes escucharme —soltó otra risa burlona—.

—Estás jugando conmigo —se quejó el otro encarcelado—.

—Je, je. De ninguna manera, ¿acaso me crees tan malvado? —reclamó actuando ofendido—.

—Bien, ¿por qué estás aquí? —preguntó de vuelta el otro, manteniéndose alerta a él—.

—No todos en prisión son criminales. ¿Qué es lo que te describe? —preguntó el rubio, sin obtener respuesta
—.

—¿Es cierto que se puede escapar de este lugar? —evadió la pregunta del rubio, nuevamente—.

—¡Por supuesto!

—Mientes. De ser cierto, no estarías aquí ahora.

—¡Oye! Sé que no me crees, ¡pero es verdad! —trató de defenderse—.

—Bien, ¿cómo? —preguntó de nuevo el pelimarrón—.

—Solo duermete y espera.

—¡ESTO NO ES DIVERTIDO! —azotaba sus manos contra los barrotes—.

—¡Ya basta! El Guardia puede volver. Solo relájate —se quejó el rubio al ver lo testarudo que era el nuevo. Soltó un suspiró mientras se removía en su pequeño espacio, buscando acomodarse—. Lo que te digo es cierto, pero admito a que suena a mentira. Solo espera. En dos semanas, todos seremos desterrados del muro fuera de Shiganshina.

—¿A qué te refieres? —preguntó tratando de calmarse, mientras sus manos seguían firmes sobre las barras que lo encerraban—.

Al cruzar sus miradas en medio de la oscuridad, una línea fugaz cruzó por su mente, teniendo un gran dolor de cabeza que se fue casi como una aparición.

—A nada. Esto es justo a lo que hemos sido condenados —bajó la mirada, diciendo lo último casi para sí mismo—. El hecho de que estemos aquí significa que este es el destino que nos espera.

Un gran silencio inundó las celdas, siendo estas interrumpidas con el pensamiento del pelimarrón, deseando ser libre de las murallas. A su vez, el que estaba frente a él, buscaba una manera de dejar de luchar, pero el chico que buscaba la libertad comenzaba a impedírselo.

»Creo que no me he presentado. Soy Cardin Baumeister —sonrió el rubio—, ¿y tú?

—... Kyklo... —decidió responder, obteniendo una sonrisa sincera del rubio—.

ꕤꕤꕤꕤ

Tras dos semanas de permanecer unidos, los dos chicos mantuvieron sus fuerzas para el día en que serían desterrados. Mientras que uno sabía la razón por la que debía y quería seguir viviendo, el otro simplemente se inmutaba a observar al chico que estaba frente a él.

El impacto de la cabeza de  Kyklo golpeándose la cabeza contra las piedras, hizo que Cardin soltara una risa nerviosa.

—Toda mi vida ha sido de este modo —suspiró desesperado el pelimarrón, recordando su vida dentro de una celda, atado, abusado físicamente por Xavi, su vida llena de sobras de comida que lo hacía sobrevivir, solo hasta la llegada de Carla a su vida fue que pudo resistirse a todo ello y, de alguna manera, Cardin podía comprenderlo aún sin saber todas sus circunstancias—.

—Oye, el caos también puede ser divertido —Cardin trató de animarlo, recibiendo una mala mirada—.

—Habla por ti —contraatacó Kyklo—.

—Bueno... Toda esta desesperación te hace sentir vivo, ¿no? —sonrió antes de dar un bocado a su pedazo de pan—.

ꕤꕤꕤꕤ

Tal y como dijo, tras dos semanas todos los soldados fueron obligados a abandonar sus celdas y ser dirigidos hasta un carruaje donde serían llevados hasta las afueras de Shiganshina, donde la muerte los esperaba. Sin embargo, la daga en el corazón de Kyklo fue lo que les hizo poder escapar, gracias a la ayuda de un desconocido, pudieron romper las sogas que sostenían sus pies y manos, al igual que las de los demás exiliados. Pero su suerte no era del todo buena, al estar a un kilómetro fuera de Shiganshina.

—¡Tendremos que saltar del carruaje! —fue lo único que se le ocurrió a Cardin, llevándose una mirada asustada de Kyklo—.

—¡¿Saltar?! ¡¿Y qué hay del carruaje?!

—¡Tenemos que ir a pie! ¡Probablemente estén mirando! —respondió el rubio—.

—¡¿Y qué?! ¡No podrían hacer nada si se dieron cuenta de que escapamos! Quiero decir, que no enviarán a nadie afuera para buscarnos —replicó Kyklo.

—P-pero... Podrían disparar sus cañones contra nosotros —tembló Cardin. Sin dejarlo reaccionar, Cardin se armó de valor para dirigirse a la orilla del carruaje, preguntándose y golpeándose mentalmente al seguirse preguntando por qué había decidido seguir viviendo—. ¡DEMASIADO TARDE! —se lanzó afuera con una sonrisa temblorosa, esperando porque Kyklo lo siguiera—.

Aún entre las piedras sonrió, nunca se había sentido tan vivo.

El golpe sordo de Kyklo tirándose del carruaje lo hizo recapacitar y correr hacia su compañero, ayudándole a levantarse de entre las piedras.

—¡¿Qué hay de los otros?! —preguntó preocupado Kyklo al ver que solo eran ellos dos—.

Con la mirada hacia donde se dirigía la carreta, Cardin respondió—. Parece ser que fuimos los únicos que saltaron —respondió lo que era obvio, ganándose la mala mirada de Kyklo—.

—¡¿Huh?! ¡¿Qué quieres decir?!

—Quizás ellos renunciaron hace mucho tiempo ya.

—¡¿Renunciar a qué?!

—A sus vidas —contestó con voz neutra, preguntándose lo que habría pasado con él si no hubiera conocido a Kyklo—.

«¿Sería yo uno de ellos también?» se preguntó.

Al no saber qué decir, Cardin volvió a hablar, estirando sus brazos—. Bien, entonces, quizás deberíamos descansar antes de ser perseguidos por titanes. Yo supongo que estamos como a dos kilómetros de Shiganshina. ¿Ves aquellas luces sobre los muros? —señaló con su dedo—, ese es el norte, en dirección a Shiganshina. Tenemos que ir en esa dirección. En la dirección a la puerta. Pronto estará cerrada.

Comenzaron a correr hacia donde Cardin había indicado, pero el sonido de solo sus pasos resonando en el lugar lo hacia sentir inseguro.

»¡Kyklo! —le llamó, captando su atención—. ¿Te importa si pregunto de dónde fue que sacaste el cuchillo?

—¿Esto? —señaló el pelimarrón, recibiendo respuesta afirmativa de Cardin—. Me lo entregó un soldado de la policía militar.

—¿No me digas que quería salvarnos? —bromeó Cardin—.

—No lo sé —respondió Kyklo mientras dirigía su atención al camino—.

—¡Kyklo, espera! —le llamó de nuevo el rubio, obligando al medio ciego a detenerse—.

—¡Date prisa! —le gritó de regreso Kyklo al verlo recargandose en sus propias rodillas, tratando de ralentizar su respiración—.

—¡No soy lento en absoluto! ¡Mis pies son bastantes rápidos! ¡Tú eres anormalmente rápido! —se excusó el rubio—.

Tras correr un poco más, finalmente se detuvieron casi frente a la puerta de Shiganshina, donde se veía perfectamente en la cima de la muralla las luces de los soldados que cuidaban de la entrada.

—Estamos a unos solos 500 metros de la puerta de Shiganshina —indicó Cardin al recuperarse—. La pregunta es... ¿Debemos ir al este o al oeste? —ambos se mantuvieron en silencio, recuperándose y pensando la decisión que tomarían para sobrevivir. Sin embargo, los pasos que llevaban la muerte consigo, se acercaban cada vez más a ellos, cosa de la que pudo percatarse uno de ellos—. ¿Kyklo? —le llamó al observarlo atento a sus espaldas—, debemos darnos prisa, ¿cuál es el problema?

Con la noche acabando. El amanecer advertía de los peligros fuera de las murallas, donde la tensión aumentaba cada vez más en aquellos dos sobrevivientes.

—¡Titanes! —avistó Kyklo—.

Un sonido gutural salió de la garganta de Cardin—. No oigo nada —el sonido de los caballos relinchando y gritos de desesperación a lo lejos de ellos lo hizo comenzar a sudar—. Eso significa que ¿la ejecución ha iniciado?

—Supongo... —fue lo único que pudo responder Kyklo, manteniéndose atento a los sonidos casi imperceptibles—. ¡Aquí vienen! —avistó Kyklo—. ¡Se están acercando!

—¡¿Estás bromeando, verdad?! ¡Tenemos que irnos! —dijo casi ordenando Cardin mientras dirigía sus pasos hacia el este—.

—¡Cardin! ¡No iremos al este! ¡Nos dirigiremos al oeste! —finalmente se decidió Kyklo—.

Aun al querer oponerse, algo dentro de sí no se lo permitió, acatando lo que decía el pelimarrón.

—¡Kyklo, ¿hay alguna razón para eso?!

—¡Ahí arriba hay una luz! —señaló la cima de la muralla donde, efectivamente, se encontraba una luz apartada de las demás—.

—Tienes razón... La luz de una lámpara parpadeando en el borde del Distrito Shiganshina —se fijó Cardin, para luego observar el cuchillo que traía Kyklo—. ¡Hey! ¡¿Tiene algo que ver todo esto con ese cuchillo?!

—Quizás... —musito el pelimarrón—.

Con su respiración acelerada, Cardin se presionó a sí mismo para continuar—. Espero que no me equivoque al confiar en ti.

Con todas sus fuerzas comenzaron a correr, avistando a lo lejos la luz que Kyklo decía que podría ser su salvadora.

—¡Date prisa! —le gritó el pelimarrón, quin iba a la delantera de los dos. Una vez que estuvo más cerca de la muralla con una soga esperando por ellos, giró su cabeza para ver a Cardin—. Tenemos que subir los dos a la vez... ¡¡CARDIN!!

Lo llamó asustado al ver a un titán aproximando sus dedos a Cardin, quien gritaba asustado y cansado, quedando casi la muerte sobre él.

Detuvo su paso y se encarrero hasta donde estaba Cardin. Pero la mano del titán era más rápida, acercando una de sus manos hasta el torso del rubio, alzándolo en el aire y dejándolo caer.

—¡Cardin! ¡Corre! —le gritó Kyklo mientras continuaba su carrera hacia el titán, mientras que Cardin lo observaba aturdido y asustado—.

—¿Correr? Pero... ¡¿adónde?! —preguntó a Kyklo sin obtener una respuesta y mirando la muralla a pocos metros de él. Observando solamente cómo Kyklo desempuñaba su navaja, corriendo directamente al titán, esperando por acabar con él, sintió su corazón latir con fuerza—.

Con un grito de desesperación y furia, Kyklo se encaminó hasta los dedos del gigante, quien se mostraba dispuesto a tomarlo entre sus brazos sin tener éxito alguno al tomarlo. Kyklo estaba dispuesto a cortar su torso con la cuchilla de tierra de bambú, pero la palma del titán lo aplastó sin llegar a lastimarlo severamente, quedando atrapado, ambas caras a centímetros de distancia.

Los dientes del titán comenzaron a abrirse, Kyklo tomó la navaja con sus dientes y la enterró en la carne del titán hasta que puso zafarse y tomar de nuevo el arma con su mano, cortando los dedos del titán y cayendo al suelo, observando cómo el titán se ponía de pie, dispuesto a devorarlo. Corrió nuevamente hacia el titán cómo el gigante igualmente hacía, enganchando su cuchillo en la rodilla del titán, impulsado para saltar, a punto de caer sobre la nuca del titán. Sin embargo, su caída solo provocó que cayera nuevamente en un agarre doloroso del titán, teniendo sus brazos atrapados.

—¡Maldición! ¡Malditos demonios! —gritó desesperado Kyklo, pensando que su vida acabaría ahí—.

Aquel grito de angustia fue el que obligó a Cardin a despertar sus sentidos... Sus sentidos de Baumeister... Un escalofrío recorrió todo su cuerpo cuando rasgó su mano derecha con la piedra que cargaban para ayudarlo. Algunas gotas de sangre caían sobre la roca, mientras que Cardin se deshacía de su prenda superior para atarla en la roca. Con todas las fuerzas que sintió recorrer su cuerpo en ese momento, corrió para alcanzar al pelimarrón, golpeando al titán en la lengua con la roca de bastante tamaño que traía consigo, permitiendo que el gigante lo soltara.


—¡KYKLO! ¡AHORA! —gritó con todas sus fuerzas Cardin, dándole tiempo a Kyklo de caer de los brazos del titán—.

Ambos cayeron al suelo, y con un nuevo grito de Cardin, Kyklo cortó los pies del titán

Sin poder escuchar por completo lo que Kyklo le gritaba, Cardin pudo escuchar algunas voces en su cabeza, e incluso le pareció ver a un par de niños observarlos a lo lejos, pero el grito del pelimarrón lo devolvió a la realidad, escuchando su pregunta.

—¡¡¿Por qué regresaste?!! —preguntó Kyklo sin poder entenderlo aún—.

Con la mirada llena de sorpresa, observó las lágrimas de Cardin correr hasta su sonrisa asustada—. Porque... Si yo abandono a un tipo que me salvó la vida dos veces, mancharía el apellido de la familia Baumeister —respondió con sinceridad el rubio.

Tras esas palabras, un gigante cayó frente a ellos, impidiendo su paso. Observaron un rostro estoico, pero que era capaz de provocarles pesadillas. Como ocurrió con Cardin Baumeister.

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Odelia abrió sus ojos de golpe sin poder creer lo que soñó. Sintiendo sus mejillas húmedas; sorprendida, limpió el rastro de lágrimas que dejó al despertar, mientras que aun trataba de asimilar lo que había soñado... Si es que ello era un sueño.

Observó a su alrededor, encontrándose con la habitación que era de Erwin. Fue entonces que recordó por qué estaba ahí.

Habían pasado al menos diez días en que habían regresado de la expedición a Shiganshina. Las opiniones de los ciudadanos de las murallas se dividió, creando un conflicto en cada poblador de las paredes que los protegían, a la vez que varios de los ciudadanos reclamaban por la aprehensión de Eren, el llamado "Salvador". Odelia, por su parte, no pudo hacer nada al respecto de la turbulencia que había en las calles tras la noticia en Trost de que el Comando de la Legión de Reconocimiento había muerto. Además, su petición a ser juzgada junto a los otros dos soldados de la Legión fue denegada por Hange, el nuevo comandante, tras decir que la objeción no fue amenazante contra otros soldados, y que su salud mental y física fue lo que la hicieron tomar medidas "contra la Legión". Finalmente, ella aceptó los acuerdos, manteniéndose encerrada en la habitación de Erwin sin aceptar las visitas de cualquier soldado, uno en especial, el cual ella sospechaba que participó para que no fuera aprehendida junto a los otros soldados. No quería ver a Levi Ackerman.

Unos golpes en la puerta de Erwin la hicieron salir de su trance, observando una melena rebelde castaña adentrarse en la habitación.

—¿Se puede pasar? —preguntó la castaña—.

—Prácticamente estás adentro —sonrió Odelia—.

Nerviosa, Hange se abrió paso en la habitación, tomando asiento en la cama junto a Odelia. Permanecieron en silencio sin saber qué hacer, mientras que Hange la observó detenidamente.

—¿Partirás, entonces? —preguntó tímidamente Hange mientras trazaba círculos en la tela de la cama, esperando una respuesta de Odelia, ella asintió contestando—.

—Solo será por un tiempo —respondió Odelia mientras se acercaba a Hange para tomarle de la mano, jugando su dedo pulgar con las ásperas manos de la morena—. ¿Prometes cuidar de Jo mientras no estoy? —pidió con voz trémula Odelia, recibiendo un suspiro de Hange—.

—Creo que es más fácil que ella me cuide a mí que yo a ella —trató de mejorar el ambiente Hange. Odelia soltó una carcajada por ello—. De todas maneras, sabes que siempre tendremos un lugar para ti aquí.

Odelia se levantó de su lugar y caminó alrededor de la habitación, quedando como último lugar la ventana que daba al patio de entrenamiento, donde diez soldados estaban practicando.

»Aunque quisiera, jamás podría irme de este lugar por siempre —por fin respondió Odelia a la incertidumbre de la castaña—, aquí está también mi familia —dirigió de nuevo su mirada a Hange, quien le observaba consternada—. Pero quiero responder un dilema que ha estado en mi mente por mucho tiempo. Quiero encontrar el resto de la verdad de mi familia —apretó sus puños, tratando de calmarse—. Es por eso que me iré después de la ceremonia de honor junto a Darío. Pero, Joelle seguramente querrá ir, por lo que nos iremos en la noche. No quiero que nadie intervenga en esto —miró sobre su hombro a Hange, quien suspiró rendida—.

—Bien, te ayudaré a salir de aquí, pero necesito que me digas lo que ocurre contigo o le diré de todo esto a Levi —Odelia se giró por completo para observarla con molestia—.

—¿Y qué hará Levi para poder detenerme? ¿Crees que le tengo miedo? Te equivocas, Hange. Nada me puede hacer cambiar de parecer, no entiendo porqué dices que Levi podría.

Hange bajó la mirada—. También te equivocas, Oda... Joelle me lo ha contado todo —con aquellas palabras, llamó toda la atención de Odelia, la cual se vio interrumpida por la entrada de Levi en la habitación—.

—Vengan conmigo —llamó el azabache a ambas, quienes se vieron entre sí—. Le he pedido a Hange que la sentencia de veinte días para Eren y Mikasa se reduzca a hoy por lo que iremos a verlos.

—Deberías irte, Hange. No creo poder ir. Yo-

—No voy a rogar porque vayas, Odelia. Pero creo que lo mejor es que fueras para hablar con los mocosos, si es que dices que aún te preocupas por ellos. Has estado diez días aislada de todos. Deja tu estúpido berrinche de lado y comportate como el adulto que eres —dijo tajante Levi, saliendo tan pronto como entró en aquella habitación, provocando más molestia en Odelia—.

—Vamos, Oda —le tomó de la mano Hange para tratar de calmarla—.

Finalmente, ambos castaños salieron de la habitación, dirigiéndose a las mazmorras donde el trío de Shiganshina se encontraba y donde Levi pudo alcanzarlas.

El camino fue silenciosamente incómodo, quedando Hange en medio para evitar algún disturbio entre Odelia y Levi, mientras que el capitán miraba de reojo con dolor a la capitana, preguntándose por la razón de su repentino cambio de actitud.

A la entrada de las celdas se encontraron con el soldado Arlert, quien saludó a los tres soldados, pero evitaba a uno de ellos, pensando en que lo detestaba al arrebatarle a su amigo.

—Buenos días, Armin —saludó Odelia colocándose junto a un lado de Armin, recibiendo un asentimiento de cabeza como respuesta del rubio—. ¿Está bien todo con Eren? —susurró la pregunta—.

—É-él desde que despertó ha estado balbuceando sobre los recuerdos de su padre —respondió de la misma manera—.

Las palabras que pronunció Armin fueron suficientes para que Odelia decidiera adentrarse entre las mazmorras, observando al castaño hablar solo.

—Su nombre es... Titán de Ataque —dijo a la nada Eren sin percatarse de la presencia de los cuatro soldados—.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Hange por los otros tres, mientras Eren le miraba extrañado—. El "Titán de Ataque". Acabas de hacer esa pose, ¿no es verdad? —imitó Hange la posición y tono de voz que hizo el moreno—. ¿Ustedes lo vieron, verdad? ¡Oye! ¡"Titán de Ataque" es el titán que recibiste de tu padre, ¿no es verdad?! No había nadie por aquí, ¿por qué hablabas solo?

—Suficiente, Hange. Apenas tiene 15. Necesita un "descanso" a esa edad —le detuvo Levi—.

—¡¿Huh?! ¿Un descanso? ¡Nunca necesité de un descanso para hablar conmigo mismo!

—Hange-san... —llamó Armin con voz cansada—, se lo explicaré después, así que por favor, no frente a él. No estoy seguro si seré capaz de explicar todo esto...

—¡¿Eh?! ¿A qué te refieres?

Mientras discutían, Odelia notó cómo Eren se tomaba de la cabeza, observando que estaba a punto de explota, al igual que ella.

—¿Qué están haciendo aquí? —preguntó molesto Eren, mientras que Levi abría su celda y Odelia la de Mikasa, a quien tomó de las manos—.

—Fuera —ordenó Levi—.

—¡Pero aún me quedan diez días de arresto!

—Con escuchar a Hange fue suficiente castigo. Ahora fuera. ¿O acaso lo que escuchaste se te hizo muy repentino? Es importante mostrarle a todos los miembros de la Legión que el castigo le espera a cualquiera que rompa las reglas. Aún si solo contamos con 14 miembros, pero nunca dije que cada caso fuera a tener su castigo adecuado.

—El comandante Zackly aprobación esta decisión, así que no se tienen que preocupar ya que no podemos arrestar a los héroes que derrotaron a los titanes acorazado y colosal. Además, la persona a la que se enfrentaron es la responsable de dejar al titán bestia y acorazado. Eso significa...

—¿A qué se refiere? —interrumpió Eren a Hange, sin comprender la situación—.

—El ejército no puede darse el lujo de perderlos a ustedes —finalizó Levi—.

—Sí. De hecho, ella es la que perdió más —Hange dirigió su vista hasta Mikasa, quien era ayudada por Odelia a salir ganándose la mirada de preocupación de todos—.

—¿Acaso perdiste peso? —preguntó angustiado Eren—.

—Debes de comer lo suficiente —le regaño Odelia, pasando de largo de ella acariciando su melena azabache, sonrojando a la menor—.

—¿Estás bien, Eren? —se acercó Mikasa a Eren, quien asintió en respuesta—.

—Más o menos —respondió incómodo Eren al sentir la mirada de Odelia sobre ellos dos. Una mirada que podía jurar que era ver la mirada determinada del comandante Smith—.

—Vamos. Apresurense y vístanse —intervino Levi al notar la incomodidad del castaño—.

—¿Para qué? —preguntó Eren mirando de reojo a Mikasa y Odelia—.

—Habrá una conferencia —respondieron al mismo tiempo Odelia y Levi. Consternados, ambos se observaron para luego desviar la mirada, molestos—.

El camino fue silencioso cuando cada uno se dirigía a sus habitaciones, Hange cruzó sus brazos sobre su cabeza y un suspiro antes de hablar.

—Oye, Oda... ¿Te irás después de la ceremonia de honor?

Ambos soldados de Shiganshina se observaron con sorpresa mientras que el de menor estatura apretaba sus labios y puños tratando de mantener la calma.

—¿Cómo es eso de que te vas? —reclamó Levi a la castaña sin poder dirigirle la mirada—.

Con una mirada de molestia hacia una apenada Hange, Odelia respondió—. Solo será por un tiempo. Necesito resolver algo que sigue incompleto, y si la conferencia me lo permite, deseo aclarar algo ante todos dentro de estas murallas, lo más pronto posible.

—¿Y eso qué tiene que ver con que te vayas?

—Necesito buscar a alguien...

Sin permitirle continuar, Levi se colocó frente a Odelia, tomándola del brazo sin llegar a lastimarla.

—¿Qué más necesitas que no esté aquí? Hemos sacrificado tanto para que te vayas —con cada palabra que soltaba, su agarre temblaba, pero eso no le impedía alejarse de ella—.

—Si no hago esto, nada cambiará. Y eso no me lo impedirá nadie, nisiquiera tú —Odelia retiró la mano de Levi de ella, dejando perplejos a tres de ellos, mientras que Eren observaba en silencio—.

Viendo su mano que Odelia apartó con frialdad, Levi parpadeo al menos tres veces antes de regresar a la realidad. Inclinó su cabeza hacia todos ellos antes de adelantarse.

—Necesito reunir a los demás, nos vemos dentro de media hora —se despidió Levi dejando a todos atrás—.

—¿Qué fue eso? —susurró Hange, pero siendo lo suficientemente audible oara que Odelia escuchara, mientras observaba a Levi alejarse de ellos, alejarse de ella—.

Sin decir alguna palabra, se retiró hasta su habitación para cambiarse, mientras la mirada esmeralda de Eren no se despegaba de ella, sospechando de algo importante en Odelia.

Durante aquella hora, Odelia no dejó de lamentarse por tratar de esa manera a Levi, mientras que buscaba alguna forma de poder solucionar lo que tenía en mente.

Creía que Darío y Joelle eran los únicos que sabían de su posición como Baumeister, lo difícil que era tratar con su condena y, ahora que había obtenido aquel "lazo" con Erwin antes de que este muriera, Odelia comprendía a su padre, por lo que que quería cumplir el objetivo que Cardin Baumeister no pudo hacer, que era salvar a su mejor amigo de la humanidad. ¿Y qué mejor manera de desmentir la leyenda del "Hijo de Titán" que obtener la información de la propia boca de los protagonista de su propia historia? La cual estaba llena de injusticias, de dolor y que Odelia estaba dispuesta a completar por su desdichado padre.

Sin embargo, no contaba con que uno de sus subordinados sabía parte de su historia y de su dolor. Y Artis estaba demasiada asustada para declarar los que sabía.

A pesar de la adversidad, Odelia permaneció frente al espejo varios minutos, teniendo un mal presentimiento de aquella vacía habitación.

Había pedido trasladarse a la habitación de Erwin si Hange no tenía ningún inconvenientes al ser ella la que podía usar la habitación; Hange había cedido la habitación del antiguo comandante a Odelia pero, desde que lo hizo, lo único que ocurría era que se sentía extraña.

Soltó un jadeo y casi gritaba cuando creyó haber visto al rubio a metro de ella junto a dos niños que sabía que había visto antes. Cerró los ojos con fuerza antes de volver a abrirlos y encontrarse con la habitación nuevamente vacía. Con la vista casi nublada, buscó apotmyarse en algún lugar, recargandose en el escritorio de la Oficina de Erwin. Respiró varias veces antes de calmarse y observar el mueble que estaba frente a ella, donde un cajón se encontraba semiabierto. Curiosa, abrió la madera del mueble, encontrándose con el cajón lleno de sobres. Consternada, tomó una de ellas entre sus dedos para leerla. El nombre de la persona a la que la Carta iba dirigida la hizo sentir sus ojos a punto de llorar, pero conteniéndose finalmente.

Tomó varios de aquellos sobres y apresurada salió del lugar encontrándose con Jean y Artis en el camino. Ambos saludaron, pero la pelicobre bajó la mirada, consternando a Odelia.

Al final del pasillo, se encontraron con Hange y Joelle. Sasha y Darío estaban bajo permiso médico para no presentarse, mientras que Levi y el trío de Shiganshina llegarían después. Se dirigieron hasta el salón de visitas del cuartel, donde esperarían hasta que llegara la Reina. Las dos parejas hablaron entre sí mientras que Odelia permanecía en silencio.

—Su Alteza ha llegado al Distrito Trost —avisó un soldado abriendo paso a la rubia, haciendo que los otros cinco se levantaran de su lugar—.

—Por favor, no hagan eso —sonrió nerviosa la ojiceleste, dirigiendo su mirada rebosante hacia Odelia, quien le correspondió con una sonrisa—.

—¿Cómo han estado las cosas en la granja? —acarició con ternura Odelia su melena dorada, mientras que Historia sonreía—.

—Todos son muy traviesos, pero casi siempre terminan haciéndome caso. Además, hay más personas que han comenzado a ayudarnos en la granja. Alguien que era de mi infancia me pidió trabajo —dijo lo último con una mueca en su rostro—, aunque era de los niños que me lanzaba piedras junto a otros, fue difícil aceptarlo en la granja después de todo.

Odelia soltó una pequeña risita, Historia imitó su acto. Aquel instante había olvidado todas sus preocupaciones, pero un dolor en su pecho seguido de incesantes imágenes en su cabeza la hizo dejar de acariciar su cabello, consternada por aquel intenso dolor que desapareció de pronto, asustando a los demás que se acercaron para intentar auxiliarla.

—Estoy bien —sonrío Odelia tratando de calmarlos cuando Hange quería revisar sus heridas, con una sonrisa falsa trató de calmar a los demás, mientras llevaba sigilosamente su mano hasta la zona del dolor—.

A pesar de que quería retomar su charla con Historia, la voz de Hange resonó en el lugar.

—Conseguimos esta carta de Ymir para usted. Le temo que tuvimos que cerciorarnos de que el contenido fuera confiable y seguro para usted, pero damos el voto de que no diremos nada a menos que usted lo desee —le entregó el sobre a la pequeña rubia quien, con ojos brillo sos que solo Odelia pudo reconocer, tomó asiento para leer aquella carta—.

—Odelia-san, por favor, tome asiento junto a mí —le pidió Historia a la castaña, quien término por sentarse frente a Historia mientras esta leía la carta—.

Odelia observó con atención los gestos que Historia mostraba mientras leía la carta, para finalmente, buscar más contenido entre las hojas.

—¿Está todo bien? —preguntó Odelia con preocupación. Trató de levantantarse, pero la mano de Historia y su dolor que volvía a aparecer se lo impidieron—.

—Me pregunto si eso es todo lo que escribió —soltó con un tono de decepción en su voz—.

—Sí. Es obvio que no podía darnos alguna informaron valiosa —agregó Hange—.

—¿De causalidad no habrá un mensaje que solo usted pueda leer? —preguntó Jean—.

—¿Algo encriptado? —añadió Artis a la pregunta del bicolor, pero todo fue negado por la reina.

—No lo sé, pero no es probable que ella hiciera algo como eso —declaró Historia con una sonrisa amarga—. Ah, Ymir es estúpida, sería una lastima que no entendiera eso —suspiró la rubia mientras miraba con melancolía la carta. Derramó algunas lágrimas antes de que los demás soldados llegaran, interrumpiendo la intervención de Odelia por ayudarla, tomándola solo de la mano para intentar calmarla.

Unos minutos de plática amena entre el trío de Shiganshina y la Reina fue suficiente para que Levi notara lo inestable que se veía Odelia, quien se encontraba aún sentada en su asiento, evitando la mirada gris del capitán. Tras su plática, todos comenzaron a abandonar el salón, donde solo quedaron Levi y Odelia, a ella no sentir la presencia de lo que ocurría.

—Mocosa —llamó Levi a la castaña, provocando un sobresalto en ella al no percatarse del azabache—, es hora de irnos —anunció acercándose a ella para ayudarla, pero siendo rechazado en el acto—.

—Gracias —respondió con total frialdad mientras se encaminaba hacia el recinto sin esperar a Levi, caminando con rapidez—.

Cuando finalmente estuvo sola, se detuvo para tomarse de nuevo del pecho, el cual seguía doliendo sin razones aparentes, comenzando a preocuparla. A pesar de ello, continuó su paso hasta donde sería la reunión junto a todas las facciones militares, donde también se encontraba Nile Dok a quien le dirigió una fugaz mirada antes de tomar lugar junto a Hange en la primera fila. Instantes después, Levi también tomó su lugar sin despegar su vista del asiento donde estaba Odelia, mientras que los demás también la observaban con sorpresa ya que, ese era el asiento que le correspondería a Erwin por derecho. Sin embargo, eso pasó de largo a Odelia al saber sus razones para sentarse en ese lugar. Dando así, comienzo a la reunión.

🌸
¡Hola! ¿Cómo se encuentran el día de hoy? Espero que les haya gustado este capítulo y me gustaría dedicarle este capítulo a Maquinadefuego286 quien ha estado apoyado esta historia y a quien le agradezco mucho su apoyo uwu saber y espero que le haya gustado este capítulo.

Por cierto, qué es lo que creen: ¿para quién, o quiénes, eran esas cartas 👀? Me gustaría saber su respuesta y pronto nos vemos con un nuevo capítulo.
Cuídense 💗


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