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Capítulo 2

ODELIA

Miré a mi alrededor sorprendida por el número de reclutas que había. Desde que me fui a visitar a mi familia por un par de días después de los entrenamientos; los números fueron incrementando, algo raro para la Legión puesto que en Trost se encontraba la sede del Cuerpo de Exploración.

Me bajé de la carreta que compartí junto con otros reclutas en el camino. Buscaba impaciente con la mirada a mi hermana, Marie, hacía cuatro años que no la veía y todos en casa la extrañamos, sobre todo yo; no tenía de quién acompañarme por las noches y hablar mientras hacíamos el desayuno y era un martirio tener que esperar respuesta de ella de que estaba bien, siendo que nosotros estábamos en el distrito Nedlay en la Muralla Rose, por lo que tardaba en llegar las cartas que nos enviara.

—¡Oda! —me llamó a lo lejos mi querida hermana mientras corría feliz hacia mí, ambas nos envolvimos en un fuerte abrazo mientras le plantaba algunos besos en su cabeza—. Me alegra mucho tenerte aquí, ¿cómo están todos en Nedlay?

—Todos estamos bien, lo mismo de siempre. —Me encogí de hombros mientras comenzábamos a caminar con los brazos entrelazados y recorrer el lugar antes de que me llamaran a formación—. ¿Y cómo es la gente aquí? ¿Ya pudiste conseguir algún novio? —Le di un pequeño golpe con el codo y pude notar cómo sus mejillas se ruborizaban—. ¡Lo sabía! ¿Quién es? ¿Es guapo o es rico? Aunque no importaría que fuera feo si tiene el dinero para mantenerte a ti y a mamá.

Reí por lo bajo mientras Marie me cubría la boca con su mano evitando soltar una carcajada.

—Nada de eso, es muy amable desde que lo conozco y hasta hace poco me pidió formar parte de su escuadrón —su voz se escuchaba nerviosa y volví a soltar una carcajada, hace mucho que no la veía así de enamorada.

—¿Y se puede saber quién es el afortunado?

Antes de que pudiera responderme, un hombre de al menos o casi 1.90 de alto estaba situado frente a nosotras mirándonos muy serio. Sentí encogerme con su inexpresiva mirada y me calmé mentalmente antes de intentar decir algo no tonto.

—Soldado Baumeister, su grupo la está esperando. —Marie asintió y se despidió de mí con las mejillas aún rosas, cuando se fue dirigió su vista nuevamente a mí—. Buenos días, espero que su estadía sea de beneficio a mi soldado, no me gustaría que se distraiga. ¿Cuál es su nombre?

—Yo... —Tragué saliva algo nerviosa, mi boca se había secado de repente, inhalé profundamente y por fin hablé con el puño en el corazón—. Mi nombre es Oda... Odelia Baumeister —corregí, estaba tan nerviosa que no controlaba bien mis palabras.

—Entonces eres hermana de la soldado Marie. —Asentí como respuesta—. Y bien, Oda, ¿qué te trae por aquí? ¿A qué ejército deseas unirte?

—Quiero unirme a la Legión de Reconocimiento. —Aún tenía mi saludo sobre mi corazón, una ligera sonrisa se curvo en los labios del rubio.

—Puedes descansar, cadete —dicho eso, se alejó sin decir nada más.

Respiré aliviada, aun seguía con vida. Miré tratando de encontrar mi formación y tras un par de minutos por fin lo encontré; estaba feliz porque en la noche sería la bienvenida a los que quisieran entrar a la Legión y esa sería yo.

A mi lado se encontraba Riko Brzenska, me dedicó una sonrisa ladina la cual correspondí para ambas volver a dirigir nuestras miradas al frente. Sabía la decisión que tomaría y me sentí un poco triste al saber que no iríamos juntas, finalmente se había decidido ir a las Tropas de Guarnición, extrañaría nuestras charlas en la noche cuando compartíamos literas.

Sin mucho, discursaron la despedida de graduación de los reclutas de esta generación, rompimos filas y finalmente algunos nos despedimos en abrazos. Hasta entonces, esperé a la ceremonia para quienes desearan unirse a la Legión de Reconocimiento que sería por la tarde-noche, miré a mi alrededor y comencé a dar una vuelta por el lugar para distraerme. Me enorgullecía que el escudo de espadas entrelazadas que tenía en mi chaqueta pronto serían sustituidas por las alas de la libertad. 

Estaba realmente emocionada, había quedado en el sexto lugar de mi generación y eso era lo mejor para mí; nunca fui muy fuerte pero me había esforzado de sobremanera para poder quedar en este lugar, y ahora nada me impediría dar mi vida por la humanidad si eso era lo que debía hacer.

Y por fin, la noche había llegado y junto con eso el discurso de bienvenida a los reclutas que quisieran entrar a la Legión de Reconocimiento. Me posicione en un lugar del medio de entre varios soldados y noté que el rubio de hace rato estaba junto al comandante Shadis, quien estaba concentrado en dar el discurso.

En el momento en el que lo reconocí mi cerebro se desconectó de lo que pasaba a mi alrededor. ¡Claro! Por eso había sonreído. El capitán Smith estaba feliz de que me uniría a su facción junto a otros y eso lo hacía feliz; me sentía tan tonta ahora al no haberlo notado antes. Fue entonces que volví a mis cinco sentidos y puse atención en lo que el comandante decía, pero preferí no dirigir mi mirada, estaba apenada. 

Traté de observar a mi alrededor, no sé por qué sentía la mirada fija de alguien pero no podía distinguir de quién era además de mi hermana porque ella no estaba ahí. Seguramente la habrían mandado a dormir o estaría entrenando y hasta mañana o después en la cena podría ir a verla. Y en el momento en el que por fin decidí levantar la mirada me di cuenta que era el mismo rubio el que me miraba de forma estática. «¿Por qué me mira de esa forma?» Hice omisión a eso y volví a mi trance, el discurso ya estaba por acabar.

—Así que quien desee consagrar su corazón a la humanidad, quédese en su lugar —fueron sus últimas palabras del comandante para los presentes.

Muchos reclutas se fueron, personas que estaban frente a mí me miraban con cara de asombro y como si quisieran compadecerse; ni siquiera les devolví la mirada. Vi a mi alrededor cuando noté que los pasos habían cesado y pude divisar que éramos alrededor de veinte o casi treinta los que decidimos quedarnos, regresé mi mirada al rubio quien nos miraba con orgullo y un brillo singular se mostró en sus ojos.

»Sean bienvenidos a la Legión de Reconocimiento. De nuevo, mi nombre es Keith Shadis y soy el comandante de la Legión de Reconocimiento. Por favor, cuento con ustedes para poder recuperar la libertad de la humanidad.

Estuve a punto de aplaudir pero al darme cuenta que nadie lo hizo, comencé a jugar con mis manos para disimular mis movimientos. Solté una pequeña risa al notar mis movimientos y cuando por fin pudimos romper filas me fui lo más rápido posible hasta el comedor.

—¡Marie! —solté un chillido mientras la apegaba fuertemente a mí dándome ella la espalda—, te extrañé mucho. Espero que me hayas esperado a cenar, ¡tengo mucha hambre!

Ella soltó una risa y me brindó un plato de comida junto con dos panes. Mis ojos irradiaban felicidad, tanto, que en ese momento que ni me digné a ver de reojo quiénes estaban con mi querida hermana.

—¡Eres un sol! —hable con la boca llena, mientras seguía llenando mi boca con comida, era un hábito que no hacía a menudo pero tenía demasiada hambre.

—Oda, te presento a Hange Zoë, Moblit Berner, y Mike Zacharius. Ella es Odelia, mi hermana. —Levanté mi vista al notar como me miraban con un poco de burla que aguantaban. Di un último mordisco a mi pan antes de brindarle la mano a cada uno.

—Mucho gusto —saludé apenada por mi comportamiento y cada uno me correspondió con una sonrisa.

—Encantados —respondieron al unísono.

Un poco más calmada, continué mi comida pero sentí algo raro hasta que me di cuenta que Mike me estaba olfateando cerca de mi mejilla.

—Hey —pude expresar algo incómoda hasta que se alejó con una sonrisa inexplicable.

—No te preocupes, es como si fuera un perro y quiere conocerte —articuló la castaña mientras soltaba una llamativa carcajada—. Pero dinos, Oda, ¿qué te hizo querer unirte a la Legión?

Una sonrisa descomunal esbozó mientras se le coloraban las mejillas, algo que me causó cierta gracia.

—Me gusta la idea de que algún día tendremos la libertad sin necesidad de muros, y yo tengo que ser alguien que ayude para que todos puedan alcanzar esa libertad que en lo profundo todos deseamos —hablé seriamente, siempre tuve esa idea en mente y siempre la tendré—. Y no importa si tengo que dar mi vida para ello, sé que valdrá la pena.

Pequeños aplausos por parte de Hange me hicieron sonreír apenada, continué comiendo tratando de olvidar lo que ocurrió.

—Me alegra que hables así, soldado Baumeister —la gruesa y estática voz de Erwin se escuchó detrás de mí que me quedé pasmada hasta el punto de se que me quitó el hambre; Erwin tomó asiento junto a mí y también comenzó a comer del plato que traía consigo—. Y después de eso, ¿qué otro sueño te gustaría tener?

Alcé una ceja algo incrédula con su pregunta. Partí mi segundo pan a la mitad para ofrecerle una de estas y luego contestar:

—Lo siento, pero en mi opinión, no es un sueño lo que deseo, es un realidad que pronto no será muy lejana y que ayudaré a realizar. Si hablamos de sueños, sería poder abrir una tienda de confección si no tuviera metas que proponerme y si mi esposo me lo permitiera. Para mi padre y para mí, los sueños son algo que no es posible que se realicen como desearía que fuera, en cambio, mis metas van a aquello que puedo hacer. Capitán, ¿cuál es su sueño y cuál es su meta en esta vida?

Un silencio abundó por unos segundos el momento, ¿de verdad metí la pata? Dirigí mi mirada a los demás y no entendía por qué estaban como sorprendidos, Hange quería abrir la boca pero Moblit la cerró despacio. Volví mi vista al rubio quien con una sonrisa aceptó el pedazo de pan que le di.

—Tienes razón —articuló el ojiazul mientras dirigía su mirada a su plato—. Cuando tenga pensado algo, te haré saber la respuesta.

Sin más qué decir, tomó su plato y salió del lugar, ¿ahora qué hice mal? Metí mi cabeza entre mis brazos arrepentida de mis palabras. De seguro metí la pata demasiado feo y ahora me dejaría morir en la primera expedición que tuviéramos.

Estaba sumida en mis pensamientos hasta que comencé a escuchar la risa descontrolada de la castaña, la miré confundida y luego se acercó a mí para abrazarme con fuerza.

—¡Oda! ¡Qué divertida paliza le diste al cejotas! —estaba confundida por sus palabras—. Nadie nunca le había hablado así, ¡eres la primera en no dejar que te intimide!

Todos en la mesa comenzaron a reír, pero por un lado me sentía mal. ¿Le habrá lastimado lo que le dije? Innecesariamente muchos pensamientos comenzaron a dar vueltas sobre mi cabeza que incluso a la hora de dormir no pude pegar los párpados en las primera horas.

—Vamos, Oda. Puedes disculparte mañana si lo deseas —me dije a mí misma en un susurro tratando de convencerme ir a dormir. Mañana tendríamos que madrugar y desvelarme era lo menos eficiente que podía hacer. Fue entonces que pude descansar.

Y así pasaron un par de días sin poder disculparme con el mayor, últimamente tenía muchas reuniones de lo que sea que hacían los superiores, por lo que decidí pasear un rato por la ciudad. Era nuestro día libre y Marie también estaba en aquella reunión, yo compraría lo que faltara en el cuartel en el centro de la ciudad.

Mis pensamientos se disiparon al escuchar una conversación muy extraña, eran dos hombres hablando acerca del líder de escuadrón y capitán Smith y el comandante Shadis. Me coloqué detrás de una pared escuchando con claridad lo que decían:

—Y entonces el jefe podrá estrechar sus relaciones de negocios con los Lang, será lo mejor para todos.

—Pero, ¿es necesario tener que matar a ese tal Erwin Smith? Vaya pérdida tener que hacerlo.

Mi cuerpo sintió recorrer una descarga de electricidad, estaban planeando algo turbio, algo que jamás creí que pudiera pasar.

Salí de mi escondite no sin antes cubrir mi rostro para que no me reconocieran. Corrí directo a patear el estómago de uno de los hombres y al otro lo tomé del brazo colocándolo detrás de su espalda, un ligero movimiento y le rompería el brazo.

—¿De quién son órdenes? —traté de cambiar mi voz lo más rara posible, iba jalando poco a poco pero sin romper el brazo de este, haciendo que diera alaridos de dolor—. No esperes a que tu compañero te ayude, está inconsciente, por lo que si quieres que ambos salgan vivos de esta dame toda la información que posees.

Apreté el brazo haciendo que este soltara un crujido y el hombre soltó un gran grito de dolor, agradecía que estaba el lugar desolado y si alguien estaba cerca sería un cobarde que no intervendría.

—Tú... ¡tú estás loca! —Dio una débil vuelta de su cabeza tratando de mirarme pero fue imposible, le lancé una sonrisa de burla tratando de asustarlo, lo cual funcionó.

—Puede ser.

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