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Capítulo 16

ODELIA

—¡¿Que te dijo qué?! —exclamé sorprendida y enojada.

—Él tiene razón. No puede tener tiempo para una relación ahora que tendrá un puesto mayor.

Crucé de brazos, inconforme. Resultaba que Erwin le dijo a Marie que no quería nada con ella, cuando días atrás estaba feliz a su lado matando titanes a diestra y siniestra.

—Debe haber otra causa para esto, no puedo creer que esto acabe así. No debería. ¿Qué te dijo exactamente?

—Quizás él no sabía de qué quería hablarle. Lo más probable es que yo haya malinterpretado lo que hacía —continuó hablando algo nerviosa cuando la miré molesta—: Me dijo que no estaba interesado en mí y mucho menos en formalizar una relación.

Solté un suspiro lleno de enojo, no con mi hermana, claro, sino con ese cejotas. Hablaría con él más tarde.

—Lo más probable es que algo pudo haber interferido.

—Oda, déjalo. Él tiene razón. A finales de enero del año que viene iremos a una nueva expedición, no puede perder el tiempo con alguien, mucho menos conmigo. Lo más probable es que nunca me haya querido y yo simplemente formé ilusiones vanas.

—¡Él te ama, Marie, no te rindas! —Asomé mi cabeza desde la puerta del baño, estaba lista para ir a dormir porque Marie se quedaría conmigo esta noche para no mostrarse triste junto a nuestras demás compañeras.

Al finalizar de vestirme, me senté al lado de Marie y tomé una de sus manos, tratando de darle confort. Ella lo aceptó. «Debe haber algo por lo que haya decidido tomar esa decisión», era la única alternativa que encontraba para aquel burdo desenlace mientras acariciaba las hebras doradas de mi hermana. Marie se quedó a dormir finalmente en mi cama y, entretanto, yo trataba conciliar el sueño. Al cerrar los ojos aún me encontraba con los de Isabel; era muy poco tiempo para poder superarlo aunque habían sucedido tantas cosas en tan pocos días.

Tomé un suéter y salí de mi habitación para caminar sin rumbo alguno, sin darme cuenta que finalmente terminé en el tejado. Era curioso, como si estuviera ligada a volver ahí siempre, lo único que me daba desconfianza de ir ahí era encontrarme con Levi y que él pensara que quisiera verlo. Esta vez, afortunadamente, fue diferente al encontrarme solo yo, acompañada del canto de los grillos, la luz de la luna y las diminutas y bellas estrellas que centellaban sobre el cielo nocturno.

—Si pudiera haber hecho algo... —solté, abrazándome a mí misma tratando de entrar en calor. Era una noche fría de noviembre cuando los sentimientos y los recuerdos llenos de culpa se acumulaban sobre mi pecho—. Chicos, perdónenme.

Solté un leve llanto de impotencia y tristeza. Me era difícil poder olvidar la sonrisa de Isabel y las burlas de Farlan, los extrañaría. Y, una vez más, terminé pensando en cómo estaría Levi.

—Ellos ya no están aquí —escuché detrás de mí, girando y encontrándome con el azabache, quien pareciera analizarme. Limpié mis lágrimas y con paso firme me dirigí a la salida—. Oye.

Detuve mi paso y volví a girar sobre mi eje, encontrándome con aquellos orbes azules grisáceos que me miraban con neutralidad, no como antes cuando reflejaban rencor y furia. Ahora, solo eran unos ojos destellando por la luna, brillando por la luz de esta, pero no como antes, cuando estaba con ellos eran diferentes su manera de brillar; podía sentirse una sensación de unidad que ahora se encontraba rota.

—¿Q-qué ocurre? —pregunté antes de irme. 

Sentía que me iba a sofocar si continuaba a su lado, empero, en el fondo me decía que debía aclararme más con él puesto que ambos vivimos algo trágico y debíamos ayudarnos entre nosotros a poder superarlo. Y eso solo ocurriría si estaba dispuesto a abrir su corazón una vez más a las personas.

—Me gustaría continuar con aquellas clases. Quisiera... seguir contigo —habló, dejándome una vez más, sorprendida.

—Estaré deseosa de continuar a tu lado, Levi. —Esbocé una sonrisa, conmovida de la sinceridad y tranquilidad con que sus palabras salieron de sus labios.

Al notar lo que estaba pensando, asentí, sin saber qué más  decir y finalmente me despedí con un "buenas noches". Bajé las escaleras hasta toparme con mi puerta nuevamente.

Calmé mi respiración y coloqué mi mano sobre mi pecho al sentir la rapidez con la que latía mi corazón. Entré con sigilo al lugar, mirando la litera de Isabel; decidí finalmente que mañana iba a limpiarla, debía cerrar este capítulo, al igual que Levi lo hizo. Sabía que sería difícil, pero no imposible; y debía aceptar que mis compañeros no podrían mantenerse en pie contra los titanes para siempre. Marie, Erwin, Levi, Hange, Mike, Nanaba y los demás corrían el mismo riesgo, al igual que yo.

Dirigí mi mirada una última vez a Marie antes de acostarme, acaricié un mechón rebelde que caía sobre su frente. Sus facciones mostraban total tranquilidad, a pesar de haber sufrido incontables pérdidas de compañeros caídos en batalla, ahora yo sabía lo que sentía. Me recosté a un lado de mi hermana, los ojos poco a poco comenzaron a pesarme y finalmente sentí descansar en mi habitación.


Ya era de mañana, desperté antes que Marie y comencé a vestirme con el uniforme. Pronto sería la hora de entrenamiento y quería ejercitar un poco por mi cuenta. Dirigí mi cuerpo al campo y comencé a hacer los estiramientos necesarios antes de trotar, pensaba en lo importante que sería mejorar mi rendimiento físico antes de salir a dar batalla en el exterior. Aún las palabras de Isabel antes de ir a dormir en el castillo resonaban en mi interior.

«"Quizá te parezca raro que diga esto... pero, cuando hablamos con ellos hoy... pensé que me gustaría salir a dar batalla de nuevo... tantas veces como sea necesario"» recordaba a Isabel con una leve sonrisa en su rostro y sus ojos pesados para quedarse dormida. Aún estaba viva la imagen de sus ojos llameantes color esmeralda antes de cerrarse por la fatiga de un largo día.

Detuve mis movimientos mirando al suelo, de nuevo, estaba llorando. Me di pequeños golpes en las mejillas para dejar de hacerlo, estaba harta de llorar. Si no dejaba de hacerlo, en la próxima expedición mi vida ahora estaría en riesgo y pondría en peligro la de otros.

Me limpié el rastro de lágrimas que quedaban sobre mi rostro, no debía lamentarlo, como me dijo Erwin. Debía hacer que sus muertes tomaran sentido, un rumbo que nos hacía dar un paso más cerca a la libertad. Porque no habíamos perdido a dos soldados, ganamos a uno muy fuerte que nos ayudaría a llegar a un punto nuevo de la historia de la Legión.

—¡Tienes que hacerlo! —exclamé volviendo a ponerme de en posición para comenzar a correr mirando a la línea que seguía para hacerlo.

«Hazlo por ellos, y por los que caerán. Algún día, lo harán por ti también» me dije en mi mente mientras mi respiración agitada silenciaba todos mis dolores. Comencé a correr como si la vida me fuera en ello, aunque me preocupaba un poco que para la hora del entrenamiento estuviera cansada.

—Odelia —llamó Moblit confundido mientras me observaba correr, Detuve mi paso y cuando me tomé el tiempo para observar a mi alrededor me di cuenta que ya había amanecido.

Detuve mis piernas y me recargué sobre mis rodillas, sintiendo el cansancio. Los rayos del Sol pegaban sobre mi cara, haciéndome entrecerrar los ojos para ver a Moblit con claridad.

—Buenos días, Moblit, —sonreí cansada al tiempo que trataba de regular mi respiración— ¿todo bien?

El castaño me devolvió la sonrisa mientras contestaba un poco más animado:

—Sí, Erwin te espera en su oficina. Creo que vio que ya estabas despierta, aunque quizás fueron tus gritos lo que lo hicieron saber dónde estabas.

Ambos soltamos unas carcajadas y una vez que nos recuperamos y comenzamos a caminar juntos hasta que tuvimos que tomar diferentes caminos.

—Muchas gracias Moblit. —Sonreí y con pesadez dirigí mis pasos donde fuera que estuviera el rubio.

Durante el camino traté de arreglar mi apariencia tras llegar a su oficina con mi ropa de entrenamiento y encima la chaqueta del uniforme de la Legión.

—Buenos días, capitán —saludé con la mano sobre el pecho una vez que me adentré en la habitación—. ¿En qué le puedo ayudar?

Trataba de corresponder la indiferencia que me mostró el día anterior y por supuesto también mi objetivo era mostrar mi disgusto hacia el desplante que hizo a mi pobre hermana.

—Buenos días, soldado. —Asintió con la cabeza dejando que soltara el saludo, volviendo a mi posición normal y tomando asiento—. Te he llamado aquí para que puedas hablar con Marie, he notado que su rendimiento y su estrategia ha bajado desde la última expedición. ¿Puedes pensar en una razón por ello?

—No lo sé, quizás la confianza en las personas se le fue —dije con un tono de molestia mientras encontraba una posición de defensa desde mi lugar al escuchar sus palabras—. ¿Por qué lo dice?

No me parecía justo el modo que la trataba, pero me preocupaba que la fuerza de Marie haya disminuido al haber aclarado sus sentimientos, aunque lo dudo, puesto que ella sabía lo importante que debe ser mantener la guardia.

—Su guardia ha bajado mucho, al igual que su rendimiento a la hora de matar titanes. En las expediciones anteriores, su rango de titanes era de al menos cinco, pero en esta última, ha sido de dos, de una que en escuadrón colaboramos. 

—Creo que esto debería hablarlo con ella que conmigo —respondí—. Además, en la última expedición se presentaron varios factores que no sólo a ella afectaron su rendimiento, perdimos a varios compañeros aunque no fueron bajo su cargo; fue lo que revisamos hace poco, ¿lo recuerdas?

—Sí, así fue. Pero Levi encontró un detalle acerca de eso —señaló su lado derecho para que me acercara a él, no quería obedecerlo pero la duda me consumió, ¿desde cuando Levi veía sus papeles?—. Aquí puedes ver que a pesar de haber ayudado y que a nadie le fue favorable el clima, los titanes que encontramos fueron en el primer día, que estaba despejado, ella bajó la guardia en repetidas ocasiones, pero afortunadamente, no cobró ninguna vida ello. Además que no hubo muchas pérdidas de vidas, a excepción del escuadrón de Flagon.

—No entiendo el curso a donde va esto, ¿a qué quieres llegar, Erwin? —Recargué mis manos sobre la mesa y levantándome de un brinco, estaba realmente molesta.

—Creo que es menester prescindir de los servicios de la soldado Marie Baumeister.

Volví a recargarme sobre mi asiento, atónita y sin poder creer lo que decía.

—¿De verdad por eso? Fue una sola vez. No creo que vuelva a ocurrir —repuse, molesta.

—No puedo arriesgarme a un "creo" —recalcó la última palabra con más tono.

—¿Y qué quieres que haga yo? Si piensas que se lo diré, estás muy equivocado. —Di un golpe sobre la madera del escritorio. Erwin detuvo mi mano de seguir golpeando su escritorio, dejándome bajo su silueta.

—Debes acatar órdenes de tu superior, soldado Baumeister. No hay más que discutir. Puedes retirarte.

Me levanté de golpe molesta y di un manotazo a su agarre para que me soltara, no me digné a levantar mi asiento que con mi arrebato terminó por caer; volteé mi cabeza por encima de mi hombro, dando un último vistazo al rubio, de quien podía jurar observar su mirada apagarse.

—Capitán, si será así, entonces también deberá prescindir de mis servicios también el día en que la soldado Baumeister se vaya.

—Aquí nadie es imprescindible. Tenga buen día, Odelia.

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—¡¿De verdad lo vas a hacer?! —exclamé molesta ante el comentario de mi hermana.

—De cualquier forma iba a pedir mi renuncia. —Resopló afligida mi pobre hermana mientras se dejaba caer sobre la cama—. Estoy segura que todo sería diferente si no le hubiera dicho de mis sentimientos. Seguramente es incómodo para él, por lo que lo mejor es que me vaya.

—Le dije a Erwin que si te ibas, yo también —declaré, dejando sorprendida a mi hermana—. ¿Qué querías que hiciera? Es injusto lo que te está haciendo y yo no voy a soportar estar bajo las órdenes de un idiota.

—No te permitiré hacer eso. Tú tienes más por dar. —Se levantó para tomarme de las manos y acercarme para sentarnos—. Quería decirte que si Erwin no me dejaba ir a la expedición, iba a renunciar, tiene razón, antes de que iniciara la expedición estaba distraída. No di lo mejor de mí. Pero tú, Oda, debes quedarte. Tú importas más, eres imprescindible aquí. Tú y Erwin podrán ayudar a que la humanidad avance. No te rindas, Oda.

Miré a otro lado insegura de lo que decía, puesto que Erwin había dicho lo contrario. No me gustaba la idea poder quedarme y ayudar a Erwin, además de buscar su razón para portarse así.

Fuimos a la oficina del General Shadis, para que le diera las instrucciones para prescindir de sus servicios antes de que fuera la expedición de finales de enero. Marie se iría apenas iniciara diciembre y cobrara su dinero correspondiente, lo cual finalmente no era mucho el pago pero se agregaba un poco más al ser su liquidación. Yo, le dije al comandante que no me iría finalmente, y como el idiota de Erwin le contó sobre mi desacato en su oficina, me castigó con limpiar todo el comedor una vez que todos terminaran.

—De haberlo sabido, mejor me hubiera ido —susurraba mientras restregaba con fuerza el trapo sobre la madera de la mesa, dejándola reluciente, al igual que las demás.

—Mocosa, ¿acaso no sabes limpiar? —escuché una voz que conocía bien detrás de mí.

Escuchaba sus pasos acercarse hasta donde estaba yo. Giré mi cabeza a la derecha, encontrándome con aquellos orbes grises que me miraban inexpresivos, pero con un leve brillo por el reflejo del candelabro del comedor. Me preguntaba cómo me terminaba encontrando.

—Esto está limpio —traté de defenderme, pero al escuchar su mano pasar debajo de la mesa dejando ver polvo en su dorso rasqué mi nuca algo avergonzada—. I-iba a limpiarlo hasta el final.

Chasqueó la lengua como era costumbre en él. Yo me giré dándole la espalda mientras gesticulaba exageradamente sus costumbres.

—Primero se sacude, mocosa.

—"Primero se sacude, mocosa" —imité su voz y traté de exagerar su inexpresiva mirada—. ¿Cuál es ese afán de llamarme mocosa? Tú tienes más tamaño de niño que yo.

—Y tú tienes una actitud peor que mi estatura —replicó dándome un golpe en medio de mis cejas—. Dame eso. —Me arrebató el trapo que usaba para limpiarse los restos de suciedad de su mano, tomando mi mano y dejándolo de nuevo sobre mi palma y alejándose a la salida.

—Espera —llamé y él hizo caso al instante. Por alguna maldita razón, su mirada sobre mí siempre me ponía nerviosa—. ¿T-tú tienes que ver con la actitud de Erwin?

Desde que Marie y yo nos fuimos, hubo muchos cambios, la más sorprendente era que Levi estaba del lado de Erwin, sin ningún motivo oculto. Además, tenía una corazonada de que él provocó el cambio de Erwin.

—No sé de qué hablas. Deja de perder el tiempo en tonterías y apúrate o mañana parecerás estúpida en el calentamiento.

—Como diga, capitán —respondí sarcásticamente por lo bajo, pensando en que ya se había ido cuando sentí que ya no se encontraba conmigo y no sería capaz de escucharme.

Escuché un chasquido de su parte y cómo sus zapatos avisaban de su salida del comedor. Continué mi trabajo de limpiar, un hilo de sudor recorrió mi frente, limpié satisfecha mi capa de sudor del resultado que hice limpiando. Miré por debajo de la mesa, el hábito de Levi me hizo pensar en mi poco desarrollo de hábito de limpieza.

—Ese enano... —resoplé molesta mientras me dirigía a mi habitación.

—Vuelve a repetir eso —escuché detrás de mí nuevamente, haciendo sobresaltarme y llevar una mano a mi pecho, asustada.

—¿Qué haces aquí aún? —pregunté molesta, sus pasos se escucharon hasta quedar frente a mí, a la luz de la luna.

—No te importa eso, mocosa.

—Ahora eres tú quien me espía.

—Ni quién quiera espiar a una amargada. —«¿Eso fue un chiste?» casi se me abría la boca de la sorpresa.

—¿A qué hora me debo reír, enano? —Crucé de brazos acercándome a su rostro de manera desafiante, él hizo lo mismo.

—Cuando dejes de ser una niña caprichosa. —Nos miramos fijamente por unos instantes, sonreí triunfante cuando Levi despegó la mirada primero y me daba la espalda—. Ya deberías ir a dormir, mocosa.

—Pues justo me dirigía a eso —reclamé, aunque me preocupaba el hecho de no poder dormir—. Levi —lo llamé haciendo que volviera a verme, ambos nos alejamos de nuestros rostros respectivamente y volví a hablar—, quizás no nos llevamos del todo bien pero... ¿cómo te has sentido?

Hizo una mueca de confusión, me reprendí en silencio por haber hecho tal pregunta. Despegué mi mirada de él observando al suelo. Hasta que él habló:

—Sé que nunca podré superarlo, pero haré que sus muertes hayan valido la pena para que otros sobrevivan, así tenga que entregar mi corazón a la humanidad. 

Alcé mi mirada sorprendida por su respuesta, asentí con mi cabeza y antes de irse, colocó una mano sobre mi hombro, me sentí un poco reconfortada. 

Volví a mi cuarto, encontrándome con Marie, quien preparaba sus cosas sobre su equipaje. Suspiré triste, me iba a quedar sola. Al terminar de empacar, fuimos a dormir; tomé por primera vez el lugar de Isabel, recordando aún sus palabras antes de quedarme dormida:

«"Pensé que me gustaría salir a dar batalla de nuevo... tantas veces como sea necesario"».

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Nos vemos el lunes. ♡'・ᴗ・'♡

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