Capítulo 11.5
Nunca creyó que aquello de tener que verse iba a ser seguido, casi diario, más bien semanal, o de forma aleatoria, pero ahí estaban, en un local igual de grande que cuando tuvieron que refugiarse de la lluvia.
Era gracioso, porque también estaba nublado, pero al menos en ese momento llevaban dos paraguas, y sí iban vestidos lo suficientemente bien como para no pasar frío en las oleadas de viento tan repentinas, y escandalosamente deliciosas.
Era como si el aire en esos momentos tuviera sabor, "a fresco", sería difícil de explicar si lo dijera, pero a lo que se refería era que algunas gotas realmente pequeñas mojaban su piel, lo poco como para hacer creer que solo era humedad, y tal vez por eso parecía tener olor.
Tomó aire por la nariz, mucho aire, y se revolvió entre su asiento mientras sonreía.
Una pequeña corriente eléctrica pasó por su espalda, miró por la gran pared de cristal transparente.
Algunas hojas volaban, los árboles se agitaban, algunos letreros se removían inquietos, sin irse de su lugar porque había al menos una esquina bien fijada.
El único sonido era el viento, recordándole que podía llover.
Y recordándole la situación bochornosa en la que estaba, volviendo a sentir calor por su ropaje, y por estar en una cafetería con calefacción.
-- ¿Ya decidiste? --soltó, desanimada.
-- No, estaba preguntándome porqué no hablabas.
Cierto, no había hablado mucho desde que Rusia pasó por ella a su casa, ni siquiera cuando la invitó a dar una vuelta dijo la gran cosa, un simple "está bien", como si tuviera asco.
Golpeó la mesa con sus dedos sin hacer mucho albororo, más que dejar el silencio de lado entre esa mesa.
Una vez más, miró hacia afuera.
-- Estaba pensando en algo.
Rusia sonrió.
-- ¿En qué pensabas?
-- En algo que nos involucra a los dos.
-- ¿Y qué es eso que nos involucra a los dos?
México alzó una ceja sin que Rusia lo notara, ¿cuándo fue que invirtieron personalidades? ¿Por qué Rusia estaba más parlanchín y ella más callada?
-- Ya, en serio, ¿qué tienes? Me preocupaste.
Miró hacia la mesa.
-- ¿Te sientes cómodo estando conmigo?
Lo soltó. Recargó su mejilla en su mano, y lo vio directo a los ojos.
Rusia parecía extrañado de esa pregunta.
-- Eh, sí-.
-- Lo pregunto en serio, hagamos como si en este momento no fueramos nada, siéntete con la libertad de responder lo que quieras --tomó aire, guardando la calma-- ¿Te sientes cómodo estando conmigo?
Claro que lo estaba, aquella era una pregunta muy rara.
Pero para que la mexicana se lo pregunte con tanta insistencia es porque debe sospechar algo, y no va a conformarse con un simple "sí".
-- ¿Debo actuar como si estuviera hablando con alguno de mis hermanos?
-- Supongo.
-- Déjame ver entonces --se inclinó, obvservando el techo, y recargado en el respaldo del asiento que tenía textura de sillón-- Sin mentir, el inicio fue extraño porque no estaba acostumbrado a tu forma de ser, así que me disculpo si sentiste que era algo brusco contigo.
Negó;-- No importa.
-- Claramente me he ido adaptando a tu forma de ser, y la encuentro muy agradable, es como un escape del "eres el más solitario de todos tus hermanos", porque al menos tengo una razón para salir y divertirme, y más con alguien a quien aprecio.
"¿Por qué sigue mintiendo? Me lastima".
-- No me hagas dar otra respuesta, me cuesta buscar palabras de aprecio --pidió, con una sonrida nerviosa y apenada.
Curveó sus labios, seguía sin sentirse satisfecha con esa respuesta.
En cambio, Rusia se sentía extraño de tener que hablar acerca de eso, pero era lo más honesto que podía ser sin mencionar el hecho de que todo empezó por una competencia.
Aunque empezó así, ahora mismo siente que le habría gustado iniciar de otra forma, pero si fuese así, ni siquiera tendría oportunidades de estar con ella en una cafetería de un local aún más grande.
-- ¿No estás conmigo por obligación?
Rusia se estremeció, dejó de mirar la cartilla de lo que podía pedir, asustado.
-- ¡No!
Nadie nunca en ningún momento le apuntó con una pistola y le dijo que estuviera con México.
Quiere creer que fue más su decisión que nada, y aunque no lo fuera, no se arrepentía.
-- ¡Para nada! --exclamó en un tono más bajo al darse cuenta de que con su negación llamó a la curiosidad de muchas personas.
Ella se alarmó cuando vio que Rusia puso su mano sobre la suya, la desocupada, con la que había estado palpando levemente la mesa.
Estaba intentando ser lo más objetiva posible, tan solo aceptó porque debía seguir los consejos que Portugal le había dado, y porque quería tener una respuesta fija.
O mantenerlo todo, o tirar todo a la basura.
-- Quisiera saber qué te hace sentir eso --sonaba preocupado-- ¿Hice algo que te hiciera creerlo?
"Hay muchas cosas que me hacen creerlo".
-- Más o menos --apartó su mano.
-- ¿Tú te sientes cómoda conmigo?
Que raro, se suponía que ella era la de las preguntas, ¿por qué Rusia quería saberlo?
-- Sí, así me siento, pero no puedo evitar sentir que te amargo la vida.
-- No me amargas la vida, ya te lo dije, eres de las razones por las que tengo más razones para divertirme.
-- A lo que quiero llegar --negó levemente, se estaban desviando-- Sé algo acerca de tí de antes, cuando no éramos pareja.
No le gustaba al camino a donde iba eso.
-- ¿Qué es?
-- Te gustaba Japón antes de estar conmigo.
¿Acababa de soltarlo sin filtro? No importaba, ya lo había dicho y no podía deshacerlo.
Rusia se quedó perplejo.
-- Te gustaba incluso cuando iniciamos nuestra relación --entrecerró los ojos.
Tragó en seco.
-- ¿Por qué me pediste ser tu novia si te gustaba otra chica? ¿Intentabas olvidarte de ella de alguna forma?
Se pregunta si Rusia sería capaz de admitir que todo fue un trato, o parte de una competencia.
Pero era poco probable, era Rusia, un hombre que medía casi dos metros y con aspecto intimidante, ¿cuándo un tipo así admitiría que se equivocó o que la cagó?
-- N-no sé cómo es que lo sabes...
Se encontraba entre la espada y la pared, ¿"admitir" que sí la usaba para olvidar a Japón? ¿O decirle toda la competencia que se traían?
¿Qué era peor? Las dos cosas podrían llevarlo a la mierda.
-- Es difícil tener que explicarlo.
-- Inténtalo.
-- Yo... No te estaba usando. Sé que estuvo mal iniciar una relación con alguien si aún tenía residuos de interés por alguien más, y sí hubo un momento en el que vi esto como una oportunidad de dejar eso atrás, pero créeme que, con el paso de estos días, lo he dejado de ver como eso, y ahora creo que tengo a alguien con quien disfruto pasar tiempo y está separado de cualquier cosa que tuviera en el pasado.
Ni siquiera podía verla a los ojos.
-- Y-y me disculpo si te hice sentir mal, pero-.
-- No, espera.
¿No te sientes como la mierda?
-- ¿Eh?
Tomó aire, rápido.
-- Dejaste a la chica que te gustaba para estar con alguien más, ¿no te sientes miserable? ¿No te hago sentir mal?
Detuvo su hablar, ¿entonces era eso?
-- No me estás escuchando, ¿cierto? --México mantuvo su expresión neutral, algo triste más bien-- No me haces sentir mal, me haces sentir confortable, y me haces sentir que realmente tengo a alguien a mi lado en quien puedo confiar. Te quiero a tí, ¿de acuerdo?
Apretó su mandíbula.
-- Pero esto no es acerca de si te amo o no, ¿verdad? Quieres saber si estoy bien contigo.
-- Lo que me gustaría saber con seguridad si esto va a seguir o vamos a terminar.
Ambos quedaron mudos, sin capacidad de decir algo ante esa pregunta sin signos de interrogación tan tensa.
No supo porqué, ninguno, pero sentían a su estómago revolverse de tan solo procesar una y otra vez esa frase.
-- Sigo pensando que no estás cómodo conmigo, y siento que solo por mí perdiste una oportunidad para estar con alguien más, a-así que me gustaría darte la libertad de si q-quieres seguir o ir por tu cuenta.
Desvió la mirada.
¿Terminar? ¿Tenía la opción de dejar lo que en un principio quizo? ¿En esos momentos en los que México no era de su agrado y la semi odiaba?
¿O seguir con eso que ahora tenían y lo hacía sentir bien? Se sentía increíblemente bien tener a alguien quien por alguna razón le caía bien, era como si por primera vez tuviera a alguien que realmente le escuchaba al hablar y no lo tratara como "un país muy serio y del que nadie quería cerca".
-- No, no quiero que esto termine.
Se sorprendieron, porque lo dijeron al mismo tiempo, y era una frase con muy pocas probabilidades de ser repetida por dos personas al unísono.
Se miraron, sin entender por un momento.
-- Creí que eras tú la que quería que terminara.
Negó frenéticamente;-- No, no quiero, pero es muy egoista pensar solo en lo que yo quiero.
Sonrió, apacible.
Lo podía ver, ella también se veía ansiosa, más bien renegada y temiendo a que el ruso decidiera dejarlo todo.
Pero claramente no lo iba a hacer.
-- Tampoco es como que vayas a librarte de mi tan rápido --reprochó-- Llevo varias semanas enamorado de tí, no me voy a ir solo porque quieras.
Ella rió, algo triste, pero aliviada.
-- Deja de preocuparte por idioteces como esas, no vamos a terminar, aunque se me hace tierno que te preocupes por eso --rio-- Y dime ya qué vas a pedir.
Se puso de pie, "para pedir las cosas", se dijo.
-- Un café dulce con leche y un pedazo de pastel de chocolate --pidió-- ¿Y tú?
Se alarmó al ver como él volvía a sentarse, pero esta vez a su lado, y dejando un margen de cero espacio personal al recargarse en su hombro y básicamente en todo su lado derecho.
-- Aún no sé, ayúdame a elegir.
Sonrió enternecida.
Tenía unas extrañas ganas de quitarle aquella ushanka y ponérsela, y tocar su pelo rubio, casi blanco.
Sería muy raro, pero ya que tal vez, solo tal vez, ambos estaban en la misma línea de sentimientos, no sería tan fuera de lugar.
Y con eso en mente, lo hizo.
Se puso aquella ushanka, y rápidamente restregó la palma de su mano de la cabeza de Rusia.
-- ¿Qué haces? --preguntó, burlesco.
-- ¿Te molesta? --se detuvo.
-- No, sigue haciéndolo.
Era como un masaje, y eso se sentía bien, era la primera vez que alguien pasaba sus manos por su cabello.
Suspiró, era muy cómodo tener esa confianza con alguien.
-- Te quedaría bien una rebanada sabor vainilla y un café amargo --cerró los ojos, sin dejar de lado el masaje.
-- Hm, suena bien.
-- Ahora puedes ir.
-- No quiero, estoy bastante bien con que me rasques la cabeza.
-- Haha, entonces quédate así.
A mí no me molesta, tu cabello es muy suave.
-- Gaah, pero igual tengo que ir --se acomodó, recto, deteniendo aquel masaje-- Ya vuelvo --sonrió.
Le sonrió de vuelta, viendo como se alejaba.
Ahora que podía aceptarlo libremente, era mejor.
No quería que terminara, no tan pronto, no cuando ya se había acostumbrado a él, y no cuando a penas se confesaban lo que sentían.
Dios, si alguien de la organización supiera en el lío sentimental en el que estaba, se cagaría de risa, o la golpearían para entrar en razón.
Pero creía que aquello valía la pena.
Y en cuanto no te da miedo hacer el ridículo por amor, es cuando debes tener miedo.
Estaba bien, cree.
-- Hallo Mexiko!
>¡Hola, México!
Despertó de su trance en cuanto escuchó aquel acento alemán acercarse a ella.
Sonrió, moviendo la mano para saludar.
-- Hola, Ale.
-- Es extraño encontrarnos.
-- Seh.
Apuntó hacia su cabeza.
-- ¿Esa es la gorra de Rusia?
-- Eeh, sip, ¿por?
-- Entonces Rusia está por aquí.
-- Sip-.
-- ¡Volví! En unos momentos van a traerlo- --calló al ver a su compañero alemán ahí, parado-- Ouh... Hola, Ale.
-- ¡Rusia! Qué bueno es encontrarte --hizo una mueca que luchaba por parecer una sonrisa, pero que solo disfrazaba odio.
-- Eh, tengo la desdicha de no opinar lo mismo --enarcó una ceja.
-- ¡Méx! ¿Te importa si tomo prestado a tu novio por unos momentos? Solo debo preguntarle algo.
-- Sí, no hay problema, creo.
-- ¡Gracias! Ven, Rusia.
Se lo llevó, a jaloneos, hacia otra mesa algo apartada de la que "pertenecía" a la pareja.
La mexicana tenía curiosidad por saber de qué hablarían, pero era una posibilidad nula el espiar o escuchar algo ante la distancia que conservaban entre los tres, así que dejó la intriga de lado.
-- ¡¿Qué mierda se supone que haces teniendo citas con ella?!
-- No entiendo tu enfado.
Alemania acomodó sus lentes.
-- ¡Se supone que tenías un objetivo! Y ahora llego y veo que ella tiene tu ushanka, ¿qué significa eso?
-- Eeeeh, ¿que ella tenía mucho frío y decidí prestársela?
El menor de altura sobó el puente de su nariz.
-- ¿Por qué están en una cafetería ustedes dos?
-- ¿No puedo simplemente invitarla a una cafetería?
-- Creí que te desagradaba.
-- Uh, pues ya no.
Y creo que deberíamos olvidarnos de esa apuesta...
Alemania lo miró con una expresión confundida.
Y Rusia desvió la vista.
-- ¿Por qué?
-- P-porque solamente estaría jugando con ella, y es estúpida esa pelea.
-- Primero que nada, esto no solo se hace por esa competencia, sino también para ayudar a ONU en este caso porque, si no lo recuerdas, aún tenemos que resolverlo, y así tu noviecita va a estar a salvo, y tú serás libre de eso que odias.
Parecía ser tan simple como lo decía Alemania, pero realmente no lo era, ¡y tampoco odiaba estar con ella!
Pero no tenía el valor aún de expresarlo.
-- E-ella no tiene los detalles que necesitamos para ayudar a ONU --excusó, y Alemania bufó.
-- Ni siquiera se lo has preguntado, ¿cierto?
Negó con un poco de nervios.
-- Agh, ¡estás ralentizando el trabajo!
-- Simplemente no encontré un buen momento para preguntarle...
-- ¡Este es un momento adecuado entonces!
-- ¡Espera, Alemania!
Aquel tricolor alemán caminaba rápido, molesto, pero tratando de que no se notara.
-- ¡Hola! Volvimos --tomó asiento frente a México, obligando a Rusia sentarse a lado de la mexicana.
-- Holis.
-- Por cierto, Méx, ¿cómo has estado?
-- Bien, creo que bien.
-- ¡Me alegro por eso!
-- Seh.
¿Y Polonia? ¿Cómo ha estado?
-- Me ha dicho que se siente tan cansada como nunca antes lo había estado, es una verdadera tortura para un país pasar por eso --explicó, aunque algo orgulloso de hablar de su prometida.
-- ¡Que chingón! Espero les vaya bien a los dos como padres.
-- Gracias.
Por cierto, México, hay una pregunta que he querido hacerte hace mucho.
Rusia tembló, pero prefirió no interferir.
-- Dime.
-- Me enteré de que hace como un mes y medio fuiste atacada y casi secuestrada; no pude evitar interesarme porque era algo muy extraño y nuevo.
-- Oh, entiendo a donde va esto.
-- Sí, así que, si no te molesta, me gustaría entender cómo pasó todo --hizo un ademán con ambas manos mientras explicaba.
-- Hum, la verdad es que no recuerdo mucho, ocurrió mientras estaba dormida, y lo demás parece irreal que no sé si se distorcionó, o si es así.
Mentira, claro que recordaba todo, pero tampoco le iba a hacer tan fácil el trabajo a aquel idiota que solo quería información de ella.
-- Pero me pregunto cómo es que te enteraste --después de un leve silencio, ambos chicos se confundieron ante el diálogo de México-- Quiero decir, ONU no lo mencionó en ninguna junta.
Rusia tragó saliva, y Alemania se estremeció.
-- Bueno, Rusia me dijo que se quedó cuidándote el día del incidente --respondió, tranquilizándose-- Y, de hecho, a mi también me pareció muy extraño que ONU no lo dijera en una junta, ya que considero que es un asunto de importancia mundial.
-- Sí, me parece raro, ni siquiera se ha dirigido a mí --parpadeó lentamente, tenía tantas ganas de reírse, pero seguiría en aquel papel-- Pero, aún así, parece que todos lo saben.
-- Las noticias viajan rápido en forma de chisme.
-- De todas formas, me extraña que quieras entender cómo sucedió todo --miró hacia la ventana-- Es como si quisieras información exacta para algo.
Lo sabía, ahora ambos países europeos estaban asustados.
-- ¡No me mal interpretes! Es mera curiosidad.
-- Tu curiosidad es ofensiva.
"Me está dando miedo" dijo a Alemania en silencio, moviendo solo los labios.
"A mí igual" devolvió de igual forma.
Era un momento realmente tenso.
-- He, disculpa si me notaste algo descortés --se levantó-- Realmente esa bo fue mi intención, y creo que debo retirarme, no puedo dejar a Polonia sola por mucho tiempo --rascó su mejilla.
-- Está bien, Ale, cuídate --despidió Rusia.
-- Sip, ten buen día.
-- Eh, gracias, supongo.
Se marchó, bastante aturdido y nervioso de creer en la posibilidad de que ella sepa las juntas secretas.
Hizo tantas insinuaciones acerca de eso, era imposible no creerlo.
Tal vez el estúpido de Rusia se lo dijo.
Luego se lo preguntará.
Cuando Alemania salió de ahí, volvieron a mirarse.
-- ¿Sigues aquí? --preguntó, refiriéndose a compartir el asiento.
Rusia asintió.
-- ¿Puedes seguir acariciando mi cabeza?
Volvió a sonreír.
-- ¡Claro!
Así es, puro relleno B)
Hola a todos! Cómo han estado?
Acá les traigo un nuevo cap de lo que más me gusta escribir
Efectivamente, amo el RusMéx
Pero bueno, no tengo mucho qué decir
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¡Tengan lindo día!
2895 palabras.
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