Capítulo 3: Agente especial Stone.
Eleanor
“Ella dice siempre lo que piensa.
¿Cómo quieres que le caiga bien a la gente?
J. F. Torres
—Me duele la cabeza de solo ver color blanco —me quejo a mi sargento al bajarme del coche frente a la oficina del DPS de Raycott.
El sargento Miles sonríe de medio lado y luego bufa.
—Odia ese color, jefa —responde con nobleza.
—Es cierto —tomo su mano para ayudarme a enderezar la espalda y lo observo —. Deja de llamarme jefa, llámame solo Eleanor.
—Imposible, jefa, eso no es lo que me enseñó mi padre.
Este muchacho me provoca tanta ternura. Al principio de comenzar a trabajar en mi equipo, había pensado que yo le gustaba, por cómo me trata, pero con el tiempo me he dado cuenta que lo hace por educación.
—Dale mi felicitaciones a tu padre.
Le sonrío y el me devuelve la sonrisa. Me está costando un mundo caminar con estos zapatos, debí haberle hecho caso a mi amiga Ana cuando me dijo que aquí solo había hielo.
Me tambaleo sobre los tacones negros y Miles me sostiene. De no ser por su presencia, es muy probable que hubieran hallado mi cadáver congelado frente a la comisaría
Entramos en el establecimiento y una cara joven y sonriente nos recibe. No soy muy dada a las personas que siempre están felices, asi que mi primera impresión no es muy agradable. Recoloco mi bolso negro de hace diez años en mi hombro y le dedico una sonrisa hipócrita a la recepcionista.
—Hola, muy buenos días, busco al oficial Holland. ¿Sería tan amable de decirle que me reciba?
A la chica se le esfuma la sonrisa de golpe y me mira de arriba hacia abajo con antipatía, gesto que yo aprovecho para sonreír mucho más.
«Vas sobrada si crees que me vas a hacerme empequeñecer, guapa»
—No se encuentra, y va a tardar muchísimo.
El tonito de su voz no es de mi agrado, para nada. Vuelvo a recolocar el bolso y estampo mi mano derecha sobre el escritorio de madera, provocando un sonoro golpe y logrando que la chica salte de la impresión.
— ¿Sabe quién soy? Me da la impresión que no, señorita… —leo su placa de identificación —, Rose Walker.
Ella pone los ojos en blanco y toma su teléfono móvil.
— ¿Y quién es? ¿La presidenta del país? —me dice con insolencia riéndose en mi propia cara.
Sonrío y coloco mi bolso encima del escritorio.
—Podría detenerla ahora mismo por entorpecer una investigación, o por desacato a la autoridad, usted elije.
La chica se carcajea y observa a Miles detrás de mí.
—La ley me ampara —gesticula con efusividad —. Usted no es nadie para hacer eso.
Extraigo de mi bolso la constitución de la república y la abro por una página cualquiera, pero con tal seguridad que la chica palidece frente a mí.
—Artículo 21, sección 2: “Toda aquella persona que niegue colaboración con la justicia, puede ser detenido y llevado a juicio penal, dígase lo mismo para aquellas personas que guardan información pertinente para una investigación federal” —cierro el libro de un manotazo y siento la risita de Miles a mis espaldas. La chica de cabello oscuro abre los ojos sin poder creerse mis palabras y me observa con la boca abierta.
—Yo… —murmura bajito.
Genial, ni siquiera es capaz de articular palabras ahora. Suelo causar ese efecto en las personas.
—Que conste que no lo digo yo, lo dice la ley.
Mi sargento me agarra del brazo y me aparta hacia un rincón.
—Jefa, ¿se ha inventado ese artículo, cierto? —me pregunta, gozoso, casi al borde de una carcajada.
—Totalmente —cuchicheo sin dejar de observar a la chica, que ahora mismo habla por teléfono —. La constitución solo presenta siete artículos, y ni siquiera los conozco todos.
Vuelvo a acercarme a la delgada y pálida chica y esta vez su expresión se ha suavizado. Ni siquiera le he dicho mi nombre ni quien soy, pero creo que no es necesario llegados a este punto.
—Señora…
—Jefa, jefa Stone —la corrijo. Asiente con la cabeza.
—Jefa, el subjefe Holland se encuentra ocupado, pero me acaba de hacer saber que estará aquí dentro de veinte minutos —me informa y luego sale de detrás del escritorio directo hacia el minibar.
Dejo escapar el aire de mis pulmones en un suspiro cansado y miro a mi sargento, el cual, a su vez, observa embobado a la juvenil secretaria. Le pego un codazo para que espabile y este brinca de la sorpresa.
«Hombres»
—Sargento Miles, me conoce mejor que nadie, y sabe que hay dos cosas que no soporto.
Lo señalo con el dedo y él yergue su espalda.
—Los hombres que piensan en las mujeres como un pedazo de carne, y tener que esperar —concluye él por mí —. La paciencia no es su virtud, jefa.
—Exacto. Asi que tome todas nuestras cosas, y acomódelas en cualquier parte de esta comisaría. Iremos en busca del subjefe Holland —giro mi cuerpo con dramatismo y la falda larga vuela en al aire. Camino hacia la chica, la cual bebe de una botella de agua —. Perdona, ¿dónde puedo encontrar al subjefe Holland?
Ella retuerce sus ojos con fastidio, murmura algo entre dientes que no logro entender y deja la botella de agua encima del minibar.
—Está en el bosque Sparrow, han encontrado algunas pistas sobre el último asesinato.
No necesito nada más, asi que doy media vuelta y salgo de la comisaría con Miles pisándome los talones. No tengo idea de en qué dirección ir, pero este pueblo no es muy grande. Y, para colmo, ha comenzado a nevar más de la cuenta y el cielo se ha oscurecido de golpe.
Mi cuerpo tiembla de frío y el vello de mis antebrazos se me eriza. Quizás debí haber elegido otro tipo de ropa en vez de una simple camiseta naranja cubierta por una franela de hilo amarilla y una falda a juego que me llega hasta los tobillos.
Algunas voces y murmullos se escuchan a medida que vamos acercándonos. Aparto los ojos hacia un árbol sequoia muy particular. Hace la función de entrada, o al menos, me lo parece. Es enorme, y su copa está cubierta por completo de nieve. Frente a este hay un coche policía aparcado y varios otros de diferentes colores y modelos.
—Creo que acabamos de encontrar el bosque Sparrow —comento sin apartar mi vista del árbol.
El sargento Miles me toma de la mano y me ayuda a subir el corto camino de piedras. Juntos nos adentramos en las inmediaciones del bosque y un conjunto de voces llegan hasta mis oídos. Por instinto, las sigo y me tropiezo con la escena más bizarra que he visto en toda mi carrera.
Dos piernas femeninas son sacadas de un nylon y todo el lugar se halla lleno de sangre.
La escena parece sacada de una película de terror, solo que esta es la vida real. La cruel y dura vida real. Analizo en silencio las posibilidades que tengo a la vista, el motivo de tal crimen y cómo diablos pudieron llegar esas piernas ahí si el resto del cuerpo no se encuentra.
—Parece que primero fueron fracturadas para luego ser cortadas, jefe —le dice un oficial bastante mayor y de cabello canoso a otro un poco más joven.
«Lo ha llamado jefe, debe ser Holland»
Opino que es momento de entrar en escena y así lo hago. Necesito explicar los motivos por los que creo con firmeza que la teoría que acaba de dar el oficial no es certera del todo.
—No creo que haya sido así —mascullo en alta voz a medida que salgo de mi escondite y me enfrento a varias miradas acusatorias.
En el proceso de descender por la roca hacia la posición del subjefe Holland, tropiezo y casi caigo de bruces contra el hielo. Por suerte logro agarrarme a tiempo del tronco de un árbol.
Algunos oficiales solo me observan, otros se cruzan de brazos, y, por supuesto, los más idiotas se carcajean.
— ¿Quién es usted y por qué está en la escena de un crimen sin autorización? —espeta con los brazos cruzados por encima del pecho el que supongo es el subjefe Holland. Un tipo alto, de cabello color cucaracha y ojos azules mezclados con púrpura.
Me detengo justo frente a él y suspiro. Me falta el aliento por semejante bajada.
—Soy la agente especial del FBI Eleanor Stone —le tiendo la mano, pero él no me corresponde —. Y este es el sargento Miles West.
El tipo saluda a Miles con un gesto simple y yo centro mi atención en la escena del delito. Me acerco al par de piernas y las examino de cerca, sobretodo porque no llevo guantes.
— ¿En que se basa para decir que la teoría de mi oficial es equivocada? —pregunta a mis espaldas.
Esta no era la bienvenida que me esperaba, pero ya debería estar acostumbrada. El FBI nunca es bien recibido por la policía local, ya saben, por aquello de la competencia y demás. Patrañas.
Giro mi cuerpo hacia él y le sonrío.
—Sencillo. Si se fija con atención, verá que el hueso femoral está cortado de forma simétrica. Si hubiera sido fracturado, para acto seguido cortarlo, es imposible que haya dejado el hueso simétrico. Las piernas de la chica fueron cortadas con una sierra eléctrica.
Asiente con indiferencia, pero noto cierto orgullo en sus ojos.
—Mi equipo y yo creemos que todo esto fue montado —explica él, caminando en círculos por el lugar. Sus botas de trabajo hacen un sonido molesto al pisar.
—Y están en lo cierto. Es ilógico que aquí haya tanta sangre y que las piernas se encuentren totalmente limpias.
Examino el fondo de donde se encuentra el subjefe Holland de pie. Algo extraño capta mi atención de inmediato. Una gota de algo líquido cae de forma intermitente sobre la enorme roca adherida a la pared de una especie de caseta.
— ¿Qué hay ahí? —inquiero con el ceño fruncido a la par que señalo hacia el lugar.
El subjefe Holland sigue mi gesto y niega con la cabeza.
—Solía ser la caseta del guardabosque. Lleva años abandonada y el hielo ha hecho sus estragos.
Me acerco hasta ella para ver con más claridad el contenido dl líquido que cae. Mis ojos se abren y mis cejas se elevan al percatarme de que se trata; es sangre, muy fresca. Acto seguido me quito los tacones y me trepo encima de la roca, con un poco de dificultad pero logrando mí objetivo. Asomo mi cabeza con los pies de puntilla y muchas miradas puestas en mí.
— ¡Chicos, tenemos otro cadáver! —exclamo desde mi incómoda posición.
Siento las voces y los murmullos a mis espaldas, pero tampoco es que me afecten. Digamos que estoy acostumbrada.
—Agente Stone, baje de ahí, por favor. Esta no es la manera de hacer cumplir la ley —asegura Holland con los brazos cruzados y mirada gélida.
Hago lo que me pide, no porque él me lo diga, sino porque ya no tiene sentido que esté trepada en este sitio. Asi que, de un salto bajo, me vuelvo a colocar los tacones y sacudo la nieve que ha caído en mi ropa.
Miro al subjefe Holland y le dedico una de mis sonrisas capaces de persuadir a cualquiera.
—Subjefe Holland, sepa una cosilla —me aproximo a él lo suficiente para sentir el aire frío que expulsa su boca al respirar —. Conozco las reglas, pero no voy a cumplirlas, asi que puede hacer con ellas lo que le venga en gana.
Las risas y los cuchicheos hacen eco en el bosque. El subjefe Holland solo se mantiene ahí, de pie, al parecer continúa procesando mis palabras.
«Nos ha tocado una loca» «Imposible que sea del FBI» «Los agentes del FBI son irritantes »
Todos esos comentarios me resbalan. Asi que, paso por al lado del resto de los oficiales con evidente aire de indiferencia mientras me atuso el cabello negro. De reojo escucho como el subjefe Holland chasquea la lengua y se aleja del lugar refunfuñando.
«Que poco aguante tienen»
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