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Trece.

Cuando despertó se dio cuenta de que había dormido junto con Ryouta en el sofá, también se dio cuenta de que Ryouta tuvo la energía suficiente como para ponerse bóxer pero no para ir a tirar a la basura el condón que habían usado.

Bufando, se paró, se vistió, golpeó a Ryouta en la espalda, quién a penas reaccionó y fue a tirar el condón a uno de los contenedores. El problema es que no sabía dónde lanzarlo, ¿en metales? No. ¿Plásticos? Quizás... no. ¿Desechos orgánicos?.... ¿el semen contaba como uno? Lo tiró ahí.

¿Por qué en Japón eran tan obsesivos con el reciclaje? Era incómodo preguntarse dónde había que tirar un condón usado.

Estaba pensando en su decisión de tirar el condón en el bote de desechos orgánicos cuando su celular comenzó a sonar.

—¿Diga? —dijo, entremedio de un gran bostezo.

Tiró el condón en desechos orgánicos.

—¿Vendrás?

—¿Quién habla?

—Te voy a matar.

—¡Oh! ¡Riko, hola!

—Salimos en dos horas al campamento de entrenamiento. ¿Vendrás? —repitió la pregunta.

—Ahm... sí, me siento bastante mejor que ayer.

—Ya. Adiós.

Sonaba bastante seria, y como casi siempre, Riko no le dio la oportunidad a Ayami de despedirse.

Dejó su celular sobre la mesa y se dijo que en media hora más se bañaría y comenzaría a preparar las cosas para el viaje. Por mientras, buscó su ropa interior y pijama, cuando se los hubo puesto, se sentó en el sofá y empezó a acariciar la espalda de Ryouta, que seguía durmiendo plácidamente. Lo miró fijamente y se preguntó en qué estaba pensando el universo cuando decidió que el guapísimo modelo Kise Ryouta se enamorara de la desastrosa Orenjibaku Ayami. El pelo rubio del chico estaba mejor cuidado que el de cualquiera. Sedoso, brillante, suave, sano, igual que su piel libre de imperfecciones. Sus pestañas largas, su nariz recta, sus labios rosados y bien definidos... todo de él era hermoso.

No sólo eso, es que también era alto, con buen estado físico. Carismático, deportista, modelo...

—Tiene que ser una broma... ¿por qué te gusto?

Ryouta, que se había hecho el dormido pues el sonido del celular de Ayami lo había despertado, abrió sus párpados y la miró.

—El chiste es que yo no te gusto.

Ayami se mordió el labio inferior y le dio unas suaves palmadas en la espalda.

—Me esfuerzo para que no me gustes tanto.

Ryouta se sentó en el sofá y la miró, frustrado.

—¡¿Por qué no?!

—No me puedes gustar, Ryouta. —Se mordió el labio inferior al no saber cómo explicar sus sentimientos— No puedo tener este tipo de relaciones... no ahora, al menos.

—No voy a dejar de insistir.

—¿Y si te pongo una orden de alejamiento? Puedo denunciarte por acoso.

—¡Ayamicchi!

Ryouta le miró verdaderamente enojado. Ella ni siquiera le estaba mirando.

—Fue solo por ayer, Ryouta... No sigas, no quiero que se repita.

—No puedes rechazarme completamente, ¿verdad? ¡Te atraigo! Te juro que puedo ser bueno para ti, ¿por qué no aceptas salir conmigo?

Ryouta se sentía raro diciendo ese tipo de cosas. Jamás había pensado que él tendría que rogarle a alguien por tener una relación. También estaba enojado y ofendido.

—¡Ese es el problema! ¡Yo no puedo ser buena para ti! —Ayami tomó bastante aire, y pensó lo que iba a decir—. No te lo puedo dar todo, Ryouta, no puedo darte lo que mereces. Eres un chico grandioso, en serio, no debes estar conmigo, voy a esconderte cosas, voy a desaparecer de vez en cuando, y habrá muchas cosas que no sabrás de mí y no dejaré que las descubras.

—No me importa...

—Ahora dices que no te importa. Pero si somos pareja, con el tiempo te importará, y tendremos muchos problemas. Ahorrémonos todo eso y solo... deja de intentarlo, por favor.

Comenzaba a dolerle la cabeza, y en poco tenía que preparar sus cosas parar ir al viaje de entrenamiento.

Ryouta tragó saliva sonoramente y pronunció sus siguientes palabras con cuidado e inseguridad:

—Por eso es que tu relación con Akashicchi se pudrió, ¿verdad?

—Sí...

Su dolor de cabeza se intensificó de un momento a otro, y el ojo izquierdo empezó a latir. Volvió a suspirar y se puso de pie bajo la mirada llena de decepción de Ryouta.

—Tengo que ir a bañarme.

Se encerró en el baño. Mientras se bañaba escuchó como la puerta principal se cerraba de un portazo.

Ayami se tiró al suelo sin poder más, había estado corriendo por horas, literalmente. Desde que comenzó el viaje de entrenamiento, Riko la había puesto a correr por terrenos irregulares, con dolor de piernas ―puesto que la entrenadora había intentado arrancárselas― y todo.

Tosió bruscamente, con sus pulmones buscando desesperadamente el aire que les faltaba. Recordó todos esos cigarros que había fumado y se maldijo por ser imbécil y seguir con el vicio.

Estaba sudando a montones, no sabía identificar si tenía axilas o cascadas. Como pudo, se puso de rodillas en el suelo y aspiró todo el aire que sus pulmones le permitían, calmándose.

Se paró del suelo a duras penas y sintiendo cómo las piernas le temblaban comenzó a caminar con lentitud. Ya era algo tarde, el sol estaba escondiéndose y Ayami estaba bastante lejos de la posada dónde Seirin se estaba hospedando para su campamento de entrenamiento. Mentalmente se hizo el ánimo de seguir caminando.

A paso lento, observando cómo el sol se escondía poco a poco en el horizonte, llegó a la posada. Cuando puso su mano sobre la puerta corrediza, con una sonrisa triunfante en su rostro, otra mano se posicionó sobre la suya rápidamente; se quedó viendo la mano por un instante, era grande y bronceada. Giró lentamente, sin ganas, y se pilló frente a frente con Taiga, que estaba igual o peor que ella: sudado, agitado y también una sonrisita que demostraba la victoria en su rostro.

Ayami se recargó contra la puerta, incómoda.

—¿Te-Terminó el infierno que te hizo pasar Riko? —preguntó Taiga, recargando su mano en la puerta, al lado de la cara de Ayami y como acorralando a la chica.

—S-Sí... —balbuceó Ayami— ¿Y tú, qu-qué traes ahí? —curioseó apuntando la bolsa que traía el pelirrojo.

—Son bebidas para los chicos, la entrenadora me hizo ir a buscar... una por una.

Ayami abrió sus ojos más de lo normal.

—Entonces se podría decir que sufrimos prácticamente lo mismo —sonrió la pelinaranja tomando una lata de bebida.

—¿Quieres sentarte? —preguntó él, señalando con la cabeza una banca cercana.

Asintió aún con incomodidad, caminó con Taiga hacia un banco que había cerca en el recinto. Se sentaron juntos y comenzaron a beber la refrescante bebida.

—Ayami... hay algo sobre lo que quiero hablarte...

La chica cerró con fuerza los ojos y dejó caer su cabeza hacia adelante intentando con todas sus fuerzas de no soltar un suspiro.

No me digas lo que creo que me dirás...

Quería huir. Taiga le caía bien, no quería que las cosas se echaran a perder por un sentimiento que no entraba en la categoría de amistad.

—Dime, entonces...

—El otro día, cuando la entrenadora nos castigó a ambos por pelear, parecía como... si no quisieras oírme, como si quisieras irte. —Si Taiga se había dado cuenta entonces fue demasiado obvia— ¿Por qué?

—Eso es difícil de responder —dijo, con una risita nerviosa.

Jugó con la fría lata de bebida y tomó un sorbo, incluso si sentía que ni siquiera la saliva podía pasar por su garganta.

—Pero tienes la respuesta, ¿no?

Nuevamente su cabeza comenzaba a doler y tenía el presentimiento de que si Taiga insistía en el tema se pondría agresiva al no saber cómo reaccionar.

El chico, en cambio, tenía en mente lo que Tetsuya le había dicho. Ayami ya se había dado cuenta de sus sentimientos románticos.

El silencio se prolongó por bastante, poniendo cada vez más nerviosa a la adolescente que no tenía idea de qué responder, ¿decirle la verdad o mentirle? No quería mentirle porque sabía lo difícil e incómodo que era mantener escondida la realidad, pero decir la verdad también llevaba su esfuerzo.

—No quieres responder, ¿verdad?

Negó mientras tiraba un mechón de cabello naranja detrás de su oreja. Tragó saliva sonoramente y se sintió culpable al escuchar el triste suspiro de Taiga.

Taiga mordió el interior de su mejilla. Quería ser sincero a pesar de que la vergüenza afloraba dentro de él a una velocidad impresionante.

—Creo que Kuroko tiene razón. Me dijo que tú ya te habías dado cuenta de mis sentimientos y-y ah... —se trabó por un momento—, verás... me gustas, pero, supongo que ya lo sabes.

—Solo me faltaba confirmarlo —susurró rápidamente.

—Kuroko tenía razón —miró al suelo con una sonrisa que demostraba incomodidad—. Me dijo que no sabrías cómo reaccionar si te confesaba mis sentimientos y que por eso evadías quedar a solas conmigo.

—Bueno... Tetsuya es observador, casi siempre tiene la razón...

Por eso Tetsuya dejó de insistir con sus sentimientos, pensó ella, poniéndose derecha y apretando sus labios en una línea recta. Con la mano que no sostenía la lata de bebida, apretó una de sus rodillas con fuerza.

—No quiero que seamos algo más que amigos.

Sin ningún ánimo de ver la expresión del pelirrojo, se paró de la banca y caminó con rapidez hacia la posada.

Ayami se sobó los ojos, cansada y a medio quedarse dormida parada. Le dolía todo el cuerpo, pero por fin era hora de ir a dormir. Se había ido a bañar y ya tenía puesto el pijama. Bostezó una vez más mientras caminaba, pero el sueño se le quitó de golpe al ver el cabello verde de una personita que ella conocía muy bien.

A pesar de que él fuera muy frío con ella, se sentía muy a gusto con su compañía.

—¡Shintaro! —Ayami saltó sobre el peliverde, provocando un bufido de molestia por parte de éste.

—Deja de ser tan... así —pidió Shintaro, soltándose de Ayami.

—¿Así como?

—Así —dijo, apuntándola como de forma acusadora con su dedo índice.

Ayami hizo un puchero al escuchar al chico.

—No entiendo tu punto de vista —gruñó, cruzándose de brazos—. De todas formas, ¿por qué estás aquí?

—Shutoku siempre viene a sus viajes de entrenamientos. En una simple coincidencia que nos hayamos encontrado con Seirin, una coincidencia muy molesta, nanodayo. —Reclamó acomodándose los lentes.

—¡Shintaro, eso me lastima! —se quejó Ayami, haciendo una pataleta bastante ridícula.

Shintaro miró un tanto confundido a Ayami. El de cabello verde siempre había tenido una duda existencial, ¿por qué Ayami se comportaba como una niña cuando estaba con él? Hacía más pataletas, era más hiperactiva y más habladora, y sólo cuando estaba con él. Pero no era como si le molestara mucho, pues, aunque el lanzador estrella de Shutoku no lo quisiera admitir, le gustaba tener que reñir a Ayami por su conducta o por alguna otra cosa.

Porque Ayami al final, siempre le sonreía, y esa sonrisa le provocaba un cosquilleo en el estómago.

—No me importan tus sentimientos —declaró él sin mirarle.

Ella abrió su boca como si estuviera realmente ofendida, pero fue incapaz de decir algo porque una voz muchísimo más calmada que la suya le quitó la oportunidad.

—Midorima-san, qué sorpresa.

Tetsuya tenía la misma cara inexpresiva. El ambiente se tensó ligeramente ya que, en todos sus años de conocerse, nunca habían logrado congeniar en algo más que en el básquet.

—Una no muy agradable —señaló Shintaro, tirando sus hombros hacia atrás durante un segundo.

—Ayami-san, la entrenadora me pidió que la llamara pues la cena ya está lista.

—Ah... Bueno, adiós Shin-chan.

—No me llames así.

El peliverde siguió con su camino y la pareja de amigos hizo lo mismo.

—¿Quién hizo la cena?

—Riko-san.

—¿Riko sabe cocinar?

Tetsuya recordó que Ayami no estuvo en la degustación de los talentos culinarios de la entrenadora.

—Para nada.

Llegaron al comedor común de la posada, dónde estaba el equipo de Seirin... rezando.

—¡No es para tanto! —alegó la entrenadora, con sartén en mano.

Al final si fue para tanto y Ayami, Taiga y Mitobe fueron los encargados de hacer la cena.




Con todo eso de la ecología y el reciclaje, ¿cómo chucha le hacen los japoneses -bueno, asiáticos en general- para tirar a la basura los condones usados? xd Duda existencial.

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