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Seis.

—¡Tetsu-chan! —gritó Ayami, y luego rió de forma infantil.

Tetsuya sonrió a pesar de que Ayami no podía verle. Le gustaba oírla así.

—¿Para qué me llamas, Ayami-san? —preguntó Tetsuya, aún con una sonrisa en su rostro.

—Me conseguí unas películas de terror, comida chatarra... ¿te suena?

—Es raro que me invite a mí, Ayami-san... —divagó—. ¿Qué hay de Kise-kun?

—¿Qué es eso, Tetsu-chan? ¿Celos? —Bromeó, y se rió de su propio chiste, aunque a Kuroko no le causó gracia, pues en verdad sentía celos de Ryouta— Vamos, ambos sabemos que Ki-chan grita más que yo en las películas de terror. Y eso que soy fácil de asustar.

—De acuerdo —accedió, fácilmente. Esta podría ser una ventaja—. ¿Tengo que llevar algo en especial?

—Nada, aunque si quieres traer comida extra...

—Estaré allí en una hora más.

—¡Perfecto! Te espero.


Tetsuya había optado por vestir una remera sin mangas, blanca con rayas verticales verde claro, un jean blanco, zapatillas deportivas plomas y una chaqueta de cuero sintético. Tocó la puerta del departamento de Ayami, escuchó a la pelinaranja decir una palabra ininteligible y luego sus pisadas por todo el departamento. Cuando abrió la puerta, pudo observarla con una ligera vestimenta, una remera blanca manga corta, un pantalón deportivo y descalza. Tenía el cabello suelto y mojado, que desprendía un inconfundible aroma a miel y yogurt, demostrando que acababa de darse una ducha.

—¡Tetsu-chan! —habló, con la boca llena de palomitas de maíz*.

Parece que el festín de comida chatarra había empezado sin él, pero realmente no le importaba. Le alegraba poder verla así.

—Ayami-san —respondió el saludo e hizo una pequeña reverencia.

Ayami la respondió con un poco de torpeza. El que Tetsuya siguiera siendo tan educado después de años de amistad le desconcertaba un poco.

—Entra.

El peliazul obedeció y entró. Se sacó los zapatos y para sorpresa suya Ayami le tenía unas pantuflas de interiores listas para que él se las pusiera.

—No son la gran cosa. Sólo espero que sean cómodas.

—¿Ya tenía todo esto programado, Ayami-san?

—Algo así. Hace tiempo que quería ver una película de terror con un buen amigo.

Kuroko sonrió y siguió a Ayami hasta la cocina.

—Ah, traje pastel de chocolate. Lo aproveché de comprar en camino porque sé que te gustan comer estas cosas hasta que te de dolor de estómago... —dijo, extendiendo la bolsa ante la mirada de sorpresa de Ayami.

Los ojos de ella parecieron brillar.

—Eres el mejor, Tetsu-chan —afirmó sonriendo.

Tetsuya volvió a sonreír y sintió que su rostro se acaloró un poco.

—¿Qué película veremos? —preguntó el peliceleste observando cómo Ayami distribuía las raciones de comida en cada cuenco.

—Ah, tengo tantas como para quedarnos toda la noche despiertos. Están en la mesilla de la sala de estar, por si quieres ir a ver —respondió, concentradísima cortando los pedazos del pastel de chocolate.

Pero Tetsuya simplemente se quedó ahí, observando atentamente a la pelinaranja, quién se dio cuenta de los ojos celestes del chico inspeccionándola. Se puso nerviosa y sus movimientos se volvieron más lentos, cosa que Tetsuya detectó y abandonó la cocina.

  ☠  

La película recién comenzaba y Ayami se había comido 1/5 de la torta de chocolate, mientras que Tetsuya no había probado ni un bocado de toda la comida que tenía enfrente.

Las manos le sudaban y miraba fijamente el piso pensando en cómo haría sus avances. No quería presionar y hacer las cosas incómodas, pero no era una persona que se andaba con rodeos, mejor si decía las cosas directamentes.

Quería tener a Ayami y ser su pareja, pero no quería obligarla.

Estuvo sopesando sus alternativas hasta que finalmente se decidió. Se armó de valor y carraspeó para llamar la atención de Ayami, cosa que logró. La chica le puso pausa a la película y le miró.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Ayami-san, verás... ¿puedo besarte?

Ayami se atragantó con lo que estaba comiendo y comenzó a toser, mientras que Tetsuya le miraba preocupado, repitiéndose una y otra vez que había sido mala idea decir eso, pero su mirada de preocupación se transformó en una de curiosidad al ver cómo Ayami comenzaba a reír como si le hubieran contado un buen chiste.

—Kuroko Tetsuya, esas cosas no se preguntan. Si hay una chica que te gusta, y quieres sorprenderla, sólo tómala de la cintura y dale un beso. Te juro que por un momento creí que hablabas enserio.

—Sí... sólo quería ver cómo reaccionabas ante la pregunta —agregó, algo desganado. 

—Oh, oh, pero cuidado, si ella se aparta, aunque sea un poco, tú te separas y pides disculpas.

El peliazul dejó el tema ahí y decidió que todo siguiera como estaba, por el momento. Tetsuya no atendía a la película que se reproducía delante de él por una simple razón: nunca nadie le había gustado, no tenía idea de relaciones ni confesiones. Se estaba devanando los sesos pensando en cómo podía declararse y dejarle en claro que él iba en serio, pero sus temores a que Ayami dejara de hablarle tal y como lo hizo con Kagami al éste declararse sin darse cuenta le frenaban.

La película terminó y Ayami tenía cara de aburrimiento.

—Dinero gastado, ¿sabes cuantas hamburguesas pude hacer comprado si no hubiera arrendado esta película? Realmente no lo sé, iré a buscar la calculadora.

Tetsuya se planteó por enésima vez en su vida por qué estaba enamorado de ella, Orenjibaku Ayami y no de Momoi Satsuki. Negó con la cabeza, alejando esos pensamientos y no perdió tiempo. Se paró del sofá y siguió a Ayami, que tenía su celular en mano y anotaba algunos números.

No te detengas ahora, se dijo a sí mismo.

—¡Pude haber comprado 2 hamburguesas, de las grandes, y ricas! Ah, y un helado mediano. Me arrepiento de mi vida.

Luego de haber soltado eso, comenzó a ir de nuevo hacia la sala de estar, dónde estaban viendo la película, pero Tetsuya la detuvo, tomándola por uno de sus brazos y tratando de ser cuidadoso con no hacerle daño; le costaba bastante manejarse con todo el nerviosismo que estaba sintiendo. Afortunadamente, su cara inexpresiva no lo delataba.

—Ayami-san... ¿Recuerdas cuando me dijiste que si me gustaba una chica sólo tenía que besarla para sorprenderla?

—Sí...

«Mi intuición femenina no me da muchas buenas vibras...» pensó Ayami, tratando de no mirar a Tetsuya con desconfianza.

El peliceleste no dijo nada más y besó la comisura de los labios de Ayami, no tenía la confianza suficiente para besarla directamente en los labios.

—¿Puedo besarte, Ayami-san? 



*Palomitas de maíz: aquí en Chile se les dice Palomitas, por lo que sé en Argentina pochoclos, no sé cómo se les dirá en su país pero buéh. 


Pasan los años y esto sigue sin convencerme.

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