III: Libro del Genesis: C12V12
Destruimos vidas, pero no somos destrucción.
Incendiamos ciudades, pero no somos fuego.
Avivamos la flama del caos, pero ni siquiera somos la chispa que la enciende.
La gente nos odiara y nos repudiara.
Escupirán nuestros nombres, hasta el fin de los tiempos.
Pero estamos bien con eso, porque significa que nuestra misión tuvo éxito
—Yublan J. Jaeger.
Egipto, año 2011...
La mitología egipcia está llena de deidades increíbles, dioses capaces de reconstruir la estructura de la vida y guardianes de conocimientos inmemoriales viviendo y convergiendo en un reino majestuoso.
Ha habido muchos similares Asgard, el olimpo o el patíbulo celestial, pero ninguno era tan majestuoso como lo fue Luxor.
Por milenios se creyó un lugar ficticio, pero ahora ante los expectantes mercenarios solo podían preguntarse, << ¿cómo fue que esta majestuosa ciudad cayó en desgracia de esta forma? >>
—Padre, ¿por qué esas criaturas no nos han seguido? —pregunta Kruger
—En estos momentos nos encontramos en terreno divino, los Wraiths no pondrán un pie en este lugar. —responde el anciano.
—Realmente me había hablado por años de esas criaturas, pero si no las hubiese visto en persona nunca le hubiese creído por completo. —señala el joven.
—Jackson, no ha visto ni la punta del iceberg; criaturas como estas son muy comunes en todo el mundo ocultos en bosques, mares e incluso... con forma humana entre la sociedad, ¿o me equivoco, señor Drawter? —afirma señalando a uno de los soldados que quedaban a su lado —¿O debería llamarlo Yublan Jaeger?
Al decir esas palabras el mercenario se pone en guardia alejándose del grupo con hostilidad...
Este se retira el casco rebelando un rostro caucásico, cabellos negros y un par de ojos con dotes reptilianos.
Al verlo los demás agentes apuntan sus armas contra él...
—¿Por cuánto tiempo lo has sabido? —pregunta el mercenario preparándose para pelear.
—No es la primera vez que me encuentro con un Jaeger, el clan de los dragones es bueno para esconderse, pero si conoces sus trucos es fácil detectarlos —responde de forma tranquila.
—También puedo ver que tú no eres un viejo ordinario...
—Nadie aquí es ordinario —señala con certeza, dirigiendo su mirada a Kruger.
Kruger extiende sus manos hacia su sombra creando un gigante hecho de oscuridad...
Rápidamente extiende sus manos contra uno de los edificios ordenando al gigante cortarlo con una larga guadaña de sombras; Kruger era un usuario con el don de la Umbrakinesis, el poder que domina sobre la oscuridad.
—No elegí a los hombres junto a ustedes sin motivo alguno, se perfectamente que todos ustedes poseen habilidades especiales, algunos de parte de sus ancestros —señala mirando a Jaeger —La práctica de artes antiguas e incluso quienes las poseen desde su propio nacimiento.
—¿Entonces eso significa que hay más como nosotros? —pregunta un hombre de ojos dorados, tez morena y cabellos largos.
—De momento son pocos, pero el mundo está por cambiar, pronto poderes similares despertaran en todas partes.
—Quisiera saber... —aclama Jaeger—¿Qué fue lo que vinimos a hacer aquí en realidad?, no estará pensando en usarnos para matar a un monstruo ¿o sí?
—Nada de eso, ustedes me ayudaran a llevarla con nosotros...
—¿Llevar... a quién?
—Lo descubrirán cuando estemos todos.
—¿Todos...?
El anciano se da la vuelta y entre la oscuridad de uno de los templos logra divisar un par de profundos ojos verde esmeralda acercándose a ellos.
Una monstruosa criatura cuadrúpeda emergió de entre las sombras, de piel negra y brillante con una larga fila de tentáculos rojos en su lomo, todos la vieron con horror, pero el anciano estaba tranquilo en su presencia, pues esta criatura era quien lo cambiaria todo.
Hace algunos años...
Esta es la historia de una niña...
Las noches de tormentas, un huracán de incertidumbre donde el miedo invade el corazón de las criaturas de la tierra, solo a excepción de dos.
Los peces en las profundidades del océano donde ni el huracán más fuerte puede crear secuelas y a los humanos resguardados en sus hogares de acero y concreto; pero... ¿qué hay de las otras especies?
En la mitad de la selva, se erguía una ciudadela con una torre plateada en el centro y una tormenta arreciaba sobre ellos esta noche.
No era la más grande ni tampoco causó daños notables a la estructura, esa noche los habitantes durmieron tranquilamente bajo sus techos de acero, todos a excepción de uno.
Bajo la torre de Babel en una de las habitaciones más profundas una persona era incapaz de conciliar el sueño.
Gritos y llanto inundaban su mente, el miedo la carcomía, pero no era su miedo, era el de todos a su alrededor.
Está frío, quema, duele, es ruidoso, me asusta, era el miedo de aquellas nobles criaturas quienes no llegan a comprender el evento que ocurre sobre ellos.
Esta persona sentía su miedo experimentándolo de primera mano, pero ella estaba acostumbrada.
En su juventud veía las granjas y escuchaba los pedidos de auxilio de los animales, veía los zoológicos y escuchaba a los animales llorar hasta caer dormidos.
Caminaba por la calle y era capaz de ver en carne propia los últimos momentos de un insecto antes de ser descuidadamente aplastado por un transeúnte.
¿Por qué?, No es justo. ¿Qué les hemos hecho?, Por favor... no más; cada palabra, cada súplica, cada maldición, cada grito de odio, todos dirigidos a una especie; los humanos.
Si no existieran podría volar libre en el cielo, si no existieran podría huir lejos, si no existieran no hubiera visto a mi familia ser masacrada frente a mis ojos, si no existieran... ¡los humanos!
El miedo y las súplicas la estaban volviendo loca, pero un día una voz diferente apareció, una voz que no gritaba, que no lloraba, una voz que se reía, que se reía de los humanos y de los pobres e indefensos que eran y de lo fácil que sería aplastarlos entre sus garras.
Una voz se volvió cientos y cientos se volvieron millones, esperando brotar de la tierra para traer fuego y muerte sobre estas molestas criaturas; la naturaleza pedía ayuda y los Wraith respondieron.
La niña se convirtió en mujer, mientras el mundo a su alrededor empezaba a mutar.
Pronto ella ya no era una extraña, había personas con habilidades como ella, pero cada que los veía solo veía Humanos, igual de egoístas, igual de absurdos, igual de codiciosos y destructivos, nada en lo absoluto había cambiado.
Ella estuvo al borde del umbral de la locura, hasta el día que lo conoció a él...
Año 2035...
Era un día de verano después de una tormenta...
como en cada mañana ella despertó en un ala médica, mientras los gritos continuaban sin parar, pero había algo diferente en esta ocasión. Con los años ella fue capaz de divisar entre los gritos y escuchar a través de las paredes.
—Kruger no está en la torre el día de hoy —murmura en voz baja mientras alguien entra en la habitación.
Un par de médicos ingresan en la habitación, a quienes la mujer vio con detenimiento; uno claramente había comido pollo en la cena de anoche mientras el otro había rociado su casa con insecticida, pero sin Kruger aquí tenía una oportunidad.
—Buenos días Nora, te traje el desayuno y también tu medicina —exclama el enfermero con un tono optimista —Es huevo vegano con pan de trigo como te gusta.
—Jeremy, de todos los enfermeros de este hospital tuviste que venir tu este día —espeta con un tono amenazante —Siempre has sido considerado conmigo, por eso te perdono a ti y al hombre con el atizador tras la puerta.
Ante esa afirmación la expresión del hombre palideció...
—Espero que tú puedas perdonarme.
Como un animal salvaje la mujer se abalanza sobre el enfermero, y cual gato sobre sus hombros salta hacia el exterior de la habitación.
El guardia dispara el atizador en su dirección, pero con una destreza felina ella lo evita y patea a su atacante contra la pared haciendo que su cabeza rompa el concreto y con una risa en boca emprende la huida.
Las alarmas del hospital empiezan a sonar mientras Nora deja de correr sobre sus pies para adoptar una postura cuadrúpeda, esquivando a los guardias y enfermeros del lugar con una agilidad sobrehumana.
—¿Dónde está Aset? —pregunta con una sonrisa.
Su voz resuena entre los muros de las instalaciones mientras cada insecto en las paredes plantas y suelo de la torre Babel repartían el mensaje hasta que la respuesta volvió a ella.
—Subnivel 11, celda número 902 contraseña 45558.
En su carrera a través de los pasillos avanzó hasta el ascensor más cercano, pero en su camino había 4 guardias armados con atizadores y armas tranquilizantes.
Con la fuerza de un oso arranca las puertas de dos habitaciones a sus costados y emprende la embestida contra los guardias, quienes fueron barridos como si fuesen embestidos por un Rinoceronte.
En la sala de control principal de la torre, veían el avance de la paciente quien corría imparable por el lugar, hasta llegar al ascensor donde se encontraba.
—Corten la energía del elevador —exclama el hombre a cargo quien veía a la mujer por la cámara de seguridad —Ríndete Nora, estás atrapada
Espeta viendo como ella destruía la cámara del ascensor...
En otra de las cámaras de seguridad se podía contemplar como un equipo armado se encontraba forzando las puertas del ascensor. Una sensación de calma invadió la sala por un segundo.
Pero al abrirla Nora ya no estaba en el lugar y no había evidencia de a donde había ido.
—Señor, ¿qué debemos hacer? —pregunta uno de los presentes.
—Infórmenle a Kruger lo ocurrido y asegúrense de que nada de esto llegue a oídos del patriarca —responde.
Mientras tanto en el pozo del ascensor, saltando entre los peldaños de los pisos como una gata Nora se acercaba lentamente hasta su objetivo; ansiosa por salir de las instalaciones cuando una voz resuena en su cabeza.
—Tomaste un gran riesgo bolsa de carne —espeta la voz en su cabeza.
—Los huevos de las Víboras Lazuli eclosionaran pronto, simplemente no puedo quedarme sentada y perderme este momento histórico —responde a la voz.
—Sabes bien que Kruger te atrapara tarde o temprano, no hay lugar en la ciudad donde te puedas esconder, mucho menos conmigo —expone.
—Por eso nos vamos, romperemos el perímetro de la ciudad y nos quedaremos en la cueva hasta que eclosionen —responde.
—Buscas problemas absurdos en situaciones absurdas de forma absurda, ¿sabes qué te vuelve eso? —pregunta
—¿Una persona absurda...?
—Eso te vuelve Nora —exclama con un tono gentil —te ayudaré en lo que mi poder permita, pero cuando regreses Kruger y el patriarca te despellejaran viva.
—Por favor no me lo recuerdes...
Junto a ella se observa un elevador en descenso; las voces de los muros responden a su llamado revelándole que el ascensor se dirige al subnivel once donde una emboscada la estaba esperando.
Ella pensó en todas las formas como podrían atacarla, pero con una sonrisa en boca y miedo en el corazón salto hacia el elevador.
—Aset hay una emboscada entre nosotras, ¿verdad? —pregunta.
—Sí, 20 bolsas de carne armadas y listas para capturarte —responde —¿Aún tienes el regalo que te envié?
—No podría separarme de él —exclama sacando un trozo de tela necrótica entre sus manos.
—Cuando se abra la puerta, lánzala y ponte a cubierto.
En la puerta del ascensor del subnivel 11 un pelotón de guardias armados con tranquilizantes esperaba pacientemente a Nora; y tras unos minutos el ascensor llega al piso y las puertas se abren.
Un fragmento de tela es divisado en el aire, aumentando su tamaño hasta cubrir todo el pasillo, los guardias disparan contra la entidad, pero poco fue lo que pudieron hacer mientras esta se los tragaba a todos, acto seguido regresa a su tamaño normal.
—Ya puedes salir Nora —espeta la voz de Aset.
—No los maté, ¿o sí? —pregunta temerosa.
—Tranquila, solo les quitare un poco de sangre antes de liberarlos.
—Bueno, supongo que no podría pedir algo mejor —responde.
Desde el interior de una celda oscura una criatura de ojos verdes veía como Nora abre la puerta.
El fragmento de tela vuela en la habitación destrozando los grilletes que atan sus extremidades para inmediatamente después este se fusione con su piel.
Una criatura diabólica emerge de la oscuridad, piel completamente negra y metálica, cuatro brazos con garras filosas, dientes rojos y afilados que rodean su rostro.
Cientos de espinas negras en su espalda moviéndose como tentáculos, cuernos rojos y largos que iluminaban una grotesca sonrisa y lo más notable eran sus penetrantes ojos verdes.
—¿Por qué tardaste tanto bolsa de carne? —espeta viéndola de forma hostil como si estuviese a punto de devorarla en el lugar, cuando ella la recibe con un abrazo.
—También me da gusto verte Aset —Aclama rodeando al demonio entre sus brazos.
—Por favor, una Druida no debe ser vista en fraternidades con un demonio —Afirma arrogantemente mientras acaricia su cabeza.
Una de las espinas de Aset rodea el cuerpo de Nora, sentándola sobre su lomo mientras ambas emprendían la huida del lugar.
Escapar de la ciudadela no sería fácil y era muy probable que los apóstoles traten de detenerlas, pero para Nora si es que lograban salir, todo valdría la pena.
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