1. Algo está pasando
Corría por el oscuro bosque. Una enorme pantera, negra como el carbón, le pisaba los talones y la alcanzaría en cualquier momento. Sin embargo, ella no se cansaba, a pesar de haber corrido tanto. Aún así, nada evitaría que el enorme felino la atrapara de un solo arañazo. Escapaba velozmente entre troncos y ramas, y cuando estuvo a menos de un metro de caer en las garras de la bestia, se dejó caer, impactó el suelo y, como si estuviese sobre una laguna, se hundió. La pantera la atacó, pero ella ya había desaparecido.
En lugar de hundirse más a través de la tierra, comenzó a caer desde el cielo. El bosque estaba dividido por un largo desfiladero lleno de vegetación silvestre, y entró a través de él, cayendo cada vez más rápido y a punto de estrellarse contra el suelo, pero en lugar de azotarse, frenó, como si algo hubiera detenido su caida. Puso los pies en el suelo sin ningún problema, y luego una lluvia torrencial comenzó a caer. Bastó con que dibujara con sus manos un arco sobre su cabeza para que un cristal la protegiera del agua.
Caminó entre las plantas del desfiladero y llegó a una cueva que se insertaba en uno de los muros de tierra. Se ubicó en la entrada, suspiró profundamente y caminó por la oscura caverna. A medida que entraba, la luz iba atenuándose, el suelo se humedecía y la cueva comenzaba a dirigirse hacia abajo, como un túnel hacia el centro de la tierra. La pendiente iba aumentando, cada vez era más difícil descender y, cuando la luz ya no existía y el descenso se hacía imposible, sus pies empezaron a caminar en el aire. Su cuerpo se alivianó y perdió totalmente la noción del espacio.
No podía ver ni escuchar nada. Se sentía flotar en el espacio. Estuvo un buen rato moviendo los brazos y piernas suavemente, pero sin descuidar sus sentidos en ningún momento, tratando de percibir algo en su entorno. De pronto, una luz muy débil apareció a lo lejos. La miró por un instante pensando en moverse hacia allá, pero la luz ya comenzaba a acercársele. Distinguió que se trataba de una esfera transparente que tenía dentro un denso humo de color verde oscuro. Se acercó aún más, estiró su brazo para atrapar la esfera, y cuando iba a tenerla en su mano, despertó.
La mañana estaba soleada, pero un viento helado entraba desde afuera, razón suficiente para levantarse de su cama y cerrar la ventana. Como cada domingo, no era muy fácil levantarse, pero no puede fallar a un compromiso, menos si se trata de su familia. Salió del cuarto, fue hacia la cocina, encendió el hervidor y miró el reloj: eran las 8:40. "¿Estoy dormida? No", y caminó hacia el baño. Se lavó el rostro, miró su reflejo en el espejo, puso una mano sobre él y no pudo cruzarlo. "Estoy despierta". Volvió a la cocina, se hizo una taza de té —le gusta sin azúcar— y ni se molestó en sentarse para beberla, pues dos minutos después ya estaba saliendo de su departamento.
• • •
El horario de visitas en el hospital terminaba a las 2 de la tarde, pero quería llegar lo más temprano posible; su hermana lo merecía. Le tomó poco más de 20 minutos llegar al Carlos van Buren, bastante menos de lo que demoraba habitualmente —ojalá el transporte público fuera así de lunes a viernes—. Entró al recinto y fue hasta la recepción de la Unidad de Cuidados Intensivos.
—Buenos días. ¿Alondra Guerrero?
Mientras la recepcionista buscaba en los registros en su computador, Aurora miró el reloj de la pared: 9:25. "¿Estoy dormida? No".
—¿Me facilita su carnet, por favor?
Dejó su cédula con la recepcionista, entró a la UCI y llegó al box 23: ahí estaba su hermana, igual que hace más de dos meses, inmóvil en su camilla, con una enorme gasa en la cabeza y conectada a ventilador mecánico. Se sentó junto a ella y estuvo inmóvil un instante antes de tomar su mano. La apretó suavemente y volvió a preguntarse lo mismo: "¿Estoy dormida? No. Por desgracia no es un sueño". Vivía con el miedo de que el electrocardiograma indicara que su corazón había dejado de latir, pero mientras eso no ocurriese, viviría por y para ella. Apoyó su frente en el brazo de su hermana y no pudo evitar botar un par de lágrimas, hasta que su celular vibró y se reincorporó para leer el mensaje que le había llegado.
—"Te invito a un desayuno donde doña Martu a las 11, ¿te tinca?"
—"Dale" —se limitó a responder. Estuvo todo el rato junto a su hermana hasta que llegó la hora de irse.
• • •
Sabrina la esperaba en la puerta de la modesta cafetería "Doña Martu" en Avenida Valparaíso, un lugar muy acogedor, de una atmósfera que evocaba a la estética de los años sesenta. Fueron a una mesa, se sentaron y la dueña, una señora de baja estatura y cabello rojo, de inmediato las atendió.
—¡Mis niñas! Me han tenido preocupada todo este tiempo que no han venido. ¿Cómo sigue su hermana, Aurorita?
La aludida suspiró.
—No hay mejoría —respondió con desánimo.
—Pucha, mi niña. Tan joven y tanto momento difícil que ha tenido que vivir.
—No importa, doña Martu, la vida sigue.
—¡Eso me gusta, el ánimo siempre arriba! —sacó una libreta y un lápiz— ¿Qué van a querer?
Sabrina pidió un trozo de torta de maracuyá, un kuchen de manzana para Aurora y una taza de café para ambas. Doña Martu las dejó y Sabrina de inmediato preguntó lo que más le preocupaba:
—¿No te han dicho si hay posibilidad de que se recupere?
—Se ve difícil. Además, si llegara a despertar, es muy probable que quede con secuelas.
—Pero al menos seguirá estando contigo —le tomó la mano a su amiga—. Ánimo. Pase lo que pase yo sé que vas a salir adelante. Eres una mujer muy fuerte.
—Buenos días, chiquillas —el hijo de doña Martu les llevó sus pedidos en una bandeja y los dejó sobre la mesa para luego sentarse junto a ellas—. ¿Estudiaron para la prueba de Comunicación del lunes?
—Pues... sí —respondió desganada Aurora.
—¿Qué te pasa?
Sabrina miró a su amiga con un gesto de duda, a lo que ella respondió asintiendo.
—Lo que pasa, Cris —comenzó a relatar Sabrina en voz baja—, es que la hermana de Aurora lleva unos tres meses en coma. Ella y sus papás iban de viaje al sur y, bueno... tuvieron un accidente.
El rostro de Cristóbal cambió a sorpresa y preocupación.
—O sea, ella quedó en coma y sus papás... —dijo a Sabrina y ésta asintió cabizbaja— No te creo... Aurora, lo siento mucho, me siento horrible.
—No importa —dijo de inmediato la aludida levantando el rostro—. Si me tocó vivir esto, lo voy a enfrentar venga lo que venga.
Tomó un sorbo de café y su compañero cambió el tema de inmediato.
—Por cierto, ¿cómo van los sueños lúcidos?
—Bien, estoy siempre haciendo la comprobación. Ya sabes, lo de los relojes.
—Es una muy buena técnica. ¿Y te ha dado resultado?
—Yo hago lo mismo —interrumpió Sabrina—, cuando me aparecen libros el texto nunca se ve claro, o siempre cambia, así que ahí hago la comprobación. Pero prefiero poner mi alarma para que suene en medio de la noche y así darme cuenta que estaba durmiendo.
—¿Y no te cuesta volver a conciliar el sueño? —preguntó Aurora.
—No, en realidad siempre tengo el sueño súper pesado. Pero no utilizo esa técnica muy a menudo.
—Claro, puede provocar insomnio —advirtió Cristóbal—. Pero de a poco vas a acostumbrarte y te va a ser más fácil darte cuenta que estás soñando.
—¿Has ido anotando los sueños? —preguntó Aurora a su amiga mientras comía su kuchen.
—Sí, pero sólo me sirve para darme cuenta cuando un sueño se repite.
—Es todo cuestión de práctica no más —intervino Cristóbal—. Vas a ver que luego será más fácil darte cuenta que estás en un sueño. Oye, Aurora, de casualidad —bajó un poco su voz—, y sin querer ponerte triste, ¿has soñado últimamente que hablas con tu hermana?
Aurora bajó el rostro y negó con la cabeza. Sabrina miró con rostro molesto a Cristóbal.
—Cris, atiende a la señora que acaba de llegar, por favor —dijo doña Martu desde el mesón.
—¡Al tiro! —respondió poniéndose de pie de inmediato antes de hacer otra pregunta incómoda— Disculpa, es que estoy averiguando sobre las apariciones de personas en los sueños. Otro día te cuento.
Cristóbal le sobó el hombro a Aurora y fue a atender a la señora. Sabrina miró a su amiga y ésta de inmediato supo lo que pensaba.
—Sabri, en serio, no te preocupes. Ya tengo asumido que mi hermana se me puede ir en cualquier momento —y terminó de comerse su kuchen.
Sabrina sabía lo mucho que le afectaba a Aurora la situación de su hermana, aunque no lo reconozca y quiera mantenerse serena ante todo. Sabía que era una mujer fuerte, pero también que la pérdida de sus padres aún la afectaba.
• • •
Volvía a estar en la recepción del hospital, pero esta vez estaba vacío. No había gente en la sala de espera y la recepcionista no estaba tras su mesón. Miró el reloj de la pared: eran las 12 en punto. "¿Estoy dormida? Sí" y tomó el control del sueño. Entró a la UCI y buscó el box de su hermana esperando encontrarla ahí, y una vez que llegó, se dio cuenta que no estaba. Entró y vio que no había aparatos ni máquinas; sólo estaba la camilla vacía. Puso su mano sobre ella y se quedo inmóvil, tratando de explicarse lo que pudo haber ocurrido, hasta que una voz familiar habló a sus espaldas.
—Aurora...
Volteó de inmediato para ver que su hermana estaba de pie frente a ella, descalza y usando la bata blanca del hospital. Extrañamente no tenía herida en su cabeza. Aurora la miró sorprendida y, antes que pudiera decir algo, su hermana se le adelantó.
—No te preocupes, estoy bien. Me gusta soñar, así siento que puedo ir donde quiera.
—¿Te recuperaste?
—Aún no, y no sé si me recupere. Pero mientras pueda, quiero acompañarte.
—Te echo tanto de menos, Alondra.
—Tranquila, estoy contigo. Y sobre todo en este momento: parece que los sueños dejarán de ser agradables.
Aurora trató de entender lo que su hermana acababa de decir.
—¿Cómo?
De pronto, hubo un fuerte terremoto. Ambas apenas podían mantenerse en pie, así que se arrodillaron y estuvieron frente a frente. El techo comenzó a desmoronarse, lo cual no sería un problema para Aurora quien de inmediato creó un escudo de acero sobre ellas, pero este se abolló como si fuera de aluminio. Antes que los enormes trozos de concreto las sepultaran, ella y su hermana se escondieron bajo la cama, mientras repetía "Ya no está temblando, ya no está temblando", pero parecía que había perdido el control de su sueño. Por primera vez en mucho tiempo el sueño la dominaba, la angustia la consumía y no podía hacer nada, hasta que su hermana la abrazó. De inmediato sintió la calidez de su cuerpo, la suavidad de sus manos y todos esos momentos en que Alondra la acogía en sus brazos desde que tenía memoria. Por fin volvía a sentirla muy cerca, y tal como en esos tiempos, sus abrazos la tranquilizaban de inmediato.
El techo y el hospital entero terminaron por desplomarse, y justo cuando la masa de escombros caería sobre ellas, el suelo también se desmorona. Comienzan a caer en un espacio negro, se separan y se pierden de vista entre los trozos de cemento cayendo en medio de la nada. Aurora volteó buscando a su hermana, pero no la encontró. Siguió cayendo, tratando de recuperar el control de su sueño. "Voy a caer sobre una red gigante", repetía, pero al mirar hacia abajo distinguió un montón de rocas afiladas. No había caso, no podía controlar el sueño y se estrellaría contra las rocas en cualquier momento.
—Despierta, Aurora —le decía la suave voz de Alondra.
Y cuando estuvo a punto de impactar las rocas, volvió a la realidad.
Agitadísima, se sentó, aún cubierta por las sábanas, tratando de comprender lo que había sucedido. Todavía no amanecía, aunque el cielo ya se estaba iluminando. Tomó su celular y vio la hora: eran las 6:50. Sin siquiera querer comprobar si era un sueño o no, le escribió a Sabrina.
—"Tuve una pesadilla que no pude controlar. Te cuento más cuando despiertes".
Una vez que envió el mensaje, pensó en que quizás no tendría porqué haberle contado. Total, ¿qué importaba si no podía dominar un sueño? Quizás la próxima noche lo lograría y no habría nada que temer.
Salió al balcón de su habitación aún medio dormida, recién dándose cuenta de que ya no estaba soñando. Respiró profundamente el aire marino de la mañana para convencerse de que todo estaba bien, y luego miró toda la ciudad, esa vista maravillosa de Viña del Mar que tenía su departamento en el piso 15. Su contemplación fue interrumpida por su celular, que había vibrado al recibir un nuevo mensaje. Lo leyó de inmediato.
—"¿En serio? Yo tampoco pude controlar mi sueño, ¡casi me morí!"
Aurora abrió Facebook y varios de sus amigos publicaban mensajes del tipo "Qué loco. Soñé que un león me devoraba, desperté, me volví a dormir y el mismo león me seguía devorando!!" y "Tuve una horrible pesadilla, me desperté súper temprano y ya no puedo volver a dormir". Algo estaba pasándole a todos, no solo a ella. De pronto, le llega un nuevo mensaje.
—"¿Entraste a Facebook? ¿Te fijaste que todos tuvieron pesadillas?" —escribió Cristóbal.
—"¿Tú también?".
—"Sí, soné que se me derretían las piernas, y lo peor es que no pude controlarlo".
—"Yo tampoco pude, y la Sabri dice que tampoco".
—"Tenemos que hablarlo después de clases, esto no es normal. Avísale a la Sabri que después de la prueba nos juntamos en la entrada de la U".
—"Vale".
• • •
Todos en la sala de clases estaban quedándose dormidos mientras daban la prueba. Era evidente: nadie había dormido bien. Algo muy extraño estaba sucediendo. Como era habitual, Aurora se tomaba más tiempo que los demás en responder, y más ahora que, solo con pensar en el último acontecimiento, perdía su concentración con facilidad. Cristóbal fue el primero de los tres en responder la prueba y salir de la sala, y diez minutos después Sabrina hizo lo mismo, quien pasó junto a Aurora y le susurró "Te esperamos afuera".
Fue de las últimas en terminar la prueba y, apenas lo hizo, fue hasta el baño. Se refrescó el rostro con agua y se miró al espejo, recordando el sueño que había tenido, no porque hubiera sido una pesadilla, sino porque en él estuvo su hermana. Y no solo eso, sino también la forma en que le habló. Recordaba perfectamente sus palabras: "Los sueños dejarán de ser agradables". ¿Solo lo imaginó, o habrá sido de verdad su hermana quien le había hablado? ¿Y porqué sabría lo que estaría por suceder? Algo estaba ocurriendo frente a sus narices y debía averiguarlo.
Cristóbal y Sabrina esperaban en la puerta de la universidad a Aurora, que estaba demorándose más de lo que debería. La hora tope de la prueba ya había acabado y debía haber salido hace un buen rato. Ambos decidieron caminar de vuelta a la sala para ver si la encontraban, pero una vez ahí la encontraron vacía. Se dispusieron a hacer el camino de vuelta, mirando entre los pasillos, dentro de las salas; a todos lados por si la encontraban. Hasta que su voz desde un pasillo, que extrañamente estaba vacío, los llamó.
—¡Sabrina!
Aurora recién había salido del baño y se dispuso a caminar hacia su amiga, pero cuando iba a mitad de camino, su mente se nubló y su cuerpo entero se adormeció. Un agujero con forma de diamante que emitía una poderosa luz apareció bajo sus pies. Sus piernas no le respondieron y cayó desmayada, atravesó el diamante y desapareció.
—¡¡Aurora!! —gritó desesperada Sabrina que no podía creer lo que estaba viendo, corriendo a socorrer a su amiga.
—¿¡Qué cresta está pasando!? —preguntó Cristóbal al aire siguiendo a Sabrina.
Ambos intentaron en vano llegar con Aurora, pero el diamante de luz en el suelo comenzó a crecer y acabó por atraparlos, sin darles oportunidad de gritar por ayuda; nadie los oyó, nadie los vió. Sintieron que sus músculos se habían hecho humo y un hormigueo los invadió desde sus pies hasta su cabeza. La luz los cegó, se sintieron caer y luego nadie recordó nada.
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