9.
"Entonces, demándame por lucir demasiado bien está noche.
Vistiendo tu color favorito bajo las luces..."
Si pudiera elegir este momento cómo el principio del fin en la vida cómo la conocía lo haría. Es más, lo hago. Ahora y con todas las letras de la palabra.
Nunca antes había visto una camioneta tan vulgar y ostentosa estacionada en mi casa. Pero si la había visto antes dando vueltas por la ciudad y algunas veces estacionada afuera de la asociación dónde trabajaba antes.
Por lo cual supe que el vehículo traía problemas desde que la reconocí. Bajé del auto de Arturo a toda prisa una vez me di cuenta de quién era.
De mi ex jefa, Marian. Al entrar en casa una revolución se desato, solo pocos segundos después.
—Qué bueno que has llegado —Damaris me recibió quitando mis cosas de siempre de la mano y obligándome a mantenerme lejos de Marian quién estaba sentada en un sillón individual hecha un mar de nervios.
La mujer me vio y estallo en gritos y lloriqueos. Se acercó a toda prisa a mí y comenzó a recitar una disculpa una y otra vez hacía mi persona.
—Lo siento Ada, lo siento tanto. Esto no era lo que debió de haber pasado, solo bajé la guardia un poco. No sabes cómo lo siento.
—¿Qué demonios pasa aquí? —Entre en casa y dejé mis cosas en el sillón de la puerta.
—Lo siento... —Ella seguía gritando entre palabras y llorando— es que yo... no debí de bajar la guardia... no debí de ceder, no debí de habernos vendido... tenías tanta razón cuándo lo dijiste antes, lo sabías, ¿no es cierto?
—¿Saber qué? —Traté de separarme de ella, pero la mujer me agarro fuertemente del cuello de la blusa y empujo a mis hermanas una y otra vez, cada que ellas intentaban ayudarme y acercarse, ella las apartaba.
—Que no iban a dejarnos meter nuestras narices en ciertos casos, que cerrarían la puerta a los seguimientos y que cortarían nuestros recursos una vez que nos privatizarán. —La mujer lloraba, pataleaba, jalaba y gritaba entre palabras como si quisiera que todos en mi cuadra sé dieran cuenta de lo que estaba pasando.
La puerta de la casa aún estaba abierta, así que podían escuchar los gritos desesperados de mi ex jefa.
—Sí, lo sabía... —Contesté en apenas un susurro.
Bajé la cabeza, sintiéndome culpable.
No fue mi culpa, pero lo sentía por haber visto ese lugar antes cómo un hogar, como un sitio seguro y como una familia que parecía que nunca me abandonaría.
Hasta que lo hicieron.
Todo por dinero.
Lo que más miedo me da es caer en ello, no fue fácil aceptar y tomar la decisión de irme a otro lugar, pero fue todavía más difícil, el aceptar que trabajaría en el sector privado.
Me odié, me sentí mal y de no ser porque no habría de otra no hubiera aceptado trabajar ahí.
Además necesitaba el dinero, mucho y era un trabajo que me daría más comodidades y facilidades en esa cuestión. Así que sí fue una de las razones principales para aceptar también.
—¿Y si lo sabías por qué me dejaste tomar esa decisión? —Ella me gritó y luego me soltó de la blusa, si Damaris no me atrapa pude haber terminado en el suelo cayendo de bruces.
—¿Sé te olvida que tú me echaste? —Le grité en respuesta— no fue mi culpa si pasó algo malo después.
—Sí, lo sé, eso es mío está ahora para siempre estará en mi conciencia —de nuevo se acercó a mí.
Di dos pasos atrás, pero siguió siguiéndome. Apartó de nuevo a mis hermanas y trato de posar sus manos en mi cuello...
¿Ella quería matarme?
—Todo esto es mi culpa —pero sea lo que sea qué pensará hacer, se detuvo a mitad de camino.
Sus ojos se apagaron y cayó al suelo. Ni mis hermanas ni yo le ayudamos está vez.
—Ella murió por mi culpa.
—¿Qué? ¿Quién? —Reaccioné.
Me fui hasta ella en el suelo y la tomé por la blusa ahora. La arrojé fuertemente contra la pared cómo ella hizo conmigo.
—Amelia. —Ella jadeo por el impacto de su espalda contra la pared.
Al escuchar ese nombre todo se me fue, se me nublo la vista. Solté su blusa sin decir nada más.
La mujer al escuchar el nombre salir de su propia boca y garganta se desplomo en el suelo, ahora si fue auxiliada por las dos hermanas, que aún no entendían como es que eso era tan importante para su hermana.
Pero es que ellas no sabían.
Más que nada porque Ada no contaba ningún detalle de ningún caso una vez que estaba en casa, o era fin de semana o vacaciones. Trataba siempre de mantener su vida laboral y su vida personal.
Porque ya de por sí, era muy difícil vivirlas por separado. Juntas sería imposible.
Pero Amelia, lo había sido todo. Antes, ahora y después para ella.
—¿Qué pasó?
—La encontró —dijo Damaris, al parecer su hermana mayor había tenido tiempo de hablar largo y tenido con Marian antes de que ella llegará.
Él.
La.
Encontró.
Fueron dos brazos varoniles los que está vez, como tantas otras veces la recibieron para que su cabeza no se golpeará y se ocasionará otra conmoción, con el frío y duro suelo.
¿Por qué siempre estaba para salvarla en el momento en que estaba cayendo al abismo? ¿Cómo sabía siempre que le necesitaba antes de que ella le pidiera ayuda o pronunciará las palabras?
Dichas preguntas tienen respuestas simples, pero ella ahora no tenía energía para respondérselas a sí misma, solo le importó cómo sus brazos la acogieron dentro como si fuera el único lugar donde ella debiera pertenecer desde que llegó a este mundo.
Con él.
♪♫♪
Desperté pasadas las tres de la tarde del día siguiente. Nunca he sido una mujer débil de salud, siempre manejo noticias impactantes o de gran importancia en mi área de trabajo sin problema y con toda la calma del mundo.
Pero este no era ese caso. Las personas que sabíamos sobre este caso, los cuales éramos... Marian, y un par de colegas más del lugar donde trabajaba antes y yo.
Sabíamos su importancia con solo mencionar el nombre de aquella mujer.
Amelia González Torres fue una mujer como ninguna otra. Sobresalió en todos los aspectos de la sociedad, de su vida y de su familia en los que pudo. Y no porque debiera sino porque estaba en su naturaleza ser de esa manera.
Pero lejos de verlo todo fácil o como una competencia, valoraba a los que al rodeaban. Amigos, compañeros de escuela y trabajadores, así como a su familia a la cual amaba como si fueran una extensión de su propio cuerpo.
Por eso, cuándo encontró el amor de su vida, se casó con él y llegó el momento de formar una familia propia, no lo dudo. Estaba segura de cada uno de los pasos que debía de seguir.
Cada cosa probablemente haya sido cuidadosamente planeada en su camino por lo cielos, pero de una u otra manera ella los soporto y valoro, sonreía y bailaba a la vida.
Fueran cosas malas o buenas las que le sucedieran.
Pero, lo que nunca nos advierten cómo mujeres es que los cuentos de hadas fueron creados para ser absurdos y sin lógica.
¿Por qué como una mujer se iba a enamorar de una bestia de la nada?
O...
¿Cómo es que una princesa iba a estar dormida por años y cuando despertará por un beso que no pidió se iría con el príncipe, así como así?
Abran los ojos, en esto. El amor no es un cuento de hadas.
Es difícil y si se lo entregas a cualquiera no te dejará igual que cómo entraste. Eso le paso a Amelia.
Dos meses después de casarse, llegaban de su luna de miel a su nueva casa. Casa que su nuevo esposo insistió en comprar, a su nombre claro, cuando él le rogo que no saliera a ver a sus padres para pasar más tiempo juntos. Ella debió de saberlo, pero el amor la cegó una vez más.
Después de todo eran una nueva pareja de recién casados y no era raro que necesitarán tiempo para adecuarse a su nueva vida, comenzó pidiéndolo, "No vayas a ver a tus padres, necesitamos tiempo para los dos..."
Cuando conocí a Amelia, esas fueron las primeras palabras que me dijo.
Luego evolucionó a, "ya no me amas, por eso es que no quieres estar todo el tiempo conmigo..." luego, "si me amarás tanto, no trabajarías..."
"Tus padres nos quieren separar nada más, por eso es que te dicen esas cosas sobre mí, pero míranos, estamos bien, perfectamente"
Hasta que un día, cuando ella tenía que salir de casa, la amenazó con suicidarse si lo dejaba. Ella no pensó que lo haría hasta que al regresar a su casa unas horas más tarde encontró ambulancias estacionadas llevándose a su marido al hospital por una sobredosis de pastillas para dormir.
"Ni siquiera se tomó tantas cómo para morirse de verdad" eso pensó ella ese día, que la conocí "y él mismo llamó a la ambulancia antes de hacer, así que su intención era bastante clara, al hacerlo". Pero en ese momento, sí que se asustó. Nunca antes había estado en un hospital, ella gozaba de una salud de acero y sus padres también.
Era hija única, por lo que nunca tuvo que preocuparse por la salud de los demás, solo de su propia familia, o al menos eso consideraba ella que se debía de hacer siempre.
"Debí de haberme ido en ese momento, pero le amaba demasiado para dejarlo sin intentarlo y sin buscar una solución a nuestros problemas, yo sabía que estaba mal pero quise quedarme de todas maneras".
Todo se resumía en el amor propio y el deber para ella, sobre todo consigo misma.
Ellos buscaron terapia poco después de eso, él hizo cómo que le ayudaba. Y lo fingió tan bien que cuando comenzaron a llegar los bebés a su vida parecía que todo iba de maravilla, y que se había curado por milagro.
Pero nunca es así cómo terminan estos casos.
Como profesional, siempre espero y rezo que no sea este el final para estas mujeres que se convierten en víctimas. Pero uno no puede hacer mucho para ponérsele al frente al destino.
Él juega su papel como maestro titiritero a su antojo, y nosotros no podemos hacer mucho para cambiar lo que ya está escrito.
Los ataques de celos comenzaron poco después de nació su tercer hijo, llegaron a tener dos niños y una niña, y el nacimiento de está fue la gota que derramo el vaso.
Originalmente pensaron que iba a ser un varón, como los últimos dos embarazos de su mujer. Pero entonces al momento de dar a luz, nació una niña de grandes y preciosos ojos azules.
Nadie en la familia de su esposo tenía los ojos azules.
Pero en la familia de ella, sí, solo que no era algo muy común.
"Él dijo que eso mostraba que yo le había estado siendo infiel todo este tiempo, que eso demostraba lo que él ya sabía desde antes de casarnos. Que yo era una cualquiera".
Su mujer accedió a hacerle pruebas de laboratorio y compatibilidad a la bebé para comprobar el parentesco, pero aún con las pruebas positivas en la mano el hombre no cedió, al contrario, sus inseguridades volvieron a jugarle una mala pasada.
Una y otra vez.
Hasta que de celos sin remedio y de manera esporádica, llegaron a los golpes.
Primero la golpeaba una vez y se disculpaba y jamás lo hizo delante de sus hijos. Luego de cinco a seis veces por semana y después todos los días a todas horas y poco le importo si sus hijos lo veían o no.
Su pobre madre oculto sus cicatrices y moretones todo lo que pudo, pero sus hijos eran al final... sus hijos, poseían la mitad de sus genes y por tanto su inteligencia y no tardaron demasiado en darse cuenta de lo que estaba pasando de verdad.
Le dijeron a sus abuelos, los cuales la trajeron aquí después de una última golpiza mortal que le dejó en el hospital con una pierna rota, tres costillas rotas y la nariz dislocada.
"Nunca pensé que estaría en una situación de estas, recé para nunca ser una de esas mujeres, no porque no crea en ellas y que eso ocurre, lo veo en las noticas todo el tiempo pero... nunca pensé que eso me podría pasar a mí".
Gracias al apoyo de la asociación, se le arresto y proceso. Le dieron veinte años y a ella una orden de restricción para que nunca pudiera acercase a sus hijos o ella. Por si las dudas.
Eso fue hace casi cinco años.
Pero fue gracias al sistema de sobre población de las cárceles mexicanas que salió por buen comportamiento hace una semana, ella buscó ayuda en Marian y ella le dijo que ya no había nada que pudiera hacer.
No podrían poner otra orden, porque la otra estaba vigente aún. Y que tampoco podrían darle guardias que la cuidarán o policías para protegerlos por los recursos que ahora ya no tenían.
Recorte de recursos que ella hizo que nos quitarán en un primer lugar.
Otra cosa es que, este fue mi primer gran caso de éxito. Además fue el que nos dio la fama que teníamos en la asociación. Fue nuestro gran caso, el que nos puso en el mapa.
Y ahora, según las noticias era el que haría que cerrarán el lugar.
—¿A qué horas sé fue el presidente de aquí?
—Pasadas las doce del medio día, quería quedarse a ver que estuvieras bien pero le dijimos que le llamaríamos si algo surgía. Tranquila, sé que no le quieres aquí.
—¿Y por qué es que estaba aquí en un primer lugar?
—No lo sé, apareció más temprano y dijo que debía hablar contigo de algo importante. Pero estaba afuera esperándote, le dije que tú debías de decidir si querías hablar con él.
—No quería verlo.
—Sé que no quieres, pero él trajo comida para todas y se aseguró de que estuviéramos bien mientras despertabas, además... —Mi hermana guardo silencio, justo cuando comenzaba a captar mi atención.
—Habla ya.
—Él pagó todos los gastos funerarios de Amelia yha ayudado a los niños a que estén en un buen hogar temporal, sé que te lastimó y no puedo creer que sea yo misma la que lo diga, pero no haría nada de esto si no le importarás tanto.
—Eso no vale. No debería.
—¿Por qué no?
—Porque me rompió, no puedo volver a ser lo que era antes de él.
—¿Y quién dice que hay que volver a eso? No digo que hayan sido malos tiempos, pero si estabas tan mal no sería bueno cerrar ese ciclo y comenzar de cero de manera saludable. —Miré incrédula a mi hermana— Y tampoco creo que diga esto, pero él no es Donovan.
Pasé toda la tarde arreglando asuntos del funeral de Amelia. Su marido la encontró cómo ella aseguraba que lo haría si pisaba un pie algún día fuera de la prisión.
La atacó con todo, la apuñalo diecisiete veces hasta que ella dejó de luchar y de defenderse. Para suerte de los niños, estaban en la escuela a esa hora, pero para mala suerte fueron ellos los que descubrieron el cadáver sin vida de su madre cuando regresaron.
Llamé a los refugios que conocía y pedí que inmediatamente hubiera profesionales de la salud, psicólogos y pedagogos atendiéndolos. No es fácil superar un trauma cuándo sucede de la nada, y mucho menos si eres un testigo del hecho.
Las imágenes nunca se van, se quedan instaladas en lo profundo del cerebro y cuando recordamos algo amargo regresan para no dejarnos seguir. Lo sé de sobra, aun en estos tiempos y años después tengo pesadillas con el día de la muerte de mis padres.
Incluso hablé con Claudia para que me dejará llevar el caso de ellos desde esta otra asociación.
Por la tarde, me dejaron verlos, jalé de todas los recursos que tenía para lograrlo. Hablé con cada funcionario que se me atravesó y me dijo que no era posible hacerlo porque yo no era un familiar directo de los niños y mi juicio estaba demasiado comprometido.
—¡Por supuesto que estaba demasiado comprometido! —Le grité al director de desarrollo familiar de la ciudad.
La primera regla de los profesionales de la salud física y mental es no hacer "transferencia" con nuestros pacientes. No debes competerte, no hacer promesas que no estás segura de cumplir, pero, aun así, debes lograr el rapport.
Que básicamente es, establecer una conexión con la otra persona, en este caso el "paciente o cliente" (depende de dónde trabajes) para lograr una conexión y que este confié en la ayuda y en ti.
Pero muchas veces es imposible lograr eso.
Y cuándo se logra, en muchos de los casos es bastante inestable. Tanto que sí fallas en tu tarea puede perder la confianza de la persona para siempre. Y no se trata de eso, queremos ayudar a ayudar.
No solo ayudar, apoyar, confortar si es necesario. Dar armas y amor propio a las personas con las que trabajamos para que salgan al mundo y hagan lo mismo con otras personas.
Para que seamos una sociedad funcional y feliz.
Pero no todo es color de rosa en la vida, que daría yo porque nada terminara mal.
Por la noche, regresé a mi casa con ayuda de Arturo. Mi hermana me envió un mensaje de texto avisándome que al llegar estaría esperándome Alexei.
Cuando Arturo lo vio, quiso quedarse a mi lado. Había resultado ser un gran apoyo durante todo este proceso, no se despegó nunca de mí desde que supo lo que paso. Pero esto, era algo que debía decir y hacer.
Por mí misma.
Sobre todo si quería cerrar el capítulo de una vez y por todas.
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