5.
"Qué no sé a dónde a voy, no es real...
Hace ya tiempo, te volviste uno más...
Y odio cuando estoy lleno de este veneno...
Y oigo truenos si no estás..."
¿Cuál es mi mayor defecto? Soy floja, ya está, lo dije.
No tiene caso ocultarlo. Damaris dice que cuando era más pequeña solía pedirme que hiciera sus tareas por ella. Y las hacía sin dudar, esto hasta que me aburría, me daba flojera y lo mandaba todo al demonio.
Por eso es que para que quedarme en un lugar por mucho tiempo siempre busco la comodidad, ante todo.
Por suerte y gracia de todos los dioses mi nuevo lugar de trabajo me quedaba muy cerca de casa. Por lo que no tenía que levantarme tan temprano para llegar a este. Me daba tiempo de desayunar con mis hermanas y mantener una conversación del tipo que quieras, sin andar con prisas y corriendo.
Puedo comer, dormir y por supuesto salir con mis amigos si quiero.
Después de mis primeras dos semanas de trabajo había vuelto a sentirme cómo un ser humano decente, que digo un ser humano, una mujer de nuevo.
Completa, esperanzada, fuerte e independiente cómo siempre lo he sido. Por fin pisaba mis zapatos y sentía que eran míos y que estaban bien llenos y afianzados al suelo.
Los días de quedarme llorando en la penumbra de la noche y dormida con nada más que dolor dentro de mi corazón quedaron atrás. No creo que las heridas hayan cerrado, pero están cerca, mucho más cerca, ahora mismo.
Llamé a mis amigas de siempre, y salí un par de veces a tomar tragos, cenar o al cine con mis nuevos compañeros de trabajo. Con todos ellos, asistentes, jefes y hasta los de seguridad.
Hacían buenas fiestas, lo supe desde la primera carne asada a la que me invitaron y la cuál no pude negarme por ser la primera.
Pero sin duda alguna lo que más me complació recuperar, fue mi autoestima. No vale la pena perderla por nadie, ni por amor y si la pierdes por tal motivo. No es amor.
O al menos no uno que sea sano mantener.
Debes ponerle fin, aunque no soy quién para decirlo ya que aún le quiero, todavía le pienso. Sobre todo, en la noche cuándo estoy sola con el silencio de mi habitación, al cerrar los ojos antes de entrar en el sueño profundo y al abrirlos algunas veces en la mañana y ver al girarme en la cama, saber que no está ahí de nuevo.
Me duele.
Es un viernes por la noche, mis compañeros me han convencido de ir a cenar después del trabajo. Después de la quinta vez, comencé a ir a todas y cada una de ellas. No solo por lo agradables que eran todos conmigo sino porque de verdad me sentía cómoda y feliz con ellos.
Cómo no lo hacía con él.
Segura y confiada de hablar del pasado, de la familia o del trabajo.
También descubrí más o menos al mismo tiempo que todos los que trabajaban aquí habían pasado por una tragedia que los había marcado.
Primero que nada debo mencionar que hay tres hombres más además de Arturo en mi mesa de trabajo y que de todos estos departamentos dependemos, uno sin el otro no puede hacer muchas cosas solo.
Y segundo que con todos ellos me llevó de maravilla.
Dicho eso explicaré sus historias brevemente.
Camila fue la primera en abrirse a mí y querer ser mi amiga. Con ella comí en mi segundo día en ese lugar. Fue una mejor amiga, quién le quitó todo lo que le puedes quitar a una mujer. Al saber su verdad entendí porque era cómo era. Ella es nuestra psicóloga clínica.
Aprendió la lección a la mala y de la manera más dura que puedes hacerlo. No confíes en nadie, lee a todos basándote en lo que dicen con su lenguaje corporal, por eso siempre estaba en las entrevistas con los clientes.
Ella iba a casarse, con su novio y mejor amigo de toda la vida. Esto hasta que su mejor amiga de la infancia regreso poco antes de su boda y sé decidió a quitárselo. Ella dice que no te pueden quitar lo que no es tuyo y que él definitivamente no lo era. Sino jamás habría cedido ante ella, aunque no lo vio así al principio.
—"Quise matarlos, de verdad, quise prenderle fuego a su auto y a su casa, pero no lo hice".
Palabras de ella no mías. Y quizás si hubieran estado justificadas por lo que le paso después. Descubrió que estaba embarazada poco después de cancelar todos los planes, incluido el pastel, el salón y la iglesia que ya estaban pagados y de los cuáles no pudo recuperar ni los depósitos.
Debido a toda la tristeza y tensión, perdió al bebé poco después de saber que lo esperaba. Jamás sé lo dijo a su ex porque no merecía saberlo y en eso estoy de acuerdo con ella.
Además, según ella, eso no hubiera hecho ninguna diferencia.
—"En el momento en que me dejó un mes antes de la boda ya no le quise más, todo el amor que le tenía se esfumo cómo vapor".
Y cómo está hay más historias.
Arturo perdió a su prometida por un conductor ebrio. Ernesto nuestro encargado del departamento de informática fue señalado toda su vida por su sobre peso. Nuestro encargado de seguridad, Mateo no logró entrar en la policía porque su padre cometió un delito cuándo joven que mancho hasta la fecha a toda su familia, él cumplió su condena y se rehabilitó, pero no convenció a nadie.
Su padre, se suicidio cuándo tenía casi cuarenta al no encontrar un buen trabajo para poder mantener a su familia. Le sobrevivieron cuatro hijos y su esposa.
Lidia nuestra Contadora perdió dos dedos en una explosión de gas en su casa cuando era niña. Una estufa vieja y la negligencia de sus padres le costaron numerosas cirugías y tratamientos para tratar de salvarle la mano y los otros tres dedos. Al final, se logró, ella se fue de su casa cuando cumplió dieciséis años y no ha vuelto a verlos.
Diana es nuestra abogada número uno, eso porque tenemos dos en la asociación. Ella es infértil de nacimiento, la dejó su pareja poco después de recibir esa noticia de su médico.
Baltazar es nuestro otro abogado, pero no por eso es menos importante. Ha estado enamorado del mismo hombre toda su vida. Y cuando por fin junto el coraje para confesarle sus sentimientos, él se mudó a otro país.
Celia, es nuestra psicóloga educativa. Y su historia creo que no es la más trágica de todas, pero aún así entra en la categoría de triste. Pasó toda su vida cuidando de su madre enferma, debido a que su padre las abandonó cuándo su madre la esperaba y los padres de los dos las corrieron de su casa, directo a la calle.
Y cuándo trato de vivir su vida, según ella fue demasiado tarde para hacerlo. Ahora tiene más de cuarenta años y tiene miedo de intentarlo.
Pero los que aún no conozco son Gema la de Recursos Humanos e Iván quién es nuestro Director General. Casi nunca salen de sus oficinas y tienen mala fama de ser aprensivos tanto como ser inflexibles en todo.
Y cuando digo todo, me refiero a todo.
Y ese es nuestro equipo de trabajo en la mesa principal. Sin contar a los asistentes personales, secretarias, intendencia, recepcionistas y demás personal administrativo que también cuentan. Solo que aún no me sé todos sus nombres y casi no convivo.
La culpa la tiene el tiempo, que nunca me rinde cómo yo quiero.
♪♫♪
Mi debilidad no racional, o dicho de otra manera mi miedo. Son las arañas, no puedo ni verlas, me paralizo y no puedo hacer nada al respecto.
Y le digo debilidad no racional porque no sé de donde viene. Mis padres tampoco, solo estaba ahí un día. Hasta que le conocí a él.
No funciono, te lo adelanto desde ahora.
Pero no por eso es que lo menciono hasta en mis pesadillas. Al principio, cuándo termino y cómo me dejó no podía dormir y cuándo lo hacía mis hermanas me dijeron que lo nombraba entre sueños.
Hasta en esos momentos de debilidad, en lo que no podía culparme por extrañarle le pedía a gritos que lo que nos paso hubiese sido mentira. Fue entonces cuándo él se convirtió en mi debilidad no racional.
—¿Señorita está consciente que es de mala educación rechazar la oferta de un buen hombre a comer? Sobre todo, uno que salvo su vida el otro día.
—Este es un país medio libre, casi todo el tiempo, yo puedo hacer lo que me plazca. Y si ahora quiero rechazarlo, lo haré sin dudarlo.
—Y sin tentarse el corazón.
—¿Por qué habría de hacerlo?
—Porque lo pido de buena fe, de corazón.
—Encuentro eso realmente muy difícil de creer, hombre.
—¿Por qué es eso?
—Porque es un hombre.
—¿Y esa es razón suficiente?
—No sé puede confiar en un hombre, en realidad no sé puede confiar en los seres humanos para nada.
—¿Por qué piensa eso?
—Porque somos humanos, cometemos errores, está dentro de nuestra naturaleza ser de esa manera.
—Sin embargo se olvida de algo muy importante para que su pensar tenga sentido, o al menos lo haga para mí.
—¿Qué es eso señor?
—Que usted también es humana, por ende, tampoco sé puede confiar en usted, es lo que dice.
—Especialmente en mí no sé debe confiar señor. Y es precisamente porque soy humana que se lo digo, jamás le deposite su confianza por completo a un ser humano, sobre todo si puede evitarlo.
—¿Y si decido hacerlo aún sabiendo el riesgo que corro?
—Entonces entré en la madriguera del conejo consiente de no que no saldrá, al menos no cómo espera.
El hombre me sonrió complacido. Estaba de pie al otro lado de la habitación, aunque lo dejé entrar en el aula de maestros no quiso tomar asiento. Alego, respeto.
Yo estuve de acuerdo totalmente, es por eso que no le insistí, pero no por eso me quedé de pie. Estaba cansada de lidiar con niños pequeños toda la mitad de la mañana y por lo que a mí respecta me merecía estar sentada todo lo que podía.
O al menos hasta que el timbre del final del descanso sonará y me lo prohibiera.
—Entonces, ¿un café?
—No sé va a cansar de insistir, ¿verdad?
—Es que me gusta conversar con usted, y si tengo que sacrificar mi tiempo sagrado de comida para hacerlo, lo haré de la manera más feliz, con tal de pasar unos pocos minutos, aunque sea peleando.
Él sonrío y yo no lo pude evitar.
Era de esos hombres que sonreía con todo, con su rostro, con sus ojos y eso siempre me había parecido irresistible.
Hablando de miedos no racionales. Este estaba a la vista también.
—Salgo a las dos de la tarde.
—La esperaré afuera, puntual —dicho eso, el hombre abrió la puerta de la sala y se fue con y una gran sonrisa en los labios.
Puntual a las dos de la tarde, un coche negro y de lujo estaba esperando por mí en la entrada de la escuela primaria general número cinco de nuestra ciudad. No es que estuviera viendo el reloj para saberlo.
Es que yo soy así.
Siempre sé qué hora es, aún sin ver ningún aparato. Que le voy a hacer, es un don, una maldición o quizás un castigo saberlo. Aún recuerdo la última hora que se me quedó grabada para siempre en la memoria.
La hora de la muerte oficial de mis padres.
Creerías que estoy loca por recordar ese detalle, y que no pude haber acertado en eso a menos que hubiese sido dicho por un profesional. Pero es que yo estaba ahí, cómo no iba a saberlo.
En realidad, yo les di los primeros auxilios a los dos mientras los socorristas llegaron a la escena. Aunque sabía primeros auxilios avanzados a una muy corta edad, no hubo nada que mis hermanas, yo, o los paramédicos pudiéramos hacer por ellos.
Murieron a las seis con cinco minutos de la tarde, en el pavimento de la avenida principal de la ciudad, la más transitada y la más peligrosa para cruzar, especialmente si llevas de la mano a tres niñas pequeñas.
Ada no me creía que fuera posible tampoco, hasta que tuvimos el acta de defunción en nuestras manos. Nunca antes habíamos visto semejante papel, pero después de ese día fue uno de los papeles más importantes de nuestras vidas.
Hay cosas que jamás sé te van a olvidar en la vida. Para mí son las horas, su rostro cuándo le conocí y lo que me hizo.
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