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4.


"No quiero dormirme.

Porque no sé si me levantaré.

Y no quiero causar una escena.

Pero me muero sin tu amor".


Es de noche. La cerveza sabe amarga está noche, los recuerdos bailan ante mis ojos amargos también, un error es palpable en el aire. Me he disculpado miles de veces, sin tener la culpa de nada.

Me prometiste y rompiste ahí mismo con esas promesas. Crecí, cambié y maduré por ti, rompiste todo de mi ser y aun no es suficiente.

¿Qué más quieres de mí?

Esa pregunta me atormenta cada noche desde esa tarde.

¿Si no te hubiera enfrentado con la verdad sobre los dos te hubieras ido de todas maneras?

Busqué por todas partes, en la casa, en tu recamará, una señal que me dijera que no querías irte. Algo que me señalará en tu rostro que eras infeliz y que me dijera que no querías irte.

¿O es que siempre quisiste salir corriendo y yo estaba tan aferrado a querer que te quedarás que me cegué y no quise ver la realidad?

Con cada trago me vuelvo más loco, menos sobriedad, cada vez son más las ganas de salir corriendo a buscarte. Quiero hacerlo, pero cómo siempre uno o más de los miembros de mi equipo de seguridad no me lo permiten.

De no haber sido por ellos, ahora mismo tendría una cicatriz más grande en la mano y en el corazón. Porque he querido nada más que buscar pelea, todo el día. Desde que te fuiste.

Lo que más me mata es la incertidumbre, porque no puedo tener esas ansiadas respuestas a las preguntas que no me dejan dormir dando vueltas en mi cabeza cada que llega la hora de terminar un día.

Cada que paso por una calle que podría ir hacía tu casa quiero salir corriendo a la calle, correr entre los coches y no respetar los semáforos, como una de aquellas series coreanas que tanto te gustaba ver las noches de viernes, para buscarte, y decirte con un beso todo lo que siento por ti.

Claro, que esta no es una serie coreana.

Porque si lo fuera quizás ya habríamos regresado. O quizás uno de los dos estaría muerto o algo peor, pero sin duda alguna sería tan dramático cómo ahora lo es esta situación y este encierro.

No ha vuelto a haber otra mujer en el mundo para mí. Han pasado siete meses, dos semanas, un día y unas cuantas horas y tu nombre aún está en mis labios cómo la primera vez.

A veces cierro los ojos en la penumbra y soledad de mi habitación y lo pronuncio solo para recordarme que te amé y me amaste también.

Y si pudiera decirte algo para que volvieras solo por esta noche, aún consciente de lo que me haría ese dolor, te diría "Cariño, si el amor es dolor, vamos a lastimarnos está noche".


♪♫♪


Pocas personas saben que es amar y tener que dejar ir porque no pueden amarse de la misma manera.

Eso nos paso a los dos. O eso es lo que quiero pensar. El dolor del pasado en nuestros antepasados era demasiado al ponernos en la balanza.

Nunca quise convertirme en ese tipo de mujer que giraba en torno a su hombre nada más. Por eso mismo nunca le hice una promesa a una persona que no pudiera cumplir. Incluso a mis hermanas.

Aunque están sus excepciones.

Aquel martes de marzo, se estaba por presentar una excepción de aquellas que no puedes evitar querer cumplir con cada partícula de cuerpo. Solo que no lo sabes hasta que el hombre de traje costoso y brilloso llega a tocar tu puerta preguntado por ti precisamente.

—Hola... —Estaba sola en la sala de maestros, cómo pocas veces realmente.

Pero es que mientras algunos profesores cuidaban a los niños durante lo que conocemos cómo su descanso, a mí me gustaba encerrarme aquí para aprovechar el tiempo y estudiar para mis clases de la tarde.

Asomé la cabeza por un espacio de la puerta que pocos conocían.

La puerta estaba cerrada, pero aún podía tocarla para llamar la atención de quién estuviera del otro lado y más cerca que pudiera abrirte. Por ello para entrar necesitabas forzosamente que alguien te abriera.

Hoy, ese alguien era yo.

¿Por qué fui yo, Dios? Cientos de veces me hice esa pregunta hasta el día de hoy.

Debí de haberlo sabido, pero no lo hice. No puedo culparme de los juegos de Dios en la tierra con los destinos de los menos afortunados en la vida, cómo yo y mis hermanas, solo puedo rezar y hacer lo menor que pueda para terminarlos de la mejor manera posible.

—¿Hola? —Abrí la puerta ligeramente. Y ahí estaba el hombre del otro día.

Por suerte para ustedes, era el bueno y no el malo.

Aunque poco después, eso cambio para los dos.

—Hola. ¿Qué hace usted aquí?

—Le sorprendería si dijera que he venido a buscarla a usted.

—Sí, lo haría y mucho.—Aquel comentario le hizo sonreír. Se notó toda su dentadura blanca y brillante para mí— ¿Y por qué está aquí?

—Ya sé lo dije he venido por usted.

—Eso ya lo escuché, pero no ¿por qué ha venido a verme a mí en este día y a esta hora del día precisamente?

—¿Es un mal momento? —El hombre colocó sus manos, una en la puerta y otra en el marco. Haciendo que estuviera muy cerca de mí.

Muy cerca.

Tragué saliva poniéndome nerviosa.

—Algo —dije apenas en un susurro.

No quiero, pero las piernas me temblaban cómo gelatina.

—Solo quería asegurarme de que estuviera bien. Honestamente no me quedé muy conforme el otro día al verla partir sin siquiera asegurarme yo mismo de que estaría bien.

—Estoy bien —levanté la guardia por si acaso.

Y tenía razón en eso, debía de haber estado tan arriba que ni él ni nadie nunca pudieran bajarla.

Pero en su lugar él sonrió y yo caí con esa sonrisa cómo una tonta.


♪♫♪


Lo más loco que me ha pasado en este lugar no es llevar un caso difícil, sino aprenderme los nombres de todas las personas que trabajan ahí.

Y yo creía que mi nombre era bastante difícil de saber o pronunciar, incluso de escribir correctamente. Sobre todo, mi segundo nombre, en la escuela había profesoras que me llamaban "Marisela".

Pero entonces llegué a este lugar dónde nadie es más loco o más raro, eso, hasta que escuchas sus nombres.

Cómo en el otro lugar tenía aquí también un equipo con quién debía trabajar sí o sí. Igual tenía al menos a uno de cada una de las profesiones necesarias para la resolución correcta de casos.

No es que esto pueda garantizar siempre que se ah de ganar, pero si por lo menos que al perder no sé perderá demasiado. Ese, ha sido siempre mi lema "Que las perdidas sean menores que lo que ganas en un año".

Mi tasa de triunfos hasta ahora es del tres por ciento. No es por nada, pero es una de las más altas del estado.

—Adanary te presento a tus nuevos compañeros de equipo —Claudia me llevó al día siguiente a conocer a cada una de las personas con las trabajaría y para ello convocó una junta.

Justa y necesaria, le dije cuándo me pregunto esa misma mañana si sería buena idea.

En una habitación larga y amplia, estaba situada en el centro una mesa ovalada dónde había siete personas sentadas a lo largo y ambos lados de la mesa.

—Primero tenemos a nuestro abogado estrella, especialista en Derechos Humanos y jefe de su división de abogados por supuesto... el joven Arturo De la Fuente Ramírez.

El hombre se levanto de la silla y se acercó para hablar conmigo y estrechar mi mano.

—Hola, es un gusto conocerte Adanary, espero que te sientas bien aquí. Y estoy para lo que necesites.

—El gusto es mío y es Ada por favor.

Su toque era cálido y su tono de hablar era amable, aunque apenas y dijo una docena de palabras hacía mí. Pero es que esa es una de las cosas que siempre me van a gustar de ser yo.

Saber quién es una buena persona con un solo toque o con pocas palabras. Aunque esto aplica solo para adultos, para los niños siempre será diferente.

La siguiente en presentarse fue una mujer. Menuda cómo yo, pero su piel era ligeramente más pálida que la mía, mi abuela tenía una manera de llamar a este tono de piel y es "aperlado". No es morena, porque no es tan oscuro para llegar a serlo, pero tampoco es completamente blanco.

Es algo entre los dos.

Su nombre era Camila. La similitud con el nombre de la otra mujer, aquella chica vulgar que me quito mi anterior trabajo me hizo dibujar una mueca en mi rostro, una que ella pudo ver. Esperaba que no pensará que era algo en su contra, solo era la similitud.

—¿Pasa algo malo?

Oh Dios...la chica me ha visto.

Arruga la nariz un poco, y yo al verla estoy pensando que me soltará un montón de groserías o algo por estilo.

Porque si yo fuera ella, es lo que haría.

—Ya sé que no es un nombre muy bonito, pero es todo lo que tengo —ella sonríe con todos los dientes y yo suspiro aliviada.

La he librado por poco.

Qué bueno que la chica no es yo.

Uno a uno los presentes en la sala, se levantan para saludarme de mano y decirme sus nombres. Secretamente cuándo nos sentamos a la mesa todo para ver la agenda de la nueva semana que comienza de trabajo, anoto debajo, en la parte trasera todos los nombres de mis nuevos compañeros.

Tampoco soy buena con los nombres, así que me valgo de esto, tómelo cómo una especie de acordeón para no olvidarme de nadie.

—Me alegra que a todos les simpaticé la idea de tener una nueva compañera, pero tenemos que pasar a otros asuntos si queremos cumplir con todas las tareas pendientes de esta semana.

—¿Así que aquí trabajan por semana? —Pregunté genuinamente interesada.

Arturo es el que me explica está vez.

—Así es. Es más rápido de hacer todo porque nosotros no esperamos a que las dependencias nos contesten.

—Nosotros, —recalca Claudia—, no nos quedamos de brazos cruzados mientras el gobierno con sus leyes nos dice que no y nos cierra la puerta. Siempre buscamos una alternativa. Y por suerte para ayudarnos en el sector, tenemos aliados y amigos.

—Pero todo es legal, no te preocupes —Contesta Camila, parece que mi rostro lo ha dicho por mí sin que me dé cuenta.

Vaya si es buena leyendo a la gente. Por eso es nuestra psicóloga a cargo y bien merecido que se tiene el puesto. Ahora lo veo. Parece que lee mentes.

—Me alegra. Porque lo que más me desesperaba de dónde estaba es cuándo las mismas dependencias de gobierno, hermanas o contrarias te cerraban las puertas en la cara o te detenían por trivialidades en los procesos.

—Cómo las copias o cómo los nombres de más, ¿no?

—Así es. —Asiento segura. Me giró y todos en la sala están haciendo lo mismo que yo.

—Te entendemos —mi jefa habla nuevamente— todos los presentes hemos pasado más o menos por lo mismo que tú. Camila, por ejemplo, estuvo trabajando muchos años en una escuela secundaria privada dónde no podía hacer nada sin consultarlo primero con la directora y si a esta no le parecía no sé hacía nada con los niños o los padres.

—Todo por el dinero —Camila completó lo que mi jefa no quería decir— si ellos pagaban, no importaba lo mal que se portarán mientras pagarán las cuotas.

—Y aquí... Arturo perdió su trabajo de maestro de apoyo y pedagogo por los últimos recortes de una escuela privada. Después fue a dar a una institución cómo la que describimos antes y no duró demasiado ya que eran más los casos que se quedaban inconclusos que los que se cerraban.

—No tienes ni idea de los niños que van de un nivel a otro sin saber si quiera leer de la manera correcta.

Sí, lo sé.

—Sí, lo sé. Mi hermana mayor trabaja en una escuela pública, me atrevo a decir que es una de las pocas buenas en las que los maestros verdaderamente tienen la vocación de servir y son apoyados por los padres tanto cómo por el director y sus maestros de apoyo para sacar a los pocos niños que tiene adelante sin importar que problemas de aprendizaje puedan presentar y el dinero pues... falta, pero siempre falta en todas partes y ellos aun así lo siguen intentando con lo poco que el estado y la federación les dan.

—Y tienes razón en eso, no todos los lugares son malos y no por eso decimos que los buenos no valgan la pena —dice mi jefa poniéndose de pie, se coloca al principio de la mesa para ser mejor vista y escuchada— pero son pocas y ese es nuestro mayor problema que cómo profesionistas debemos enfrentar, sobre todos si salimos al mundo solos.

De nuevo todos en la sala asienten, también yo.

—Por eso es que creamos este lugar, por y para la mejora de nuestra comunidad, para contribuir de la mejor manera y correctamente a nuestro prójimo, ayudando a ayudarse sin dañar nada en el proceso a ninguna de las partes.

No cabe duda de que aquí es a dónde pertenezco.

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