11.
"Creí que habíamos construido una dinastía que nadie podría romper..."
El funeral fue al día siguiente, una de las cosas más difíciles por no decir feas de hacer como un allegado de la persona fallecida, es tener que recoger el cuerpo.
El día anterior solo me sentí bien y me dirigí hasta la morgue para hacer ese proceso. En cuanto vi el rostro de mi amiga y vieja clienta debajo de la sábana blanca me quería morir.
Lágrimas se me escaparon, el cuerpo entero me tembló. Quise caerme, quise esconderme en el rincón más cercano de la habitación, hacerme bolita y nunca salir de ahí.
Pero me tragué mi dolor y el vacío y salí de ahí para decirles aquella noticia a sus hijos.
Los tres pequeños me habían mirado caminando por el pasillo y se echaron a llorar. Corrí a abrazarlos y solo pude prometerles lo justo, que no los abandonaría jamás.
Aquella mañana, me puse un vestido de color negro sólido, con un poco de vuelo debajo de la cintura, zapatos cerrados y suéter ligero con encaje en la parte del frente, detrás era sencillo y cerrado.
Aquel conjunto le había gustado a Amelia una vez que la llevé al albergue dónde vivió después de salir del hospital, se fue con sus hijos ahí mientras el proceso con su esposo seguía, todo para la protección de todos ellos. Claro, en ese entonces había comprado el vestido y el suéter para ponérmelos en un bonito día de otoño, ya que cubrían bastante con la tela, no tenía escote y llegaba debajo de la rodilla.
A veces sentía que me haría ver más pequeña debido a mi estatura, y es que hay algunas prendas que no están hechas para todos los cuerpos. Lo aprendí a la mala, empeñada siempre en las tiendas en comprar ropa de una talla cuándo no me quedaba.
Ya sea demasiado grande, o demasiado apretada.
Claudia vino por mí y nos hizo favor de con su auto movernos a lo largo de todo el día, mis hermanas y sus hijos venían en el mismo auto. Era una camioneta pequeña pero nos quedaba.
Justa y necesaria.
Pude pedir más ayuda, pude llamarle a él... el problema es que aun no sé qué hacer.
Tengo el estómago hecho un nudo, los ojos rojos por contenerme demasiado de no llorar, la garganta me cala y raspa, me cuesta tragar saliva y respirar es tan doloroso, cómo si llevara cuchillos o pedazos de vidrio dentro de mis pulmones.
No tengo buenos recuerdos de los pocos funerales a los que he asistido, aun así, comprendo cuándo aquellos niños se tiran a llorarle a su madre. Sus abuelos los cuidan de cerca.
Yo también.
No les quito la vista de encima, les paso el brazo por encima de los hombros y les acerco a mí cuerpo, ellos me corresponden el gesto. Lo primero que les pregunté es si creían que esto era mi culpa.
Ellos estaban seguros de que no lo era.
Aunque me sentía de alguna manera culpable.
Y por eso les pedí perdón una y otra vez, ellos, los tres me dijeron "no es necesario, tú estuviste cuando nadie estuvo y jamás te olvidaste de nosotros a pesar del tiempo, eras más que una trabajadora social, eras una amiga para todos".
El mayor de los niños tenía ahora casi doce años, el mediano diez y la pequeña ocho. Cuando paso todo tenían siete, cinco y tres años.
Aunque eran grandes ahora, más que antes, seguían siendo unos niños que necesitaban a su madre siempre. Uno no deja de necesitar a los padres nunca, especialmente a la madres.
El dolor termina con todo si le dejas, las penas deben llorarse, pero no debes dejar que lo sean todo en el corazón. Las palabras que mi abuela me dijo cuando estuve en el funeral de mis padres, ahora, pesaban más que nunca.
Los niños me miraron mientras los hombres, empleados del cementerio sepultaban a su madre en el agujero dentro de la tierra, tres metros bajo tierra para ser exactos.
Les sonreí.
—Su madre no sé ha ido, se queda en su corazón para siempre.
Esto fue lo mismo que una trabajadora social me dijo cuando mis padres murieron, eso me hizo soportarlo todo, hasta ahora, que he visto que la historia se repite tan cruelmente.
Quise llevarme a los niños a casa, pero Claudia me hizo entrar en razón. No podía ni mantenerme sola, apenas y podía con mis hermanas, menos a tres niños más.
Además por mucho que me hayan hecho favores para tenerlos aquí sin un representante siguiendo todos nuestros pasos, todo para que ellos pudieran tener un funeral apropiado y con respeto, aun estaban en custodia del estado.
Pendientes de que se les asignará vivir con alguien, quizás con sus abuelos maternos quienes los habían visto todo este tiempo y con los que tenían más trato. Si era así, haría todo lo que estaba en mi poder para que eso pasará.
Asumiendo que los señores quisieran quedarse con los niños.
Los niños fueron llevado por un colega y buen amigo mío hasta el refugio, he trabajado antes con él y sé que estarán bien a dónde los lleva, por ello me quedo más tranquila dejándolos ir con él.
Solo un poco, porque jamás estaré tranquila hasta que no vea que son felices de nuevo, hasta que las heridas cierren y aprendan a vivir plenamente, aun a pesar de la tragedia.
Me di la vuelta, me despedí de todas las personas que vinieron ya. Incluso de las que solo estaban en los rincones del panteón o atrás. Pero no de él. Le vi siguiéndonos en su camioneta detrás de todos los autos, estacionado fuera de mi casa y afuera de la iglesia, no entró hasta que todos se fueron sin embargo.
—¿Por qué me has estado siguiendo?
—No es a ti a quién sigo. Es a él.
De lejos nos observa Arturo. De pie, en la puerta sonriéndome de lejos, al ver al presidente por encima de mí su sonrisa se apaga.
—¿Por qué a él?
—Porque le interesas. Puedo verlo en sus ojos. —Regresa la mirada hasta dónde estamos y me mira—. Sé que te falle, rompí tu corazón en miles de pedazos más de una vez y lo hice de la manera más descarada justo cuándo estabas por entregármelo. Y jamás me perdonaré el haberlo hecho, tuve que pasar de soñar a color y tener un posible futuro contigo a no tener nada más que grises en mi paleta de colores para ver que había perdido todas mis oportunidades contigo. Lo siento, ahora solo quiero que seas feliz, aún si no es conmigo. Y si es a él a quién has elegido, quiero estar seguro de que es una buena persona. Es solo eso.
—¿Sí de verdad me amas por qué estás renunciando a mí? —Ahora era yo la que no entendía.
Ha estado apareciéndose por todos lados, impidiéndome dejar de amarle y justo cuando comienzo a tener dudas sobre esa decisión viene a decirme que me deja ir...
Pero que caprichoso es el corazón cuando se trata de amor.
—Es porque te amo que lo hago. Está es mi última jugada.
¿Así qué me estás dando un ultimátum...?
¿Pero de verdad está dispuesto a dejarme ir sin pelear más? ¿Y yo quiero que lo haga?
—Entonces yo tenía razón... —Me alise la falda del vestido, confundida y molesta por su actitud. Sin decir nada, ni él ni yo el momento me estaba matando desde adentro, la cabeza me palpitaba por aguantar tantas emociones en tan pocos días y el estómago no dejaba de revolotearme.
Pero no estoy segura de porque es eso último.
—Eres un patán, arrogante, orgulloso... —A la mitad de mi argumento me toma por el cuello y la espalda baja y me besa torpe, descuidado y desesperado. Y rápido.
Demasiado rápido. Quise más al terminar el contacto de sus labios en los míos.
Me dolió estar separado de él, me dolió en lo profundo de mi corazón, ahí dónde secretamente aún profesaba mi amor por él a los cuatro vientos.
—Esto... —Cuando me separo de él, empujé con todas mis fuerzas mi cuerpo lejos de él. El beso me dejó...
Sinceramente no sé cómo me dejó.
—No sé si esto es un sí o un no... —Dice él arriesgándose con todo.
—Yo creo que no es un no. —La confusión en mi cabeza me marea, todo me da vueltas y quiero tomarle de la mano para impedir que me caiga.
Pero él no ve eso...
¿Será que todo esto está pasando en mi cabeza? O quizás es que estoy soñando o me he vuelto loca por fin...
—Entonces... ¿puedo llevarte a casa?
—No, no quiero que pienses mal de la situación.
—Solo quiero asegurarme de que llegues bien. Porque si esto es una nueva oportunidad de manera oficial, quiero que sepas que está vez no pienso dejar que la gravedad nos separé. Ni Dios, ni el destino podrán con el amor que siento por ti Ada.
Hace mucho entendí que si una persona te quiere en su vida, va a buscarte hasta en el infierno. Pero si no te quiere hasta el infierno te parecerá infinito para que no se encuentren en cada rincón de él.
—¿Aún con la oscuridad dentro de mi galaxia?
—Yo te quiero con todos los planetas, las galaxias girando a tú alrededor, los universos alternos y los días bisiestos. Yo te quiero a ti Ada hasta que la gravedad dejé de anclarnos al suelo.
Yo... también te quiero.
—No puedo dejar que me lleves a casa —señalé detrás de él, hacía Arturo. Él estaba de pie en el portón negro del panteón municipal— ya tengo a alguien para eso.
—Eso se puede solucionar fácilmente, solo di no y ven conmigo a casa. —Él puso una gran sonrisa en su rostro.
—No puedo, lo he prometido y yo no prometo en vano.
—Eso es cierto, pero hay ciertas promesas mi amor que es mejor no hacer porque lastiman a las personas.
—¿A qué te refieres con eso?
—Tú le gustas, y si sigues recurriendo a él, lo harás pedazos cuando no le correspondas.
—¿Por qué estás diciéndome esto? Tú no deberías de estarme diciendo esto...
—Porque nadie merece que jueguen con él, no importa de qué género seas.
♪♫♪
El presidente tenía razón podría irme a casa segura y amada, alabada también en cada curva del camino por él. O sintiéndome insegura, incómoda y como toda una paria por hacerle esto a un corazón que no tiene la culpa.
El problema era que no estaba lista para una u otra cosa.
Por eso, le pedí a Claudia que me llevará a casa. Sin embargo conociéndola no me iba a salvar del interrogatorio al verme salir acompañada del presidente de mi lado derecho y de Arturo del lado izquierdo hasta su auto.
—Entonces... ¿qué es lo que está pasando ahí?
Yo estaba ahora pegada con mi cabeza hacia el vidrio del auto. En cuanto entré me deje caer ahí.
—Ni yo sé. —Dije sin levantar la cabeza, cerré los ojos al hablar.
—Yo sé que lo amas, tú lo sabes.
—Tengo miedo, no quiero caer de nuevo y ser lastimada... —Suspiré— de nuevo.
—El amor es así, no es que siempre deba doler, pero no es perfecto. Nosotros lo hacemos ver así porque estamos en esta nube de arcoíris en la que creemos que todo es perfecto. Pero no lo es.
—Todos dicen eso, pero sigo teniendo miedo.
—¿Qué es lo que tanto te asusta?
—Ya nos lastimamos mucho, no sé si podamos seguir con ello.
—Yo creo que tú te estás preocupando demasiado por nada, dime, ¿él te ha dicho eso? ¿Él ha dicho que no puede seguir por qué ya sé han lastimado demasiado?
—No, pero me temo que el día llegará y no sé cuál de los dos se irá primero.
—Te lo repito te estás preocupando por nada, y adelantándote a la tragedia solo te sentirás peor.
—O puedo evitarla.
—¿Te arriesgarías a caer sin gravedad?
—No puedes caer sin gravedad.
—Exacto.
Sin la gravedad estaríamos florando en el espacio por siempre o tendríamos que recurrir a la tecnología y esa sería nuestra única base dónde se anule el suceso para poder vivir en la superficie de la tierra.
No me imaginaba saltando por todas partes como los astronautas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro