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C37 || TORMENTAS Y AMAPOLAS

La sombra es el reflejo oscuro que proyecta un cuerpo en un espacio donde no alcanza la luz, tu única compañía fiel. Dicen que incluso la sombra te abandona cuando todo se pone oscuro, yo creo que simplemente no puedes verla; pero que no esté al alcance de tus ojos no quiere decir que no existe.

Ahí está el error de muchos porque para ser real no se necesita estar a toda hora.

Camino en dirección a la escuela, sola, o mejor dicho, con mi sombra como compañía.

La presencia de mamá a mi lado en la noche fue como un atrapa sueños para mis pesadillas, una esperanza en medio del caos. Sus palabras hicieron efecto en mí, descansé como un bebé con la sola idea de renovarme y poder enfrentar hoy mis errores.

Su paraguas no está conmigo...

La sola idea me instala un vacío en mi interior, no porque no pueda vivir sin él, es porque yo elijo hacerlo con él, lo elegiré siempre. Quisiera estar bajo su paraguas, se escucha muy tonto, pero tiene tanto significado para mí.

—El poeta portugués Fernando Pessoa dijo una vez: "No hay metafísica en la Tierra como el chocolate." —La presencia de KJ se instala a mi lado y volteo a mirarlo cuando me extiende una barra de chocolate, en medio de su palabrerío—. No entiendo una mierda que quiso decir con eso, pero se oye bonito.

Abro la boca para cuestionar la utilidad la frase en este momento, pero no me lo permite elevando la mano frente a mi rostro.

—Ahora no me interesa que me expliques.

Me encojo de hombros sucumbiendo a su ignorancia.

—El químico del amor ha caído en mi poder y yo que estoy sedienta de amor podría comerlo hasta engordar. —Le guiño un ojo—. Lo cual es imposible.

—¿Shakespeare, eres tú? —Su cara de horror me hace reír—. ¡Ay, no! Han peleado de nuevo. Madre mía, ¿será que la armonía puede durar más un minuto? ¿Las plantas vivir sin miedo de que las alejen de su habitad? Oh, vida, deja a mi pequeña Livi ser feliz.

Sobreactúa cual Romeo, acción que me hace rodar los ojos dando un mordisco a mi barra. End se nos acerca y le hablamos al unísono.

—Ni le hables, tiene el modo Drama Queen prendido. —Nos miramos con desprecio al terminar.

La cara de Endrie no tiene comparación y me hace reír cuando la enfoco.

—Ustedes me asustan a veces. —Se aleja a pasos desmesurados y me golpeo mentalmente por dejarlo ir. Tenemos Física a primero.

Arrastro a KJ hasta mi clase, pese que la suya queda al otro lado. Me despido besando su mejilla con los ánimos elevados y me acerco a End quien está en nuestra mesa de siempre.

—El día comienza con buen pie. —Me dejo caer en el asiento.

—Si tú consideras que dar física a las ocho de la mañana es iniciar el día con buen pie, necesitas conocer de las maravillas de la vida, querida.

Está absorto en la pizarra, no entiendo el porqué, ya que está en blanco. Lo pincho con la punta de mi dedo índice en su hombro consiguiendo una ignorada astral.

—End, ¿qué pasa? —Debo inclinarme un poco hacia adelante para verle el rostro.

—Nos reuniremos en la tarde, creo que hay algo que puede funcionar para salvar a James.

Mi cara se ilumina de repente. A veces cuando menos lo esperas, ahí es cuando llega. Había guardado sus trozos en mi armario creyendo que sólo tendría su recuerdo y nada más, pero no, resulta qué hay esperanza. Una enorme ola de emoción toma mi cuerpo.

—¿En serio? —hablo más alto de lo debido.

Mildred me da una mirada reprobatoria que correspondo con una de disculpa. Me acerco a End hablando más bajo.

—¿Crees qué hay esperanza para James? —susurro.

Asiente, dibujando algo en su bloc de notas.

—He estado revisando algunos experimentos en línea. No me mires así. —me dice cuando lo fulmino con la mirada—. Digamos que los avances tecnológicos sí sirven de algo, ¿vale? Lo acepto.

—El error está en caer en la adicción... —Una idea se cruza por mi cabeza y la verbalizo antes, incluso, de conformarla mejor—. Los celulares.

Su cara se transforma en una mueca de confusión.

—¿Qué...?

—Los celulares, la adicción. —razono—. Son su forma de transformar a las personas. Date cuenta, hay una coincidencia. Las personas no buscaban la soledad porque si, lo hacían para estar con sus celulares. Mientras mayor era la adicción más grande eran los síntomas.

Permanezco unos segundos atrapa en mi mente. La adicción alimenta su lado oscuro.

—Sígueme la corriente. —Miro hacia afuera. Pareciera que se va a acabar el mundo. Tomo el celular de End y lo alzo levantándome de la silla—. ¡Atención! Se aproxima una tormenta eléctrica. Hay alertas en los sitios oficiales de la ciudad. Apaguen sus móviles y vaya a sus casa. No debe quedar ningún aparato encendido hasta pasada las próximas veinticuatro horas.

Siento como me jalan del brazo, estoy subida sobre la mesa por lo que me agacho hasta quedar a la altura de Endrie.

—¿Qué haces? —inquiere por lo bajo.

El corazón me martillea en el pecho y estoy erizada hasta los dedos de los pies.

—Si las personas dejan de usar la tecnología su fuerza se debilita. No sé cómo, pero en dos horas debemos acabar con él, pronto notarán que es una falsa alarma. —Trago duro ante su mirada vacilante—. Mira a tu alrededor, End. Todos están cambiando, no tenemos mucho tiempo antes de se transformen. Estamos en la hora límite.

Asiente y suelto el aire que estuve conteniendo hasta este momento. Ahora mismo lo que más necesito es apoyo.

Bajo los efectos alarmantes de la falsa noticia anunciada todos corren hacia la puerta de salida, el tiempo está de mi lado mostrándose feroz y amenazante. Aprovecho que todos se han ido y me acerco a Mildred resumiéndole toda la situación.

—Ahora, solo dame la dirección de Ryker, necesito ir a verlo. —Siento los ojos escocer, pero respiro profundo manteniendo la compostura—. Necesito advertirle de todo esto y pedirle que se nos una.

«Lo necesito». Esas dos últimas palabras me las guardo para mí.

Mildred asiente y me proporciona la dirección correspondiente en forma de papel y tinta. No me lo pienso dos veces antes de dejarlos atrás e ir a por Ry. Necesito tanto abrazarlo que no sé si estoy siendo débil o solo necesito recargar fuerzas.

Leí una vez sobre una amapola, dicha flor me enseñó tanto que atesoré cada una de sus palabras.

Poly, la amapola roja, era la amapola más hermosa del campo, cada inicio de abril y septiembre ella abría sus pétalos y disfrutaba de la admiración que todos le daban a su alrededor, sobre todo de su querido amor: una oscura nube, que en los días de lluvia la regaba con preferencia. Un día Poly y Cloud tuvieron una disputa grande, tanto así que Cloud se alejó de ella y decidieron terminar su relación. Poly, muy dolida por lo sucedido, decidió distanciarse y alejar a todas las flores que deseaban ayudarla, ¿y qué sucedió? Pese a las habilidades de la flor para adaptarse a cualquier suelo, su costumbre a la soledad y su cualidad hermafrodita, Poly comenzó a marchitarse con el pasar de los días. Estaba tan triste y descolorida que las plantas y nubes a su alrededor le lloraban desde la distancia; porque ella no permitía que nadie se le acercara. No fue hasta Cloud le ofreció su perdón por sus malas acciones que Poly volvió a su estado natural y radiante.

No porque necesitemos de otros perdemos nuestra valía, no porque otros nos completen somos menos fuertes.

Todos deberíamos tener a alguien que nos haga felices y nos ayude que crecer.

—Hola —saludo a la mujer, con aires juveniles y pelo zanahoria que abre la puerta—. ¿Ryker está?

La pelirroja muestra una hermosa y cálida sonrisa antes de hablar.

—No, salió anoche y no ha regresado. —Entrecierra los ojos escaneándome de arriba abajo—. Pelo color sangre y ojos verdes, tú debes ser Livi.

Le había hablado de mí...

—Soy Regina, la madre de Ryker. —Me extiende su mano y la tomo creyendo que es solo una mera formalidad.

Prensa el agarre de su mano sobre la mía arrastrándome con suavidad hasta dentro de la casa.

—Estaba muy ansiosa por conocerte, y créeme cuando te digo que nadie causa ese interés en mí. —No emito ni una sola palabra por la estupefacción que me cargo. Solo estoy ahí siendo arrastrada hacia la sala de estar—. Mi bebé me ha hablado tanto de ti, aunque no hace falta que lo haga porque en sus ojitos puedo verlo, en sus dibujos. No es por asustarte, pero cambiaste tanto a mi pequeño, él era tan oscuro, engreído y cerrado en sí mismo que me hacía pensar que se había marchitado al completo. Fuiste como su regadera.

«Ambos fuimos el Cloud de Poly para el otro». —Digo para mis adentros.

Nos sentamos en un sofá de tres plazas de la gran y lujosa casa. La sonrisa de la mujer no se borra contagiándome un poco de su ansiedad, ¿puede la ansiedad contagiarse? Siento que necesito salir corriendo de aquí. Sonrío falsamente sin poder detener el tic de mi pierna.

—¿Quieres algo de tomar? —Niego.

—La verdad voy con prisa, solo quería saber qué tal estaba Ryker —digo, sintiéndome una intrusa.

Él nunca me ha querido traer a su casa, por algo será.

Escondo las manos entre mis piernas mientras muerdo mi labio inferior, inventándome alguna excusa para salir corriendo de este lugar.

—No te sientas incómoda, cariño. —Suspira. Sus manos están sobre su regazo, ligeras y su voz es pausada, dulce—. Tenía muchísimas ganas de conocerte, sé que esta no es la forma en la ambas lo hubiésemos querido, pero se dio así y estoy feliz de por fin conocer a la única persona que ha logrado sacar la mejor versión de Ryker.

Intento regalarle una sonrisa, que sale nerviosa, no sé si es por ese olor a amoniaco tan distintivo o la perfección el lugar. Quizás es culpa de la anticipación a la aparición de Ry, tengo miedo de que me eche y no quiera saber nada más de mí.

—Señora Winston...

—Te dije que me llamo Regina. —Su tono es autoritario y a la vez suave. Esta mujer es muy extraña.

—Regina, perdona, quizás en otro momento. —Intento ser lo más cordial posible. Solo quiero salir de este lugar—. De verdad, perdón, pero debo irme.

Me levanto en un santiamén y casi corro hacia la puerta de entrada, me toma más tiempo de lo que me tomaría en la casa de un ciudadano promedio. El corazón me late terriblemente fuerte, las manos me sudan y ese dolor incesante en el pecho no me deja.

Justo cuando estoy por llegar a la puerta esta se abre mostrando a un hombre alto e imponente de ojos oscuros. Apesar de su actitud altanera y dominante, me sonríe. No espera, está sonriendo a alguien detrás de mí.

«Ten cuidado con las personas. Todo lo que brilla no es oro» —Recuerdo las palabras de papá y el corazón se me acelera el doble causando la hiperventilación.

—Amor, mira. —siento los tacones de la mujer resonar en el suelo de mármol—. Ella es Livi.

El señor extiende sus labios en una sonrisa y estira su mano. La observo con detenimiento hallando un reloj en ella.

«Nunca le des la mano a alguien que lleve un reloj» —Instantáneamente siento el mareo causado por los recuerdos.

Mi sistema está sobrecargado.

Salgo corriendo de aquel lugar con lágrimas amenazantes en mis ojos. No miro atrás, nunca lo hago cuando huyo; porque eso podría detenerme.

Necesito hablarlo, necesito exteriorizar mi dolor. Camino por las calles dentro de una burbuja, el mundo se ve borroso y hay algo en mi pecho, un mal presagio, eso es.

—Cuando sea grande seré científica para demostrarles a todos que no soy un monstruo, no soy un peligro. Solo soy diferente. —Repito las palabras que decía de niña.

Siempre que alguien me preguntaba era lo que decía, era pequeña, a veces olvidaba que era un secreto y mamá les decía a todos que era un cuento que estaba leyendo. Incluso se inventó una historia con ello y la contó en la escuela para que la gente no tomara en cuenta mis palabras.

El viento frío me da en la cara, siento mis cortas hebras revolotear feroces por la magnitud de su intensidad. El cielo gruñe, está molesto, o quizás está triste e intenta contener sus lágrimas para que la sociedad piense que es fuerte.

—End —exclamo extrañada al llegar a casa.

Está sentado en el porche y su expresión me asegura que hay algo más con él. Lo alcanzo dejando de lado mis malestares y le froto los hombros de forma reconfortante.

—Lo siento por venir sin avisar, pero hay algo que debo contarte y no podía esperar.

—Nos íbamos a ver en unas horas en casa de Mil. —Le recuerdo.

—No puede esperar.

Extiende una de sus manos en mi dirección mostrándome su celular.

—End, te dije que debías apagarlo...

—Carajo, mira el bendito video. —Su grito me sobresalta y tomo el móvil con las manos temblorosas.

Presiono el triángulo sintiendo el mundo caer a mis pies con la imagen que se reproduce.

—No —musito.

Una lágrima recorre mi mejilla seguida de otra y luego otra. La sensación opresora en el pecho aumenta creando un dolor insoportable, llevo la mano a él intentando sofocar la sensación.

—¡Aaaaaaah! —un grito desgarrador trepa por las paredes de mi garganta, mientras siento como caigo sobre mis rodillas, al suelo.

—Livi, no puedes dejarte ir. —Las manos de Endrie me toman por ambos lados del rostro, pero estoy perdida, confusa, desgarrada—. Debemos actuar, nos quedan horas y esto debe impulsarte, no detenerte. Escúchame, por favor.

Lo oigo, pero no enfoco sus palabras, no las entiendo.

«Rojita» —Recuerdo su voz y me rompe saber que la última vez que hablamos ni siquiera pude besarlo.

—Ry. —Mis ojos viajan en todas las direcciones cerciorándome de que no sea una mala broma—. Ry, abrázame.

Todo parece tan irreal y no es hasta que las dagas en forma de palabras se entierran en mi pecho que interiotizo de lo que dice.

—Ryker es una marioneta y tú debes salvarlo. —el grito de End me despierta—. Levántate del puto piso y destruye lo que te derrotó.

||~𑁍~~𑁍~||~𑁍~♡~𑁍~||~𑁍~~𑁍~||

¡Hola, hola!

Je je je. ¿Qué tal si para olvidarnos del mal momento vemos esta belleza?

Gracias a @patty_arty31 (en insta) por el maravilloso regalo.

No me cancelen, yo los amo, ja ja ja. Cuéntenme, ¿Qué creen?

Los amito.

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