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C36 || CHOCOLATES Y DISPUTAS

El chocolate es, tal cual, amor químico.

Apenas el olor del chocolate ya basta para estimular tu cerebro, dicha acción impulsa las ondas Theta del cerebro, lo cual produce los sucesos que nos hacen experimentar la relajación casi mágica.

Me escucho bastante rara, pero así funciona mi cabeza.

El chocolate era la sensación de euforia que no experimentaba antes. Digamos que Ryker es la sustitución del chocolate, o para que suene mejor Ryker es mi chocolate.

Llevo una hora sentada en el suelo cerca de la chimenea de casa de End. Mi espalda está contra la pared mientras lo reconfortante de la calidez del cacao me hace sentir en paz y tranquilidad.

Solo es un estado, pronto pasará; sin embargo, lo disfrutaré mientras dure.

End está frente a mí leyendo alguna revista que no reconozco y ni siquiera me esfuerzo por ver el nombre, solo distingo los tonos rojos en la portada.

—¿Sabías que el chocolate salvó la vida de Milton Hershey en 1912? —Alza la vista viéndome sobre sus pestañas, pero sin mover ni un pelo. Niego con la cabeza inclinando la boca ligeramente hacia abajo—. Imagina que el señor tenía todo listo para embarcarse en el RMS Titanic; pero minutos antes de zarpar, decide quedarse para solucionar líos con la compañía y, ¡a la mierda su viaje! En fin, que salvo su vida de una muerte segura.

Agita la mano restándole importancia y alzo las cejas preguntándole silenciosamente sobre su información no solicitada, que luego decidió retirarle la relevancia. Se encoge de hombro continuando la lectura.

—Estás como una cabra. —Alejo la espalda de la pared cruzando los pies.

—¿Lo dice la cabecilla de la manada?

—Soy una reina hasta en la ficción. —Me regodeo, molestándolo.

Se ríe y me río con él. Desde hace una hora para acá el ambiente ha ido mejorando. Éramos como dos cuerpos vacíos mirando a la nada, nos compararían con cierto muñeco de madera, pero ya me da repelús la palabra.

Sigue en su revista mientras yo muy relajada y todo, muero del aburrimiento.

—Los Mayas y Aztecas utilizaban granos de cacao como moneda. —Llamo su atención con el dato que proporciona mi cerebro—. Nuestros antepasados creían que el chocolate era la comida de los dioses, ¿puedes creerlo?

—La iglesia dijo que la Tierra es plana. —Hace un gesto raro con la mano—. Nada sobre la humanidad me sorprende.

Suelto una carcajada por su expresión incrédula y atontada a la vez.

—¿Tus padres tienen fe? —Señalo el cuadro de Cristo a sus espaldas.

—Sí, fe en Steve Jobs.

Me rio, sin embargo, su cara se contrae en una mueca seria. Nunca en mi vida he visto a una persona tan seria, ni siquiera a mi madre cuando me regaña.

—Oye... —Me apresuro a decir—. Siento si te hice sentir mal, no debí reírme.

Desde mi punto de vista no hice nada malo, pero ahí está la mezcla, mi perspectiva no es la única que importa aquí.

—¿Sabes? —Se levanta dejando la revista encima de la mesa y se sienta a mi lado en el suelo—. Es hora de que sepas algo. Quizás te ayude.

Asiento sin entender nada.

—¿Quieres saber mis motivos para invocar el espectro diabólico? Como tú le llamas.

Su mirada está fija en la mía y por mi cabeza pasan tantas cosas en un minuto que no sé que responder a ello. Por supuesto que quiero saber, pero ¿qué tan difícil es para él hablar de ello? Tampoco quiero presionarlo, eso nunca es bueno para quien cuenta su experiencia.

—Si tú estás listo para decirme. —Le muestro mi pulgar, permisiva, portando una sonrisa cálida.

Asiente repetidas veces, pensativo.

—¿Cómo se comportaban tus padres contigo de niña? —pregunta, viéndome a los ojos.

Sonrío ante los recuerdos.

—Recuerdo que siempre se peleaban por mi atención. —Rio súper divertida por todas las ideas qué pasan por mi cabeza—. Parecían niños pequeños peleándose por un juguete. Ambos jugaban conmigo a las princesas, a tomar el té o a que yo era la dueña de una fábrica de peluches. Eran mis juegos favoritos.

Ruedo los ojos y tuerzo la boca con diversión.

—Papá era un hombre muy inteligente, me enseñaba idiomas, me ayudaba con las tareas y siempre que podía pasábamos los días en familia. Mamá siempre estaba, me escuchaba, me aconsejaba, todas las noches me contaba un cuento para dormir y era quien más estaba conmigo.

Los ojos de ambos están aguados cuando termino el relato. Los míos tienen un claro por qué: la melancolía, ella siempre me acompaña cuando pienso en mi familia. Sin embargo, tengo muchísima curiosidad de saber el motivo de End tras sus ojos de burbuja.

—Si llorabas tus padres iban por ti, te alzaban en brazos y conversaban hasta dar con el problema, ¿cierto? —Asiento, sin entender a dónde va esta conversación—. Los míos me daban un celular. Si estaba aburrido me daban el celular. Cuando necesitaba hacer la tarea me daban el celular. Si necesitaba un consejo me decían que google realmente tenía todas las respuestas, pero ¿sabes qué le faltaba a google? Amor, comprensión, un hombro para llorar. No podía salir de fiesta a beber con el celular, no podía contarle mi dicha y problemas para que se alegrara o me consolara.

Su voz es tan débil que siento se romperá en cualquier momento.

—La mayoría de las palabras que supe a mis seis años fueron aprendidas por aplicaciones. Los únicos te quiero que escuchaba eran los que reproducía en google para no sentirme tan desamparado. —Trago grueso, viendo sus lágrimas correr libres por el valle de sus mejillas. Sorbe por su nariz retomando el hilo de sus palabras—. Lo peor es que ellos sustituyeron a su hijo por unas cuantas máquinas de Apple. Incluso, una vez me lesioné para llamar tu atención y solo mandaron a su chofer porque justo coincidía con el lanzamiento de un nuevo producto de Apple. Entonces, Liv, comencé a odiar la tecnología a la par que me odiaba a mi mismo por nacer, aun teniendo un muy bajo por ciento de probabilidades de hacerlo la tecnología avanzada logró traerme a este mundo para ser un infeliz.

Piezas empiezan a encajar en mi cabeza. Lynn y End tienen algo en común, el odio hacia la tecnología, ambos querían destruirla. Pero, ¿por qué convertir que las personas en marioneta? Eso es inhumano.

—Las personas se han vuelto adictas a los teléfonos inteligentes. Han perdido la habilidad de comunicarse mediante la voz, han dejado de lado los abrazos, besos, empatía. Son como marionetas, tienen un cuerpo vacío por dentro, sin vida. Esclavos de la tecnología.

Claro. Me río en mi fuero interno. No puedo creer que no me haya dado cuenta antes.

—Eres bastante hipócrita, End. —No lo ataco. Veo sus motivos, pero sus acciones me parecen tan despiadadas e hipócritas—. Odias la toxicidad de las redes sociales, odias la obsesión insana que el mundo ha desarrollado por las nuevas tecnologías; pero crees que es buena idea liberar a un ente sobrenatural, resentido y vengativo para según tú exterminar la adicción. —Lo miro con lástima. No estoy enojada con él, vuelvo y repito, entiendo su motor, pero lo que desató me parece demasiado—. ¿Quién te crees tú para decidir sobre otros? ¿Quién eres para arrancarle sus vidas? Si querías erradicarlo este no era el camino porque no eres nadie para arrebatarles algo tan sagrado.

—¿Yo? —se burla—. La tecnología los está consumiendo.

Niego con la cabeza ante sus palabras.

—No, ella los esclaviza, pero tú los mandaste al matadero.

Exhala audiblemente presionando el interior de sus ojos con los dedos índice y pulgar.

—Lo sé. —Admite dejando caer sus hombros—. No lo sopesé, ¿vale? Estaba ciego de la ira y solo quería destruir aquello que me había destrozado. Por eso acudí a ti, siempre supe que él no podría lastimarte porque a penas y tenías conocimientos primarios sobre la tecnología. Te vi desde el primer día de clases y de verdad que amé ver a alguien que no usaba el celular. Cuando supe que no tenías uno, que me acogiste como tu amigo, sentí que realmente había una esperanza para mí, que no importaba que mis padres no me quisieran, alguien más había logrado colar un rayo de luz por entre mis grietas. Siento mucho todos mis errores, de verdad lo hago, por ello estoy dispuesto a hacer lo que sea para enmendarlos.

Sonrío complacida. Quizás un blanco se convirtió en negro, pero yo he logrado convertir a un negro en blanco y eso es algo con lo que viviré agradecida.

—Bien, haremos lo que haya que hacer para destruir a ese ente maligno y tú vas a ser feliz porque te lo mereces y no importa si las personas que están destinadas a amarte no lo hacen, ellos llevan una venda en los ojos que les impide ver tu grandeza. —Acaricio su mejilla—. Incluso las buenas personas cometen errores y tú eres una de ellas.

Dejo un beso en su mejilla al fijarme en el reloj sobre la chimenea que marca pasado las seis de la tarde y debo regresar a casa.

—Nos vemos, End-buena persona. —Rio consiguiendo la misma acción por su parte y me acerco a la puerta tomando la manija para salir, pero me detengo volteándome cuando una duda cruza mi cabeza. Sus ojos me miran con curiosidad—. ¿Y tus padres, End?

—En la casa del árbol. —Mis labios forman una línea, que pretendía ser una sonrisa alentadora.

Asiento y tomo la puerta yendo de vuelta a mi casa.

No me siento feliz sobre lo sucedido con los padres de End, pero no me dan pena. ¿Por qué hay personas que traen a sus hijos al mundo para maltratarlos o solo hacerlos sentir un jarrón más de la casa? Ese tipo de personas no deberían contar con la posibilidad de concebir, no merecen conocer la grandeza de un niño como End.

Cada niño en el mundo merece un hogar y no me refiero que una arquitectura donde resguardarse, sino al amor, la compresión, la educación y el apoyo. El amor no está sobrevalorado, la soledad está infravalorada. El amor te engrandece, la soledad te marchita.

Mi vecindad se cierne ante mis ojos y exhalo aliviada, creo que he caminado por muchísimo tiempo hoy. Necesito descansar, el peso de la historia y el dolor de mis músculos me tienen sobrada. Incluso, siento ganas de llorar por la sobrecarga de información.

Parece poco, pero hay detalles que calan profundo.

—He vuelto, mamá. —Abandono la caja de madera en la entrada de la casa. Pesa horrores.

Nadie me contesta y avanzo, extrañada, hacia la sala de estar. ¿Una fiesta sorpresa?

Llego a mi destino y no, no es una fiesta sorpresa, pero es aún mejor. Mis labios se amplían en una sonrisa genuina cuando mis ojos conectan con el chico sentado sofá. El corazón martillea contra mi pecho con fuerza, producto de su presencia.

—Amor, hola. —Me acerco encantada de la vida.

Sin embargo, me detengo abruptamente cuando sus ojos furiosos conectan con los míos. La tensión se instala en mi estómago y siento muchas ganas de huir. Podría intentar correr, pero sería inútil.

—¿Dónde estabas? —pregunta con su vista fija en el televisor de pantalla oscura frente a él.

Abro y cierro la boca, sin emitir sonido. No sé si mentirle o decirle la verdad, cualquiera puede hundirme en su ira. Elijo la montaña, ya tengo malas experiencias con los laberintos.

—Tuve un contratiempo. —Intento no dar muchos detalles—. Estaba con End.

—End. Curioso. —Hace un gesto con la boca que me dice que no me cree nada—. ¿El Maestro Marioneta no tiene nada que ver aquí?

Aprieto los labios. Odio que me cuestione tanto.

—Sí, él vive en casa de End —digo lo más serena que puedo—. Fui a verlo, quería respuestas.

Se levanta quedando muy cerca de mí, pero sin tocarme ni un pelo. Su mirada es sombría, mucho.

—¿Qué te dije de él? ¿Qué te dije de verlo sola? —habla bajo, con ese tinte grave. Casi puedo sentir que me tiembla el alma—. Nunca me escuchas, nunca haces caso a lo que te digo. ¡Carajo, podía haberte hecho algo!

Lo empujo con suavidad para que respete mi espacio personal. Tenerlo tan cerca no me permite defenderme usando todos mis sentidos.

—¿Desde cuando eres mi dueño? —La cabeza me quiere explotar. No puedo creer que deba discutir con él ahora, solo quiero que el día termine ya—. Deja de limitarme, Ryker. No estoy saliendo de una prisión para condenarme en otra.

Sus rasgos se muestran iracundos, enojándome más en el proceso. Que maldita manía todos con controlar mi vida.

—Una prisión. —Se ríe sin una pizca de humor—. No sabía que te estaba atando. Déjame soltarte que parece que ya no somos una prioridad para ti.

—Estás siendo demasiado dramático. ¿Sabes? No voy a discutir contigo hoy. Que te aproveche.

Me detiene por el codo cuando intento pasarle por el lado.

—No, Livi, me cansé. —Su tono sombrío me eriza la piel y me dan ganas de llorar a la vez—. No va más. No voy a vivir preocupado por una persona que cree que todo lo que le digo es para encerrarla y atarla con mis cadenas. Prefiero irme a la guerra con una diana en la frente que seguir en este círculo vicioso.

Paso, con trabajo, el nudo que se forma en mi garganta. Me zafo de su agarre consiguiendo quedar frente a frente.

—¿Qué quieres decir con eso?

¡Joder! Maldigo mi voz y la forma en la que me delata rompiéndose al final de la frase. Sus ojos verdes vivos truenan en los míos verde tormenta y lo percibo: somos dos piedras frías por fuera.

—Creo que... —Me mantiene la vista, firme, pero toma aire antes de continuar—. No quiero continuar con nuestra relación.

—¿En serio? —Camuflo la magnitud destructiva de sus palabras con una sonrisa irónica.

«Ya basta. Necesito descansar. No más» —súplica mi cerebro.

—Ya veo. —Se rasca una ceja y asiente con una sonrisa floja—. Hasta pronto, Dessen.

No, no. Deja de decir mi maldito nombre, no te vayas. Abrázame, por favor, dime que todo va a estar bien. No me dejes sola.

Me volteo al sentir la puerta cerrarse y voy hasta ella dejando la mano sobre la manija.

—Ry —musito, sintiendo la primera lágrima deslizarse por mi rostro—. Está lloviendo...

Me quedo ahí, abrazada a la puerta de entrada deseando sentir un toque, tal vez su presencia, pero no hay nada. Solo oquedad...

—Cielo, ¿del uno al diez cuanto necesitas que te abrace? —La voz de mi madre irrumpe en todo este tormento y salgo corriendo en su encuentro.

—Mil, mamá.

Ahí, en medio de las escaleras blancas, la abrazo dejándome ir. Estoy tan enojada, tan triste y siento una carga enorme en mis hombros. ¿Nadie puede entenderme?

Mamá me lleva hasta el cuarto de baño en mi habitación, me mete en la bañera y me asea como cuando era pequeña. Mamá siempre está, en lo malo y en la bueno. Mamá es algo tan grande para mí, algo indescriptible, inefable. No es solo una relación madre e hija, a veces, siento que mi vida depende de ella. Somos tan unidas, a pesar de las circunstancias, que no concibo una vida sin ella.

—Mamá.

—Umh —responde echando agua sobre mi cabello con un pequeño balde.

—¿Todo estará bien? —le pregunto en un hilo de voz.

—Cielo, nada dura para siempre. Los momentos malos pasan, los enojos pasan...

—El amor pasa. —La interrumpo sintiendo un dolor terrible en el pecho.

—¿Dudas del amor de ese chico? —Niego—. Entonces, pueden hablarlo y arreglarlo. Solo la muerte es irreparable, lo demás tiene solución.

Me lleva a la cama envuelta en un albornoz felpudo. Permito a mi cuerpo descansar sobre el colchón alejando mis preocupaciones decidida a descansar. Mañana será un nuevo día. Mi madre se acuesta a mi lado acariciándome el cabello y comienza a contarme un cuento como cuando era pequeña.

Había una vez una esponja con un corazón tan noble que no podía resistir sus deseos de socorrer a los demás habitantes de su vecindad. Ayudar era algo que le hacía feliz. Al inicio solo colaboraba con su mamá, pero a medida que crecía fue creando lazos de amistad con otras esponjas y se ofrecía a ayudarlas a limpiar para hacer su carga más liviana. Un día la esponjita, de tanto trabajar, no aguantó más la carga de agua sucia en su cuerpo y explotó salpicando a todos a su alrededor. Claramente, quienes salieron salpicados se molestaron con ella. La esponjita triste y furiosa a partes iguales se fue a su casa junto a su mamá, que con mucho amor y comprensión le recomendó darse un baño y descansar para que al día siguiente ella, más despejada, volviera a ayudar a todos, solo debería explicarles el porqué de su detonación y todo volvería a la normalidad. Tal como predijo su sabia madre, el resto de las esponjas la comprendieron y la pequeña pudo ayudar a todos de nuevo, aprendiendo su lección. Para ayudar a otros tenemos que estar bien nosotros primero.

No sé en qué momento cierro los ojos y descanso como la esponjita, prometiendo mañana seguir su ejemplo.

||~𑁍~~𑁍~||~𑁍~♡~𑁍~||~𑁍~~𑁍~||

¡Hola, hola!

¿Qué piensan? Me gustaría saber qué perspectiva tienen, en general, de la historia:

Endrie

El espectro

Ryker

Livi

¿Algo?

Gracias por leer,

Los amito.

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