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C28 || FALLAS Y MARIONETAS

¿Qué es lo primero que te viene a la cabeza si te digo marioneta?

Manejable;

Madera;

Inanimado.

¿Lo primero que pienso yo? Olvido.

Esos muñecos de madera que nos divertían cuando éramos pequeños han quedado en el olvido. Cierto que algunos daban repelús, pero se me antojaban tan divertidos que incluso hoy me gustaría ver un acto. Lástima que, como ya dije, quedaran en el olvido.

No hay forma en la que alguien pueda no afectarse al ver otra marioneta de una cara conocida. Sin embargo, la ataraxia que moja mi cuerpo está fuera de este mundo y es que solo puedo pensar en quien será el siguiente. ¿Mis amigos? ¿Mildred?

Mi cuerpo y cerebro nunca reaccionan como se espera, es una lección que he aprendido de mí misma y más que eso lo he aceptado porque no voy a exigirme más de lo que estoy dispuesta a dar.

—¿Rojita? —Percibo una voz a lo lejos llamarme.

Hay gritos y pasos apresurados. Alguien me toma del brazo llevándome hacia un lado.

«¿Dónde estoy? ¿Ry? ¿Dónde estás? Prometiste protegerme. ¿Por qué me siento así?» —me pregunto.

—Vamos a jugar un juego.

—¿Qué juego, papá? —preguntó una versión aniñada de mí—. ¿Mamá también jugará?

—Sí, jugaremos todos. —La sonrisa en el rostro de mi padre ensanchó la mía—. ¿Entonces, pequeña?

Asentí, emocionada.

—El juego consiste en esconderse y quedarse quieto —explicó y fruncí el ceño—. Busca el mejor lugar para esconderte y quédate tan quieta como una marioneta.

—¿Otra vez? Odio este juego, papá.

—Hazlo, Livi. Será divertido esta vez.

Así lo hice, me oculté hasta que mamá vino a por mí, pero papá ya no estaba. Él era muy bueno en ese juego porque una vez se escondió no volví a verlo de nuevo.

La serenidad comienza a alejarse, siento temblores en mi cuerpo y... Llevo mis manos a mi cabeza sintiendo el fuerte mareo que me avasalla.

—Livi Dessen o me hablas ya, o te estoy llevando al hospital a las menos cuarto. —Resuena más cerca esa voz que perturba mi tranquilidad.

Hospital. No. No puedo ir a un hospital.

El estado anestésico va pasando y despierto —aunque nunca me dormí— en el laboratorio de Física. Mild, Ry, KJ y End están aquí. He notado que tengo un apego por acortar los nombres.

—¿Qué? —pregunto, exasperada, cuando cuatro pares de ojos humanos y uno de marioneta están sobre mí.

Todos pestañean confundidos asustándome más de lo necesario. ¿Qué me pasó?

—¿Qué sucedió? —Inclino la cabeza hacia un lado con las cejas arrugadas.

—Solo te quedaste ahí, perpleja. —KJ se encoge de hombros muy tranquilo—. Estabas siendo rara, pero supongo sea mierda de tu cerebro. En fin, ya que estás de vuelta, ¿resolvemos esto? ¿Por qué ese niño que golpeé hace un año es una marioneta?

Sus cejas se vuelven una sola mientras escucho los engranajes de sus cerebro trabajar. La verdad, todos estamos muy fundidos en su monólogo como para detenerlo.

—¿Eso es posible?

Entonces, tengo un momento de lo que se conoce como epifanía, nunca antes había sopesado algo tan loco como ello; pero tampoco hubiese creído sobre mi condición si no tuviese pruebas de lo que soy. No se asusten, no soy un alienígena.

—Esperen —digo observando la marioneta—. Mild, ¿qué probabilidades hay de que una persona se convierta en una marioneta naturalmente?

—Cero —responde ella sin dudar.

Claro, cero. Si alguien me dijera que a los dieciocho años me convierto en marioneta juzgaría su salud mental, pero aquí está el lío: tenemos una coincidencia. Y no me sorprende en absoluto cuando nuestro secuestrador se hace llamar Maestro Marioneta, pero es una coincidencia destacable.

Puede que este hombre haga marionetas de sus víctimas, cosa que pongo en duda puesto que le tomaría mucho tiempo dejarlas exactamente iguales y pues, hubiésemos encontrado una de cada persona. Sin embargo, solo hemos visto la de dos compañeros que antes estaban en perfectas condiciones, lo que me lleva a la descabellada conclusión de que las convierte en ello. Pero, ¿cómo? Es una total y completa locura.

—En el auto de James, cuando el accidente, encontré un trozo de madera, era a penas nada, pero tenía el mismo tono de su piel y no había sangre. —Busco en los rincones más recónditos de mi mente hasta hallar todas las piezas del puzzle—. Lo que quiere decir que, en el hipotético caso de que la transformación en marioneta sea real, James se convirtió en una y eso fue lo que provocó el accidente. Sus amigos no lo notaron porque James ya estaba cambiando.

Todo se ve realmente claro en mi cabeza. Me alejo de todos ubicando la marioneta frente a mí.

—¿Y  dónde fue su cuerpo? —Fijo los ojos en Ry, quien me hizo la pregunta.

—No lo sé. —Me encojo de hombros—, pero las personas que el Maestro engatusa comienzan a presentar síntomas como resequedad en los labios, mirada ausente, piel rígida, movimientos erráticos y soledad. Comienzan el proceso de transformación alrededor de una semana antes y luego desaparecen, aunque no lo hacen realmente.

Toco la madera del muñeco frente a mí.

—Lo que no entiendo es porqué si dejan de estar en contacto con el maestro no vuelven a su estado normal. —Sigo acariciando el rostro del chico marioneta—. ¿Cómo consigue esto? Es una especie de científico loco...

—O estamos ante la presencia de algo más descabellado —me interrumpe Endrie.

Desnudo a la marioneta manteniéndola en sus calzones, no quiero correr el riesgo de ver un órgano reproductor masculino de madera, luego no podré verlo a la cara sin sonrojarme.

Reviso cada trozo de piel-astilla con la yema de los dedos y mi mirada escrutadora. Tiene que haber algo que me dé una pista.

—¿Es normal que acaricie con tanto deleite a la marioneta? —inquiere Ry a mis espaldas—. De verdad, me siento como si me estuviesen siendo infiel.

Se siente un tortazo seguido de un quejido por parte de mi chico del paraguas.

—Auch, abuela —exclama, quejumbroso—. Era solo un comentario sin importancia.

—Sigue con tus comentarios sin importancia que te voy a mandar fuera. —La escucho y puedo ver su nariz en dirección al techo acompañando su tono altanero—. Estás en mi territorio, muchacho.

Endrie, frente a mí, sonríe y se escuchan las palabras de KJ.

—Hasta que alguien le pone un alto.

Niego con la cabeza, sin parar de reír. ¡Qué falte todo menos la diversión! A escasez de señales vuelvo a vestir al muñeco, jurando y perjurando que en casa haré un análisis exhaustivo del asunto y el muñeco.

En las siguientes horas la ansiedad me toma repitiendo teorías y hechos pretéritos sobre lo ocurrido. Las ansias de ir a por la marioneta y revisarla de norte a sur me consumen. Una hora entera de física es todo lo que me queda para ir a casa, gracias a dios Mild al tanto de la situación me deja ir con la promesa de que tomaré notas de la clase y la estudiaré para no retrasarme.

Ryker me lleva en su auto. Me encuentro en el asiento del copiloto y la marioneta acostada en el asiento trasero. Las bromas surgen entre nosotros a pesar de lo crispado que se encuentran mis nervios, es un don natural para él ser mi calmante y generador de emociones positivas.

—A ver, voltéate. —Me ordena desnudando el muñeco—. Yo lo revisaré por ti.

Resoplo manteniéndome de espaldas.

—Ryker, esto es anormal —refunfuño—. Tus instintos de hombre primitivo están rayando lo irracional.

—Mi amor, no quiero que tengas estas terribles vistas. —Su voz tiene un tinte nauseabundo.

Me giro nada más termina la frase, buscando su torso para estrecharlo contra mi cuerpo. Un cúmulo de emociones me abarca y lo dreno en el abrazo.

—¿Aprendiendo a valorar a tu hombre de las cavernas? —Se voltea, jocoso, propinándome un piquito en los labios.

—No tienes la dicha. —Me río encantada de la vida—. Es solo que... me dijiste mi amor.

Sonríe con suficiencia.

—Porque eres todo lo que representa esa palabra para mí. Créeme cuando te digo que nunca voy a dejar de luchar por ti.

—Ni yo por ti.

Besa la punta de mi nariz como suele hacer.

—Venga, vamos a revisar la marioneta —le digo rebasando su cuerpo.

Enreda sus dedos en mi pelo atrayéndome hacia atrás a la par que me roba un jadeo.

—Rojita, no me convences —susurra en mi oído—. Tápate los ojos.

Me río de sus palabras, pero la sazón está en que consigue lo que quiere sentándome de espaldas mientras me muestra fotos precisas de lo que cree importante.

Conclusión solo hallamos algo que nos llamó la atención, es un grabado en la parte posterior de su cuello con la conjugación «La Casa del Árbol».

Según su sentencia, nuestro trabajo ahí está terminado por lo que comienza a repartir besos regados por todo mi cuello y rostro, sus manos van a lugares prohibidos jugando con mi cordura y entre el placer que nubla mi cerebro rescato las palabras que necesito.

—Me da... demasiado... repelús hacerlo... —Lo manoteo—. Déjame hablar un momento.

Su boca va a la mía callando mis interrupciones y le muerdo el labio exigiendo que me haga caso.

—¿Qué quieres, destructora de momentos?

Lo miro mal haciendo un puchero aniñado.

—Solo quería decirte que escondieras la marioneta en el baño que me da mucho repelus copular frente a ella.

Se carcajea poniendo distancia, se acerca a la marioneta y la deja sobre su hombro encaminándose hacia la puerta del baño.

—¿Copular, dices? —se me burla a la cara—. Yo te voy a follar duro y rico. Deja tu culto vocabulario para cuando no pierdas el control de tus sentidos.

Sonrío ante la promesa que, debo aclarar, cumple a cien por ciento. La Caperucita nunca ha tenido quejas de las habilidades del lobo, en realidad, la Caperucita ama y atesora cada faceta que el lobo le muestra. Su amor por él no disminuye con el paso de los días, se vuelve tan feroz y hambriento como el lobo. A ella le gusta que su lobo la consienta, le dé momentos que atesorar y que evolucione; porque antes de ella el lobo solo era oscuridad, ahora la comparten dando cavidad a la luz que entra por las grietas y son felices juntos.

—Has dejado de fingir —hablo luego de minutos donde solo se escuchaban las confesiones del placer.

—¿Qué? —inclina un poco la cabeza hasta conectar nuestros ojos—. ¿Qué me cae bien el mundo? Pues, sí.

—Eso está bien para mí. —Le hago saber de mi satisfacción ante la situación.

Todos evolucionamos para bien o para mal, aunque algunos le llaman involucionar cuando no avanzas, sino que retrocedes. Yo pienso que es una forma de gritarle al mundo que estás mal, que algo realmente te dañó; pero la sociedad es ciega, solo ve su problema y cree que los demás vivimos cuentos de hadas.

Recostada sobre su pecho lo acaricio disfrutando de las disímiles sensaciones que provoca su cuerpo, desde arrebatadoras hasta pacíficas. Eso pasa con Ry: es un complemento que encaja perfecto con mi locura. El tiempo sigue su curso mientras dentro de mi habitación todo parece detenerse, las cuatro de la tarde llegan y con ella debo despedir a mi chico del paraguas en la puerta trasera de mi casa, no puedo exponerme a que mamá lo vea dentro de mi habitación.

Subo de regreso hasta mi habitación, decidida a echarle un vistazo a la figura de madera ahora que Ry no me detendrá; pero para cuando abro la puerta ya no está, la marioneta se ha esfumado.

||~♡~||

—Como les estoy diciendo, la marioneta desapareció de mi cuarto de baño —explico en mi respectivo asiento en el patio trasero—. Estaba con Ry, fui a la puerta trasera de la casa, lo despedí y cuando volví para sacar la marioneta de su escondite ya no estaba.

—¿Por qué la escondieron? —cuestiona KJ, con una sonrisa juguetona en sus labios.

Le propino un manotazo.

—No seas puerco, KJ.

—Pero sí, fue para eso mismo que piensas —aclara Ry, volviéndome un tomate con sus palabras.

Me aclaro la garganta antes de volver a hablar.

—¿Pueden concentrarse? —bramo—. Esto es serio.

Todos asienten de acuerdo, aunque alcanzo a escuchar algunos bufidos.

—Alguien nos está espiando —espeta KJ y yo me encojo de hombros.

—Puede ser...

La presencia de Endrie crea una sombra en nuestro círculo y volamos la vista hacia él, quien se detiene con la boca torcida.

—Quería... —duda—. preguntarles si...

—End, puedes sentarte con nosotros —le digo, afable.

Por dios, el chico debe estársela pasando realmente mal, tiene los ojos cansados y siempre anda como zombie. El trigueño utiliza un sonido zafio volviendo visible su molestia y me lo llevo a un lado aclarando puntos con él.

—¿Qué te molesta tanto que se nos una, KJ? —averiguo, un poco molesta—. Deja esa actitud soez que solo aleja a la gente. Él no se ha comportado mal contigo, ¿vale?

Sus ojos avellana me observan con desconcierto y algo semejante a la molestia.

—Ryker me contó lo que sucedió el día del club cibernético, quiso que entendiera sus motivos y toda la mierda, pero solo lo empeoro más —explica despacio—. No soy una persona que se ande por las ramas ni que perdone con facilidad a las personas que lastiman a mis amigos y suena irónico, porque vivo dañando a otros. La cosa está en que fuiste la única que me tendió la mano y no temió de mí como todos habían hecho, que pese a mis anécdotas no tuvo miedo de ser mi amiga. Yo te debo a ti mucho, por lo cual no voy a permitir que otro idiota te lastime. Eres importante para mí.

Sus palabras me dejan atónita y me cuesta unos segundos asimilar del todo lo que dijo.

—Bien, entiendo tus motivos. —Le sonrío, dando un apretón amistoso a su brazo—. Solo no seas tan duro con él, ¿vale? Su error fue conmigo, dale una oportunidad.

Niega repetidas veces ganándose mi mirada fulminante. Alza los brazos llamando a la paz mientras sonríe.

—Venga, lo intentaré.

—Ese es mi chico. —Le doy un abrazo.

La mirada de Ryker me acecha desde la lejanía y puedo ver la promesa de castigo en sus ojos. Por cada travesura una regla, por cada regla rota un castigo. Vaya, que me gusta romper reglas.

||~𑁍~~𑁍~||~𑁍~♡~𑁍~||~𑁍~~𑁍~||

¡Hola, hola!

Por andar f*ll*ndo, cierta cosa se fue andando. Jajajja.

Cuéntenme cómo están, los leo.

Los amito.

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