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C26 || EXTRA +18

—Por cada travesura una regla, por cada regla rota, un castigo —suelto de la nada sintiendo sus besos húmedos descender por mi cuello.

—Voy a conseguir que destroces todas y cada una de esas malditas reglas.

—¿Y cuál será mi castigo?

—Enamorarte de mi. —murmura casi sin aliento acelerándome el corazón. Desata los botones de la camisa quitándomela sin miramientos.

Bufo en medio de una carcajada.

—Que castigo más mediocre.

Siento sus manos apresarme la caderas con más fuerza de la usual, dejándome sobre la cama a cuatro patas.

«No se tomó bien el chiste». —Medio me lamento en mi fuero interno.

—¿Mediocre, Livi Dessen? —inquiere en un tono siniestro mientras acaricia los glúteos que han quedado expuestos.

Me nalguea fuerte arrancándome un jadeo adolorido y necesitado.

—Escucha cómo suena.

—A ver, ¿cómo?

Vuelve a nalguearme más duro haciendo eco en la habitación. La zona del contacto me pica, pero eso no me detiene, sino que me excita más por lo que refriego mis nalgas contra su pelvis en busca de una mayor satisfacción. Siento algo duro.

—Más... —jadeo con la entrepierna empapada.

Una de sus manos va a mi cabello enredándose en él en un agarre mortal. La mano libre la apoya en mi espalda baja mientras me atrae hasta sí mismo, provocando que ahogue un grito entre las sábanas.

De un tirón me deja de pie, estática por unos segundos, hasta que desata la falda dejándome en ropa interior. En ese instante quiero pararlo todo, el calor toma mis mejillas y me siento demasiado vulnerable, es mucho para lo que puedo resistir, estoy siendo demasiado consciente de lo que sucede. Su mirada no me abandona, puede leerme tan bien que no pierde tiempo y se acerca.

Acaricia con pleitesía el valle de mis senos para luego bordear los huesos marcados de mi clavícula.

—Eres mortalmente maravillosa —murmura su voz cargada de deseo.

Separo los labios buscando aire. Si antes tenía dudas, ahora estoy segura, podría lanzarme al vacío entre sus brazos y no tendría miedo.

—Yo...

—Ssshh... —sisea obligándome a callar. — Quiero que te veas desde mis ojos.

El nerviosismo me da por reír.

—¿Cómo haré eso? —Muerdo mi labio intentando contener el nerviosismo.

Su dedo pulgar deshace el agarre de mis dientes. Vuelve la mirada de mis labios a mis ojos segundos después de culminar la tarea.

—No te contengas, quiero tener todo de ti.

Sus palabras me roban en aire y con el cerebro adormecido me dejo guiar por él, nos detiene frente al espejo de cuerpo entero, quedando a mi espalda.

Siento su aliento agitado en mi oreja. Sus manos viajan a mis hombros y desciende despacio por mis brazos hasta toparse con mis dedos, alza mi mano izquierda y la besa provocando una descarga eléctrica.

—¿Sabes por qué te digo maravillosa y no hermosa?

Niego, consumida por su presencia sensual. Su aroma se adentra en mis fosas nasales debido a su cercanía y el aliento colisiona en mi oído, ambos afrodisíacos para mi sistema.

—Tienes una presencia mágica, extraordinaria, asombrosa, que no obedece a las leyes naturales. Tus ojos están llenos de dolor, pero tu sonrisa es tan malditamente angelical. Te miras frágil, aún siendo lo suficientemente fuerte para pelear a mi lado, me llenas sin proponértelo. Eres la única mujer capaz de ponerme a sus pies solo con la mirada, eres la única capaz de enamorarme.

El pecho se me infla con sus palabras, los ojos me escuecen y siento su toque volverme aún más vulnerable. Nuestros ojos se conectan a través del espejo.

—Tú eres mi maravilla —digo en un hilo de voz.

Nunca me había sentido tan adorada en mi vida. Sus palabras me transportan a una realidad donde me convenzo que soy maravillosa, soy todo lo que esa palabra abarca para él.

—Olvidemos todo lo que sucedió —le pido clavando mi mirada en la suya a través del espejo—. No es tarde para iniciar de cero.

—Para nosotros cualquier hora será idílica.

Es todo lo dice antes de que sus manos dibujen un camino cariñoso hacia el broche de mi sostén y deshagan el enganche. El cuerpo me cosquillea por la anticipación, el mero toque de sus dedos me tiene volando, ¿qué se sentirá ser íntimos de una manera general?

—¿Estás segura de que no quieres esperar más? —sus manos se han quedado quietas en los extremos del sostén de encaje. Me voltea con delicadeza cuidando no caiga la única prenda que cubre mi torso—. Puedo esperar todo...

Sus palabras terminan cuando tomo el valor de la mano y dejo caer la prenda, la mirada famélica va hacia los picos erectos haciéndome tragar saliva en el acto, las mejillas se encienden ante su falta de palabra sintiendo la molesta necesidad de cubrirme.

Mi mirada va hacia cualquier lugar de la habitación en un intento por ocultarme de él, de sus ojos escrutadores. Suelto un jadeo profundo ante la sorpresa y electricidad que ocasiona su saliva en mi pezón. Los lengüetazos no se hacen esperar entre cada succión, mi razón se nubla con las sensaciones que salen disparadas desde mis senos hasta mi epicentro. Utiliza toda su cavidad para poseerme, succionando incluso las aureolas, mismas que bordea con un dedo entretanto su boca se entretiene con la otra.

—¿Tienes hambre? —le pregunto sin ningún tiempo de vergüenza. El tono me sale seductor y necesitado, pero quiero despertar al mismo monstruo famélico que me folló la boca en un sitio al aire libre. Sus ojos conectan con los míos, inquisitivos, quizás confusos—. Es que pareces estar hambriento, por cómo me comes las tetas.

Hablo en un tono mimado, como una niña pequeña y caprichosa, pero mi único capricho es que me coma hasta el alma.

—¿Quieres que me sacie contigo? —pregunta apretando mi cintura—. Tengo hambre, rojita, de ti.

Suspiro calmando las mil sensaciones que me deja su actitud devoradora. Nunca podré ser indiferente a un mínimo contacto con él.

—¿Tú quieres?—Acaricio los bordes de mi ropa interior elevándola lo justo para jugar con ella sin llegar a bajarla—. Hoy quiero ser tu presa, no tu igual. Quiero que me trates como tu puta.

—¿Sabes que nunca serás eso para mí?

—Lo sé. —Mi voz se torna necesitada y me pego a él agarrándolo por los hombros—. Necesito sentir que me tomas fuerte, quiero que me nalguees y recuerdes que puedo ser tu rojita en todas mis facetas.

Lentamente sus pies seden ante sus deseos y queda arrodillado, las infulas de grandeza me abarcan porque mi hombre no se siente menos por arrodillarse ante mí. Relamo mis labios cuando sus dedos se encuentran con las bragas morado pastel que desciende con lentitud por mis piernas. Aprecia cada parte de mi cuerpo, se queda fijo justo en ese lugar tan íntimo y la vergüenza me toma recordándome que llevaba algunos días sin rasurarme.

—Lo siento, yo...

—Tú eres maravillosa en todas tus facetas. —Hace alusión a mis palabras.

Me empuja levemente hacia la cama, donde la impresión me deja con la boca y las piernas abiertas ante él. Respiro con dificultad al reconocer sus intenciones, y a pesar de que antes lo había probado, sigo estando igual de nerviosa.

Separo las piernas dejando más espacio en el centro, mostrando mi intimidad perlada por la cantidad de flujo. Él se deshace de su camisa, botas y pantalón acercándose a mí solo en un bóxer negro que me pone a salivar con la dureza que se le marca.

—Cómeme. —Casi le suplico acariciando mis pliegues. «Estoy muy necesitada.»

Sonríe con suficiencia. Ahí está mi chico arrogante.

—¿Qué recibo a cambio?

—Ryker, justo ahora no puedes hacer esto. —Me exaspero con su demora—. Ven aquí y empieza a mover tu lengua para mí.

—¿Y si no quiero?

La frustración me hace idear un plan en segundos donde lo único que se me ocurre es satisfacerme yo misma como en días pasados y eso hago. Comienzo a mover mis dedos índice y corazón en círculos sobre mi clítoris ocasionando las ya familiares descargas eléctricas, no es la gran cosa, pero es lo único que conozco y el orgasmo llega a ser placentero. Imagino que es Ry quien lo hace y arqueo la espalda cuando lo veo embobado mirándome.

—¡A la mierda!

Se queda a la altura de mi intimidad y se relame los labios sin dejar de mirar el charco que soy en estos momentos.

—Vamos, papi, por favor.

El primer lengüetazo se centra en la perla hinchada que es mi clítoris, me estremezco con la descarga y lloriqueo removiéndome sobre las sábanas al sentir el siguiente. Otro y otro hasta que el ritmo no me permite contarlos, sino que enloquezco entre los brazos que aprisionan mis caderas impidiéndome la movilidad, sigo goteando para que él lo recoja con su lengua.

—Ah... —No paro de gemir, adolorida, ante la invasión de su boca en mi canal. Mete y saca la lengua creando una secuencia de movimientos y gritos agudos que salen de mí. Lame un poco más desatando otro par de gemidos—. No... puedo...

La frase queda a medias cuando el primer orgasmo me abarca arrasando con todo, las fuerzas me las quita mientras de mi interior salen fluidos corporales viscosos, fluidos los cuales él recoge antes de aventurarse sobre mí, besándome la boca como si hace mucho tiempo no me viese, me apretuja las nalgas y...

—Ya, Ry, termina con esta tortura —lloriqueo.

Se incorpora a por un condón y regresa, quedando suspendido sobre sus brazos por encima de mí, su rostro está en paralelo al mío y lo tomo del cuello besando sus labios húmedos. El deseo me gana y termino descendiendo las manos, con premura, por toda su espalda hasta llegar a los glúteos que aprieto. Siento su dedo jugar con mi pezón, arrancándome gemidos de placer mientras me las ingenio para dejar fuera su ropa interior.

«Oh dios». Siento algo extremadamente duro golpear contra mi pierna y el escalofrío me recorre al tiempo que no dejo de besarlo. No sé si es buena idea, de igual forma tomo el miembro entre mis manos manejándolo a mi antojo con movimientos ascendentes y descendentes. Sus jadeos me llenan poniéndome aún más caliente junto a los besos desesperados que reparte por mi clavícula.

—Te necesito dentro de mí. —Casi que suplico cuando toma su entrepierna y la pasea por la piel tierna y húmeda—. Quiero ser marcada por las garras del lobo, deseo ser tuya.

—Hueles a mí, rojita —susurra sin detener el castigo de sus movimientos en mi epicentro—. Eres más mía que tuya.

Rompe el envoltorio metálico con sus dientes y extrae el contenido llevándolo hasta la zona donde debe colocarlo. Es todo lo que necesita para empujarse dentro de mí. Siento cada maldito milímetro que se abre con su intromisión, clavo las uñas en su espalda conteniendo los quejidos de dolor. «Joder» No sé si quiero pedirle que vaya más rápido para salir de esto o más lento, no sé si pedirle que se detenga porque me está doliendo y estoy muy asustada.

—No... —Suelto, con el corazón a mil, deteniéndolo instantáneamente—. Me duele mucho.

Los ojos se me empañan y me reclamo por ser tan estúpida. Que te metan una polla es tan natural como nacer y aquí estoy yo a punto de llorar porque no puedo. Quiero, lo deseo más que nada y no puedo.

—¡Hey! —Toma mi rostro entre sus manos al tiempo que lucho contra las lágrimas que quieren salir—. Es normal, ¿vale?

Asiento no muy convencida rehuyendo de su mirada.

—Vamos a hacerlo de otra forma, ¿te parece? —Conecto nuestras miradas mordiendo el interior de mi mejilla, dubitativa.

—¿Y si no puedo?

Me estoy comportando como una niña pequeña en un momento en que debería ser una adulta.

—Juntos siempre podremos.

Suelta mi rostro incorporándose.

—No. —Lo tomo de la mano—. Quiero seguir.

Se ríe maniobrando para entrelazar nuestros dedos. ¿Qué es gracioso?

—Solo me voy a acomodar.

Asiento sin soltar su mano dejando fluir una risa apenada. Dios, me arden hasta las orejas con «Las mil maneras de hacer el ridículo junto a Livi». Toma asiento con la espalda recostada a la cabecera de la cama, no le quito la vista de encima ni siquiera cuando me insta a sentarme a horcajadas sobre él. Los pies me quedan a cada lado y su entrepierna roza la mía.

—Tómala. —Me la ofrece y trago duro, salivando—. Hazlo a tu ritmo.

Asiento tomándola. La guío hasta mi entrada y...

—¿Estás seguro que esto no me saldrá por la boca? —pregunto, provocándole una risotada.

Lo siento, pero me preocupan los efectos secundarios que provocará semejante pedazo de carne.

—Lo único que saldrá de tu boca serán gemidos, amor.

La palabra me activa el instinto animal y casi quiero comérmelo a besos. El descenso es lento y doloroso, bastante doloroso me atrevería a decir.

—Dios, Dios, Dios... —digo mientras desciendo.

Siento un sonido encharcado al tiempo que choco contra su ingle. «Toda».

—¿Todo bien? —pregunta, dándome unos segundos para que me acostumbre.

—Sí.

No me muevo. Mi cabeza me traiciona y toda la seguridad que siento la pierdo en este momento, donde algo dentro de mí dice que es mi primera vez y seré terrible. Él parece captarlo, por lo que en la misma posición se comienza a mover de manera circular y pausada. Los hombros los tiene rojos debido al maltrato de mis uñas y el pelo desordenado, mientras yo ni me determino llenando la habitación de gemidos provocados por su invasión. Es delicioso.

La posición cambia con él sobre mí, junto al dolor que mitiga convirtiéndose en placer. Paseo las manos por su pecho sudado determinando sus hermosos ojos verdes, entretanto, continúa con sus dulces embestidas que comienzan a ser insuficientes.

Me quejo.

—¿Qué? ¿Muy rudo? —Detiene sus movimientos repasándome con ese tinte de preocupación en sus ojos.

—En realidad, vas muy suave. —Intento ser sutil.

—Es tu primera vez. —recalca lo obvio—. ¿Te gustaría que fuese así?

La paciencia se desvanece y solo pienso en que quiero que me dé más duro.

—No lo sé, Ry. —Me exaspero—. Me estoy descubriendo y quiero que sea más fuerte. Vamos, maltrátame.

No hay otra palabra de por medio. Apenas termino la frase retoma sus movimientos, ahora más salvajes, más rápidos y desarmadores. Se incorpora un poco tomando una de mis piernas, llevándola hasta mi cara y apoyándose en ella para continuar con sus estocadas voraces y certeras. ¿Cuándo dije que me dolía? Sus besos me enloquecen junto a las nuevas sensaciones que descubro y ese delicioso dolor que me eleva cada vez más.

Siento un estremecimiento subirme por la columna vertebral y...

—Ry... ¡ah!

—Así es, Rojita. Yo. —Sus embestidas no se detienen, no me está follando, me destroza y me arma nuevamente—. Solo yo.

Creo que voy a entrar en pánico cuando sale de mí y me voltea dejándome a gatas; sin embargo, me siento en paraíso otra vez cuando me penetra despacio desde atrás, es delicioso. Sale y vuelve entrar dos veces más hasta que se adentra del todo, retomando el ritmo voraz que me pone a temblar las extremidades. Una fuerte nalgada resuena acompañando mis gemidos como si fuese una orquesta.

—Más, papi.

Mis peticiones parecen órdenes porque estrella su manos otra vez en mi trasero. Empuja mi espalda hacia abajo arqueándola más, incrustándome la cara contra el colchón; mi rostro roza repetidas veces la superficie cuando me toma de las caderas reafirmando las arremetidas de su miembro.

Una ola de sensaciones se apodera de mi cuerpo llevándome al máximo nivel, donde exploto en un montón de pedazos siendo este el mayor punto de placer que he probado jamás. Minutos después lo siento salirse de mí y un líquido caliente me baña la espalda haciéndome explayar los ojos ante la sorpresa.

—Espera —me dice. ¿Para que quería un condón si se iba a vaciar sobre mí?

Lo siento incorporarse mientras yo me mantengo en la misma posición. Vuelve a acercarse pasando por la zona sucia algo húmedo y frío. Me deja limpia yendo a la papelera para desechar el condón y lo que sea que utilizó para limpiarme.

Regresa acomodándose a mi lado llevándome contra su pecho.

—¿Estás bien?

—No me hiciste una operación, solo fue sexo —lo molesto quitándole tensión al momento. No sé él, pero yo tengo miedo que algo cambie entre nosotros.

—Óiganla. —Se ríe acariciando mi cabello antes de dejar un casto beso en mi nariz. Se queda en silencio unos segundos antes de preguntar—. ¿Por qué usas esa palabra? Papi.

Aclara ante mi evidente desconcierto.

—Porque la vi en un libro y al chico siempre le ponía —respondo con simpleza enredada en las sábanas—. ¿A ti no?

Alzo la vista para que nuestras miradas choquen.

—Livi, a mí cualquier cosa que salga de tu boca me pone a cien.

Sonrío con malicia a causa de la idea qué pasa por mi cabeza.

—Entonces fóllame de nuevo.

Niega divertido con la cabeza antes de volver a atacar mi boca con auténtico fervor.

||~𑁍~~𑁍~||~𑁍~~𑁍~||~𑁍~~||

¡Hola, hola!

¡YA NO SOMOS VIRGENES! JAJAJAJAJA

Espero se hayan calentado más que hierro expuesto al fuego.

La primera vez de Livi ha sido una mezcla entre mis inseguridades, mi horrorosa peimera vez y lo que me hubiese gustado que fuese. Sé que muchos lograran identificarse con ella.

Hasta aquí mi reporte, Joaquín.

Los amito.

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