C23 || LA CENA
Sorpresas.
Esa es la palabra del día. ¿Por qué? Las sorpresas se caracterizan por tomarte desprevenido, con la guardia baja, por ello no estás preparada para el estrellón. Un sillazo me hubiese dolido diez veces menos que la cruda realidad expuesta ante mis ojos.
Pestañeo con urgencia intentando borrar la imagen frente a mí, simplemente no puede ser cierto que Ryker Winston esté sentado en el sofá de mi sala de estar, no puede ser que su brazo esté por encima del hombro de Mildred y debo estar loca si escuché esas palabras.
—Mi abuela es un encanto —le comunica a mi mamá. Todos sonríen, son cordiales y yo me estoy deshaciendo en mi lugar.
Aprieto los puños con los ojos empañados. Mildred no podía hacerme esto. ¿Por qué las personas cometen ciertos errores que creen son lo mejor para externos? No es bueno para mí verlo, no es bueno para mí estremecerme ante su presencia y definitivamente no es bueno que venga a mi cabeza todo lo que hemos vivido dentro de esta casa.
El chico de pelo cobrizo se aclara la garganta cuando me ve, atrayendo la mirada de todos en mi dirección. Dios, podría ser muy grosera y mentir sobre un dolor de cabeza, indigestión o lo que sea, pero no puedo hacer quedar mal a mi madre y darle más motivos a Ryker para que piense que me afecta tanto que no puedo ni tenerlo cerca.
¿El que esté aquí significa algo? El corazón se me acelera golpeando contra mi tórax.
—Cariño, ya llegaron tus invitados.
Camina hacia mí dejando un beso en mi sien. Seguro va hacia la cocina.
—Invitada —corrijo, seguido de una tos gruesa que opaca mi incomodidad.
—¿Que dijiste?
Mi madre alza sus cejas cuestionando mi corrección, dita mierda, siempre me escucha cuando no debe. Cierto, estoy siendo grosera, algo no femenino.
—Que estoy emocionada. —Me aclaro la garganta—. Voy a saludar.
Me alejo de sus ojos juzgadores dándole un corto abrazo a Mildred y un bajo «hola» a Ry, no debería estar aquí, por ende si está incómodo es su problema. La puerta está siempre abierta para que se vaya tomar por culo.
Sonrío en contra de mis pensamientos.
—No sabía que ibas a traer invitados —digo, sin perder la sonrisa.
Mildred se remueve incómoda en su asiento echándole furtivas miradas a su nieto, quien sonríe abiertamente siendo yo su foco. ¿Incomodo decía? Parece que vive aquí.
—Mildred, tienes dos puntos menos —comunico haciendo alusión al juego que nos inventamos, que consiste en sumarnos y restarnos puntos según los sucesos, el tope es diez y si fuese por mi tendría menos diez ahora mismo.
—Ten los ovarios de reclamarme a mí que fui quien eligió venir. —Llama mi atención el idiota—. Mi abuela no tuvo nada que ver en esto.
Dios, dame paciencia. Me va a volver loca.
—¿Qué haces en mi puta casa, Ryker-no-quiero-verte-nunca-más? —Las expresiones en mi cara serían demasiado chistosas en otro contexto. Lo sé, cuando estoy molesta hago caras de niña pequeña.
—No te enaltezcas, me apetecía conocer a tu mamá, quizás le interese conocer nuestra historia.
Mierda. Los ojos de burbuja aparecen instantáneamente que termina sus palabras. No vino a decirme que me perdona, no vino a verme, solo quiere exponerme ante mi madre. ¿Una mentira vale ese daño?
—Te detesto. —La voz me sale rota y me levanto dispuesta a irme de allí.
Una mano alrededor de mi muñeca me detiene y por mucho que deseo fuese él, sé que no lo es porque la presión es perezosa. La cara de Mildred está roja, no sé si de la pena o de la ira, pero no me importa en lo más mínimo ahora mismo.
—Ya basta de peleas. —Sus ojos compasivos van a mí—. Perdóname, no sabía cual era su propósito. Solo quería pasar tiempo con él.
Llevo mi mirada, cargada de desprecio, hacia él.
—Me da tanta pena que uses a tu abuela para esto. —Percibo el dolor en la mandíbula de lo apretada que la traigo. Señalo la puerta antes de hablar—. Vete de mi casa. Invéntate una excusa, total, eres muy bueno en ello.
—Córreme. —Se incorpora enfrentándome. Su rostro está tan cerca del mío que recibo una embriagadora oleada de su exquisito olor. Tengo tantas ganas de besarlo, las mismas que se me quitan cuando vuelve a abrir la boca—. Utiliza una de tus mentiras, eres demasiado buena en ello.
Percibo la rabia y decepción en el tono de su voz. No me siento mal por los sentimientos que lo abordan; él me ha golpeado tantas veces, que siento que la próxima vez o me rompe, o me hace indestructible.
—Cielo, ayúdame a poner la mesa. —En un respingo me alejo de Ryker cuando la voz de mi madre llena la sala para luego aparecer en mi campo visual.
Asiento caminando hacia ella. Es poco lo que tardo en ello, para cuando decido que mi opción correcta es huir ya estoy enredada en este puto circo en donde él es la atracción principal.
—Te ves tan educado —halaga mi madre consiguiendo que adopte una expresión reprobatoria—. ¡Que orgullosa debe estar tu familia de ti!
Mildred se percata de mi expresión y reprime una sonrisa haciéndome voltear los ojos divertida. Las palabras de mi madre dejan un sinsabor en mi boca y se nota tanto en la manera en que cambia hasta mi forma de comer, trago fuerte con los ojos empañados. Su familia debe estar orgullosa de él como anhela ella estar orgullosa de su hija.
—Tu hija es mi mejor alumna. —Mildred se suma a la conversación. Hinca un trozo de pollo con el tenedor—. Ojalá los alumnos fuesen la mitad de lo aplicada que es ella.
Le regalo una sonrisa sincera a pesar del resquemor en mi tórax. Cruzo una mirada fugaz con el chico frente a mí, pero la volteo a toda marcha antes de que pueda hechizarme.
—¿Y ustedes se conocen? —pregunta mi madre curiosamente interesada.
—No —me apresuro a decir, antes de que Ryker meta la pata—. Ni siquiera sabía que Mildred tenía un nieto.
Finjo una sonrisa nasal con cara de apenada. La conversación trivial aparece, hablan sobre el húmedo clima de la ciudad, el problema con el empleo y otras cosas. Me mantengo callada evadiendo la insistente mirada de Ryker.
Ya basta de caer en sus provocaciones, joder, él sigue su vida feliz mientras yo me hundo en mi abismo de culpas y soledad, no merezco que nadie me trate de esta manera. Yo no quiero ser tratada como un juego, soy más, mucho más. No voy a jugar su juego de nuevo.
Mi madre se levanta recogiendo los trastes al finalizar la cena, Mildred la ayuda y mamá la mira con cara de "por favor, mantén mi losa intacta". Domino que solo fue una estrategia de la mayor de nosotros para dejarnos a solas, pero no quiero soledad. No puedo seguir con este tira y encoge.
Alzo la vista viendo como hace el amago de hablar, pero me le adelanto antes de que pueda decir algo que me hunda más.
—Olvídame.
—Estoy en ello. —Se hace el distraído picando de una barra de pan.
«Yo también intento olvidarte, pero mi corazón le da la espalda a todos mis intentos» —pienso.
—Genial —exclamo, casi que sin aire.
Los golpes que me estoy llevando arrasan con la salud de mi corazón.
—Lástima que vas a ir a buscarme en otras, pero ninguna seré yo —digo con fingida burla. No, no lo hago, estoy buscando información. Estoy ahogándome con la sola idea.
—Eso es lo que más me gusta.
—¿Lo haces ya?
—Puede que sí, pero primero el control de calidad, no vaya a ser que me salga mentirosa como otras. —Se ríe y yo disfrazo mi llanto con una carcajada.
—Púdrete, Ryker.
—En tus mentiras me pudrí.
—Cuidado no manches el suelo, estás sangrando.
—Más quisieras.
Cada oración nos inclina más hacia adelante. Si quiero, quiero rozarlo, besarlo. No quiero alejarme, solo quiero que me perdone y vuelva a ser mi chico del paraguas. La persona más especial del mundo, la persona que nunca se hubiese atrevido a hablarme de esta manera tan soez.
—Di lo que quieras, Winston, pero el hambre del lobo no se sacia con corderos.
—Ah, ¿no? —inquiere, burlón—. ¿Y con qué?
—Tu hambre, en particular, se sacia en mis labios.
Aprieta los labios y sonrío victoriosa.
—Linda noche.
Dejo la mesa refugiándome en las paredes de mi habitación. Todo el destrozo sigue sin ser recogido, no es mi culpa hayan llegado en el momento en que purgué mi dolor. Dejo caer mi cuerpo sobre la cama sintiéndome más liberada. Puedo seguir adelante sin él, aunque me hubiese gustado que fuese quien me cogiera de la mano en los momentos difíciles y me impulsará hacia adelante. Deseaba que fuese él mi complemento y que descubriéramos más de esas sensaciones que tanto nos gustaba experimentar.
¿Por qué todo se torció tanto? Quizás yo fui una mentirosa, pero él es demasiado rencoroso para su propio bien.
Ryker era mi antídoto pero se convirtió en mi veneno, mismo veneno que prefiero probar aunque me mate.
—¿Era necesario negar que me conoces?
Es una mierda que no podamos controlar las reacciones del cuerpo, que lo que una vez fue un estimulante lo siga siendo aunque tu cerebro grite que es una locura aferrarse a algo inestable. Si fuesen otras circunstancias podría haber regulado las reacciones de mi cuerpo, solo estaría sorprendida por una presencia que rompe mi tranquilidad y mi silencio, pero en cambio mi corazón se desboca al punto en que vuelve mi respiración irregular, es sutil, pero ahí está. Ahí están mis vellos erizados y el impulso a envolverlo en mí para que nunca pueda escapar.
Pero yo quiero que me elijan. Por una vez en tantos años no quiero elegir, quiero ser elegida por él.
—¿Tanto te molesta mi existencia que tienes que venir a joderla incluso cuando huyo de ti? —Camuflo mis verdaderos sentimientos con el agotamiento, el tedio.
Levanto la cabeza del colchón buscando su posición. Está erguido bajo el umbral de la puerta, apoyado en su costado, sus ojos recorren toda la habitación.
—¿Por qué destruiste tus pinturas?
«No puedes preguntarme eso cuando fuiste tú quien me hizo entenderlo». La rabia me gana y me acerco hablando bajo.
—El arte viene del corazón, tú me hiciste ver que yo no soy buena amando.
Congelo las lágrimas en la parte trasera de mis ojos negándome a dejárselas fluir, que fluya lo que quiera menos ellas, a menos no frente a él. Su expresión cambia a una compasiva, sus ojos me miran calurosos y no, no me va a doblegar, eso es lo que siempre ha querido. Por más que me quiera y aunque lo niegue dominarme es un gusto culposo del cual no puede desprenderse.
—Te lo dije, Ry. —Estoy tan cerca que respiro su aire, tanto que duele—. No voy a estar bajo tu poder. Cometí un error, es cierto, pero no merezco este trato.
Sus facciones se endurecen y su voz sale fría y distante, sin vida, justo como se mira.
—¿Y que cojones te crees tú que mereces?
—Que me trates como lo que soy y es la única mujer que tiene la capacidad de hacerte sentir con intensidad. —Le suelto en un susurro.
Nuestros ojos conectados, tan cerca que el roce de nuestros labios es imposible detenerlo, los rosamos por nuestra cuenta, un poco más de lo necesario.
«Deja tu maldito resentimiento de lado y vuelve conmigo» —deseo decirle; sin embargo, no puedo, no sé si soy capaz de soportar otro estrellón más.
—No confió en ti. —No se aleja, pero no se esfuerza por tocarme.
La piel de gallina no me abandona y en un arrebato lo tomo del rostro centrándolo en mí. Sus ojos son todo lo que veo, lo mismo sucede con él.
—Soy yo. Mírame, estoy aquí. Seguimos siendo los mismos.
Siento su voluntad flaquear, sus manos me devuelven el agarre en mi rostro continuando con el absurdo juego del rose de labios.
«No me sueltes una vez más».
—No puedo mirarte sin sentir rabia. —«Terco»
—Déjame hacerte sanar —casi suplico.
Me golpeo mentalmente por mi idiotez. ¿Cómo puedo ser tan débil ante él, Dios mío?
—No. —Se aleja de mi cuerpo rompiendo la burbuja—. No tiene arreglo.
Se voltea andando hacia la escalera poniéndome al borde.
—Si te vas ahora lo tomaré como un punto y final —afirmo, segura.
Basta de flaquear. Si nadie me pone en un altar lo haré yo y no me permitiré rogar de nuevo por la atención que me merezco, soy una maldita abeja reina.
—Buenas noches, rojita.
Con mi corazón haciéndose pedazos, respondo segura y sin un atisbo de dolor en mi voz.
—Adiós, chico del paraguas.
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Capítulo dedicado a: RitchaelBedoya
¡Hola, hola!
Este capítulo me encanta.
¿Teorías?
Hoy no diré más que hola porque me siento súper desanimada.
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