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C19 || ÁNGELES Y DEMONIOS

La elección entra la verdad y la mentira es como escoger entre una alta e inclinada montaña y un laberinto. Escoges el laberinto porque es más corto y te consideras lo suficientemente astuto para cruzarlo con éxito, pero cada que doblas una esquina se extienden dos caminos más ante ti y te vas enredando en ellos hasta quedar atrapado en el famoso "laberinto sin salida". Sin embargo, si eliges la montaña, sabes que será una ardua labor, pero tendrás más oportunidad de llegar.

—¿Qué piensas sobre las mentiras? —Pincho una verdura con mi tenedor llevándolo a mi boca, mientras observo de reojo a Mildred, quien come de su ensalada.

Estamos en el patio trasero de la escuela disfrutando de los minutos en que la lluvia escasea. Mild se ha convertido en una de esas personas a las que le construyes un altar mental. Por ello cuando me abordó en el pasillo para que almorzáramos juntas ni pensé en negarme, incluso me emocioné.

—Las mentiras son una resolución aparentemente más fácil y momentánea a un problema. Una opción que acarrea muchos sentimientos, mayormente negativos.

—¿Y si es un secreto que te obliga a mentir por un bien mayor? —Miro mis verduras como si fueran la cosa más interesante que ojos humanos hayan visto.

—Hay ciertas situaciones en las que se quiere proteger a alguien y creemos que esta es la mejor manera. No significa que sea correcta, sin embargo, nos escudamos tras esa excusa.

—No hablo de eso. —Me muerdo el labio—. Es algo más egoísta.

Dejo mi comida a un lado perdiendo el apetito instantáneamente.

—Hermosa, formas parte de la sociedad, esa que te dice lo que está mal o bien según su criterio. Entonces, tú, como parte de ella puedes tener tu propio criterio. Puedes ser el arcoíris después de la lluvia o una más de las gotas que caen.

—¿Está mal mentir?

—De esto te hablo. —Se voltea con trabajo buscando mi mirada—. La hipócrita sociedad dice que está mal mentir, pero no para de hacerlo. ¿Piensas que tus razones para mentir son correctas? Miente, equivócate, arrepiéntete, enfrenta tus problemas, eso es parte de vivir y tú eres una chica joven que necesita golpearse para aprender y crear experiencias propias. Tu misión es recrear escenas las cuales engrandezcan la persona que eres y fortalezcan a la que quieres ser; porque incluso los errores son un paso a la grandeza.

Sonrío.

—Gracias, Mild. —Beso su mejilla incorporándome prontamente—. Eres la abuela que nunca tuve.

Le resta importancia en un gesto con su mano.

—Estoy tan sola que cualquier compañía me sirve —bromea, actuando un desprecio de Oscar.

Llevo una mano a mi pecho con fingida dolor.

—Auch. Eso dolió. —Dramatizo y se carcajea.

—Ya, niña, que tendré un ataque al corazón de tanto reír.

La abrazo y beso su mejilla sintiendo como corresponde mi cariño, sin necesitar de un movimiento. Mildred más que una profesora de física es mi profesora de vida, quien me ayuda y me aconseja sin intentarlo. Ella es todo lo que quiero ser de mayor: atenta, inteligente, carismática. Quien porte esas cualidades no necesita alardear de un buen físico, ya lo tiene todo.

—Vamos —me dice extendiendo una mano para que la ayude a incorporarse—. Tienen clase conmigo ahora.

—¿Cuánto vas a torturarnos? —me burlo poniéndola de pie.

Se aleja para echar al cesto de basura los residuos de nuestro almuerzo. La alcanzo bebiendo aún de mi batido natural. Aunque no lo necesito, mamá siempre ha cuidado de mí salud y físico. Sano es su segundo nombre.

De camino a la entrada trasera de la escuela un chico se topa conmigo, deja en mi mano un trozo de papel blanco que me hago una idea a quien pertenece. El pequeño rectángulo está doblado en cuatro partes, procedo a desenvolverlo con el objetivo de leer su contenido.

«Los vestuarios de los chico son, sin duda, mi lugar favorito de la escuela. ¿Eso fue una sonrisa?».

¡Y vaya que si! Llevo una mano a mis labios descubriendo que estoy sonriendo, no solo eso, percibo un calor reconfortante en mi pecho. Hoy no fue posible venir juntos, no coincidimos en las clases y Mildred me raptó para el almuerzo sin posibilidad a objetar. Tampoco lo hubiese hecho, disfruto de su compañía y necesitaba ese consejo de abuela amorosa para entender que lo hago por un bien mayor y es algo que Ry debe comprender.

Guardo el papel en mi mochila volviendo mi mirada a una Mildred, que me observa con una mirada pícara.

—No sé que te mando a decir ese descarado de Winston, pero deduzco que fue muy ardiente porque tus mejillas están prendidas en fuego. ¿Necesitas agua o con permitirte llegar unos minutos tarde te es suficiente?

Suelto un chillido besando su mejilla con mucha desesperación. Necesito tanto ir a por él. Salgo corriendo, pero me detengo unos pasos por delante volteándome.

—¿Cómo supiste que era Ryker? —Hablo alto para que pueda escucharme.

Echa la cabeza hacia atrás, carcajeándose.

—Esa sonrisa de tonta enamorada no se disimula. —Me insta a marcharme con un gesto de sus manos—. Acaba de irte antes de que te amoneste por lenta.

Vuelvo a correr sumergiéndome en los pasillos de la escuela hasta dar con la puerta roja de los vestuarios. Empujo el montón de plástico bermellón aspirando su característico olor resinoso, me adentro sin lograr ubicarlo en mi campo de visión hasta que siento su mano en mi cintura y su característico "hola" se hinca en mi cuello robándome un jadeo. Volteo hasta quedar frente a sus ojos. Nos devolvemos la misma mirada afectiva, hambrienta, anhelante.

—Sueles hacer cosas como estas. —afirmo.

—Sueles amar cosas como estas —rebate, besando la punta de mi nariz.

Acaricio su nariz con la mía en una especie de beso de narices. Acerco nuestros labios copiando la acción, despertando sensaciones que no sabía podía experimentar. Ryker es eso, un cúmulo de sensaciones por descubrir y otras tantas que me enloquecen, pero con cada una le da un poco más de vida a mi existencia. Lo beso extendiendo el momento, todo tiempo a su lado es poco. No quiero irme y me cuesta alejarme.

Detiene el beso para buscar aire. Nuestras frentes quedan unidas, su mano en mi mejilla, me siento una diosa siendo venerada.

—¿Nos vemos en el parque a las cuatro?

—¿Tengo alguna opción? —pregunto juguetona.

Sonríe flojo besando la punta de mi nariz antes de hablar.

—Conmigo siempre podrás decidir.

Tengo al hombre indicado, de eso no me cabe la menor duda.

—¿Y si decido alejarme? —lo tiento. Creo que de todas las posibilidades que existen de terminar con esto alejarme no es una opción.

—Te perseguiré hasta que aceptes que soy lo mejor para ti. —Mis manos en su cuello se asen bajo sus palabras.

He leido varias veces sobre mujeres empoderadas con preferencia a su espacio, con ansias de libertad y sobre todo respeto a sus decisiones. Me gusta eso, pero de un modo diferente, yo deseo que, pase lo que pase, Ryker siempre vuelva a mí porque puedo ser una cobarde y huir ante mis sentimientos, pero nunca podría huir de él, eso ya lo he comprobado.

—Te elegiría una y mil veces.

Mis labios van a los suyos en un beso feroz. ¿Quien diría que la Caperucita y el lobo se enamorarían? ¿Quién diría que utilizarían su lado animal para saciar sus ganas palpitantes? Y otra vez, Ryker era eso: la ejecución de lo inverosímil.

—Debo volver a clases.

No puedo detenerme, besarlo es una maniática adicción. Envuelta en sus brazos beso sus labios un poco más, hasta que me convenzo de que es necesario volver a clases. Cada paso lejos parece un sacrificio y me repito que lo veré en unas horas; sin embargo, siento esa presión en el pecho que no augura nada bueno.

Me apresuro al laboratorio de física. Toco la puerta antes de entrar y Mildred me comunica con la cabeza que pase. Me siento en el puesto vacío, al lado de Endrie.

—El chat me denegó el acceso después del test, cuestionario o lo que sea esa basura —le digo por lo bajo e incluso en este tono se me nota la molestia—. No entiendo a que viene tanta mierda. Solo secuestra gente rigiéndose por un patrón característico y tiene algo que ver con los celulares y demás aparatos electrónicos.

End le deniega la atención a la case observándome divertido.

—Quizas no le van las niñas lindas con novios celosos dispuestos a romperte la cara si la miras.

Suprimo una risotada que sale como una exhalación fuerte.

—Eres la persona más desenfadada y exagerada que conozco —recrimino, jocosa—. Ry es un amor, es la persona más cercana a la perfección que conozco.

Deja caer el lápiz haciendo un pequeño estruendo y me mira con la boca abierta y ojos de plato.

—¿Y yo no te parezco eso? —se ofende alzando la nariz hacia el cielo volteándome el rostro—. Debería quitarte el novio por ello.

Entrecierro los ojos y aunque sé que es broma algo dentro de mí se prende en fuego deseando salir. ¿Los monstruos verdes tienen encendedores? Tomo su mano con decisión ejerciendo la fuerza necesaria.

—No vuelves a bromear con algo así.

Se ríe alejando su brazo de mi agarre.

—Tranquila loba que no voy a por tu presa. —Se alarma, quejumbroso

Entre nosotros no se sabe quien es depredador y quien la presa, pero si está claro que cuando se trata de otras personas somos depredadores de cuidado, de mucho cuidado.

—Mañana nos vemos en algún club cibernético para escribirle nuevamente. —Cambia drásticamente de tema—. Variaremos las respuestas hasta dar con la correcta.

Asiento. Quizás fui muy dura con él, y para males mayores no me arrepiento. Todos deben saber sus lugares y el de ninguno es junto a Ry.

—Bien —respondo simple—. En el café que está cerca de acá a las diez de la mañana. ¿Eso está bien para ti?

Suena la campana. Automáticamente todos los alumnos, incluyendo a End, recogen rápidamente para salir de la clase.

—Si, está bien para mí. —Se va hacia la salida, pero detiene su andar bajo el umbral de la puerta—. Por cierto, yo nunca iría a por tu novio. Se ve lo enamorada que estás y mi intención nunca ha sido lastimarte, aunque parezca lo contrario.

Asiento en respuesta sin saber que decir al respecto mientras lo veo marcharse.

«Solo espero no haberlo herido»— pienso.

No entiendo que me pasa, termino de recoger mis pertenencias y, al percatarme de la presencia de Mildred, le sonrío.

—No creo que Winston te haya dado motivos para comportarte así.

Suspiro derrotada volviendo a la silla.

—No entiendo que me pasa. —Cubro mi rostro con mis manos—. Siento que en cualquier momento todo acabará. Solo imaginarlo me da un dolor sofocante en el pecho y me corta la respiración. ¿Es normal que sienta que él es mi píldora de la felicidad?

Acomoda sus mundo de papeles. Vuelve su vista a mí al terminar, sonriendo de esa manera maternal que hace que parezca mentira que nunca haya tenido hijos.

—Como te dije, hay veces que nuestras decisiones no son correctas, pero si nos hacen bien podemos mantenerlas. Solo tú puedes decidir qué es lo mejor para tu vida, si te equivocas tomas nota de ello y avanzas. —Hace una pausa—. No creo que esa inseguridad sea sana, canalízala.

—Daré lo mejor. —Beso su mejilla y corro hacia la puerta.

—¿Has quedado con Winston?

Me volteo encontrándome con su expresión de cejas alzadas.

—Se me nota en la sonrisa de tonta enamorada, ¿no?

Asiente y me río a carcajada limpia.

—Eres lo peor.

—Te deseo lo mejor y con mejor me refiero a... —hace un gesto bastante obseno que me hace enrojecer.

Salgo casi corriendo de allí, no estoy preparada aún para ese tipo de conversaciones.

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Cuenta la leyenda que Mentira era un ángel cobarde que temía a caer, a todos les asustaba cometer un error que los condenara a las cadenas hirvientes del infierno; sin embargo, Mentira era el más temeroso. Iba todo el día con la biblia bajo el sobaco, leyendo y releyendo hasta memorizar todas y cada una de sus leyes. No obstante, tenía el don de la desgracia, si pisaba suave caía, si pisaba fuerte derrumbaba. Un día cometió el pecado más grande que un ángel puede cometer y lo ocultó, quizás en un inicio su objetivo era ayudar a otros, pero la sustitución del suceso real por otro fue solo para salvarse y permanecer con lo que más adoraba: su amado cielo. Pasa y resulta que un día se encontraron ángeles y demonios. Sí, esos seres malignos que hacen daño sin importar qué o quién, esos seres que son capaces de destruir medio mundo y aún así duermen plenos en las noches. En la reunión, Sinceridad, el peor de los demonios, expuso la falta de Mentira causando el más profundo dolor en el pobre ángel que fue desterrado y encadenado a las calderas del infierno. Sin duda era demasiado bueno para permanecer allí, toda la culpa recaía en Sinceridad y sus ganas de dañar a los buenos. Desde la perspectiva de Sinceridad, todo era culpa de Mentira por no saber afrontar sus errores y confesarlos.

—La guerra entre la verdad y la mentira viene de épocas remotas. —Continúo la lectura en alta voz—. Algunos dirán que Mentira era el malo, otros que Verdad no tenía derecho, siempre habrán disímiles perspectivas, pero solo un veredicto final, y es que la verdad siempre alcanzará a la mentira para dejarla en ridículo.

Recostada en su pecho, bajo la sombra de un árbol arrimado al lago mis ojos asustados buscan su mirada. El primer pensamiento que pasa por mi cabeza es: «Lo sabe», pero su serenidad me demuestra lo contrario, lo conozco, sé que no reaccionaría con tanta calma.

—¿Por qué esta fábula? —pregunto genuinamente interesada.

Respira profundo antes de hablar deslumbrando ese atisbo de tristeza.

—Me gusta mucho, en sí es mi favorita —comenta mirando el lago. Por alguna extraña razón no me mira a los ojos y estoy tan tensa que comienzo a formar teorías en mi cabeza—. Siempre lo leo y lo releo, como el ángel de la anécdota, intento entender a los mentirosos, pero yo soy más como el demonio y por mucho que lo desee almas tan diferentes no pueden entenderse.

—Quizas sí —rebato, pasando saliva con dificultad—. A veces... se miente porque deseamos ir por dos objetivos que no se pueden mezclar. La mentira se ve egoísta, pero si se repelen ciertas circunstancias, entonces, mentir es la salida...

—Más fácil. —Me corta—. No importa cuál sea el problema, siempre tiene solución excepto si incluye una mentira.

—Creo que no coincidiremos en ese aspecto —sentencio dejando el libro a un lado para abrazarme a su cuerpo.

Odio a los ángeles y demonios, los errores, odio todo lo que siento que me puede separar de mi chico del paraguas, de mi lobo. La mentira es realmente un laberinto sin salida, te envuelve entre sus caminos tramposos hasta dejarte sumida en su interior y ahí te das cuenta que cualquier camino que tomes arriesga todo lo que hasta hoy tenías seguro.

—Te quiero —confieso con ese dolor incesante en mi pecho.

Tengo miedo, tanto miedo como Mentira, no quiero que llegue el turno de mi propia Verdad y me destierren del cielo.

||~𑁍~~𑁍~||~𑁍~~𑁍~||~𑁍~~||

¡Hola, hola!

¿Qué les pareció la fábula? Me encanta hacerlas🤩

No sé si tengo más miedo que Livi yo.😭

Les tengo una sorpresita, que por lo menos a mi me tiene saltando de la felicidad. Espero mostrarles en el próximo capítulo.

¿Qué creen que sucederá en el próximo capítulo? Armen teorías.

Besitos y votos para mí, por favor. Quien no me deje un beso lo desheredo.

Los amito bebitos.

Cortesía de las ocurrencias de Sabrina, xd

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