C17 || MM
El tiempo es relativo, un día dura veinticuatro horas, pero catorce horas para mí se sintieron como una tortuosa eternidad. Esperé y esperé por horas frente a mi ventana, tuve la esperanza de que apareciera y aunque con cada minuto se desvanecía la ilusión, algo dentro de mí seguía latiendo incesante. Ahí estuve toda la noche viendo la luna llena y sintiéndome tan malditamente vacía, con la única compañía de una lista de canciones tristes y un libro que hablaba sobre el amor.
El tiempo siguió su curso, lento, pero seguro. De un segundo a otro el cielo palideció mostrando los primeros rayos lumínicos del sol. Debí seguir los consejos del tío Din Don porque es lindo sorprenderse y sentir, pero pedir más de lo que pueden darte y no conseguirlo te rompe. Quizás fue mi culpa creer que luego de mis palabras correría a mí por un tonto mensaje que le llegara al móvil.
Las personas puede quererte con toda su alma y estar siempre para rescatar la relación, pero solo toma un acción extra para derramar el vaso y terminar con todo.
Me preparé para la escuela y mientras camino la última calle que me dejaría dentro del aparcamiento del instituto, deseando por un segundo sentir su paraguas cubrirme de la llovizna que nos regalaba el cielo. Tengo el mío en la mano; sin embargo, algo absurdo dentro de mí declara que solo escaparía de la lluvia si él me cubre.
Con toda la intención, camino cada pasillo de la escuela. Quizás verlo sonriente con otra chica me ayudaría a entender la indirecta. Una presión me comprime los órganos del abdomen. Es solo imaginar que sonríe con otra y se me viene el mundo encima. Ni en el terreno de fútbol, ni en clase de literatura, ni con sus amigos.
¿Y si le pasó algo?
A media mañana debo encerrarme en el baño de la chicas en un intento de controlar las lágrimas rebeldes que planean escaparse. «Él está bien» me repito varias veces sintiendo ese dolor punzante dentro de mi pecho. «No tuvo ningún síntoma» lo intento y por cada idea que doy para calmarme, surgen diez más que me paralizan.
—Endrie —le llamo en medio de la clase de física.
—Dime, bella.
—Necesito que llames a este número —digo arrastrando en su dirección un papel con el número de Ry—. Solo quiero saber si está bien.
Las pulsaciones se aceleran al terminar la clase, cuando Endrie me asegura que no respondió a las más de tres llamadas. Le agradezco por la ayuda y me retiro a mi casa en el bus donde él me acompaña. Tres calles me esperan de la parada del bus a mi casa y las avanzo deshojando flores en el típico "me quiere o no me quiere"
En todas me quiere y en todas siento que estoy desvariando. Pero ¿quién le dice a mi corazón ilusionado que deje de buscarlo por todos lados?
Abro y cierro la puerta a mi espalda. Me deshago de mi mochila y botas para, ya saben, hacer lo de siempre. Ir a por un vaso de leche. Al menos la leche nunca se irá, a menos que sucedan una serie de eventos catastróficos que no deseo.
Subo las escaleras despacio, la realidad es que estoy agotada, anoche no dormí nada y mis energías están en cero. Siento unas inmensas ganas de llorar, pero como de costumbre no puedo, las lágrimas se congelan y aunque a los seis años me prometí no volver a llorar siento que lo necesito ahora mismo.
Escucho un ruido dentro de mi habitación. Es casi imperceptible, así que dejo mi pereza y me apresuro a ver. Entro dándole un sorbo a mi leche la cual se derrama fuera de mi boca cuando unas manos me enjaulan, mi corazón se desboca con miedo y estoy a punto de atacar cuando unos fuertes dientes se hincan en la piel de mi cuello.
No sonrío, pero el alivio llena mi corazón. Hasta para aparecer se distingue.
La piel se me incendia y la zona donde mordió cosquillea ante su toque. «Quiero más» dice una parte de mí mientras tanto la otra rompe en un llanto profundo y ahogado. Fueron horas pensando que le había sucedido algo, horas en las que creí que volvería a pasar lo mismo de años atrás y despertaría, una mañana como cualquier otra, descubriendo que había perdido a alguien que amo. Me volteo rodeándolo con los abrazos, lo presiono contra mi pecho tan fuerte.
—Yo estaba tan asustada. —Hago pausas entre palabra y palabra, ahogándome con mis propios sollozos—. Por favor... Bueno, ni sé que pedirte, pero no te vayas nunca.
Acaricia mi cabello instándome a calmarme.
—Calma, Rojita. —Su voz gruesa suena suave, acogedora—. No pensaba ir a ningún lado.
Presiono más contra mí y no me importa si le duele, tuve suficiente en las horas que creí que lo había perdido. Aspiro el suave olor de su piel ligado con su perfume, esa mezcla que lo hace tan único, que me hace agarrarme más fuerte de su camiseta como si ese fuera todo el sostén que necesito para combatir mi debilidad.
Estoy llorando como una jodida niña pequeña al caerse, como cuando pierdes lo más preciado para ti. Solo que estoy celebrando que no lo perdí. Joder, a su lado me siento tan viva. Nos mantenemos de pie algo más de tiempo, hasta que mi respiración se acompasa y me llanto merma.
—Mira, te he traído algo.
Maldigo la lejanía de su cuerpo cuando va a por su mochila, pero lo espero sin rechistar viendo mi reflejo en el espejo a lo lejos. Tengo la nariz más roja que reno de navidad. Limpio el residuo de lágrimas bajo mis párpados viendo como vuelve hacia mí con un sobre largo del tamaño de una cuartilla en la mano.
—¿El divorcio? —me burlo sorbiendo por la nariz robándole una carcajada—. No pensé que este momento llegaría tan prontamente.
—Ya quisieras.
Una sonrisa suave se me escapa ante su respuesta y siento un terrible ardor en mis mejillas. Desvío la vista de su ente, centrándome en el sobre el cual abro sin ningún obstáculo. Deslizo fuera de este una cuartilla de cartón cromo, posándola sobre él mismo envoltorio.
Es un dibujo hecho a mano. Una capucha roja cubre a una chica que se encuentra en un bosque, una chica con mi rostro, a penas y se le ven unas hebras esparcidas por su rostro (justo como el día de Halloween), la expresión de la chica es de completa armonía a pesar que desde atrás un gran lobo gris oscuro con ojos verdes la abraza mientras ruge a lo que supongo sean personas que le quieren hacer daño, dado que solo se ven algunas manos intentando alcanzarla.
Mierda, soy un grifo. Con cada acontecimiento vivido a lo largo de estos últimos once años, las lágrimas que congelé en algún momento de mi infancia ahora hacen fusión recordándome que soy un ser humano, que no estoy seca, que no soy de hielo.
—Es lo más. —Tomo aire. ¡Dios, qué difícil!—...hermoso que alguien ha hecho por mi jamás.
Dejo ir un par más de sollozos que él aprovecha para volver a hablar, pero lo callo presionando la palma de mi mano contra su boca. Tomo un largo respiro.
—Eres lo más maravilloso que me ha tocado vivir, y por mucha mierda que nos depare el destino, no pienso arrepentirme de lo que he vivido contigo; porque he estado viva toda mi existencia, pero solo contigo me he sentido como tal. —Limpio mis lágrimas devolviendo el dibujo al sobre sin quitarle la vista de encima—. Cada segundo que sientas que me alejo, solo sostenme fuerte contra ti.
No lo sopesa, no se mide, solo se va contra mí alcanzando mi boca para adorarla con la misma ferocidad que un lobo adora la luna. Sus labios prenden el fuego en mi alma y en otros lados que no debería mencionar. Se detiene culminándolo con pequeños besos regados que deja alrededor de mi boca.
Sonrío mordiendo mi labio inferior cuando se mantiene, solo mirándome, transmitiéndome todo su afecto en ese simple gesto.
—He traído algunas pelis para ver...
—Tengo contratos con algunos canales. Mi mamá no es devota de la tecnología, pero no vivo en la era de piedra, ¿vale?
Se ríe consiguiendo que me contagie. Tengo una costumbre extraña de imitar, inconscientemente, los gestos fáciles de una persona si la observo con atención.
Alza los brazos desentendiéndose del tema.
—Solo tomé precauciones. —Se voltea yendo por su mochila—. Mejor afuera que adentro, dijo Shrek.
¡Oh, no! Él no dijo eso en realidad.
—No va para nada tu comentario. —Río.
No puedo dejar de observar el sobre donde yace la obra de arte. Ni siquiera sabía que dibujaba, una pasión en común.
—Así que eres un hombre lobo, eso explica porque no viniste ayer. —Me golpeo mentalmente por lo lista. ¡Qué no tengo derecho a reclamarle!—. Digo, que tenías que adorar a tu luna llena.
Finjo la broma al par de una risa nasal, que no siento.
—Mi única luna llena eres tú —dice sin detener su tarea en la mochila—. Me apeteció darte algo lindo, y cuando vi tu mensaje creí que me daría tiempo a terminarlo, pero por lo visto me tomó demasiado tiempo. Y bueno, luego surgió otra cosa que me impidió me alejara de mi computador.
Se voltea mostrándome un celular.
—¿Me compraste un celular? —digo casi espantada.
Niega con la cabeza, reprochando mi inteligencia. Bien, era un chiste, quizás no, pero finjamos que si.
—Tomé el celular de Rocket el día de la fiesta, estaba en el fondo de la piscina, cerca de su cuerpo —explica—. Cuando lo tomé estaba encendido, pero al quedarse sin batería dio un poco de bateo para encender y tuve que ir a un ingeniero amigo de mi padre para que lo desbloqueara, ya que, no sabía la contraseña. Revisé por encima y no encontré nada, pero tú eres más observadora. A mí solo se me da bien cuando me obsesiono con algo.
Me tiende el celular y lo tomo soltando la idea que se me viene a la cabeza.
—¿Que está obsesionado conmigo, dice? —le hablo al aparato, haciéndolo reír.
Enciendo el celular revisando la pantalla de inicio, aplicaciones y últimas operaciones, como llamadas, mensajes etc. Su mano me distrae por un momento cuando se posa en mi cintura atrayéndome hacia él quien está sentado sobre mi cama.
—Ven aquí —dice sentándome encima suyo—. Extraño tu calor.
Recorre la curva de mi cuello con su nariz olisqueandome.
—Oye —me quejo sin contener la sonrisa—. Estás distrayéndome, pesado.
Se ríe, pero me deja revisar el teléfono en paz. Nada. En la galería no hay fotos o videos que nos den una pista, sus mensajes, llamadas y apps no develan nada, haciéndome resoplar con frustración. Entonces, cuando ya estoy perdiendo las esperanzas, cuando dejo de buscar y decido rendirme algo llama mi atención. Lo pasé por encima durante todo este tiempo.
—Mira. —Señalo el móvil en una aplicación de mensajería que no sabía existía—. Este chat. No tiene un nombre normal como Leonardo Dicaprio, Brad Pitt, Britney Spear y demás.
Asiente con la cabeza inclinada hacia un lado, siendo yo su único objetivo en su campo de visión.
—Bien, lo había visto antes, pero como los adolescentes de ahora se ponen nombres tan tontos como: Maestro Marioneta, me pareció irrelevante.
Se encoge de hombros. Lo miro con una sonrisa y cara de "ahí es donde te pierdes".
—Exacto, es algo tonto, pero ahí está el dato —explico señalando cada inicial con mi uña de corta longitud—. Maestro Marioneta, MM. ¿Casualidad? No lo creo. ¿Besos? Los que quiera, por favor.
Sonriendo me planta un beso casto en los labios, luego otro y otro.
—¿Qué más decías? —pregunta con cara de haber recién despertado de una siesta de horas—. Después de la palabra besos se me reinicio la vida.
Me hace reír abiertamente.
—Hemos dado un pequeño paso, debemos averiguar sobre ello, pero. —Me incorporo de sus piernas yendo hacia el cajón de mi escritorio donde guardo dicho celular—...haremos una excepción el día de hoy y tendremos una tarde para nosotros.
Se descalza rápidamente recostándose en mi cama, cruza los brazos detrás de su cabeza a la par de los pies.
—Listo. —Mira a los lados—. ¿Dónde está mi acompañante?
Una idea cruza mi cabeza y la reproduzco corriendo en su dirección, lanzándomele encima en un salto.
—Aquiiiií —grito antes de estrellarme en su pecho y escuchar su quejido.
—Te ves menuda, pero estás nalgas pesan. —Toca mis glúteos, seguido yendo a por mis senos—. Y estos pechos. Espera—. Se detiene—, ¿puedo manosearte sin pedir permiso?
Asiento recostándome a su lado, pongo la cabeza en su pecho.
—Puedes —le digo sonriente mientras maniobro con el control a distancia, reproduciendo el canal de Disney—. ¿Puedo yo también?
—Tú puedes todo. —Descruza los brazos y me abraza.
No es la mejor película para ver con el chico que te gusta, la primera vez que hacen algo en plan cita, pero "Descendientes" es una película que amo demasiado como para no compartirla con él. Paso de estar acostada en su regazo a estar sentada, parada sobre la cama, bailando, cantando a todo pulmón. Que todos se enteren, me sé sus canciones, coreografías y soy mala hasta la médula.
Hay una escena a la que no me puedo resistir a dramatiza, ese momento en el que Ben dice "Mal" de una forma tan teatral y graciosa.
—Maaaaal. —Dramatizo junto a Ben estirando mis brazos y que le pego con una uña en el ojo a Ry.
Al principio me quedo como interrogante porque no entiendo nada de lo que sucede, pero luego está ahí cubriendo su ojo lagrimoso y comienzo a reír como una desquiciada, no puedo para de reír aunque me mire mal. Soy tan torpe. Me abalanzo sobre él besando toda su cara incluido ese ojos que lo hago con más cuidado; porque no quiero lastimarlo de más, y esta vez no se cuenta porque fue sin querer.
Amo la violencia con la que su presencia despedaza mi rutina.
Al terminar la peli decido ir a por algo de comer, exactamente unas fresas y nutella, traigo mi imprescindible vaso de leche y jugo para Ry. Compartimos chistes y hablamos un poco sobre nuestra pasión por el arte. Aunque su fuerte son los retratos, no descarta ir a por un paisaje. Él se siente realmente cómodo saliendo de su zona de confort.
—Come despacio, no se irá —me burlo por lo rápido que come, dios ha engullido demasiado de fresas y nutella.
—Es que mi capacidad bucal es demasiado grande, no me puedes culpar por no sentirla llenarse.
Ahí otro dato, tiene esa misma costumbre que de papá, hasta que la boca no se llena a reventar él no para de llenarla de comida.
—La mía es más amplia y no hago eso. —Decido molestarlo como quien no quiere la cosa.
—¿Ah, si? —me dice demasiado provocador para mi propio bienestar. Asiento segura—. Compitamos entonces, pero con un premio final.
—Una apuesta en otras palabras —me burlo y se ríe—. Me reservo mi premio.
La verdad es que no tengo ni idea de que pedir, pero algo se me ocurrirá en el transcurso.
—Bien, yo haré eso también.
Suena a trampa, pero no le doy muchas vueltas antes de aceptar poniéndole inicio al juego. A la par adentramos fresas en nuestra boca sin masticarlas. Conclusión él ganó y yo perdí por culpa de una maldita fresa que no quiso entrar en mi boca. ¡La muy desagradecida!
—Hay mucho espacio ahí. —Acaricia mi labio con auténtica lujuria. Sus ojos se han oscurecido por culpa de ese jueguito y por alguna razón quiero que esto se descontrole. De una buena forma, claro.
—Ya jugaste con ella, ¿y me dices que ahora es que te enteras de ello? —bufo negando con la cabeza como si no pidiese creerlo. —¿O es que quieres jugar otra vez?
Se limitaba observarme con una sonrisa lobuna que grita "¿y tú que crees?, pero no dice nada al respecto. En su lugar, propone varias opciones para entretenernos y hay una que me llama bastante la atención.
Conclusión, minutos después estoy distraída cortando un montón de papelitos, ya que, decidimos jugar y el dijo algo de meterlos en un tarro. Él es los números pares y yo los impares, quien salga le pide algo al otro que debe cumplir. No me ha querido decir de qué va su premio por ganar el reto y eso me pone aún más nerviosa.
—Dios, hemos distorsionado el cuento de la Caperucita Roja —expone mientras yo soy feliz con solo oírlo hablar. Mierda, estoy cayendo sin red de seguridad—. En nuestra versión de historia el lobo es el protector de la chica y ella es mucho, muy, demasiado sucia.
Continúo distraída cortando, escribiendo y doblando papelitos con su ayuda. Bueno, con su media ayuda que consiste básicamente en ponerlos dentro, pero él piensa que eso es mucho por hacer.
—Esos han sido muchos adverbios innecesarios. —Me río como he estado haciendo desde que llegó. Sí, justo después de cesar el llanto—. Soy caperucita la sucia, de lo contrario no me hubiese enamorado del lobo. Eh.. quiero decir...
Levanto la vista devuelta a la realidad clavándola en él, asustada, por mis propias palabras. No quiero que salga huyendo, no quiero que me lastime.
—Tú di lo que quieras que se me está endureciendo y no es el corazón. —Se encoge de hombros sonriente.
Me supera este hombre.
—Los límites los pones tú —me dice echando todos los papelitos en el tarro antes de taparlo para removerlo.
Me acomodo el pelo tras la oreja arrellanándome en el colchón.
—La penetración es mi único limite... —Levanta la vista, rápidamente, clavándola en mi dirección. Siento unas repentinas ganas de aclararme y eso hago—. Por ahora. Fuera de eso soy tan tuya como tú lo eres mío y no hablo solo del juego.
Sonríe orgulloso.
—Indudablemente nos pertenecemos.
No voy a negarlo, estoy nerviosa; sin embargo, su compañía es algo que me vuelve lo necesariamente fuerte para agarrar mis temores y nervios y seguir adelante. Porque el valiente no es aquel que no tiene miedo, sino el que no teme enfrentarlos.
Por ende, yo soy Livi Dessen, alias rojita y voy con mis miedos, nervios e inseguridades de la mano.
||~𑁍~♡~𑁍~||~𑁍~♡~𑁍~||~𑁍~♡~||
Capítulo dedicado a: patriciavegarodrguez
¡Hola, hola!
Man, que falta de ánimos, xd. ¿Cómo andan ustedes?
Mejor ni les doy la lata, al menos no en este cap, ajá, váyanse a leer hermosxs sucixs.
PERO ANTES VOTEN😁
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