C13 || ETERNOS
Está científicamente comprobado que a pesar de ser el sueño un factor de suma importancia para nuestra salud y correcto desarrollo, puedes evadirlo por un día sin conseguir afecciones relevantes. Lo que nadie me dijo es que si pasas la noche en vela, puede que al día siguiente compares tu situación física y mental con una persona a la que un camión atropelló unas cuantas veces seguidas.
De ser un día como cualquier otro no me importaría. No siendo el caso debo enfrentarme a un diagnóstico en clase de matemáticas. No es un examen que cuente para la nota final, pero es lo que le define a los maestros el estado actual de tus conocimientos, por ellos se analiza a cada estudiante optando por las mejores vías de aprendizaje a modo intensivo, en otras palabras cuantas horas extras debe pasar en la escuela por no prestar atención cuando debiste.
Entonces, estoy yo que vivo estudiando, o vivía pero justo anoche se me ocurrió sufrir mi primer desvelo. No fue exactamente mi culpa, sin embargo, no puedo decirle que mi dinámico —ironía— profesor de números que la noria en mi cabeza no paró de girar mostrándome en cada casilla una nueva expresión de Ryker, también sería incapaz de admitir que tomé el gran oso de peluche en mi habitación, Rikys y profané el poliéster de su cuerpo ensayando el beso que aún no he tenido con Ryker.
¿Si se dieron cuenta que el nombre del peluche que parece al del chico del paraguas? Esto estaba destinado a ocurrir.
Suspiro, sentándome en mi lugar.
Pensamientos como esos y otros más sucios dominaron mi cabeza, el cortizol rebasó los niveles que incluso tengo en la mañana impidiéndome dormir. Pensamientos como sus labios muy cerca de los míos y frases como "te voy a follar la boca" aparecieron desencadenando la electricidad placentera aumentando los niveles de estrógeno que me orillaron a descubrirme. Pues si, me masturbé, solo quería que sonara más rebuscado de esa manera la sangre concentrada en mis mejillas cada que lo recuerdo se dispersaría.
Dormí a penas una hora y creo que fue en honor la grandiosa necesidad de mis manos por explorar.
Llegué por el lado contrario al que siempre vengo con una sola idea en la cabeza y es no coincidir con Ryker. ¿Cómo voy a enfrentarlo después de lo que hice? Sería muy lógico si decidiera pasar de mi trasero. No, eso no suena como Ryker, en lo absoluto, aún siendo lo más razonable.
No me siento lista para explicarle lo que sucede. Me sudan las manos solo de pensarlo.
El profesor hace su majestuosa entrada pareciendo el rey de algún castillo muy, pero muy tenebroso. Ni siquiera saluda y ya anda repartiendo las hojas que contienen el diagnóstico, las ubica boca abajo sobre la mesa de cada cual.
—Volteen la hoja y comiencen a trabajar —ordena posicionándose en frente, alza su mano y observa el reloj—. Tienen media hora.
Con los brazos entrelazados detrás de su cuerpo nos observa desafiante, con este hombre es imposible hacer trampa. Me sumerjo en mi examen dando el máximo de mí a pesar de sentirme como la mierda. Los ojos batallan para mantenerse abiertos mientras mi concentración se va por el caño distrayéndome el mero susurro de una goma producido al hacer fricción contra el papel.
Un chico está sentado a mi lado, lo observo cuando termino la prueba y se me hace familiar su rostro, pero con tanto cansancio no puedo recordar y eso me pone de mal humor. El moreno no está concentrado en su examen, sino pegado al móvil con la prueba en blanco, la que se va a liar.
Los minutos corren, el profesor recoge los exámenes e imparte la lección que claramente no me entra del todo. La campana suena y todos salen corriendo intentando no desperdiciar ni un segundo los escasos minutos entre un turno y otro. El moreno sigue inmerso en su móvil y voy a tocarlo en el momento en que levanta la vista en mi dirección, trago grueso con la mano suspendida en el aire.
Él es el súper nerd del que Mildred habla tan bien, dice que vive la vida con la nariz en los libros, pero parece que le van más los digitales.
—¿Rocket? —me doy cuenta de mi error y rápido actúo. —¿Eres Rocket, cierto? La profesora Mildred habla mucho de ti, espero no confundirte.
Cállate ya, pareces ametralladora.
Asiente sin decir una sola palabra, me mira y está ahí solo que percibo esa mirada que me daba James cuando comenzaba a salir del transe.
—Que se ha acabado el turno. —Le sonrío. Cuelgo el asa de la mochila en mi hombro—. Vamos a ver si dejamos el móvil.
Alza las cejas en respuesta mientras sus labios se despliegan en una débil sonrisa.
—La adolescencia —se excusa tomando la puerta.
Alguien dijo que la tecnología es un sirviente útil, pero un jefe peligroso. No entendía esa frase hasta que llegué a esta escuela donde la mayoría parece ser dependientes de ella. ¿Es normal que un adolescente de dieciocho años dependa de un celular para sacar cuentas?
De ser un entretenimiento se volvió una interacción problemática entre una persona y las diferentes pantallas. Cada día se va perdiendo poco a poco el poder de gestionar el tiempo y modo de uso generando en ocaciones ansiedad o estrés cuando no pueden ser utilizados.
Lo sigo, a una distancia prudente sin perderle el paso. Entonces, hace justo lo que hacían Alexia y James, se aparta del resto concentrándose solo en su celular. Parecería una imagen usual, sino supiera que los otros ha transcurrido por lo mismo que él y ahora, ni siquiera tengo idea de su paradero.
La campana suena y maldigo internamente, no puedo faltar a física. Mildred es divina, pero también muy estricta, no importa que seamos una especie de amigas. Me vuelvo por donde vine esquivando la mirada que me atraviesa desde el campo de fútbol fingiendo que no existe. Si no le das importancia desaparece.
Sé que tengo que hablar con él, solo no será ahora. Dios, estoy huyendo.
Entro en el laboratorio sentándome en la primera mesa donde ya me espera Endrie. Su mirada viaja hacia mí y le sonrío a modo de saludo, vuelvo mi vista al frente donde Mildred hace un gesto con la cabeza dándome la bienvenida.
—¿Volveré a sufrir las consecuencias de los celos desmedidos del capitán?
Me muerdo el labio inferior con un poco de rabia. Aparto la mochila sacando los apuntes, suspiro y lo miro.
—Lo siento mucho —digo, tentativa—. No sabía que él haría algo como eso. Me apena mucho.
Se ríe.
—¿Qué dices? —Me codea sin perder la sonrisa—. Has logrado lo que yo no en tres años, Ryker me ha hablado cuando ni siquiera sabía de mi existencia.
—¿No te importa?
—Si estoy emocionado. —Se coloca el cuello de la camisa—. Esa voz viril, sensual y autoritaria. Demasiado voltaje para negarse.
Una oleada de celos me golpea cuando comprendo sus palabras. Bien, sé que Ryker no irá a por él, eso espero, pero es ese instinto posesivo que se niega a que alguien más guste de él.
Estoy jodida, me vine a fijar en el popular papichurro.
—Deja de hablar así.
—Pero, ¿por qué?
Doy un pequeño manotazo en la mesa.
—Simplemente no me gusta. —Estoy demasiado alterada, culpa de la falta de sueño—. Hay algo en mi estómago que no me permite digerir tus palabras con tranquilidad.
Bajo el tono de voz a niveles ínfimos.
—Siento ganas de agredirte. —Cubro mi rostro con las manos.
Su carcajada alerta a Mildred y atrae la atención de los alumnos.
—Tranquila, fiera, no voy a por tu chico. —Sigue riendo ganándose una mirada juzgadora de Mildred. Se disculpa con un gesto volviéndose hacia mí—. Él dijo algo parecido sobre tener ganas de golpearme.
Eso suaviza mi enojo activando mi vena curiosa.
—¿Qué más dijo?
—¿Qué me darás a cambio? —inclina un lado de su boca formando una sonrisa de temer.
—¡La madre que lo parió! —maldigo indispuesta. Sin embargo la curiosidad me puede—. ¿Qué quieres?
—Me debes una. —Observa el pizarrón copiando no sé qué cosa sin detenerse para decir—. Me dijo que necesitaba llamar tu atención y que lo ayudara, por lo que también tuvimos que incluir a Mildred.
—¡Oh, no! —exclamo incrédula—. Todos confabularon en mi contra, increíble.
Mildred vuelve su vista hacia nosotros para reñirnos, pero se detiene cuando ve mi mirada entrecerrada en su dirección. Formulo un "traidora" con los labios y solo sonríe volviéndose a la pizarra.
—Él realmente está colado por ti.
Dibujo una sonrisa reposando mi codo en la mesa mientras apoyo la barbilla en la palma de mi mano.
—Cuéntame más.
—Señorito, las cotorras no van a la escuela —se dirige Mildred a Endrie, severa—. Cámbiese de sitio.
Maldigo internamente a Mildred concentrándome en su clase. Madre mía, ya ni sueño tengo, sino una emoción palpitante. «El realmente está colado por ti» Doy saltos y chillidos dentro de mi cabeza.
Claro, que como todo estado temporal se desvanece en el momento en el que al salir del instituto Ryker está conversando con las dos Barbies sobrevivientes a un desastre natural. Sí, las amigas de Alexia.
Miro hacia otro lado abrazando al monstruo verde para que no se libere y ataque a esas dos.
—Entonces, ¿no has podido comprarte el libro que te recomendé? —pregunta ella ajena a lo que está sucediendo dentro de mí ahora mismo.
—Eh... no, no he podido.
Por más intentos que hago mis ojos vuelven a ese lugar. Masoquista después de todo. «Ve y háblale, no es difícil» dice una voz en mi cabeza. Pero la vergüenza de la verdad que se esconde detrás de mi huida no me lo permite.
—Puedes leerlo en Kindle —recomienda, aunque no le estoy prestando mucha atención—. No lo recomiendo, pero en casos como estos.
—Mamá no es fan de la tecnología.
El silencio se siembra entre ambas sin que pueda quitar la atención de la escena frente a mí. Esa sintética «def. Persona sin senos en el diccionario ficticio de Livi. Sin-tética» está acariciando su brazo. Trago grueso. ¿Y si pasa de mí?
Ay, no. ¿Eso son ganas de llorar?
—Hey, ustedes tres, estudiantes —vocifera Mildred con su disfonía espasmódica—. El día ha terminado, a casa.
Los ahuyenta alivianando el dolor de mis pensamientos. No hay nada malo en lo que ví, sino en el rumbo de mis pensamientos por ello. Da miedo que llegue alguien que pueda ofrecerle todo aquello de lo que careces y esa persona merece.
—Nos vemos, profe —digo besando prontamente su mejilla.
—Bonito día tengas.
Lo dudo.
—Igual. —Agito la mano despidiéndome.
Me apresuro a salir del estacionamiento con destino a la avenida donde me aguarda una larga y tortuosa espera por un bus. No estoy huyendo, es solo que no puedo enfrentarlo, tengo miedo de decirlo en voz alta y tengo miedo de lo que mis pensamientos dicen. Antes de que pueda cantar victoria una mano envuelve mi brazo deteniéndome.
Ejerce fuerza volviendo mi cuerpo para enfrentarlo. El verde de sus ojos me consume como una polilla expuesta al fuego.
—Ahora no... es buen momento.
—Rojita, ¿qué sucede? Estás huyendo de nuevo.
—Es que...
Intento contener mi lengua, pero hay algo embriagador en su presencia que me suelta la lengua. Soy una persona que no se guarda lo que siente y piensa, pero esta vez es diferente. No quiero alejarlo o quedar en ridículo.
Bien, siempre puedo darle un puñetazo.
Suspiro con resignación. No seré de las que se guarda todo para sí misma y arruina lo que tanto le costó conseguir.
—Tengo miedo, ¿vale? —admito mirando lejos de su rico y fornido cuerpo—. Es mi primera vez. Sin experiencia no hay buen servicio.
Hago una mueca con la boca provocando un sonido similar a un chasquido.
—A ver si entiendo, no has querido besarme porque será tu primer beso, ¿correcto?
Asiento y sonríe descaradamente.
—¿Sabes? La primera vez que besé a alguien, yo ni siquiera sabía que se usaba la lengua. La primera vez que follé fue un completo desastre. —No estoy celosa, en lo absoluto. Es pasado y el pasado no puede despertar al monstruo verde—. Es absurdo que huyas cuando me encanta la idea de tener tus primeras veces. Te daré suficientes experiencias para que decidas qué te gusta y que no. También me aseguraré de que no esté en tus planes dejarme.
Alza las cejas de manera sugerente y sonrío. Bien, me ahorraré el puñetazo a cambio quiero un beso. Un beso que reemplace esta sensación arrolladora que abarca mi cuerpo.
—Lo siento, ¿si? —Arrugo los ojos—. No he sido comunicativa respecto a mis dudas e inseguridades. Temía a que eso no saliera bien.
Me acaricia el rostro, sonriente.
—Por cierto, tienes la medida fiel de la pieza que me falta. —Hace una pausa antes de continuar—. Me gusta la forma en la que me siento contigo.
Sostiene mis mejillas abandonando un beso casto en la punta de mi nariz. Abro los ojos, que no me di cuenta había cerrado, fundiendo nuestras miradas en una promesa silenciosa. El exterior muere cuando todo lo que percibo, huelo y veo es a él.
Sus labios rosan los míos con movimientos horizontales y vuelvo a sentir la ya familiar corriente eléctrica recorrer mi columna vertebral.
—No, no. —Agrego un poco de distancia haciendo acopio de mi autocontrol—. Aquí no.
Sus ojos me observan confusos e indagadores.
—¿Cómo?
—Debe ser en el parque —explico gesticulando con las manos.
—¿Por qué?
—No lo sé. —Me encojo de hombros inclinando un poco hacia abajo la comisura de mis labios—. Mi cabeza lo ideó así.
Alza una ceja y flexiona su labio hacia un lado mostrando lo que parece una sonrisa pícara.
—¿Pensabas mucho en ello?
Oh, mierda. ¿Por qué dije eso? Toda la sangre de mi cuerpo se concentra en mis mejillas y nariz.
—Solo un poquito. —Carraspeo abofeteándome mentalmente. ¡Cómprenme un filtro!—. Y debes besarme tú a mí.
Me quedo callada esperando su respuesta, pero recuerdo algo y lo interrumpo cuando esta por hablar.
—Y será mañana. —Sonrío complacida.
—¿Estamos planificando un beso? —Niega con la cabeza como si se negara a creerlo.
Lo estamos haciendo. No te resistas a ello.
—He ganado yo. —Hago alusión a la apuesta afirmando con la cabeza y cerrando los ojos eventualmente.
Se carcajea como si fuese un mal chiste.
—¿Cuando va a ser nuestro primer beso?
—Mañana —afirmo, segura.
Pensativo toma su mentón entre sus dedos pulgar e índice antes de recomponerse y asegurar.
—Habrá un ligero cambio de planes.
Se acerca a mí tan rápido que solo me da tiempo para creer que intentará besarme y me tapo la boca dándole acceso para lograr su verdadero objetivo. Se inclina abrazando mis muslos e incorporándose a la de ya, dejándome sobre su hombro. Camina a paso apresurado hacia parque que está a pocas calles de aquí.
Me tapo la cara con las manos.
—Que vergüenza —digo para que solo él me escuche—. Si me lo pedías yo iba a caminar.
—¿Y destrozar tus perfectos planes donde tienes absoluto control? —se burla—. No suena como tú.
Odio que me conozca y amo haber avanzado lo suficiente para que lo haga. En otro momento eso no sería una opción.
—En la primaria me hicieron bullying por mi complexión física, ¿qué hice? Les di un puñetazo —le cuento como si estuviésemos en una charla casual—. A los doce años un chico me humilló frente a toda la escuela, le di un puñetazo. Alguien creyó que era divertido aposta un beso mío y cuando sus labios chocaron contra los míos sin permiso, le di un puñetazo. Ahora, yo, quiero darte un puñetazo.
Se carcajea genuinamente divertido antes de que su voz se engruese.
—Eso, rojita, dame vía libre para castigarte sin contemplaciones. —Palmea mi trasero estremeciéndome.
Guardo silencio roja de la vergüenza. Él hizo eso en medio de la calle y lo peor es que si me suelta contra el pavimento y arranca mi ropa lo dejo continuar.
Mis pies tocan el suelo cuando llegamos al parque y me acomodo el uniforme estrujado. Quedo de pie frente a él y una pregunta surca mi cabeza, ¿ahora, qué? Suspiro acomodándome la correa de la mochila colocando los mechones revueltos detrás de mi oreja.
Abro la boca para preguntar cuando envuelve su mano alrededor de mi muñeca y casi me tropiezo intentando mantener su paso. El lago nos recibe resplandeciente, consecuencia de los rayos solares colados, la cantidad de transeúntes es prácticamente nula.
Le doy mi atención a los sonidos naturales que nos rodean descartando posar mis ojos en su cuerpo, no sé por qué, pero estoy demasiado nerviosa. Hay un aire nuevo que me asfixia de una forma placentera.
¿Padeceré de hipoxifilia?
—Hay otro caso —le digo, sentándome sobre la roca, intentando disipar las sensaciones devastadoras que causa la proximidad de su cuerpo.
Cuando estamos a sola el espacio personal desaparece y no me estoy quejando por ello.
—Creo. —La voz se me entrecorta cuando percibo la punta de sus dedos pasearse en un ascenso tortuoso por mi tobillo—... que estamos a tiempo. No se ve como los otros.
Tiemblo. Dios, estoy temblando. Sus dedos alcanzan mi rodilla yendo a por la cara interna de mis muslos.
—¿Quién?
Su voz no parece afectada, diría que causo nada en él si no fuera porque el verde de sus ojos fue absorbido por un oscuro deseo.
—Rocket —gimo cuando pellizca la piel cerca de mis bragas—. Estaba apartado, sus labios comenzaban a secarse y...
Jadeo al sentir su palma colisionar contra la cara interna de mi muslo.
—¿Mirabas mucho sus labios? —pregunta algo intimidante.
La sonrisa malisiosa se me escapada. ¿De dónde la saqué?
—No tanto como los tuyos.
Su boca se entreabre sacando su mano de mi falda llevándola hacia la parte posterior de mi cabeza. Antes de que pueda razonar sus labios se estrellan contra los míos desatando el cosquilleo incesante en mi cuerpo. Su lengua separa mis labios dándose vía libre y es ahí cuando lo siento.
Una oleada caliente me recorre el cuerpo cuando nuestros labios danzan en un beso necesitado, no es suave, pero tampoco es rudo. Tiene la intensidad necesaria para sentir mis bragas estropeadas y las pulsaciones aceleradas de mi pobre corazón.
Succiona mi labio inferior, luego el superior. Adentra su lengua en busca de la mía y dejándome guiar por el instinto juego con su lengua hasta que su boca la succiona y luego la deja ir volviendo a mis labios.
Enredo los brazos alrededor de su cuello pegando cada centímetro de mi piel con la suya, buscando fundir nuestros cuerpos. Me balanceo en la roca perdiendo el equilibrio hasta que dejamos de oponernos y caemos sobre la grama verde intensa bañada en hojas secas.
Me río desencadenando su risa, la cual me calienta el alma. Estoy encima suyo sintiendo toda la dureza de su cuerpo y...
—¿Quién dijo que se necesita experiencia para dar el mejor beso del mundo? —cuestiona muy cerca de mis labios—. Lo que he sentido al besarte no se compara en absoluto con lo ya vivido. Eres superior.
No me deja responder, luego de esas palabras vuelve a besarme ahí acostados sobre el césped.
Si las estrellas escuchan y cumplen los deseos, por favor, solo pido que este momento sea eterno.
Que nosotros seamos eternos.
||~𑁍~♡~𑁍~||~𑁍~♡~𑁍~||~𑁍~♡~𑁍~||
Capítulo dedicado a: Liet_02
¡Hola, hola!
¡AL FIIIIIIIIIN! Lo que tanto esperaban sucedió.
¿Fue de la manera que creyeron que sería? ¿Qué les pareció?
He visto algunos comentarios que me han dejado con preguntas dando vuelta la cabeza. ¿Alguien necesita que le aclare algo de lo que está sucediendo? Obviamente que no contenga spoilers, pero algo que quieran que les explique.
No siendo más,
Los amito.
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