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C12 || DESDE UNO

El fracaso es el ingrediente secreto que le da gusto al éxito. Vienen tan entrelazados que no podrías notar uno sin el otro. No pensarías en el éxito como una meta de vida sino hubieses tocado fondo.

El fracaso no es la culminación del éxito, es el replay de la vida.

No me salen las palabras por mucho que balbuceo buscando formar una secuencia de dos palabras coherentes, las lágrimas se congelan detrás de mis ojos y respiro profundo buscando claridad y enfoque.

Se necesita todo de mí para acercarme al auto y no salir huyendo en su lugar. Sangre, hay tanta sangre, se escuchan quejidos muy bajos cosa que no me parece extraña con los niveles tan altos de adrenalina y endorfina que deben cargar. En el asiento de atrás permanece un chico inconsciente, aún conserva la vida, ya que el movimiento de sus cejas me lo confirma. Bordeo el perímetro hacia el lado del copiloto, los ojos del castaño se abren y se cierran como si estuviese batallando para estar en todos sus sentidos, no sabe lo que hace.

Sigo mi trayectoria postrándome en el lado del piloto donde la puerta está doblada a la mitad descubriendo la parte superior. Vacío. No hay rastro de algún cuerpo o el líquido viscoso de olor metálico.

Trago grueso antes de llamar a Ryker con un hilo de voz. No tarda en ponerse a mi lado.

—James, no está. —Lo miro por sobre mis pestañas. Las manos me tiemblan.

—Puede haberse lanzado del auto antes del impacto.

—Aún así, no estaría muy lejos. —Observo mi alrededor—. Las personas no estarían concentradas solo aquí, estarían esparcidas de forma tal que pudieran empaparse con la primicia de ambas escenas. Mira sus pies, están en dirección al choque de autos. No hay precipicios o mierda alguna y no hay forma de que una persona de carne y hueso saliera ileso de este accidente.

Aprovecho que la policía aún no llega adentrando mi cabeza al auto buscando una mejor perspectiva, pero todo lo que hallo es un trozo de madera cerca del freno y unos papeles estrujados en el asiento.

—Disculpe, no puede estar aquí —dice una voz gruesa a mis espaldas. La mano de Ryker se posa en mi espalda baja denotando posesividad e instándome a salir.

Escondo disimuladamente lo hallado dentro, quizás me sirva para después. Me incorporo asintiendo.

—Son compañeros de clase.

—¿Vieron lo ocurrido? —pregunta el oficial barbudo.

Niego. Volteo mi cabeza hacia Ryker quien con una sonrisa afable me asegura tomé una buena decisión.

Luego de asegurarme que James no se encuentra por los alrededores vuelvo al auto de Ryker quien sin preguntar conduce hasta la entrada del parque donde siempre vengo. Desciendo por mi cuenta sumergiéndome en el interior hasta encontrar el lado del lago a donde pertenece mi roca.

—No estoy entendiendo nada. —Aprieto los puños sobre mi falda del uniforme.

Se mantiene en silencio. Compartimos la ley de "Si no tienes nada que aportar, ahorrarte las palabras".

—¿Crees en las casualidades?

—Creo en las causalidades. —Vuelve a estar dentro de su cabeza—. Unamos información.

Asiento.

—Dime —hablo primero—. Tú que los conoces antes que yo, ¿tuvieron o tiene alguna aventura?

Se gira enarcando una ceja. Alzo las manos a la altura de mi cabeza de forma inocente.

—Solo digo. Eso esclarecería el porque de su desaparición —intento razonar—. Quizás tenían un amor prohibido y quisieron escaparse juntos.

Me mira como si me hubiese vuelto loca.

—¿Estás tú hablando en serio?

—Por supuesto.

—Deja de leer novelas románticas.

—Puede ser perfectamente un suceso real. —Alzo la barbilla removiéndome en el asiento.

Su expresión es aburrida cuando se enfoca en mí.

—Nadie provocaría un accidente donde lastimaría a otros para darse una escapada en plan novela romántica.

Bien, los nervios me hacen decir tonterías. Hago acopio de la ley instalándome dentro de mi cabeza. Su aspecto era el mismo, su comportamiento.

—¿Que piensas?

—Hay un patrón —afirmo tanto con mis palabras como con gestos repetitivos de mi cabeza—. No está muy desarrollado, pero el aspecto y comportamiento de ambos era exactamente igual. Eso nos lleva...

—A que fue provocado por una misma fuente —termina por mí.

—Exacto. —Vuelvo a afirmar con la cabeza con movimientos más pausados—. Si James no aparece en las próximas horas confirmaremos mi teoría. En ese caso, ¿qué sería?

Sostiene su mentón con el pulgar y el índice de forma pensativa.

—Dices si sería persona, enfermedad o las brujas de Salem y sus embrujos.

—No sé si las brujas, pero sí me refería a eso. —Miro al lago, es una vista maravillosamente hermosa—. ¿Estamos juntos en esto?

Evito mirarlo.

—¿Aún lo dudas?

Sonrío.

Voy con todo desde cero. No, desde uno porque si cuentas con la experiencia nunca volverás al punto de partida.

—Estamos en uno —le hago saber—. Y el cronómetro ya inició su cuenta.

Después de una caída mi única posibilidad es levantarme, estudiar daños y enseñanzas y avanzar.

De repente un brazo pasa por sobre mi hombro atrayéndome hacia él en una abrazo cálido, casi es suficiente para derretir mis lágrimas. Su calidez me relaja y si es posible quiero quedarme a vivir aquí toda la vida. Besa mi mejilla erizándome la piel, acaricio mi mejilla con la suya colmándome con ese tacto lo suficiente para atesorarlo toda la vida. Sus besos comienzan a descender sutiles, pero ávidos.

Se posa en la comisura de mi boca incendiando el sitio como material inflamable. Me convenzo de que definir lo que causa en mí es imposible, sin embargo, deseo conservarlo.

Con la punta de la lengua recorre mi labio inferior mientras acaricia mi cabello enviándolo detrás de mi oreja, creando un rápido acceso a ella. Masajea el lóbulo quebrantando mi voluntad ante su lengua que intenta invadirme, pero... no puedo. Hay algo más fuerte que mis deseos, un pensamiento paralizador.

—Oh, Dios, mi madre. —Las palabras me salen con un asombro genuino.

Instintivamente se aleja de mi toque como si le quemara y mira en la dirección que señalé anteriormente. Aprovecho su distracción y hecho a correr lejos de él, corro sin detenerme lo más fuerte que puedo hasta que al mirar atrás no lo hallo en mi campo de visión.

Me doblo apoyando la palma de mis manos sobre mis rodillas tomando grandes bocanadas de aire. Tuve que elegir el camino más largo para que no pudiera seguirme con el auto yendo todas las calles en sentido contrario.

La dicha de ser tan observadora y solitaria.

Entro a casa por la puerta trasera, mamá está en la cocina y yo me invento un día que no tuve mientras como algunos dulces.

—Me alegra que mi hija sea tan responsable y obediente. —Medio que me atraganto con la dona apañándomelas para sonreírle.

Subo a mi habitación despojándome del uniforme, me meto a bañar en el cuarto de baño del pasillo y salgo lista para pintar algún paisaje que incluye manchas en representación de dos personas a punto de besarse.

No es que esa imagen esté adherida a mi cabeza como tatuaje, para nada.

Busco un pijama en el armario optando por uno rosa de dos piezas holgado, la tela es delgada y refrescante. Preparo el caballete con el nuevo lienzo impoluto arrastrándolo cerca del escritorio donde yacen mis pinturas y botes de agua —algo usada— que solo utilizo cuando quiero conseguir un lavado plano. Tan básico como se escucha.

El problema con ser organizada y observadora es que él mínimo detalle fuera de lugar te hará ruido en el sistema. Una pequeña hoja de papel está doblada sobre mi escritorio. Despliego sus partes para leerla.

«Puedes huir todo lo que quieras porque siempre será un placer perseguirte»

Me río. No estoy asustada de que haya entrado a mi habitación sin permiso. Realmente estoy fascinada con las alternativas que siempre busca para llegar a mí. Él es mi chico del paraguas y tanto él como su paraguas me pertenecen.

Busco en mi reproductor mp3 —de las pocas cosas tecnológicas que mamá me deja usar y ni siquiera se me permite sacarlo de casa— un cover de Ember Island que como cosa rara me recuerda a él y lo reproduzco.

Doy suaves pinceladas sobre el lienzo arriesgándome con algo totalmente nuevo. Sin miedo al éxito.

You can stand under my umbrella

La canción relata una historia de amor, protección y buenos momentos que una chica le ofrece a su amado y él corresponde. O al menos eso me gusta pensar a mí.

Dos horas después observo la pintura fascinada. No soy buena con los retratos, al menos nunca antes lo había intentado porque estaba cómoda en mi zona, pero esto es de otro mundo. Quizás los trazos no son los mejores y tuve algunos problemas con las sombras y luces, pero el sentimiento está. Transmite la frustración de un beso deseado que no se concretó. A su alrededor cientos de nubes que descartan el funcionar como parte del cielo simbolizando los pensamientos que la detienen.

Así es la cabeza humana. Una maraña de pensamientos revueltos, los cuales en ocasiones te impiden avanzar lo suficiente por miedo o vergüenza.

Terminado el cuadro lo dejo en una esquina cubierto por una sábana blanca. Mi madre jamás puede verlo o mi destino será peor que el de Rapunzel cuando su madrastra supo de sus deslices.

Quizás ella y yo tengamos mucho más que ver de lo que pienso. Ambas estamos atrapadas, yo en una torre de reglas y reclamos. Ambas queremos vivir y conocer el mundo más allá de lo que nos muestran otros. Ambas le permitimos entrar a nuestro príncipe para que nos alejara de la rutina.

Príncipe de las perversidades sicalípticas.

Mamá me llama para comer y bajo en un santiamén, no me haré de rogar, tengo hambre. Me siento a su lado izquierdo planeando comer en total silencio para no provocar preguntas incómodas.

—Te has pasado la tarde encerrada en tu habitación —comenta cómo quien no quiere la cosa—. ¿Estamos peleadas?

«No, solo odio mentirte y no puedo detener esta locura.» Lo pienso, pero no lo digo.

—Hasta donde me quedé no, pero contigo nunca se sabe —rebato en un tono burlón. Su mirada penetrante me alcanza y me rio—. No sé en que te basas para tener esa percepción de la situación.

Pasa la comida antes de hablar.

—Me baso en tu ausencia y las conversaciones que cortas por la mitad con alguna excusa. —Suena bastante molesta—. Si pasa algo puedes decirme, no importa lo que sea. A fin de cuentas solo nos tenemos la una a la otra.

Pincha una verdura con el tenedor y me hacen sentir tan mal sus palabras. No solo he desobedecido y engañado a mi madre, sino que debido a ese hecho la he evadido. Nunca antes ha habido una barrera entre mamá y yo, siempre hemos estado juntas, pese a no estar de acuerdo con la vida que se me impuso. Conozco sus razones, pero no quiero aceptar ese destino para mí sin haber luchado al menos.

Alcanzo su mano en la mesa entrelazando nuestros dedos.

—Lo siento, ¿vale? —hablo por lo bajo—. No quería hacerte sentir así, solo he estado por mi cuenta.

Suspira y puedo vislumbrar un rayo te miedo en sus ojos.

—Todo lo que hago es por tu bien —se excusa sin necesidad.

A pesar de haberme tenido con tan solo veinte años mamá ha sido permisiva con los errores, me supo guiar, determinó límites que no me asfixiaban, al menos hasta ese día. Es comprensiva, cariñosa, aguerrida. Me mostró la independencia y buenos hábitos familiares. Mamá ha hecho el papel de madre, padre y mejor amiga desde que todo cambió.

El día en que perdimos a papá.

—Lo sé, mami y te amo por ello.

Beso su frente deseándole dulces sueños antes de irme de regreso a mi habitación. Guardo y organizo todo lo que está fuera de lugar porque sí, soy una persona normal y pese a que soy pulcra también hago mis desmadres durante el día. Si hay algo que nunca me faltará es un poco de desorden en mi habitación.

Mi desorden con orden.

Alcanzo la sudadera que llevaba puesta hoy para lanzarla cesto, pero algo me detiene y es el acaecimiento de mis manos encontrando lo que rescaté del auto. No sé si servirá de algo, no obstante, decido guardarlo para acontecimientos futuros. Precaver antes de lamentar, dijo un sabio.

La curiosidad me puede y tomo el papel arrugado desplegándolo sobre mi mano. No puedo definir la forma en la que me siento precisamente en esta ocasión. Es una inusitada mezcla de felicidad, agradecimiento, afecto, tristeza y sorpresa. Puede que mi intención fuese sólo romper el hielo con una broma, pero él hizo esto por mí y se convierte en algo especial en aquel momento en que mi cerebro reacciona gritándome que no estoy entendiendo mal y James si había comprado esas entradas para el concierto de Ed Sheeran.

Nunca podría olvidar un detalle como este, pese a que no llegó a dármelas.

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Capítulo dedicado a: victorianarranterior

¡Hola, hola!

JAMEEEEES😭😭😭😭 yo en serio llegué a amar mucho a James.

Ya sé que querran matarme porque, aja, otra vez no hubo beso, pero amores, Livi no está lista para ello. Entiendan lo difícil que es estar encerrada dentro de ti toda la vida y abrirte a otra persona. Las cosas despacio y aunque muchos dirán "es solo un beso", hay un pensamiento que le ronda la cabeza y no la deja avanzar. Lo sabremos en el próximo capítulo.

Los amitoooo.

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