C10 || ROJO
Ryker.
Las personas que conozcan mi verdadero yo se espantaran y dirán que soy un "sociópata" o "psicópata" sin tener pleno dominio sobre su concepto. No soy antipático, tengo amabilidad selectiva. No soy cruel, solo recibo arañazo tras arañazo sin tregua alguna y como un animal lastimado reacciono causando el doble del impacto.
Rojo.
Maldito color, maldito apodo.
Veo en rojo cuando una vez más el paraguas del viejo prematuro cubre el cuerpo de mi rojita. No hace ni cinco minutos estaba conmigo, no hace ni cinco minutos me obligué a creer que volvería y aquí estoy, repitiendo mis errores.
El viernes cuando la seguí al salir de la escuela, cuando supe por fin la ubicación exacta de su casa me hice prometer que no volvería a seguirla. No es un comportamiento propio de mí, nunca antes había experimentado estos deseos incontrolables por tener bajo mi radar a alguien.
Entonces, mi rojita. Sí, mía, porque podré enfadarme con ella, pero nunca dejará de ser la única mujer cuya existencia me puso a sus pies. En lo que estaba, mi rojita salió en dirección a esa copia patética de Gerald, pero a diferencia de la otra vez mantuvo el paraguas sobre su cuerpo.
Aprieto los puños al costado de mi cuerpo.
Mi linda Caperucita me hizo sentir esas mariposas de las que hablan en los libros de romance cuando apartó el paraguas del payaso lejos de su cuerpo, decidió mojarse a estar bajo un paraguas que no fuese el mío. Hoy, incinera esas mariposas despertando al depredador dentro de mí.
Me la voy a comer, sin prisa y sin contemplaciones.
Miro hacia el frente donde se encuentra una de las amigas de Alexia cuando su cabeza gira en mi dirección, con el rabillo del ojo vislumbro como escabulle su mirada hacia mí.
¿Me estás provocando, rojita? Me relamo los labios ante la idea. Mi cabeza trabaja a mil por hora imaginando las mil y una escenas no apta para menores que quiero hacer con ella. En otras palabras, follarla en todas las posiciones hasta que le arda es mi nueva fantasía.
Últimamente paso más tiempo en mi cabeza de lo usual. Últimamente su boquita es todo en lo que puedo pensar.
Comienzo a andar a una distancia prudente, no me despido de mis "colegas" porque ellos no importan, nadie importa cuando puedo verla salir de debajo del paraguas neón unas calles más adelante de la escuela. Inclino la cabeza hacia un lado. Su cuerpo está ahí, puedo verla sonreír mientras ese idiota provoca su risa floja, pero su mente está volando.
Voy por mi auto siguiéndolos en la distancia y guardándome las ganas de salir y destrozar a ese idiota que acaricia su cabello o cuando toma el bus sola. Demasiadas personas, ella es solo mía.
Por obvias razones llego primero a su vecindad aparcando el auto lejos de su casa. Las luces están apagadas lo cual me da la seguridad de que su madre está trabajando.
Una sonrisa maliciosa se forma en mis labios cuando una idea cruza mi cabeza.
Solo un poquito.
Vuelvo a mi auto cuidando no ser visto y tomo todo lo que necesito para mi misión.
Puede jugar todo lo que quiera, darse su lugar o hacerse la difícil, llámenlo como quieran, eso me vuelve loco. Pero hay una delgada línea entre darse su lugar y probar fuerza, ella apuesta por la segunda.
No despiertas a la bestia si no estás en condiciones de jugar con ella.
Me río de mis propias palabras rascándome una ceja desde el asiento del piloto. Ella está apta para este juego, por ello le voy a dar una probada de lo que tanto busca.
Sus largas piernas caminan con pesadumbre porque no quiere llegar a casa y lo sé. Con la casa vienen las reglas, la opresión y la falsedad, con la casa pierde su esencia. Abre y cierra la puerta a sus espaldas adentrándose en su hogar. Camino sigiloso hasta la ventana trasera que me da una vista periférica de la cocina y hacia una escalera frente al umbral de la antes mencionada.
Se deshace de la camisa quedándose en una blusa con poco hilo y descalza sus pies, recogiendo todo antes de perderse escaleras arriba.
Antes el lobo aclamaba su carne y la reacciones que causaba en él, ahora lo quiero todo y no me detendré hasta tenerla.
No eres lo que puedes ver frente a un espejo, rojita.
Me pongo manos a la obra yendo por la caja de protección y medida que para mi suerte se encuentra accesible en la parte exterior de la casa, como generalmente. Descubro el interior encontrando un cuadrado blanco con una pequeña pantalla «la unidad de medida» y debajo mi objetivo, un cuadrilátero dividido al medio en dos, mitad azul mitad blanco «los fusibles»
Para evitar accidentes y arruinar el factor sorpresa sujeto la unidad de medida con una mano mientras la otra toma y jala por medio de una manilla los fusibles hacia afuera y ¡tachan! Mi rojita se ha quedado a oscuras.
Encajo la llave maestra en la cerradura de la puerta trasera de su casa quedando dentro de la misma con una facilidad espantosa. Hasta de ladrón podría vivir sin ser atrapado. Acomodo los guantes e intrigado observo mi alrededor subiendo una bonita escalera elíptica de color blanco.
Todo en esta casa grita "impersonal" y a la vez es tan familiar y acogedora que dan ganas de quedarse en ella toda la vida. La primera planta se extiende ante mí, sus paredes blancas y suelo oscuro. Hay tres puertas a los lados del breve pasillo, una de ellas está abierta.
El cabello rojo resaltan inclusive en la oscuridad atrayéndome como si fuese un maldito imán, no entiende de obstáculos porque se encargó de eliminarlos.
Mi hermosa Caperucita, mi rojita.
Una regla básica de un depredador es moderar su andar. Si anhelas a cierta presa debes manejar tus pasos de modo que se tornen perceptibles, que aunque los vean no los oigan. La respiración debe ser cuidada, en conclusión, debes aprender a ser invisible.
Está de espaldas, pérdida en su lienzo apoyándose de los rayos solares que se cuelan por su ventana tarareando una canción sensual que proviene de un radio de antaño.
Esta chica es tan rara, ni siquiera le preocupo el hecho de se fuera la luz.
El que no reaccione a mi presencia como yo lo hago me enerva y pierdo todos los sentidos ladeando la mano para golpear su vena carótida e inconscientizarla. Dejo caer la mano con la suficiente fuerza para obtener los resultados necesarios, solo que no me esperaba en absoluto lo que sucede.
Se agacha en el momento en que mi mano está a punto de golpearla y maniobra hasta llegar a mi espalda atestándome una patada en la zona posterior de la rodilla. El impacto me manda inmediatamente al suelo como consecuencia. Aprovecha mi debilidad subiéndose a horcajadas sobre mí y apresándome las manos sobre la cabeza.
—Hola. —Despliega la sonrisa más radiante que le he visto jamás resaltando sus rasgos aniñados, son leves, pero están.
Volteo los ojos removiéndome para que me suelte. ¿Quién me habrá mandado a estar con la payasada?
—No tan rápido. —Refuerza su agarre y me pregunto por qué no la mando de un tirón al suelo si tengo mucha más fuerza que ella.
—Deja las payasadas. —Me exaspero sin dejar de removerme y ella solo se ríe.
Mi atención va a sus labios cuando los relame.
—Me persigues, cortas la luz, te metes a mi casa, confabulas en contra de mi conciencia, ¿y me pides que te suelte? —dice como si no lo pudiese creer.
Quizás la subestimé y está más pendiente de su alrededor de lo que pensé, incluso más que yo.
—Sí —contesto en un tono aburrido, casi perezoso.
—Mira por donde que no me parece.
Ya basta. Se acabo esta idiotez.
Reúno la fuerza para sacarla de encima de mí, pero...
♫You're a fool if you thought that I'd just let this go♫
Sus caderas se mueven al ritmo sensual abandonando un sabor epicúreo en mi paladar. Todo lo que puedo ver es ella, sus ojos oscuros, sus labios gruesos. ¿Me está manipulando? No sé, no pienso con claridad. Sus movimientos lentos e inexpertos me ponen al borde mientras no deja de balancear sus caderas de arriba a hacia abajo. Entreabre los labios buscando aire llevando mi atención a las mejillas acaloradas.
♫Now all I see is red, red, red♫
La canción es como si estuviese escrita para mí, como si hubiese decidido describir lo que siento. El agarre en mis manos se mantiene sirviéndole de apoyo al momento en que eleva un poco sus caderas refregándose contra cierta parte de mi cuerpo que quiere salir a jugar.
Reúno toda la voluntad que tengo aclarándome la garganta para no fallar.
—¿Ya terminaste tu show? —pregunto con indiferencia fingida.
Si eso es posible a mi adorable bebé se le enrojecen aún más las mejillas y ese rubor es el que siempre la pone en desventaja frente a mí, eso y sus tabúes. Deja ir mis manos levantándose indignada con el mentón en alto, la música la pausa quedando de frente a lienzo manchado de pintura.
Toma una respiración profunda antes de girarse.
—¿Por qué viniste? —El tono de cansancio fingido sólo me demuestra que oculta la decepción y eso me recuerda a sus palabras en el vestuario.
Aprieto los labios queriendo arrancar el sabor amargo del recuerdo.
—Estas cruzando límites, rojita, estás llevándome al borde —le advierto haciendo alusión al show que montó con el chico ese de pelo largo—. Luego, no vengas a quejarte porque soy un ser despiadado.
Su mirada retadora no me da tregua y estoy a punto de envolver una mano en su cuello y besar sus apetecibles labios.
—¿Que harás? —No solo es su mirada, es su pose, su mentón en alto, la ferocidad de su voz. Si cree que desafiarme es el camino correcto para enloquecerme está en lo cierto—. ¿Obligarás a Endrie a cambiarse de salón o sacarás a James del equipo de fútbol?
Se queda callada unos segundos antes de fingir una sorpresa teatral y proseguir.
—¡Ah, no! Espera. Eso ya lo hiciste.
—Tú me orillaste a ello.
Se acerca a mí a paso rápido empujándome por el pecho, a penas me mueve, pero hay que aceptar que la chica es fuerte y está bastante enojada.
—Imbécil, podrías decir "perdón, me equivoqué" —grita fuera de sí engrosándome, aún más, el quinto miembro—. Eso era lo que estaba esperando.
Se va hacia la cama sentándose sobre su trasero y dobla las rodillas tapándose la cara con las manos. Cuando vuelve a hablar le siento la voz un poco quebrada y me maldigo internamente por ello.
—Estuve todo el día batallando conmigo misma porque se suponía que tú tenías que venir a mí. Tú debías disculparte, pero ¿qué hiciste a cambio? —Levanta la cabeza y me observa—. Alejaste a los que estaban a mi lado.
Si me hubiese incrustado contra una pared me hubiese dolido menos. Si en lugar de largarme sus palabras dolidas se hubiese cerrado a mí todo sería diferente. A veces, necesitamos de ese golpe de realidad que nos traslada al mundo real, nos centra y rescata de las nubes. Ella me está golpeando justo ahora y yo estoy agradecido.
—¿Es muy tarde para decir lo siento?
Sus ojos me miran con un brillo que no logro distinguir, pero rápido lo camufla antes de que pueda descubrirlo.
Ella tiene reglas, se esconde y finge ser otra cosa, justo como yo. Si la mierda de las almas gemelas existiera ella sería la mía.
—¿Me veo muy patética si te digo que lo estaba necesitando? —Me lanza una sonrisa triste a la expectativa, el problema es que no se de qué. Voltea los ojos cuando no me muevo—. Ahora debes decir algo súper lindo y romántico que me haga la boca agua.
—¿Que le folle la boca, dice? —pregunto a nadie en particular porque solo estamos nosotros en la habitación.
Estamos solo en una habitación y no he intentando quitarle la ropa. Esto es nuevo para mí.
Suelta una carcajada camuflando sus mejillas rojas. Me llama la atención la perfección de su cutis, liso, suave, pálido, es la envidia de todas las púberas que padecen de acné. Me da la impresión de que va a buscar algo cuando se detiene a medio camino, abruptamente.
—He ganado yo. —Se gira con la boca entreabierta y esa expresión que grita "no me lo puedo creer"
La verdad le recé a Dios antes de venir para que ella no recordase eso, pero Dios nunca me escucha.
—No digas estupideces, nunca podrías ganarme —me burlo.
Pone su dedo índice sobre mi pecho haciendo presión.
—Lo he hecho. —Mantiene una expresión digna—. Y estoy amando hacerte caer con tus propias reglas.
Se jacta y me dan unas ganas de mostrarle quien manda. ¿Desde cuando es Caperucita quien se come al lobo?
—No. —Aprieto los puños.
—Sí.
—No jodas, te he dicho que no.
—Estás aquí —señala, obvia—. Eso es un hecho.
Volteo en dirección a la puerta conteniendo mis malditas ganas de besarla y arrancarle la ropa.
—Me voy.
—Joder, solo quiero que me beses —grita haciendo que me detenga abruptamente chocando contra la puerta entre abierta.
Me vuelvo buscando sus ojos.
—Nos hubiésemos ahorrado la apuesta. —Sostengo mi mandíbula para que no cuelgue con los asombrado que estoy. Sacudo mi cabeza saliendo del estupor y me encojo de hombros—. Entonces, bésame, ganamos ambos.
—No, me besarás tu a mí.
—Hazlo tú, al fin y al cabo fuiste la ganadora.
—Ryker... —advierte amenazante.
La tomo de la cintura atrayéndola a mí. Dios, está tan cerca que puedo oler su fragancia de especias y frutas del bosque.
—Bésame, idiota. —Rozo mis labios con los de ella.
La reacción es inmediata: la piel se me pone de gallina de la misma forma tonta que se le erizan los vellos de la nuca.
—Si tan desesperado estás hazlo tú.
—¿Desesperado? —Finjo demencia poniendo distancia entre nuestros cuerpos—. Estás loca.
—Tramposo, ven aquí y cumple tu pérdida —se exaspera y me encanta producir esas reacciones en ella.
¿Pérdida? Esto se siente como la gloria.
—¿Sabes qué? A la mierda.
Se acerca a paso apresurado tomando mi rostro entre sus manos pequeñas y suaves en comparación con el tacto de mi piel tersa, acuna mi rostro de una forma gentil y cariñosa. Me relamo los labios llevando su atención hasta ahí, sonríe mostrando sus dientes perfectos.
Ella sonríe y yo sonrío, ese intercambio de risas tontas alarga el momento y la verdad estoy bien con ello.
Se acerca lo suficiente para que nuestros labios se toque convenciéndome de juguetear un poco con ella. Rozo la piel sensible y me alejo, así unas cuantas veces hasta que capta el juego y comienza a hacerlo conmigo.
—Caerás primero —la retó de vuelta continuando con mi juego.
—Eres irresistible, pero yo soy buena rompiendo las reglas —musita y me muerdo el labio casi por instinto.
¿De dónde salió esta mujer? Es como la pieza oficial que le falta a mi rompecabezas, tan a la medida como si hubiese sido hecha para mí.
Se ríe dandome a entender que hice la pregunta en voz alta.
—De... mi madre. —La sonrisa se le borra.
—¿No me digas? Pensé que te había traído la cigüeñas.
Se aleja de mi impeliéndome en cualquier dirección improvisada.
—Mi madre ha llegado y... —Se detiene a pensar, cuando digo se detiene me refiero a que, literalmente, detiene su andar—. Bien, no tienes que saberlo todo.
Como si estuviese en una película me impulsa dentro de un escaparate tan abarrotado de cosas que a penas tengo espacio para mí.
—Quédate ahí.
—¿No puedo conocer a mi suegra?
—Quiero conservarte y tú quieres conservarme. —Saca pecho llevando sus hombros atrás—. Solo quédate ahí y no hagas ruido. Me encargaré de ella y volveré por ti.
Se gira en dirección a la salida, pero antes de que consiga irse la detengo.
—¿Quieres conservarme?
Sonríe.
—Desde que pusiste tu estúpido paraguas sobre mí.
Deja las palabras flotando en el aire, mi cerebro segregando esas malditas hormonas que me hacen adicto a ella. ¡Oh, rojita! Acabas de firmar un pacto con el diablo sin fecha de caducidad.
||~𑁍~♡~𑁍~||~𑁍~♡~𑁍~||~𑁍~♡~𑁍~||
Capítulo dedicado a: iSoyAxersexual
¡Hola, hola!
Maldita tensión🔥 y maldita mamá que llegó en el momento menos indicado.
¿Qué les pareció el capítulo?
Recuerden que las esperamos en el grupo de WhatsApp para debatir sobre cada capítulo. (Link en la bio)
Hasta el martes.
Los amito.
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