Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

C09 || NO ME ARRODILLO

La soledad.

La soledad es un arma de doble filo, bien puede ayudarte a salir a flote, pensar y tomar decisiones de calidad o hundirte en la más profunda y completa miseria.

Es cuestión de encontrar el equilibrio entre una opción y otra.

¿Cuándo creo que comienza a ser un problema? En ese momento en que estando rodeada de personas te sientes sola, te sientes vacía. He permanecido a lo largo de mi vida sola entre la gente y nunca había experimentado esta sensación, pero como para todo hay una primera vez, aquí estamos.

Echémoslo en el tarrón de primeras veces para el chico del paraguas.

Su mirada se topó con la mía al segundo siguiente de descubrir mi acierto respecto a las anomalías de Alexia. No mentí, no me confundí. Estaba en lo cierto y la verdad nos estalló en la cara sin reparar en daños.

Esperé que se acercara a mí, se disculpara, estaba dispuesta a perdonarlo porque yo sí extraño su presencia en mi vida. Lastima que fuese la única. No se acercó, ni siquiera sostuvo mi mirada por más de dos segundos antes de retomar su camino por los interminables pasillos del instituto junto a sus amigos.

«El lobo no se inclina ante a la Caperucita». Pero la Caperucita tampoco lo hará por el lobo. Con la nariz en dirección al cielo, como en los días malos de la primaria, avanzo por esos mismos pasillos deseando no estar ahí.

Muchos pueden pensar que soy cobarde y por ello huyo, pero yo peleo hasta que huir se convierte en un juego de vivir o morir.

Tomo una respiración profunda repitiéndome que no es mi culpa, que solo no estoy lista para vivir y debería regresar al juego de supervivencia donde mi única preocupación es evitar que me encuentren.

Bebo de la botella de agua en mi mano mitigando la sequedad en mi boca, suspiro y entro a clases. Física para ser exactos. La profesora Mildred se encuentra en la mesa cabecera organizando y preparándose para su próxima clase. Le sonrío, mi primera sonrisa real en todo el día y tomo asiento en la mesa frente a ella.

—¿Leíste "Agujeros Negros"? —me pregunta señalando con su dedo arrugado mi lectura actual de Stephen Hawking. Toda ella denota experiencia.

Le concedo mi atención en su totalidad.

—¿Me lo recomienda? —cuestiono conteniendo la emoción.

No entiendo porqué entablar una minúscula conversación con ella me emociona.

—Te recomiendo todo lo que él haya podido escribir. —Mira hacia la puerta de manera furtiva y disminuye la voz—. Ese hombre me pone.

—Pues, vaya polvo el que iban a echar —me burlo, riendo hasta que mis neuronas hacen contacto y es que noto con quien estoy hablando.

Las mejillas se me tiñen de rojo cuando su mirada choca con la mía y al contrario de corregirme, se ríe.

—Podría follarme su cerebro. —Se encoge de hombros divertida—. Aunque en este estado le serviría más de vibrador.

La carcajada no la contengo y es realmente escandalosa.

—Mi meta es tener un cerebro tan nutrido como el suyo, ¡qué importa si termino siendo un vibrador humano! —Me encojo de hombros—. Usted está en buen estado.

Asiente girándose a escribir en la pizarra.

—Me caes bien.

Me doy dos palmaditas mentales por ello.

—¿Qué me decía del libro?

—Hawking pretende que en lugar de horizontes de sucesos, los agujeros negros poseen un horizonte aparente, detrás del cual la materia y la energía quedan atrapadas solo temporalmente, ya que pueden reemerger en forma de radiación —me explica sin dejar de escribir en la pizarra algo completamente opuesto a lo que dice—. Él cree que los agujeros negros no son completamente negros.

Hay algo fascinante en escuchar hablar a una persona de conocimientos amplios y nutridos, esas personas con un cerebro que se ocupa de más cosas que darle funcionalidad al cuerpo.

—Es muy... —Me he quedado sin palabras y necesitada de leer sobre ello—. Interesante. Nunca había leído sobre ellos. La verdad, es que he entendido solo la mitad de lo que me ha dicho.

Se vuelve hacia mí sonriendo, luego baja la vista hacia un cuaderno que ojea mientras yo la observo como si fuese mi ídolo. Stephen Hawking lo es, pero esta señora lucha el puesto.

—Por cierto, su compañero de cabellos blancos fue transferido de clase.

—¿Qué?

Bien, acaba de tomarme con la guardia baja. No puede ser que Edrien haya sido transferido de clase, no es imposible. Bien, estamos a inicios de curso, pero, ¿por qué lo haría?

La campana suena y con ella llegan todos mis compañeros acompañados de sus interminables y bulliciosas charlas triviales. James —el chico que le primer día me pidió presentarme y luego pasó de mí cuando supo soy amante de la física y la química— entra al salón concentrado en su celular, razón por la que choca con una trigueña quien lo mira como si fuese un fantasma.

El chico ni la registra dirigiéndose a la primera mesa del centro sentándose a mi lado. He notado que a pesar de no atender a clases siempre toma asiento en la misma mesa sin importar que. La señora Mildred comienza la clase, cosa que no es relevante para James, quien sigue atrapado en su móvil. Decido alertarlo codeándolo.

Error.

Me llevo las manos a la boca ahogando un grito cuando el acto me hace doler el cúbito con el impacto. Su costado no es duro del tipo ejercitado, es como si estuviese golpeando la puerta. Sus ojos se despegan del móvil agregando a mi estupefacción, miedo. Sus ojos vacíos me miran, pero no me observan, parecen fuera de órbita, como si no existiera.

—¿J-james?

Sigue ahí esa mirada perdida, ese rostro sin expresión.

—¿Qué sucede?

No, esa pregunta no la hice yo. Vuelvo mi cabeza al frente encontrando el rostro preocupado de la profesora y lo único que me sale es la frase más cliché que he escuchado jamás.

—James se siente mal, lo llevaré a la enfermería. —Tomo al chico del brazo quien sigue obseso con su celular y ni siquiera se niega.

Lo arrastro por el brazo como a mi muñeca gigante, al menos era gigante mientras yo era una niña. No pone objeción y eso me preocupa más porque observo a todos y James es del tipo que siempre tiene algo para decir.

Me detengo a un lado del árbol donde encontré a Alexia el viernes, él también lo hace y enfurecida arranco el celular de sus manos.

—¿Qué pasa, James?

Recuerdo a Alexia y esta vez lo quiero hacer bien porque sé que está pasando algo, hay una conexión en su comportamiento, como un patrón.

—Háblame. —Permanezco impasible, pero por dentro tengo miedo.

Miedo de su actitud, de su respuesta, de fracasar como hice con Alexia.

—Quiero ayudarte, James.

El cambio en sus ojos es leve, pero muestra un poco de vida, una esperanza.

—Solo estoy teniendo problemas, metiche. —Intenta tomar su celular y lo escondo tras de mí evitándolo—. Deja de estar jodiendo a todos y vete a estudiar física. Corre, Galilea Galilei.

Ahí está. La chispa, quizás solo necesita hablar, desahogarse.

—Quizás si me cuentas te sientas mejor. —Doy pequeños golpes en mi mandíbula utilizando el dedo índice mientras pienso en cualquier cosa—. A veces siento que mi mamá me pide más de lo que puedo dar. ¿Ves? No es difícil hacerlo.

Sonríe aparentemente divertido por mi locura y se resigna tomando asiento en la grama que nos rodea. Copio su acción justo a su lado.

—Quiero ser jugador de fútbol profesional —admite en un suspiro derrotado.

Me propongo no alejar la sonrisa de mi rostro para hacerlo sentir mejor.

—Los jugadores de fútbol son sexys. —Es el comentario más vano que he hecho jamás—. Y ágiles, resistentes, estratégicos.

Parezco ametralladora intentado corregir mi error. Si algo me he propuesto desde chica es cuidar lo que hablo porque las palabras son armas que deben usarse en el momento indicado con la intensidad necesaria, no las desperdicies, ellas son las puertas a tu cerebro. Con una palabra puedes destrozar tu primera impresión en otras personas y eso es una oportunidad irrepetible.

—Lo capto, quieres hacerme sentir mejor.

¡Joder, qué bueno es en esto! Miro sus ojos y ahí está otra vez ese brillo y vida latente.

—Vale, un poco sí. No sé nada de fútbol más allá de su categoría, pero si sé de sueños y de metas. Entonces, te puedo decir que la vida es efímera ante la grandeza del universo y si tuvimos la oportunidad de nacer en la misma época que Ed Sheeran. —Me río de mi misma—. Deberíamos tener las suficientes ganas para comernos el mundo y combatir contra quien se impone.

—En otras palabras que luche por mis sueños y te lleve a un concierto de Ed Sheeran.

Lo codeo risueña percibiendo la normalidad.

—Es la paga, amigo. —Me encojo de hombros, jocosa—. Ni los consejos ofrecidos son gratis.

—Gracias, amiga.

—Gracias nada. El boleto mañana a primera hora.

Se carcajea sosteniendo su estómago con una mano. Escuchamos su nombre y detenemos las bromas. El equipo de fútbol está en el campo a pocos metros de nosotros y no sé porque no me sorprende ver ciertos ojos verdes entre los presentes. James abre los brazos en forma de interrogante.

—Vamos a adelantar la práctica.

—Te dejo, amiga.

—Mi boleto —grito cuando se aleja y me incorporo sacudiendo mi trasero con mis manos ignorando cierta mirada.

Tomo mi mochila observando los alrededores, porque acostumbro a dejar caer cosas, cuando lo veo. Dejé caer el celular de James sin darme cuenta, lo tomo decidiendo que se lo devolveré después, ya que estoy en una batalla contra mí misma para evitar a Ryker.

La campana suena anunciando el fin de la clase, ya me excusaré más tarde con la señora Mildred. Decidida a no perder más ninguna clase mientras mantengo mi cabeza ocupada favorablemente me acerco al salón de la próxima hora donde me siento sola, como generalmente. Anoto en mi agenda imaginaria el ir a hablar con Endrie para informarme sobre su traslado. Espero no sean malas noticias.

La clase de Biología se centra en la influencia de las hormonas y neurotrasmisores en las emociones, el por qué de muchas reacciones. A mi cerebro le tomó un nanosegundo elegir a Ryker como la persona que revolucionaría mis hormonas adolescentes, algo así como amor a primera vista. Él eligió por mí y ahora solo segrega más y más mierda que es lo que me tiene aferrada a su recuerdo, anhelado su compañía y fantaseando con su pene follándome la boca, cito textual.

¡Malditos estrógenos!

Paseo mi vista por el laboratorio de biología entreteniendo mi cerebro. Un montón de muestras embotelladas de lo que está etiquetado como "platelmintos" decora una de las paredes del sitio, así que sin otra opción comienzo a memorizarme los nombres de algunos de ellos.

Luego de una hora entendiendo mi comportamiento idiota sobre cierto chico con paraguas bonito y ojos bonitos, y la sonrisa también, decido qué es hora de tomar decisiones sobre mi futuro por lo que cual me convertiré química y crearé alguna bebida que contrarreste inmediatamente los efectos de un corazón roto.

No es para mí, claro está. Yo no padezco de eso.

La próxima clase es matemáticas donde me recuerdan que uno más uno es igual a dos y eso me lleva a que si junto su órgano reproductor y mi cavidad bucal seríamos una ecuación perfecta con resultados orgásmicos. Nunca mejor dicho.

¡Madre mía, algo está mal conmigo!

Termina la clase de matemáticas y con ella me desplazo hacia mi última clase del día: literatura. No me apresuro a llegar, ya que cuento con el tiempo necesario y me detengo en la maquina de comestibles a por una barra de chocolate. Abro el empaque extrayendo la barra y dándole un mordisco, chupo un poco la punta para no embarrarme con el contenido meloso deleitándome con el rico sabor a uva.

Alguien carraspea y llevo mi vista hasta la fuente.

—No deberías hacer esas cosas en público —sugiere James y no le doy mucha importancia encogiéndome de hombros.

—Primitivos —digo para nadie en especial.

Entramos en el salón juntos mientras él me molesta por lo sucedido anteriormente y yo me río de lo chistoso que puede ser. Tomo asiento en la primera mesa del centro ignorando la punzada en mi estómago, suspiro y saco su imagen de mi cabeza.

No recordaba que compartimos esta clase. ¿En qué pensaré ahora? ¿En la eufonía de sus relatos erótico?

No dice ni hace nada para llamar mi atención o acercarse y a pesar de que eso debería ponerme contenta estoy ardiendo por dentro. Quiero correr y abrazarlo, ir a tomar un helado que no me gusta al parque y fingir que no le temo a su perro, o simplemente quiero que ponga su paraguas sobre mí sin emitir un solo sonido, quiero sentirlo.

La clase termina, reúno mis apuntes dentro de la mochila cuando encuentro el celular de James y recuerdo que debo dárselo.

—Oye, James. —Lo alcanzo en la puerta. Extiendo el teléfono en su encuentro—. Tu celular.

Me sonríe.

—Adivino, querías una excusa para acercarte a mí de nuevo.

¿No había notado que no lo tenía? Que raro porque siempre anda pegado a él.

—Lo dejaste conmigo desde el campo de fútbol. —Lo codeo amistosa—. Se ve que amas el deporte porque ni lo habías notado.

Me regala una sonrisa triste, de esas que fuerzas para quedar bien.

—¡Arriba ese ánimo! —Lo empujo con suavidad meneando las caderas—. Mira el lado bueno tienes al equipo de la escuela en tu futuro inmediato.

Tuerce la boca sosteniendo el asa de su mochila.

—Respecto a eso, ya no más. —Inclino la cabeza hacia un lado con el ceño fruncido intentando entender lo que quiere decirme—. El capitán del equipo me sacó hoy con carácter "temporal"

Hace comillas con los dedos.

»pero eso solo es mera formalidad.

—¿El capitán? —pregunto confundida.

No me intereso mucho por este tipo de cosas, pero James parece genuinamente triste.

—Ryker Winston, ¿sabes? —El nombre me golpea como jarro de agua fría.

¿Por qué no me sorprende?

—Tranquilo, James. —Acaricio su hombros de forma amistosa—. Todo va a estar bien.

«Déjamelo a mí.»

Con esas últimas palabras de alejo de él buscando entre los estudiantes a uno en específico. En el estacionamiento no está y sus colegas forman un círculo a un lado manteniendo una animada conversación.

Sin embargo, sé que permanece en la escuela por el simple hecho de que él no haría algo así y solo se iría. Esto es claramente una forma de atraerme a él y si no fuese porque James no merece que le arrebaten sus sueños lo dejaría esperando por ello.

Solo hay un lugar donde puede estar luego de que haya recorrido los pasillos y el estacionamiento.

No toco, solo me adentro sin pedir permiso porque estoy segura que está aquí dentro y lo confirmo cuando lo hallo sentado en una banca con un tobillo sobre su rodilla y las manos detrás de la cabeza arrellanado contra la pared. Me observa con una sonrisa triunfante.

Alzo el mentón concediéndole la mirada sin pestañear.

—¿Cuál es tu maldito problema? ¿Qué te pasa?

—Tú. —Su respuesta me calla de golpe arrancándome las palabras. No alza la voz, todo lo contrario, posee ese tono bajo y oscuro que promete desestabilizar el mundo—. Me pasa que no he podido detenerme a pensar qué mierda estoy haciendo porque todo lo que está en mi cabeza eres tú. ¿Qué mis mensajes no están siendo claros?

Sus palabras afectan directamente mi sistema nervioso y quiero salir de aquí, estar lejos de él porque me hace sentir débil, vulnerable, desnuda. Ninguna persona pudo acercarse a mí, hasta Ryker. Él y su estúpido paraguas me trajeron hasta aquí donde vuelvo al juego de huir para vivir o morir, pero esta vez cada opción me va a consumir a su manera.

—No me creíste cuando lo necesité. Dices que me ves, pero no lo suficiente y eso no me llena. —Imito su tono bajo, solo que el mío por más que lo disfrazo tiene tintes de dolor. Enmascaro mi rostro—. La sociedad insta a denunciar: "grítalo, no lo mantengas para ti" y cuando lo haces no te dan crédito y te tildan de mentirosa.

—La sociedad es una mierda.

Una sonrisa triste toma mis labios.

—Tú hiciste lo mismo —espeto—. Así que deja de joder y dame mi derecho a estar decepcionada de ti.

Sus labios se aprietan y sus ojos no le dan tregua a la batalla.

—Eso no quiere decir que le devolveré su lugar a James, Rojita. —Recupera su altivez, incluso la posición erguida y altanera de su cuerpo grita dominación.

—Eres. Un. Ser. Despiadado. —No lo soporto más y aunque mantengo mi cara de póquer el tono de mi voz demuestra el enojo que habita en mí—. No puedes manejar la vida de la gente según te convenga, pero qué más puedo esperar de ti que te diviertes lastimando a las personas.

Su máscara se destruye mostrando el brillo de preocupación en sus bellos ojos verdes. Joder, me desequilibra el que su actitud frívola se transforme cuando se trata de mí.

—¿Te lastimé?

—A mí no —miento—. A James. Sabes que ama el fútbol y de cualquier forma lo sacaste del equipo.

Merma la distancia innecesaria entre nuestros cuerpos y doy un paso atrás cuando lo siento demasiado cerca, perturbando mi cordura.

—Si tanto te importa hablemos para que pueda devolverle el lugar.

Rechina los dientes y me siento cómoda sabiendo que le causo las mismas emociones que me abordan cuando se trata de él. Con eso a mi favor levanto aún más el mentón cuadrando los hombros antes de hablar.

—No, si a mí James ni me importa, solo quiero que dejes de usar a la gente para atraerme a ti.

Disfrazado, pero el significado es el mismo. Dos pájaros de un tiro, se ahorra tiempo y saliva.

—Mantente a mi lado.

Su maldito ego no me da tregua y si fuese otra persona seguro que ya hubiese admitido sus errores, pero es Ryker y su ego es más poderoso de lo que puede manejar.

Suspiro accediendo a darle la oportunidad de reflexionar.

—Es trabajo tuyo no alejarme.

Tomo fuerza sosteniéndome de las correas de mi mochila mientras le doy la espalda en contra de lo que grita mi corazón. Camino hacia la puerta esperando una palabra y...

—No te atrevas a regresar porque habrás perdido la apuesta.

Sin voltearme, suspiro con un impropio dolor en la tripa.

—Lo mismo digo.

Escucho su risa antes de pasar la puerta.

—Eso jamás va a pasar.

Cierro detrás de mí negándome a volver.

A mí no me arrodillas, Ryker Winston, al menos no de esa manera.

||~𑁍~~𑁍~||~𑁍~♡~𑁍~||~𑁍~~𑁍~||

Capítulo dedicado a: majoprimera

¡Hola, hola!

HAGAN SUS APUESTAS
¿Quién perderá la apuesta?

Ry

Livi

Ahora procedan a leer.

⬇️⬇️

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro