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ETHAM
-30-

No había dejado de darle vueltas a lo sucedido entre Agatha y yo.

Seguía sin entender cómo acabé de querer aclarar las cosas y sacarla de la reunión, a besarla y acabar acostándonos.

Aunque creo que lo que más me confundía era la necesidad que tenía de querer verla de nuevo.

«Tienes que calmarte» pienso, antes de bajar de mi Mercedes 4x4.

Camino a través del aparcamiento en dirección a la entrada de la universidad. Meto las manos en los bolsillos delanteros del pantalón después de haberme cerrado la chaqueta.

El invierno había aparecido en Summerville con fuerza, consiguiendo que la ciudad soleada estuviese nublada y que las temperaturas bajasen.

Estoy subiendo las escaleras de la entrada del campus cuando me fijo en dos chicos que no despegan los ojos de mí.

Los observo con confusión y las sonrisas en sus rostros simplemente se amplían.

«Esto no me gusta nada»

Uno de ellos se aparta de su amigo y comienza a andar en mi dirección. Siento como todo mi cuerpo se tensa en anticipación. Formo las manos en puños, todavía dentro de los bolsillos. Noto como un músculo se aprieta en mi mandíbula por la fuerza que estoy conteniendo.

Todavía no ha dicho nada y ya sé que lo sea que vaya a decirme no me va a gustar.

«No fallo»

El chico acaba a mí laos.

A pesar de comportarse con altanería, su baja altura no logra amedrentarme del todo.

Con toda la confianza del mundo, me rodea los hombros con su musculado brazo y me doy cuenta de que a pesar de ser bajito, tiene bastante fuerza.

—¿Qué tal, Sandersito? —pregunta con retintín.

Abro la boca para responder, pero él me interrumpe y la vuelvo a cerrar.

—Te vi el viernes pasado en la fiesta...

«No me va a gustar lo que va a decir»

—Ah, ¿sí? Yo no te vi —digo, y me muevo ligeramente, intentando escapar de su musculado brazo.

En su lugar consigo lo contrario. El «musculitos» afianza su agarre en mis hombros provocando que pegue un traspié.

—Te fuiste con la nueva puta del Gran Zuri, ¿follaba bien? Porque no te volví a ver —comenta con diversión.

Siento que toda la sangre de mi cuerpo hierve por la forma en la que se ha dirigido a Agatha.

No sé lo que se piensa, pero ni siquiera yo, que he tenido la estúpida norma de «no acostarme dos veces con la misma» nunca hablé de una chica así.

Dejo de tener las manos dentro de los bolsillos, aunque todavía siguen en puños.

—Sí folla bien, dímelo. Porque estoy interesado en tirármela.

Es la última gota que colma el vaso.

Me deshago de su agarre en mis hombros y antes de que pueda asumir lo que estoy haciendo escucho el crujir de mis nudillos al impactar contra algo.

Sacudo la mano por el ligero escozor que experimento y me fijo en el líquido viscoso y rojizo que tengo en ella, pero no es mía.

Levanto la vista de mi mano y veo como el «musculitos» suelta un escupitajo con sangre en las escaleras blancas.

La gente que sube y baja en la entrada, frena su paso y centra la atención en nosotros.

El amigo del «musculitos» comienza a acercarse y esa es mi señal para desaparecer.

Comienzo a bajar las escaleras para marcharme de allí y no meterme en más problemas de los que ya me he metido, pero un grito hace que mande absolutamente todo a la mierda.

—¡Corre con tu puta! ¡Pero la próxima vez me la follaré yo! ¡No creo que le guste los gallinas! —vocifera, carcajeándose.

De su boca gotea la sangre. El líquido rojo hace un recorrido por su mandíbula, cayendo en gotas al suelo.

Él se la retira de malas formas, manchándose las manos. Acorto la distancia entre los dos y estoy a punto de pegarle un nuevo puñetazo, pero un golpe en el estómago hace que de un par de pasos hacia atrás.

Fijo mi mirada en el amigo del «musculitos» que sacude su mano con una mueca de molestia, mientras el «musculitos» sonríe con la boca llena de sangre, dándole un aspecto bastante terrorífico.

—¿Yo soy el gallina? —bramo—. Pensaba que esta pelea era entre nosotros. No sabía que necesitases otra persona para pelear por ti.

Las personas comienzan a rodearnos a los tres.

Incluso soy capaz de divisar móviles apuntando hacia nosotros.

«Debería irme»

Sí, debería, pero mi racionalidad ha salido por la puerta trasera y hasta que este idiota no comprendiese que no se hablaba así de una chica no estaría tranquilo.

El «musculitos» sonríe de forma macabra antes de comenzar a acercarse a mí de nuevo.

Me tenso en respuesta.

Estoy preparándome para volver a golpear de nuevo la cara de ese gilipollas y desencajarle la mandíbula.

Escucho un vitoreo a nuestro alrededor. «No sé quiénes son peores si los que peleamos o los que nos animan», pienso. Doy un par de pasos hacia adelante con los puños al frente. «Musculitos» mueve su cabeza de un lado al otro, consiguiendo un crujido.

Un escalofrío me recorre por completo en respuesta.

Alzo mi puño de nuevo para impactarlo contra su cara cuando siento que alguien tira de mí hacia atrás, obligándome a retroceder.

Con la furia invadiendo cada célula de mi cuerpo me giro con el enfado tintado en la mirada, pero se convierte en confusión cuando me fijo de quién se trata.

El pelo rizado, su nariz respingona y sus ojos canela son lo primero que capta mi mirada.

Aunque no tardo en fijarme en que sus cejas están fruncidas y sus labios carnosos forman una línea recta.

—¿Qué cojones estás haciendo? —me pregunta sin disimular el cabreo.

Abro la boca para responderle, pero otra persona se encarga de contestarle.

— Estamos peleando para ver quién te folla, bonita —grita el idiota.

Agatha frunce aún más su ceño si es posible y me mira con la frase «hablaremos de esto luego» implícita en sus ojos.

Asiento, disimuladamente.

—¿Vas a dejar que pelee por ti una niñita? —vuelve a gritar «Musculitos».

Me giro en su dirección con toda la intención de darle de nuevo un puñetazo.

Sin embargo, se me adelantan a mis movimientos.

El silencio inunda el círculo y algún que otro estudiante ahoga un grito sorprendido.

Las personas la miran entre confundidas y aterrorizadas.

Agatha sacude la mano, pero no hace ninguna mueca de molestia, en su lugar observa orgullosa el labio partido del «Musculitos».

El amigo se agacha a ayudarlo y «Musculitos» lo aparta de malas formas, molesto. Se levanta, acercándose peligrosamente a Agatha.

Acorto la distancia con ella y me posiciono a su lado, preparado para golpearlo si se atreve a acercarse un paso más.

No obstante, el carraspeo de una tercera persona llama nuestra a atención.

Una mujer de pelo grisáceo y vestida con traje y chaqueta, nos mira a través de sus gafas de culo de botella.

«La decana»

Desvío la mirada a Agatha y observo la mueca de terror que tiñe sus facciones.

Le pido disculpas con los ojos antes de centrar la mirada de nuevo en la decana.

—¿Alguien me puede explicar que está sucediendo aquí? —cuestiona con voz firme.

N/A: Upsi dupsi.

Esta nota de autora no esperaba que llegase tan temprano, pero ha llegado *carraspea* quedan cinco capítulos para que esto termine AAAAAAAAAAAA

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