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La semana de la Salud

Todos habían salido de un largo día de trabajo en el que habían conseguido cerrar un caso, después de una semana lo habían logrado y estaban contentos. Estaban sentados en su mesa habitual del Dirty Robert bebiendo y riendo al recordar algunas anécdotas que estaban contando. Allí estaban Nick, Sam, Blaine, Kurt, Santana y Rachel.

— Vamos, estás exagerando, Evans. — Dijo el moreno un poco avergonzado dándole otro trago a su botellín de cerveza.

— ¡Claro que no! — Respondió el rubio riendo también. — El primer día que nos conocimos aprendí a no meterme contigo si quería seguir vivo. — Comentó bebiendo un poco de su bebida.

Nick había ido a por otro botellín y se sentó al lado de Sam. — ¿Hablas del sospechoso del bar? — Pregunto con una ceja alzada. El chico asintió y Duval rió un poco. — Ese tipo tuvo suerte, pilló a Anderson en un buen día, si no habría sido peor. — Volvió a soltar otra carcajada.

— ¿Peor? — Preguntó asombrado. — ¡Pero si le estampó una silla del local en la espalda dejándolo inconsciente! — Reía al recordar lo que hizo su compañero.

Todos miraron asombrados al moreno, quien se encogió un poco en su asiento al percatarse de que todos lo miraban,  entonces volvió a dar otro trago a su cerveza.

— Era sospechoso de un asesinato e iba armado... Alguien tenía que hacer algo. — Respondió el italiano simple, encogiéndose de hombros.

Cooper llegó muy agitado, buscando a su hermano y cuando lo divisó fue corriendo hacia la mesa.

— ¡Blaine! — Lo llamó una vez estuvo frente a él, le costaba respirar.

— Hey Coop, ¿qué ocurre? — Preguntó preocupado mientras se levantaba y se acercaba al otro moreno.

El chico recuperó el aliento. — Es mamá, tienes que venir. — Le dijo mientras lo sujetaba del brazo y lo llevaba a una mesa al fondo del bar, Kurt se levantó preocupado y fue detrás de sus amigos. Allí se encontraba Pam, se notaba que estaba llorando.

— ¿Má por qué lloras? ¿Qué pasa? — Blaine estaba muy preocupado, su madre estaba llorando y no era capaz de hablar.

— No es capaz de decir nada, no para de llorar. Llegó así a mi apartamento. — Informó el otro moreno.

El ojimiel miró al castaño. — ¿Tienes un bolígrafo? — Preguntó.

— Sí, toma. — Kurt buscó en su maletín y le entregó lo pedido.

El detective le dio el bolígrafo junto con una servilleta a su madre. — Má, intenta escribir lo que te pasa. — Le dijo con una leve sonrisa mientras le secaba las lágrimas.

La mujer escribió y Kurt cogió la servilleta. Cuando vio lo que había escrito se llevó una mano a la boca sorprendido y más preocupado aún.

— ¿Qué pone? — Preguntaron ambos hermanos.

— Divorcio. — Leyó en voz alta el forense mirando a los dos morenos.

Cooper se sentó al lado de su madre y la abrazó, mientras que Blaine se pasaba las manos por la cara frustrado, enfadado e incrédulo. Kurt le trajo un vaso de agua a Pam e hizo que se tranquilizara lo suficiente para poder hablar.

— ¿Qué ha pasado mamá? — Preguntó ésta vez Cooper mientras acariciaba la espalda de su madre.

— El muy sin vergüenza se fue sin decir nada... Al menos tuvo la decencia de dejar una nota. — Explicó la mujer, algunas lágrimas caían por sus mejillas. — ¡Encima me van a embargar la casa por las deudas que dejó sin pagar! — La mujer volvió a llorar.

— No puede ser... Joder. — Se quejó Blaine en voz baja mientras se pasaba una mano por el pelo. Estaba furioso y muy triste, ver así a su madre le dolía en el alma. — Voy a matarlo. — Aseguró. — Primero lo voy a encontrar y después lo voy a matar. — 

— Vamos, cálmate y piensa con claridad... — Le dijo Kurt. Al ver que su amigo seguía igual decidió sujetar la mano del moreno y acariciarla levemente. 

El moreno miró sus manos entrelazadas y se relajó al instante. — Está bien... Má, te puedes quedar en mi apartamento si quieres. — Ofreció mientras se sentaba al lado de Kurt, aún con sus mano entrelazadas.

— No quiero ser una molestia. — Dijo rápidamente la mujer, aún llorando.

— Nunca serías una molestia, mamá. — Respondió Cooper.

— Y sobre lo de las deudas... — Comentó Blaine, mirando primero a su hermano que asintió y después a su madre. — Coop y yo te ayudaremos a pagarlas. No estás sola en ésto má. — Dijo dándole una cálida sonrisa a su madre.

La mujer volvió a llorar, pero ésta vez fue por lo orgullosa que estaba de sus hijos. Kurt acompañó a la mujer a la barra para pedir un té mientras que los dos morenos se quedaron en la mesa hablando.

— Blainie... — Habló primero Cooper.

El ojimiel levantó la vista  y miró a su hermano. — ¿Qué pasa Coop? —

El mediano de los Anderson estaba cabizbajo. — Me siento mal... Estoy enfadado con papá y muy triste al ver a mamá así... Ella no se merece nada de esto. — 

— Hey venga Coop, yo también estoy furioso con papá... Pero nuestra prioridad ahora mismo es má. Haré todo lo posible para que estéis bien, saldremos de esta. — Sonrió a su hermano y le revolvió un poco el pelo, haciendo que se animara.

Por otro lado el castaño y la señora Anderson estaban hablando en la barra.

— No lo he dicho antes porque no lo consideré adecuado, pero creo que ahora sí lo es... — Comenzó a hablar mientras miraba un poco tímido a la mujer. — Tengo una casa de invitados que está justo al lado de la mía. Me gustaría ayudaros y creo que si te quedases en la casa de invitados todo sería más fácil. — Terminó de decir aún mirando indeciso a la madre de su amigo, no sabía cómo iba a reaccionar.

Pam abrió los ojos asombrada. — ¿Una casa de invitados? — Preguntó incrédula. 

— Sí, está completamente habitable y no tengo ningún inquilino así que no me importaría que vivieses ahí. — Explicó con una leve sonrisa.

— ¿Estás seguro, Kurt? No quiero causarte ninguna molestia con todo esto. — La mujer estaba conmocionada con lo que escuchó, quería al forense como si fuera otro de sus hijos.

— Pamela... Siempre me has tratado genial y eres encantadora. Te tengo mucho aprecio y no quiero verte triste. Por supuesto que estoy seguro de esto. Si aceptas, podrías mudarte esta misma noche. — Afirmó el ojiazul con una tierna sonrisa mientras miraba a la italiana.

La morena se acercó y envolvió al castaño en un gran abrazo. — Kurt te lo agradezco con toda mi alma, eres como otro hijo para mí. — Le dijo después de terminar de abrazarlo, dándole un beso en la cabeza.

El ojiazul se emocionó y se le escaparon algunas lágrimas. — Y tú eres como la madre que siempre quise. — Dijo llorando, abrazando de nuevo a la mujer.


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Habían pasado unos meses desde que el padre de Blaine se fue abandonando a su madre, no habían tenido noticias de él. Las cosas parecían volver a la normalidad, Pam aceptó vivir en la casa de invitados de Kurt pero con una condición que puso ella misma, pagaría un alquiler, no quería estar de gorrona a costa del castaño. Al principio el chico se negó, pero la mujer lo acabó convenciendo.

Blaine, Sam y Nick se adentraron a la cafetería del departamento de policías de Boston para tomar así su taza de café matutina antes de entrar a la oficina de dicho departamento y comenzar con su jornada laboral.

— Me muero por saber por qué Schuester nos ha llamado tan temprano. — Comentó con fastidio el ojimiel a sus compañeros, tenía sueño aún. — Hola. — Saludó con media sonrisa al forense, que los estaba esperando cerca de la mesita donde se encontraban los vasos y cucharillas para el café, el moreno les pasó unos vasos a sus compañeros para que se sirvieran.

— Yo también, no pueden ser buenas noticias... ¿No? — Preguntó inseguro el rubio mientras aceptaba el vaso.

— Quizás Angelina Jolie va a interpretar a una poli de homicidios y necesita guías. — Dijo Duval divertido mirando a sus acompañantes, los cuales soltaron una leve risa mientras intentaban echarse un poco de café de las cafeteras que había ahí.

— Debe de ser eso... — Le siguió la broma Evans.

Blaine frunció el ceño al ver que presionaba el botón pero nada caía en su vaso. — ¿No hay café? ¿Pero qué puñetas? — Preguntó confuso y un poco irritado.

— ¿Qué? — Ahora el molesto era Nick, quien presionaba aún con más fuerza el botón de la máquina.

Kurt, que se había quedado atrás de sus amigos escuchándolos, los interrumpió antes de que decidiesen golpear la cafetera.

— Probad el té verde, sólo tiene quince gramos de cafeína. — Sugirió con una leve sonrisa a sus amigos mientras les mostraba su taza que contenía el líquido ya mencionado.

Los detectives lo miraron como si tuviera tres cabezas, cada uno probando suerte en las diferentes cafeteras que había en el mueble, a ver si conseguían su preciado café.

— ¿Alguien quiere menta fresca para el té? — Preguntó sonriente la señora Anderson mientras se acercaba hacia donde estaban su hijo y sus amigos con un bol que contenía dicha planta. Ella trabajaba en la cafetería de la comisaría de policía desde hace un tiempo.

— Qué amable, gracias Pam. — Contestó Kurt cogiendo un poco de menta y echándola en su taza.

— No, queremos cafeína. — Dijo Blaine mirando incrédulo a su madre y después al forense. Evans y Duval tenían la misma cara que él, observando también al chico y la mujer que estaban sonrientes.

— Hoy no me permiten servir café, hijo. — Explicó la mujer paciente.

— ¿Quién lo dice? — Preguntó molesto el moreno.

En ese preciso momento entró el teniente Schuester a la cafetería, tenía unos documentos en mano.

— Él. — Respondió la mujer mirando con una amplia sonrisa al teniente, haciendo que todos se dieran la vuelta y lo mirasen.

— Buenos días. — Saludó el teniente Schuester sonriente. Seguro que se preguntan por qué los he hecho venir tan temprano. — Comentó.

— Nos preguntamos dónde está el café, señor... — Dijo el ojimiel un poco desconcertado aún, sin su dosis de cafeína no funcionaba bien por las mañanas. Su comentario hizo reír a sus amigos.

—Buena pregunta. — Respondió el hombre mayor. — La brigada de homicidios formará parte en la semana de la salud. — Continuó el hombre explicando mientras Pamela sacaba un cartel de dicho evento y se colocaba a su lado.

Kurt levantó la mano sonriente, a lo que Blaine lo miró de reojo. — ¿Por qué estás levantando la mano? — Preguntó entredientes.

— Doctor Hummel. — Le concedió la palabra el teniente.

— Haré todo lo que pueda para apoyar éste programa. — Afirmó con una amplia sonrisa el castaño, ganándose unas miradas divertidas y desconcertadas por parte de sus amigos.

— Genial... — Dijo irónico y por lo bajo Duval mientras se daba la vuelta haciéndose el despistado, ya suponía de qué iba todo eso.

— ¿Y por qué lo hace? — Preguntó el teniente, para acto seguido empezar a leer los documentos que tenía. — ¿Por que el setenta por cierto de los gastos médicos están relacionados con fumar, la inactividad física, la mala alimentación y el estrés? — Concluyó de leer bajo la atenta mirada de los detectives.

— Así es. — Afirmó el ojiazul. — Eso eleva la tasa de mortalidad por cáncer, suicidios y enfermedades cardíacas. — Comentó mientras asentía.

El moreno lo miró con una ceja alzada. — ¿Quizá porque alguien les quitó el café? — Preguntó sarcástico aún mirándolo, ganándose la risa de todos.

Kurt lo miró un poco serio. — De media los policías sólo viven de dos a cinco años después de jubilarse. — Explicó.

— ¿¡QUÉ!? — Exclamaron Duval, Anderson y Evans al mismo tiempo, mirando sorprendidos y un poco asustados al forense.

— Tiene razón. — Habló ésta vez el teniente ganándose la mirada de todos. — Y no voy a quedarme quieto viendo como mi gente se muere. — Afirmó ésta vez firme, ganándose un asentimiento de cabeza por parte de Kurt, que estaba de acuerdo con él.

— ¿Y qué hacemos? — Preguntó rendido Sam, no había manera de escaquearse de eso si era el teniente quien lo decía.

— Oh... — Habló de nuevo el hombre. — Señora Anderson y detective Anderson, quiero pedirles que se unan al doctor Hummel como capitanes de bienestar. — Pidió sonriente mirando a madre e hijo respectivamente.

— ¿Qué? — Preguntó boquiabierto el moreno, ganándose una mirada divertida por parte del forense.

— Vamos a darles un fuerte aplauso a nuestros nuevos capitanes de bienestar. — Dijo divertido Duval, mientras empezaba a aplaudir seguido por todos los presentes.

Kurt y Pamela estaban muy sonrientes y miraban a todos agradeciéndoles, por otra parte Blaine miraba con fastidio a Duval y Evans que se reían de él, el ojimiel apretó la mandíbula y fingió una sonrisa.

— La señora Anderson proporcionará las comidas, el doctor Hummel nos guiará en la meditación y el detective Anderson dirigirá las actividades físicas. — Informó el teniente sonriendo a los nombrados para acto seguido salir de la cafetería y dirigirse a su despacho.

Blaine le sonrió fingidamente hasta que lo vio desaparecer del lugar, entonces se giró hacia su madre con el ceño fruncido. — ¿Por qué no me avisaste? Podría haber parado antes en Boston Joe y comprarme un café. — Le reclamó el moreno a su madre, Evans y Duval lo miraban divertidos.

— ¿Ves?, ese comportamiento agresivo demuestra que eres adicto a la cafeína. — Respondió su madre, ganándose una mirada de fastidio por parte de su hijo.

— Tomémonos un momento para celebrar que el teniente Schuester quiere que seamos capitanes. — Intervino muy contento Kurt.

— ¡Sí! — Dijo Pamela igual de emocionada que el chico.

— Quiere que seamos monitores de sala. — Corrigió el detective, aún fastidiado.

— Oh... — Dejó escapar el castaño con un poco de decepción.

Los teléfonos de los detectives y el forense empezaron a sonar al mismo tiempo, había un nuevo caso por resolver.

— Tenemos que irnos. El suicidio de un famoso. — El detective mayor fue el primero en hablar, para acto seguido dirigirse a la salida del local.

— ¡Genial! Vamos Evans, pararemos a comprar un café. — Le dijo Blaine a su compañero mientras dejaba el vaso vacío en la encimera, acto que copió también el rubio.

Blaine y Sam estaban apunto de salir por la puerta de la cafetería cuando un hombre de pelo canoso y trajeado les paró, dirigiéndose al rubio.

— ¿Detective Evans? Soy Samuel Palmer. — Dijo el hombre mientras le estrechaba la mano a modo de saludo. — Y éste es mi hijo Bradley. — Hizo una seña con la mano al chico que estaba a su lado, también vestía ropa muy elegante.

— Usted arrestó a Jerome Brown... Él mató a mi novia Alice Mertens. — Comentó el chico cabizbajo y desviando la mirada a un lado.

— Oh, ahora recuerdo. La estudiante asesinada de la academia Harrintong. Lo siento mucho. — Le dijo a modo de pésame el detective.

— No lo sienta. Brown ha perdido la oportunidad de otro juicio, ayer rechazaron su última apelación. — Informó el padre del chico mirando a ambos detectives.

— ¿En serio? — Preguntó sorprendido el rubio. — Uhm, no era mi caso. No lo he seguido. — El detective parecía un poco decepcionado.

— Al menos Jerome Brown pagará por lo que hizo. — Dijo Bradley cruzado de brazos mirando a Evans.

— Lo siento, pero llegamos tarde a la escena de un crimen así que... — Interrumpió Blaine haciendo el ademán de salir por la puerta, pero de nuevo los interrumpió el señor Palmer.

— Por supuesto. Pero por favor, tome ésto. — Le extendió un cheque a Sam.

— No puedo aceptarlo. — Se negó lo más cortésmente.

— Es un cheque a nombre de la liga de atletismo de la policía, en su honor. Es una pequeña muestra de nuestra gratitud. — Volvió a ofrecerle el papel y Sam aceptó finalmente.

— Gracias. — Dijo sincero.

— De nada. — Respondió el hombre sonriente mirando a los dos detectives, después salió del lugar junto con su hijo.

Evans le enseñó el cheque a Blaine, el cual se sorprendió bastante. — ¡Veinticinco de los grandes! Menuda muestra de gratitud. — Dijo el moreno

— Sí... — Respondió serio el rubio mientras se guardaba el cheque en el bolsillo interior de la americana, estaba cabizbajo.

— ¿Qué pasa? — Preguntó preocupado el ojimiel.

— No lo sé. Creía que Jerome Brown tendría otra oportunidad. —

— ¿Crees que es inocente? — Cuestionó curioso Anderson.

— Había pruebas que lo conectaban con la violación y el asesinato de Alice. — Se encogió de hombros aún serio.

— Lo recuerdo... — Blaine asintió recordando el caso.

— Era un chico de barrio pobre inteligente y con una beca en la academia Harrintong. — Comentó el rubio.

— Una academia muy cara. — agregó el moreno. — ¿Qué te preocupa? —

— No lo sé... Quizás sólo necesite un café. — Dijo Evans y después salió por la puerta hacia la calle, seguido de Anderson.

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Kurt y Nick ya estaban en la escena del crimen. Unos técnicos del equipo del forense estaban bajando el cadáver que estaba colgado por una cuerda en una de las vigas del techo, dejándolo en el suelo para que el forense y los detectives pudieran analizarlo. En ese momento llegó Blaine, acercándose a ellos.

— La víctima era un escritor famoso. — Comentó Duval al ver a su excompañero acercarse.

Blaine miró el cadáver con el ceño fruncido. — ¿Se llamaba Julio Verne? — Preguntó irónico. La víctima iba vestida con ropa antigua, de otro siglo. Nick rió ante su comentario.

Kurt lo miró sorprendido. — Buena referencia literaria. — Felicitó al moreno, el cual le dio media sonrisa. — ¿Notas también indicios de Dickens? — Inquirió señalando algunas de las prendas. Blaine ante esa pregunta tan sólo puso los ojos en blanco, sonriendo levemente.

— La víctima era un steampunker. — Afirmó Evans seguro, que había llegado y se había mantenido al lado del moreno.

— ¿Un qué? — Preguntó confuso el ojimiel.

— Los steampunkers veneran la moda y la tecnología victoriana pero con un punto punk. — Explicó a su compañero.

— Ahá... — Asintió Blaine, aún confuso.

Kurt estaba revisando las marcas en el cuello que había dejado la cuerda, intentando encontrar algo que le afirmase que fue un suicidio o por el contrario, que le afirmase que había sido un asesinato.

— Oh, mierda. — Dijo el rubio mientras se dirigía al escritorio de la víctima, cogiendo un libro que había encima. — Es Marshall Abadeer, el autor de "chico suicida". —

Duval comenzó a leer la descripción del libro. — "Chico suicida" es una autobiografía desgarradora sobre el uso de drogas, la depresión y los intentos de suicidio de Abadeer. Suena bien. — Dijo mientras hacia una mueca y asentía.

— Fue un bestseller, hizo a Abadeer rico y famoso. — agregó Evans.

— ¿Hay nota de suicido? — Preguntó Blaine.

— Sí. — Contestó Duval cogiendo una bolsa de pruebas donde se encontraba el papel. — Su editora venía a recoger su último libro. Encontró el cuerpo y la nota en la máquina de escribir. — Comentó mientras le entrega la bolsa al moreno.

— "No puedo seguir viviendo con las mentiras". — Leyó el ojimiel. — ¿Qué hay en el nuevo manuscrito? — Preguntó mirando al detective mayor.

— No estaba aquí. — Respondió el hombre mientras se encogía de hombros. — Abadeer escribió el libro en ésta máquina. — Dijo señalando el aparato.

Kurt lo miró con el ceño fruncido, aún agachado junto al cadáver. — ¿Quieres decir que sólo había una copia? — Inquirió. Duval no respondió pero hizo una mueca dando a entender que podía ser.

Sam silbó asombrado. — Ésto es guay. — Dijo cogiendo lo que parecía un ordenador. — Parece un portátil en una funda steampunk. — Comentó inspeccionándolo.

— Vaya... Me alegro de que no fuera tan antimoderno como para no tener un portátil. — Dijo irónico el ojimiel.

— Éste es un nudo insólito. — Ésta vez el que llamó la atención de todos fue el forense.

Nick se acercó a mirar. — Es un nudo mariposa alpino, lo uso en mi barco. No es fácil de hacer. — Informó.

— Las marcas de ligaduras en el cuello no concuerdan con un suicidio. — Afirmó el ojiazul señalando las marcas del cadáver.

— ¿Concuerdan con un homicidio? — Preguntó con ambas cejas alzadas el moreno.

— Uhm... — El castaño hizo una mueca.

Blaine presionó el puente de su nariz, sabiendo cómo era su amigo a la hora de suponer. — Vale, te lo pondré fácil... — Dijo. — Posibilidad uno: Suicidio. Posibilidad dos: Homicidio. — Miró al forense esperando.

Kurt lo miró, aún estaba agachado. — Posibilidad tres: Muerte sospechosa. — Concluyó con una sonrisa mirando al moreno.

Blaine lo miró con ambas cejas alzadas. — Gracias por jugar el juego de "irrita a un detective descafeinado". — Respondió irónico como siempre el ojimiel. Duval soltó una carcajada mientras se guardaba su pequeña libreta en el bolsillo de la americana.

El forense soltó una risa aún mirando al moreno. — ¿No has parado a tomar un café? — Inquirió sin dejar de sonreír.

Blaine hizo un puchero con los labios, mirada triste. — Había mucha cola. — Dijo mirando de vuelta a su amigo.

— Marshall sólo utilizaba el ordenador para el correo. — Comentó el rubio que había estado investigando el portátil de la víctima.

Anderson lo miró. — ¿Y dónde está el manuscrito? — Preguntó, su compañero negó con la cabeza y se encogió de hombros, no tenía ni idea.


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Kurt y Blaine se dirigían a la cafetería de la comisaría, una vez entraron al local pudieron ver como la madre del moreno estaba repartiendo lo que parecían ser panfletos a los clientes.

— Aquí hay diez consejos para eliminar el estrés. — Le dijo la mujer a un oficial que cogía el papel y asentía.

El detective puso los ojos en blanco, miró a su amigo que estaba a su lado y después miró a su madre. — ¿Qué haces má? — Le preguntó serio una vez que estuvo a su lado.

— Oh señores, por favor vacíen sus bolsillos de tentenpies poco saludables. — Dijo mostrándoles una sonrisa a su hijo y al forense mientras les extendía un cubo que ya iba por la mitad, para que depositasen ahí lo que les había pedido.

El castaño rebuscó en su maletín y puso en el cubo un pequeño paquete de caramelos mentolados, mientras que el moreno puso los ojos en blanco quejándose, pero luego vio un paquete de patatas fritas que le gustaban mucho e intentó cogerlo, aunque su madre estuvo más rápida y retiró el cubo a tiempo, ganándose una mirada molesta por parte de su hijo.

— Kurt, aquí tienes tu tentenpie de media mañana. — Le dio una pequeña bandeja con la comida, el chico le sonrió en agradecimiento.

— ¿¡Rollitos de quinoa!? — Preguntó quejándose el italiano mientras aceptaba la bandeja que le daba su madre. — Que asco... — Dijo casi en un susurro.

— ¡Oh, mira! Una pegatina con carita sonriente. — Dijo el ojiazul señalando el adhesivo de su bandeja, sonriendo contento.

Blaine miró serio a su amigo, después le dio la vuelta a su propia bandeja y se la mostró a su madre. — ¿Por qué tengo una cara triste? — Le preguntó a su progenitora mientras señalaba su pegatina. Kurt miró sorprendido el adhesivo de su amigo e hizo una mueca, ahora comprendía la mirada que le había dado.

— Porque una mala actitud es mala para tu cuerpo. — Le dijo la mujer.

— Entonces tendrás que ponerme la pegatina de mala leche. — Dijo molesto el moreno. — Evans se ha comido una rosquilla en el coche ésta mañana, ¿qué le vas a hacer? — Señaló a su compañero que estaba entrando a la cafetería, aún mirando con el ceño fruncido a su madre.

Kurt se reía con la interacción de Blaine y Pam, la mujer siempre sabía cómo hacer rabiar al moreno, el cual se comportaba como un niño pequeño, cosa que le gustaba al castaño porque le parecía tierno y gracioso. Por otro lado Sam miró confuso a su compañero, no sabía por qué lo estaba señalando y lo miraba enfadado, pero no tuvo tiempo de saberlo porque cuando estaba por acercarse a ellos, una mujer lo paró.

— Disculpe, ¿detective Evans? Soy Nina Brown, la madre de Jerome Brown. — Se presentó la mujer, se veía preocupada y triste.

— He oído que rechazaron su apelación, lo siento. — Le dijo el rubio mientras le daba la mano a modo de saludo. Blaine se acercó a su compañero y se mantuvo a su lado.

— Mi hijo no mató a esa chica. — Habló la mujer con un nudo en la garganta, miró al italiano y luego a Sam.

— No puedo ni imaginar por lo que está pasando, tiene que ser muy duro para usted. — Dijo Evans sincero, todo esto ese caso le estaba afectando.

— Usted es un buen hombre... Por eso he venido, necesito su ayuda. Por favor, tiene que revisar el caso otra vez. — Comentó la mujer.

Sam la miró cabizbajo, quería ayudarla pero era muy complicado. Iba a hablar pero Blaine lo hizo por él. — Señora Brown, el casó ocurrió fuera de nuestra jurisdicción... Fue una investigación de la policía estatal. — Informó el ojimiel.

La mujer miró triste al moreno y después volvió a mirar al rubio. — Conoció a Jerome, estuvieron hablando... — Se podía notar la angustia y desespero en la voz de la mujer.

— Sí, lo hice. Tenía un gran futuro por delante. — Afirmó el ojiazul serio. — Lo siento mucho. — Dijo mirando fijamente a la mujer.

— Sé que no mató a esa chica, en el fondo sé que usted también lo sabe. — La mujer miraba a ambos detectives.

Sam suspiró, aún serio bajo una capa de profesionalidad. — Las pruebas contra él eran abrumadoras... No hay nada que pueda hacer. Lo siento.— Respondió.

La mujer miró con lágrimas en los ojos a ambos detectives y después se fue. Blaine se acercó a su amigo y puso su mano en la espalda del rubio, en señal de apoyo. — No puedes cambiar las pruebas. — Le dijo y después caminaron hacia la oficina.


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El cadáver de la víctima se encontraba en la morgue de la comisaría. Kurt llevaba puesto su uniforme negro de forense junto con todas la protecciones para poder inspeccionar el cuerpo tranquilamente, Blaine se encontraba a su lado, sentado en una de las mesas de metal que estaban vacías.

El castaño quitó la cuerda del cuello del muerto. — Hay una sustancia pegajosa junto a las marcas de ligadura en el cuello. — Informó pasando un utensilio por el cuello y consiguiendo un poco de esa sustancia, la dejó en un recipiente. — Haré que la analicen. —

Blaine tenía los brazos cruzados y miraba hacia un lado pensativo. — Ese caso de la academia Harrintong está corroyendo a Evans. — Le dijo a su amigo preocupado. 

— Oh, dile que tome probióticos para la ansiedad. — Dijo el ojiazul, el detective asintió.

De repente el móvil de Kurt vibró y se escuchó su voz que decía "es la hora de tus cinco minutos de meditación" desde el aparato. Blaine miró confuso a su alrededor hasta que pudo ver de dónde venía el sonido, luego posó su vista en la del castaño, quien estaba mirándolo mientras sonreía.

— Apaga eso ahora mismo, por favor. — Se quejó el ojimiel.

— La meditación reduce el estrés y mejora la concentración. — Explicó serio a su amigo, después hizo una mueca. — No quiero informar sobre ti. — Le dijo al moreno.

El italiano lo miró incrédulo. — ¿Informar sobre mí? ¿Vas a informar sobre mí? — Preguntó indignado. 

Kurt se mantenía sereno. — Tengo que hacerlo, el teniente Schuester insistió. — Respondió simple.

Blaine lo miró también sereno. — Vale. — Aceptó. — Cincuenta flexiones. — Dijo mirando al castaño y señalando el suelo. El forense lo miró como si le hubiesen salido tres brazos más, boquiabierto. — Ahora. No quiero verme obligado a informar sobre ti. — Le dijo desafiante pero aún serio a su amigo, el cual se puso las manos en la cintura y lo miró incrédulo. 

Rachel apareció con unos papeles en la mano. — Ehm... ¿Interrumpo algo? — Preguntó al ver a los dos hombres.

Kurt miró a la chica con una sonrisa. — No, en absoluto. — Le dijo amable a Rachel, después le lazó una mirada mortal al detective, el cual se estaba riendo de manera burlona.

— Los resultados de sangre de la víctima. — Le entregó los documentos al forense. — Estaba bastante intoxicado, 0'18. — Informó.

El detective cogió los informes y los empezó a leer concentrado. — El pobre estaba fuera de sí cuando se suicidó... — Dijo aún leyendo los papeles.

El forense pasó el escáner por el cuello del cadáver y en la pantalla se pudo ver una radiografía de la parte superior del cuerpo. El castaño frunció el ceño al notar algo que no esperaba en dicha radiografía. — Los pedículos de las vértebras C2 están intactos, no presenta la fractura del verdugo. — Comentó mirando al moreno que aún tenía la vista en los documentos.

El ojimiel levantó la vista con una ceja alzada y miró a su amigo. — ¿Eso significa que no murió ahorcado? — Inquirió mientras cerraba la carpeta que estaba leyendo.

Kurt apartó el escáner y se acercó al detective. — Verás... Esperaba ver una lesión provocada por una repentina y fuerte hiperextensión, murió por asfixia. — Explicó pensativo.

Blaine suspiró. — Vale... No he tomado café. — Admitió mirando al ojiazul. — Así que nos podemos quedar con ¿estrangulado o ahorcado? — Pidió en un intento para que su amigo fuera un poco más conciso. Kurt hizo una mueca, no le gustaba suponer. — Intentálo. — Volvió a pedir.

— Estrangulado. — Contestó y después sonrió conforme con su respuesta.

El moreno lo miró sorprendido. —¡Bien! — Estaba orgulloso y contento de que su amigo pudiera darle esa respuesta sin sentirse mal como siempre le pasaba cuando suponía o mentía.

Kurt no lo soportó más y continuó. — Luego ahorcado. — Aclaró, era algo que no podía evitar.

El moreno puso los ojos en blanco y luego miró al techo. — ¿Por qué yo? — Se quejó, ganándose una mirada divertida por parte de su acompañante. El detective miró las imágenes de la escena del crimen en el ordenador del laboratorio y vio algo que le llamó la atención. — Kurt, las astillas de la viga deberían apuntar en la dirección opuesta. — Dijo agrandando la imagen para que se viera mejor. 

— Si fue ahorcado... — Le recordó el forense al ojimiel. — Fue estrangulado primero y luego le subieron. — Explicó. 

— Por eso las astillas están así... Ha sido asesinado.— Concluyó Blaine, el castaño asintió conforme con lo que decía.


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Evans estaba sentado en su mesa de la oficina tomándose la tensión. — ¿Cuál es la tuya? — Le preguntó a Duval, pero éste estaba inmerso leyendo la novela de la víctima así que tan sólo lo mandó guardar silencio con un "shh" mientras continuaba con su lectura. Sam continuó hablando. — La mía es de ciento cuarenta sobre noventa. — Dijo quitándose el aparato del brazo.

Blaine estaba en su mesa, la cual se encontraba pegada enfrente de la de Evans, leyendo unos informes. Al escuchar lo que dijo su compañero levantó la vista rápidamente con el ceño fruncido, mirando preocupado al rubio.

Nick dejó de leer y soltó una risa. — La misma que la mía. — Le contestó. 

— Evans, eso no es bueno. — Le dijo el italiano al rubio.

— Oh, para mí está bien. — Comentó Duval mirándolo.

El ojimiel suspiró y miró al detective mayor. — Está tenso por el caso de Jerome Brown. — Señaló con el pulgar a su compañero.

Nick se quitó las gafas y miró al mencionado. — Oí que perdió la apelación final, ¿por eso tienes la tensión alta? — Inquirió.

— Su madre ha estado por aquí presionándole, cree que su hijo es inocente. — Volvió a hablar el moreno.

— Oh... Eso es duro. — Respondió Duval.

Sam levantó la vista de su mesa y la fijó en sus amigos. — Podría haber hecho más... — Dijo cabizbajo.

— ¿Cómo qué? — Preguntó curioso Blaine.

El rubio negó con la cabeza. — No lo sé... — 

— Evans, tómate una hora para analizar el caso... Te hará sentir mejor. — Aconsejó el italiano, al ver que su amigo seguía cabizbajo, lo intentó animar. — Como tu capitán de bienestar, insisto. — Dijo con una voz más grave que la suya y mirándolo con una mueca graciosa.

Sam soltó una carcajada. — No... — Negó aún riendo. — Si el caso Abadeer es un homicidio, tiene prioridad. — Afirmó.

— Lo admito, este chico sabía escribir. — Habló el detective mayor ahí leyendo el libro.

— Necesitamos el manuscrito en el que estaba trabajando... — Contestó Blaine pasándose ambas manos por la cara. — ¿Y sus registros telefónicos? — Le preguntó al rubio.

— Era la única persona en Boston sin teléfono móvil. Pero se envió muchos correos electrónicos con su editora Juliet Mars. — Respondió.

— ¿Qué sabemos de ella? — Cuestionó curioso el moreno.

— Dice que llegó ayer de Nueva York para recoger el manuscrito. — Comentó Duval.

— ¿Lo has confirmado? — 

— No... — Habló Sam. — Creo que vino en coche, no estaba en ningún vuelo. — Hizo una mueca. — Creo que quizá ella y Abadeer eran amantes, los correos entre ellos eran bastante íntimos. Mira la foto que le envió. — Giró la pantalla de su ordenador para que quedara frente a Blaine y así pudiera ver bien.

— Vaya, esto es interesante. Abadeer dedicó su libro a una editora con la que navegaría en cualquier mar. — Comentó Nick mientras leía las dedicatorias del libro. — Juliet es miembro del club náutico. — Informó.

— Seguro que sabe hacer un nudo mariposa alpino. — Dijo el ojimiel con tono irónico.

— Abadeer envió un correo a Juliet hace tres meses diciendo que el manuscrito ya estaba terminado. — Dijo Evans mientras accedía al mensaje desde su ordenador.

— ¿Entonces por qué ha venido ahora? — Cuestionó extrañado Anderson. — Tenemos que hablar con ella. —

— He enviado a Cooper a buscarla a su hotel. — Avisó Duval al italiano.

— Bien. — 

El teléfono de Blaine vibró y la voz de Kurt se escuchó diciendo "es la hora de tu actividad física", el moreno dio un pequeño salto en su silla, asustado porque no se esperaba eso. Duval y Evans también lo miraron un poco espantados por dicho sonido. — No, no, no... No lo es. — Dijo Anderson mientras cogía el teléfono y empezaba a teclear. — Creo que voy a matar a Kurt. ¿ Eso sería suficiente actividad física por hoy? — Preguntó poniendo una voz rara a modo de broma. Sus amigos rieron mientras asentían.

— Me alegra que los dirijas a todos, capitán Anderson. — Dijo el teniente Schuester con una sonrisa, había llegado justo para escuchar la última parte que dijo el moreno, pensando que sí decía en serio lo de la actividad física.

Blaine abrió los ojos y la boca en señal de sorpresa mientras se giraba y miraba a su jefe, después miró a sus amigos y se levantó de su silla. — Sí... Sí señor... Uhm. — Dijo atropelladamente. — ¡Todo el mundo en pie! — Gritó para que todos los de la oficina pudieran escucharle, haciendo gestos con sus brazos para que hicieran lo que estaba pidiendo. — Poneros de pie porque vamos a hacer... ¡Jogging! Sí, vamos a hacer jogging. — Informó mientras empezaba a trotar en su sitio, todos sus compañeros lo imitaron bajo la atenta mirada del teniente. El italiano miró a su jefe y le dio una sonrisa torcida, después volvió a mirar a sus compañeros. — Jogging sin movernos, ¿no os sienta bien? — Preguntó aún sonriendo, se sentía ridículo pero tenía que hacer eso si no quería una bronca por parte de Schuester.

Cooper entró a la oficina y vio a todos de pie haciendo lo que decía su hermano. — ¿Detective Anderson? — Preguntó un poco confundido con la escena, su hermano no lo escuchó así que lo llamó pero ésta vez más fuerte. — ¡Blaine! — 

— ¡¿Qué?! — Le preguntó exasperado al otro moreno, dejando lo que estaba haciendo y mirándolo con el ceño fruncido. El teniente ya se había ido. 

Cooper miró al ojimiel con una ceja alzada. — He traído a tu sospechosa. — Informó. — Cuando hayas terminado con tu calistenia quizás quieras hablar con ella. — Dijo divertido por el espectáculo que estaban montando.

— Gracias. — Respondió el detective entre dientes. — Oh, parad de una vez. — Les dijo a sus compañeros para que se detuvieran mientras hacia un gesto cansado con la mano. 


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En la sala de interrogatorios se encontraba la sospechosa sentada en una silla y en frente de ella estaban Blaine y Nick, mirándola seriamente.

— Se lo aseguro, no sé dónde está el manuscrito. — Dijo la mujer cruzada de brazos.

— ¿Usted vino a Boston a recogerlo, no? — Comenzó el interrogatorio el italiano.

— Marshall me llamó hace dos días, me dijo que si no aparecía lo quemaría. — Explicó la sospechosa.

— ¿Estaba enfadado con usted? — Ahora fue Duval quien cuestionó.

— Y yo con él. — Respondió recelosa la mujer. — Pasaban tres meses de la fecha de entrega. — Se podía notar la molestia en su voz.

— ¿Tenía una relación romántica con Marshall Abadeer? — Inquirió el detective mayor.

— Nada serio. — Fue la respuesta de la chica, desviando la vista de ambos hombres. Duval y anderson compartieron una mirada, entonces el moreno más joven puso los ojos en blanco, cansado.

— ¿Nada serio? — Preguntó sarcástico el ojimiel.

— Miren, nunca fue nada importante. — Volvió a decir la chica, se notaba incómoda y triste.

— Creemos que vino a Boston para asegurarse de que Marshall no quemara el manuscrito... Él no se lo dio y montó su asesinato para que pareciera un suicidio. — Anderson fue directo al grano, no quería andarse con rodeos.

— El chico suicida por fin lo hace, vendería mucho. — Comentó Nick con una leve risa.

— Se equivocan. Llegué en avión ésta mañana y fui a su apartamento. Estaba muerto cuando llegué. — Respondió la editora.

— Su nombre no está en el listado de ningún vuelo. — Rebatió Duval serio y acercándose un poco sobre la mesa a la mujer.

— Vine en un avión privado. — Contestó ella simple.

— El número de matrícula. — Exigió Blaine.

— Por supuesto. — Dijo ella rebuscando en su bolso. — Marshall era brillante... De verdad espero que su manuscrito no se haya perdido. — Concluyó mirando a ambos detectives.


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Kurt estaba en su despacho, estaba meditando tranquilamente, en completo silencio. Se había quitado sus zapatos de diseñador dejando ve sus pies descalzos. Llevaba puesto unos pantalones cortos ajustados de color azul oscuro y una blusa de color vino. Iba deslumbrante como siempre. De repente se escucharon unos golpecitos en la puerta indicando que alguien había llamado. El castaño abrió los ojos y miró al lugar de donde procedía el sonido, sin quitar su pose de meditación con las piernas cruzadas a lo indio sentado en el suelo y los brazos estirados a cada costado de su cuerpo. Entonces la puerta se abrió y se pudo ver al detective Evans asomarse por ésta, llevaba consigo un montón de carpetas.

— Detective Evans. — Saludó el forense con una sonrisa. — Pasa. — Dijo mirando al otro chico.

— Oh, lo siento... No quería interrumpir. — Se disculpó el rubio haciendo el amago de cerrar la puerta para irse.

— ¿Te gustaría acompañarme en la meditación? — Preguntó el castaño sin quitar su sonrisa amable de la cara.

El detective lo miró y después miró el montón de archivos que llevaba. — Me preguntaba... — Empezó a hablar mientras entraba en la habitación y cerraba la puerta tras de sí. — Si podías echarle un vistazo al informe antiguo de una autopsia. — Dijo mientras señalaba en montón de papeles en su brazo.

Kurt lo miró con ambas cejas alzadas. — El asesinato de la academia... — Dijo mientras se levantaba. — Blaine mencionó que te preocupaba ese caso. — Informó dirigiéndose a su escritorio seguido por el detective.

Sam dejó el montón de carpetas encima de la mesa. — El ADN de Jerome Brown se encontró en la víctima Alice Mertens. — Fue poniendo unas fotografías en la mesa del cadáver de la chica y la escena del crimen. — Un testigo declaró que él salió del dormitorio de ella alrededor de la hora en que la víctima fue violada y asesinada. —

El forense soltó la botella de agua de la que estaba bebiendo y puso ambas manos encima del escritorio, apoyándose en ellas. — ¿Quieres que revise la autopsia? — Inquirió.

El rubio lo miró unos segundos y después miró al suelo. — Sí... — Respondió cabizbajo. — No sé por qué me preocupa tanto ésto ahora. — Confesó.

— ¿Te identificas con él? — Preguntó curioso Kurt.

El detective levantó la vista y miró a su amigo. — Fui uno de los tres chicos pobres que consiguieron entrar mediante becas en una academia de élite para ricachones. — Explicó, Kurt lo miraba sorprendido. — Quizás con tantas pruebas en contra del chico que no pertenecía a ese lugar... Ya no buscaron más. — Concluyó el rubio.

El forense hizo una mueca y asintió en comprensión de que lo quería decía el hombre. — Lo revisaré. — Afirmó con una sonrisa a su amigo.

— ¿Quieres revisar mi interrogatorio a Jerome también? — Preguntó un poco indeciso el detective.

— ¿Qué debo buscar? — Inquirió el castaño.

Sam suspiró y negó levemente con la cabeza. — Algo que yo no veo... — Respondió.


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Anderson se encontraba sentado en su silla mientras que Evans estaba sentado en el borde de la mesa de su compañero, el rubio necesitaba hablar con alguien y Blaine siempre estaba ahí cuando lo necesitaba.

— No pensaba en el caso de la academia Harrintong desde hace dos años. ¿Por qué me preocupa ahora? — Empezó a hablar Sam.

— No importa el por qué, Evans. Si hay algo que encontrar debéis encontrarlo. — Afirmó el moreno.

— Quizás no es nada, pero mi instinto enciende la señal de alerta. — Comentó el rubio cabizbajo.

Blaine estaba cruzado de brazos y miraba atentamente a su amigo. — El mío también... — Dijo serio. — Serán las remolachas deshidratadas. — El ojimiel puso una mueca de desagrado y cogió un pequeño recipiente en el que se encontraba el alimento mencionado mientras se lo enseñaba a su compañero, el cual soltó una carcajada. 

Cooper entró en ese momento acercándose a su hermano y al rubio con cara de asco mientras tapaba una botella que contenía un líquido verde. — Argh, ¿habéis probado ésto? Sabe a sudor y apio podrido. — Dijo enseñando el recipiente y dejándolo en la mesa de Blaine.

Sam lo miró con el ceño fruncido. — Deja de beberlo. — Ordenó serio, intentando aguantarse la risa. El ojimiel soltó una carcajada. — Deja también de beber tu propio sudor. — Le aconsejó a Cooper divertido mientras se sentaba en su mesa. Los hermanos Anderson soltaron una gran carcajada. 

Una vez estuvo recuperado, Cooper miró a su hermano. — Blaine, algo le pasa a mamá. —

El detective lo miró con una ceja alzada. — ¿Ha comido demasiadas semillas de chia? — Preguntó con su habitual tono de sarcasmo.

— Blaine, está cultivando hierbas... — Dijo casi en un susurro el mediano de los Anderson.

— ¿Has visto cannabis entre la albahaca y el romero? — Volvió a preguntar divertido.

— No plantaba nada desde que papá se fue. — Negó con la cabeza Cooper.

— ¡Oh no, espero que no esté disfrutando de la vida otra vez! — Exageró con sarcasmo el ojimiel.

Cooper que estaba apoyado en la mesa del detective, se incorporó y apretó los labios mirando serio a su hermano. — De pronto le interesa el bálsamo labial y me ha preguntado si los pantalones le hacían gorda. — Fue enumerando con los dedos mientras lo decía.

— ¿Eso es malo? No es una mala señal. — Respondió el moreno mayor.

— Te lo dije. — Cooper señaló a Blaine con el dedo y después se fue indignado.

Nick entraba en la oficina al mismo tiempo que Cooper salía, el detective mayor todavía estaba leyendo la novela, iba inmerso en ella.

— Puedes dejar de fingir que estás trabajando, Duval. Estás haciendo el tonto con el libro. — Le dijo desde su silla Evans.

— ¿Ah si? Escucha esto. — Buscó una página y la comenzó a leer. — Conocí a Saddie en un chat de suicidas... — Hizo una pausa y miró con el ceño fruncido a sus compañeros. — ¿Qué puñetas les pasa a los chicos de un en día? — Preguntó.

— ¿Tu trabajo es sobre eso? — Inquirió irónico el rubio. Blaine tan sólo escuchaba con atención.

Nick volvió a leer. — Saddie era steampunk y también suicida. Hicimos un pacto para terminar con nuestra vida. Nos despedimos en el chat que nos había unido. — Levantó la vista y se fijó que Anderson tenía el ceño fruncido pensativo.

— ¿Abadeer intentó matarse como parte de un pacto suicida? — Preguntó incrédulo el moreno.

— Sí y según este libro, Saddie lo consiguió. — Afirmó Duval.

— Tal vez alguien cercano a Saddie culpe al chico suicida de su muerte. — El ojimiel estaba pensando en voz alta, sus compañeros lo miraron atentamente asintiendo porque entendieron lo que decía.


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Los tres detectives estaban en la sala de informática de su departamento buscando toda la información sobre esa tal Saddie. Al principio no encontraron nada pero después se percataron de que era un nombre falso, la editorial lo había cambiado para proteger la identidad de las personas implicadas en el libro, así que realizando una búsqueda de la fecha en la que se hizo la llamada al 911 informando sobre el intento de suicidio de Abadeer, encontraron también otra realizada por un chico que informaba sobre el suicido de su hermana. Dieron con la página web del chico llamado Kevin y supieron al instante que era el hermano de la chica que en el libro de Abadeer habían nombrado Saddie. Era una página de odio a Marshal Abadeer culpándolo de la muerte de su hermana.

Iban a ir en busca de Kevin cuando el teléfono de Evans sonó. — ¿Kurt tiene algo? — Preguntó curioso Anderson a su compañero.

— Puede esperar. — Respondió el rubio guardando el teléfono en su funda que llevaba enganchada al cinturón como todos los detectives. 

— Nos encargamos nosotros, tú puedes ir a ver qué ha encontrado Kurt. No te preocupes. — Le aseguró comprensivo el ojimiel, tan sólo quería que su amigo estuviera tranquilo y resolviera ese caso de una vez. Evans asintió.


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En los monitores de la sala de informática se podía ver el vídeo del interrogatorio que Sam le había hecho a Jerome Brown. Kurt y el rubio estaban sentados uno al lado del otro mirando atentamente el vídeo. El castaño tomaba un té en su taza mientras que el detective estaba mirando la pantalla sin perderse nada. El forense paró el vídeo.

— Los párpados superiores de Jerome están caídos y las comisuras de los labios están hacia abajo. — Señaló la imagen.

— De acuerdo, ¿y qué significa? — Sam estaba confundido, no sabía a lo que se refería el castaño.

— Las micro expresiones de Jerome indican que está bajo una gran presión. — 

El detective hizo una mueca. — Está acusado de asesinato... — Comentó.

Kurt sonrió mientras ponía a cámara lenta una parte del interrogatorio, mostrando las expresiones del acusado. — No es miedo lo que proyecta su rostro, es angustia, dolor... — Explicó.

Puso de nuevo el vídeo en marcha y Jerome mencionó el nombre de una chica amiga de la víctima.

— ¿Quién es Annie? — Inquirió curioso el forense.

— La mejor amiga de Alice, vivía al otro lado del pasillo. Fue la testigo estrella de la fiscalía.

Evans puso otro vídeo, esta vez era del juicio y se podía ver a Annie dando su declaración, acusó a Jerome pero cuando la abogada le preguntó si su amiga tuvo una relación íntima con el acusado la chica evadió la pregunta. Fue entonces cuando el castaño paró el metraje.

— No responde la pregunta. — Le dijo al detective, haciendo un gesto con la mano hacia la pantalla.

— Tienes razón, la esquiva. — Asintió el rubio.

— Su rostro muestra alteración e intenta transmitir rabia y disgusto pero la elevación de las cejas indica que está ocultando un miedo muy profundo. — Comentó Kurt señalando las partes mencionadas en la imagen.

Sam pasó una mano por su rostro, dejándola en su frente. — Jerome me suplicó que hablara con ella. — Dijo apretando los labios y haciendo una mueca de frustración, después sacudió la cabeza y miró a su amigo. — Probablemente estaba aterrorizada cuando habló con la policía. — Le dijo al otro ojiazul.

El forense lo miró atento. — No era tu caso, Evans... Sigue sin serlo. — Le dijo.

— ¿Qué hago doctor Hummel? — Le preguntó a su acompañante, incluso aunque no fuera su caso, eso estaba acabando con él.

El castaño suspiró y luego miró de nuevo a la pantalla. — Busca la verdad. — Aconsejó. — Annie tiene algo más que decir. — Le dio una sonrisa al detective.


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Era de noche, Kurt y Blaine se encontraban en la casa del forense en Beacon Hill, estaban en el salón que estaba ambientado como si fuera una sala de meditación. El castaño estaba sentado a lo indio con las piernas cruzadas y con los brazos extendidos descansando las manos en sus muslos, el ojimiel estaba sentado a su lado de la misma forma pero lo miraba curioso, nunca antes había hecho algún tipo de meditación y ésta era su primera vez, así que estaba perdido.

El forense iba vestido con sus mallas para hacer yoga negras y una camiseta holgada azul que dejaba ver su hombro derecho. El detective llevaba una de sus camisetas del departamento de policía de Boston, las cuales utilizaba para hacer ejercicio o de pijama, y unos pantalones cortos holgados de hacer deporte.

Kurt lo miró con una leve sonrisa. — Cierra los ojos. — Le pidió mientras él mismo hacía lo que había dicho, mirando hacia el frente.

Blaine no dejó de mirarlo. — ¿Cuánto rato? — Preguntó impaciente, sabiendo que eso iba a irritar a Kurt.

El castaño suspiró pesadamente y abrió los ojos para mirar a su amigo. — Eres insufrible, ¿ya hemos llegado? — Le dijo imitando la voz de un niño pequeño que le pregunta a cada minuto a sus padres si ya han llegado a su destino. Blaine reprimió la carcajada que amenazó con salir y siguió mirando serio a su amigo. — Silencia la charla en la mente. Inhala a través de la nariz y exhala. — Volvió a la posición que estaba antes cerrando los ojos y mirando al frente.

El moreno soltó un pequeño y rápido suspiro, aún mirando al frente aburrido. Entonces se escuchó un golpe sordo. — ¿Has oído eso? — Le preguntó a su meditativo acompañante.

Kurt seguía con los ojos cerrados y en la misma posición. — Ignora el sonido ambiental. — Le aconsejó.

— No, sonaba fuera en la casa de invitados. — Insistió el detective, pero su amigo no le prestaba atención, seguía meditando.

Se escuchó un grito que llamaba al forense y fue entonces cuando éste abrió los ojos de inmediato mirando al italiano y después hacia la puerta. "¡Kurt!" Se volvió a escuchar y la madre de Blaine abrió la puerta abruptamente. Llevaba un camisón blanco de seda y unos de los tirantes se había deslizado dejando el hombro al desnudo.

El moreno puso los ojos en blanco. — Má, ¿qué está pasando? — Preguntó con fastidio sin percatarse de cómo iba vestida la mujer. Kurt sí se había dado cuenta y la miraba con los ojos bien abiertos pero los labios apretados, se sentía incómodo.

La mujer ignoró a su hijo y se dirigió al ojiazul. — ¡Se ha caído, deprisa por favor! — Le suplicó al chico para que la siguiera. El forense salió corriendo al pequeño patio que unía su casa con la casa de invitados, seguido de Pam que al ver que su hijo también iba detrás de ellos, le cerró la puerta en la cara. — Tú no. — Le dijo y se arrodilló al lado de Kurt, que le estaba tomando el pulso al hombre que estaba en el suelo.

Blaine hizo una mueca indignado y abrió la puerta para acercarse a donde estaban su madre y su amigo pero una vez que vio quien estaba en el suelo se arrepintió de no haberle hecho caso a su madre y haberse mantenido fuera de eso. El hombre que estaba en el suelo era el teniente Schuester, quien sólo llevaba puesto los calzoncillos y una camiseta interior blanca de manga corta.

— ¡Will! ¡Will! — Llamaba la mujer al hombre, angustiada.

— ¡Oh dios mío! ¿Es Schuester? — Dijo el moreno mientras daba un paso atrás y sacudía las manos con nerviosismo.

— Llama al 091. — Le pidió el ojiazul. Blaine asintió y cuando estaba por salir corriendo, la voz de su jefe lo hizo detenerse en seco.

— ¡No! ¡No! — Habló con voz débil el hombre mayor, levantando una mano.

— ¿No? — Le preguntó muy confundido el detective.

— Te he dicho que no. Es una orden, Anderson. — Ordenó el teniente aún con la voz débil. El ojimiel abrió la boca para decir algo, pero la volvió a cerrar rápidamente, toda esta situación lo había descolocado por completo.

— Dame una toalla. — Le pidió Kurt a Pam, la cual salió corriendo en busca de lo pedido.

— Y sus pantalones también, de paso. — Dijo Blaine entre dientes mirando a cualquier otro lugar menos hacia el hombre que estaba en el suelo.

Llevaron a Will al salón de Kurt, sentándolo en el centro del sofá. A su izquierda estaba Pamela poniéndole una bolsa de hielo en la brecha que tenía en la frente y a su derecha estaba el forense pasando el estetoscopio por el pecho de teniente.

— ¿Qué narices me ha pasado? — Preguntó el hombre mayor con la cabeza apoyada en el cabezal del sofá y los ojos cerrados.

El castaño le retiró el estetoscopio y se lo dejó en el cuello. — Ha experimentado un episodio vasovagal. — Respondió con su usual profesionalidad. Blaine los miraba sentado en la butaca, un poco alejado pero lo suficientemente cerca para poder hablar y escuchar.

— Sólo salí a tomar un poco el aire. — Comentó el teniente enderezándose en el sofá.

— Vive en Dorchester... — Habló entre dientes el moreno, mirándolo serio.

— Me dio un mareo, eso es todo. — Le dijo el hombre mayor al ojiazul.

— ¿Y se le cayeron los pantalones? — Preguntó con su habitual tono de sarcasmo el ojimiel. Kurt abrió los ojos y la boca en sorpresa y después le lanzó una mirada de desaprobación a su amigo.

Pam miró a su hijo. — Blaine, no le avergüences. — Reprendió.

El detective frunció el ceño. — ¿Avergonzarle a él? ¡Nunca he pasado tanta vergüenza en mi vida! — Se quejó hablando casi en un susurro para que sólo su madre pudiera escuchar.

Kurt miró al teniente. — Verá, el mareo pudo haber sido causado por la excitación sexual y el súbito riego sanguíneo a los genitales. — Le explicó.

Blaine se llevó una mano a la boca reprimiendo una arcada. — Oh dios mío. — Dijo con los ojos muy abiertos.

— Vale, tan solo nos besábamos. No estábamos haciendo el amor. — Comentó la mujer al ojiazul, el cual asintió reprimiendo una risa.

— Voy a tener un episodio vasovagal si no te callas, por favor. — Le suplicó el moreno a su madre mientras miraba al suelo con cara aterrorizada.

— Debería ir al hospital. — Aconsejó el forense.

— No. — Se negó tajante el hombre mayor.

— Podrías ponerle unos puntos en la cabeza. — Sugirió Pamela señalando la herida que tenía en la frente.

— Tenemos que saber qué provocó ésto... ¿Cuándo fue la última vez que comió, teniente? — Le preguntó paciente el castaño a su jefe.

La mujer respondió por él. — Toma las comidas de la cafetería. Como vosotros. — Explicó ella. Blaine desvió la mirada sabiendo la verdadera respuesta.

— Puede que me haya saltado la comida y la cena. — Respondió Will cabizbajo.

— Dijiste que mi comida sana era estupenda y deliciosa. — Se quejó indignada la mujer.

El moreno miró a su madre serio. — Decía que tu comida sana era silenciosa y letal. — Le aseguró. Kurt negó con una pequeña sonrisa ante el comentario de su amigo.

— Un vendaje mariposa podría cerrarle eso. — Comentó el ojiazul mientras señalaba la brecha de la cabeza del teniente.

Pamela suspiró y se levantó en dirección a la cocina, Blaine aprovechó y se levantó para seguir a su madre y poder hablar del tema. La mujer se estaba sirviendo el vaso de agua en la isla de la cocina, el moreno fue rápido hacia ella e intentando frenar patinó un poco por los calcetines, pero quedó frente a su madre mirándola seriamente.

— Bien, dime... ¿Cuánto tiempo lleváis viéndoos mi jefe y tú? — Le preguntó el ojimiel de inmediato.

— Nosotros no vamos a tener ésta conversación. — Respondió la mujer señalando entre su hijo y ella varias veces.

— Tú vas en ropa interior y mi jefe está en el sillón de mi mejor amigo... ¡En calzoncillos! — Señaló a su madre acusatoriamente mientras que ella bebía rápidamente el vaso con agua y no se atrevía a mirar a su hijo. — ¿Qué tienes que decir en tu defensa? — Inquirió mirando a su progenitora seriamente con ambas manos en la cadera. La mujer miró al detective mientras llenaba otro vaso de agua, no pensaba hablar de todo eso con él. Una vez hubo terminado de llenar el vaso le dio media sonrisa burlona a su hijo y se fue al sofá a sentarse al lado del teniente. Blaine miraba incrédulo a la mujer.

— Creo que debería ir a urgencias... — Volvió a sugerir el castaño al hombre mayor.

— No. Nadie más puede saber sobre este incidente. — Volvió a negar mientras bebía del vaso que le había entregado Pam. — Subo al coche y me voy a casa. — Dijo tajante para después levantarse a duras penas del sofá. 

Kurt miró preocupado a la mujer. — Está bien, al menos déjame llevarte a casa... — Pidió la morena siguiendo al teniente que ya iba camino a la casa de invitados.

Blaine estaba de brazos cruzados mirando fijamente con el ceño fruncido a la pareja que ahora había dejado la casa de su mejor amigo, fue entonces cuando miró al forense, el cual se tapaba la boca con una mano intentando reprimir la risa.

— Dime que estoy dormido y que esto es un sueño. — Pidió el ojimiel al castaño, que ya no aguantó más y estalló en carcajadas.


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Al día siguiente en la oficina del departamento de homicidios se encontraba Anderson haciendo jogging en su mesa, guiando a los demás detectives que copiaban los movimientos que estaba haciendo el moreno. 

— Creo que he ganado un kilo con este programa, pero de masa muscular. — Dijo casi sin aliento Duval, sin parar de hacer los ejercicios que decía su ex compañero.

— Seguro que es de las rosquillas que he visto en tu cajón. — Se burló Evans, también trotando.

— Yo te he visto esta mañana comerte una rosquilla a escondidas en tu coche. — Lo molestó Blaine mientras seguía con el ejercicio.

Sam miró a su compañero indignado. — Eres un soplón. — Le dijo señalándolo con el dedo.

El teniente Schuester entró a la oficina y cuando el ojimiel lo vió, paró en seco lo que estaba haciendo. — Buen jogging, Anderson. — Le comentó el hombre mayor una vez estuvo a su lado, se veía incómodo.

— Gracias, señor. — Respondió rápidamente Blaine desviando la mirada, aún recordaba la vergüenza que pasó ayer.

— ¿Qué le ha pasado? — Preguntó Duval a su superior haciendo un gesto con la cabeza señalando los puntos que le había puesto Kurt.

— Resbalé y me caí. — Respondió simple el teniente, Nick lo miró extrañado. — ¿Dónde estamos en el caso Abadeer? — Les preguntó a Evans, Duval y Anderson.

Blaine se dio la vuelta mirando la pizarra del caso. — Uhm, bueno... Los dos sospechosos tienen coartada así que no tenemos nada en realidad. — Respondió sin atreverse a mirar al otro hombre. El rubio miró a su compañero con los ojos entrecerrados, le parecía rara su actitud.

— Abadeer utilizó seudónimos para los drogadictos y los suicidas del chat sobre los que escribió. — Comentó Nick poniéndose las gafas y mirando el libro de nuevo.

— De acuerdo, investigadlos  a todos. — Ordenó Schuester y después salió rápidamente hacia su despacho con la mirada en el suelo. 

Duval vio a su jefe irse con la boca abierta, nunca había visto esa actitud en el teniente. — ¿Qué le pasa? — Preguntó incrédulo a sus amigos.

El italiano lo miró de reojo. — ¿Demasiados granos integrales? — Comentó sarcástico mientras tecleaba en su ordenador.

Nick negó con la cabeza. — Ese perro viejo hizo algo anoche. — Afirmó serio.

— Tenéis que ver esto. — Dijo Evans llamando la atención de ambos morenos y colocó el monitor de su ordenador de manera que los tres pudieran ver.

Les mostró una entrevista del escritor en la que decía que lo único que quería es que se supiera la verdad. Investigaron un poco y supieron a donde fue después de su intento de suicidio, fue a una clínica en la que se quedó ingresado hasta que vieran que estaba bien. Decidieron que era buena idea hablar con el doctor que llevaba aquel lugar, pero cuando iban a ir a buscarlo, el teléfono de Sam sonó.

Miró la pantalla y era un mensaje de Kurt pidiéndole que bajara a su despacho porque tenían que hablar sobre el caso de la academia. — ¿Puedo ir a hablar con Kurt un momento? Es sobre el caso de Jerome Brown. — Le preguntó al italiano.

— Por supuesto que sí, Evans. No tienes ni que preguntarlo, nosotros nos ocupamos. — Le respondió con media sonrisa el moreno.

Sam bajó al despacho de Kurt, allí lo estaban esperando el forense y Annie. La chica se veía nerviosa, no parada de moverse inquieta en su asiento y jugaba con el asa de su bolso sin atreverse a mirar al rubio o al castaño. Estuvieron un rato hablando con ella, haciéndole algunas preguntas y por mucho que al principio Annie estaba reticente a responderlas, acabaron haciéndola hablar. La chica admitió que Jerome y Alice tenían una relación y que ese chico no pertenecía a la academia Harrintong porque no era uno de ellos, si no que venía de un barrio pobre, por eso no les caía bien a los demás. A pesar de toda ella seguía con su versión de que fue Jerome quien mató a su mejor amiga, que vio al chico entrar y salir de la habitación y que cuando fue a ver a su amiga, ella estaba muerta.


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Pamela estaba atendiendo el mostrador de la cafetería, le tendió una taza de té a Cooper y éste al ver el contenido del vaso hizo una mueca.

— ¿Cuándo volveremos a tener café? — Le preguntó a su madre.

— Me lo agradecerás cuando seas viejo. — Le respondió a su hijo con una sonrisa.

— No quiero llegar a viejo bebiendo sólo té verde. — Contestó con risa mientras señalaba la taza y se daba la vuelta para ir a la mesa que tenía las cucharillas y demás utensilios.

El teniente Schuester entró en el local y se acercó al mostrador.

— Hola. — Saludó con una sonrisa tímida el hombre.

— Hola, Will. — Saludó la italiana sonriente y le tendió una bandeja con la comida.

— Gracias. — Respondió él mirando su almuerzo.

— Yo, ehm... Puse patatas en vez de quinoa. — Informó la mujer señalando la hortaliza. — Dijiste que echabas de menos las patatas. —

— No merezco un trato especial... — El teniente estaba cabizbajo.

— Sí lo mereces. —

Will miró a ambos lados y después suspiró. — Mira, Pamela... Eres una mujer maravillosa... — Empezó a decir. Cooper alzó la cabeza alarmado en el momento en el que llegó a escuchar eso, agudizó un poco más el oído para enterarse de la conversación.

— ¿Pero? — Preguntó la mujer sabiendo por dónde iban los tiros.

— Pero yo trabajo aquí y no debí empezar ésto. — Respondió serio, miró unos segundo a la mujer y después salió rápidamente hacia su despacho dejando a Pam cabizbaja y triste.

Cooper se acercó a su madre con el ceño fruncido. — Mamá, por favor dime que Schuester y tú... Eres mi madre, ¿qué haces? — Preguntó casi en un susurro pero no terminó de hablar porque vio los ojos brillosos de la mujer, lágrimas amenazando por salir.

Pamela sonrió triste y sujetó con ambas manos la cara del chico. — Antes de ser tu madre era una persona. ¿Qué hay de malo en querer ser una persona otra vez? — Ésta vez una lágrima rodó por su mejilla.

— ¿Quieres que le deje K.O? — Le preguntó empezando a remangarse la camisa.

— ¡No! — Gritó ella mientras se adentraba al almacén de la cafetería.


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Duval colgó el teléfono una vez estuvo en su mesa, miró en dirección a los escritorios de Anderson y Evans, encontrándolos allí.

— El doctor Clemens está desaparecido. — Informó mirando a los dos chicos. — Ayer iba a Londres a dar una conferencia. No llegó al avión. — Dijo guardándose el teléfono en la funda que llevaba colgada en el cinturón.

— Evans, a ver si puedes rastrearlo por el GPS de su móvil. — Se dirigió el italiano a su compañero, el cuál se puso al instante a hacer lo pedido.

Nick sacó su pequeña libreta del bolsillo de su americana y siguió poniendo al día a los otros hombres. — Su ayudante Chuck fue el último que lo vio, creía que Clemens había cogido el tren hacia el aeropuerto Logan. —

— Tengo las últimas coordenadas del GPS del móvil de Clemens. — Dijo el rubio aún concentrado en el ordenador.

— ¿Cuándo fueron transmitidas? — Inquirió el ojimiel mientras se levantaba de su silla y se acercaba a donde estaba Evans.

— Ayer por la tarde. — Respondió, mostrándole a los dos morenos la pantalla de su ordenador donde salían las coordenadas.

— Clemens nunca salió de Boston. — Aseguró Anderson.

Decidieron ir al lugar donde les indicaba que se encontraba. Una vez llegaron Sam llevaba una pequeña tablet con él en donde salían las coordenadas para poder guiarse. Estaban en un lugar en construcción, por lo visto el doctor Clemens estaba expandiendo su terreno y encontraron su cadáver en un montón de escombros, parecía como si hubiese saltado de lo alto de un edificio que estaba a medio construir, también encontraron que en su mano tenía un pequeño trozo de papel, como si lo estuviera sujetando. Hicieron las llamadas correspondientes y en un par de horas el cuerpo ya estaba en la morgue del departamento de policía.


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— ¿Sabes cuál es el trabajo con mayor tasa de suicidio? — Preguntó forense al detective mientras examinaba el cadáver de la víctima que yacía sobre la mesa de autopsias metálica.

Blaine tenía ambas manos a la espalda, la una encima de la otra y miraba como Kurt intentaba coger muestras del cuerpo. — ¿Los detectives de homicidios esperando resultados de autopsias? — Preguntó con su usual tono de sarcasmo y una leve sonrisa burlona en el rostro.

Kurt levantó la vista y le sonrió de la misma manera. — No. Los médicos. — Dijo, la mirada burlona del moreno se cambió inmediatamente, los ojos abiertos de par en par. — Nuestro índice de suicidios es el doble de la media nacional, mucho más alto que el de los dentistas. —

— ¿Kurt, ésto es una llamada de auxilio? — Inquirió el ojimiel con el ceño fruncido.

— ¡Sí! Si meditaras conmigo mejoraría mucho la calidad de mi vida. — Respondió el ojiazul con un tono dramático mientras juntaba sus manos imitando cómicamente un gesto de súplica.

El italiano rodó los ojos y resopló. — ¿Eras como esas chicas en primaria que necesitaban que otra chica las acompañasen para poder ir al baño? — Preguntó.

— Por supuesto que no. — Dijo como si fuera algo obvio el forense.

— Pues entonces estoy seguro que puedes mejorar muchísimo la calidad de tu vida tú solito. Sé que puedes. — El moreno había vuelto a su posición del principio, ambas manos en su espalda, luego miró atentamente el cadáver. — En todos los suicidios que he trabajado el que salta se quita primero las gafas. Al doctor Clemens le empujaron. — Comentó serio.

— Uhm... — El castaño miró el cadáver y después cogió un bastoncillo de algodón. — Tal vez haya encontrado algo para apoyar tu teoría. — Dijo pasando dicho bastoncillo por los dedos de la víctima. — Hay una sustancia pegajosa en la mano del doctor. — Le mostró lo obtenido a su acompañante.

— ¿Podría ser la misma que encontraste en el cuello de Marshall Abadeer? — El moreno tenía los ojos entrecerrados, pensativo.

— La están analizando. —

— Podría ser de los guantes del asesino, quizá Clemens le dio la mano. — Pensó en voz alta el detective. — Llámame cuando encuentres algo, ¿vale? — Dijo mientras salía de la morgue, Kurt asintió mientras lo veía irse.


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Anderson iba decidido a su mesa para mirar algunos informes pero Duval lo vio entrar, dejó de lado lo que estaba haciendo y se acercó a él.

— El trozo de papel que tenía el doctor Clemens en la mano pertenecía a un cheque bancario. — Informó.

— ¿Sabemos qué banco lo emitía? —

— Aún no. Rachel está en ello. — Negó el detective mayor quitándose las gafas. — Voy a suponer que alguien atrajo al doctor hasta su nueva área en construcción con la promesa de una gran donación. — 

Blaine suspiró y se dio la vuelta en dirección a la pizarra que tenía toda la información y fotos del caso. — El homicidio de Abadeer estaba montado para que pareciese un suicidio, luego el asesino se llevó el manuscrito... — Estaba pensativo, tratando de montar todas las piezas del rompecabezas.

— ¿Y por qué mató al doctor Clemens? — Inquirió Duval.

— Clemens trató a Abadeer en su rehabilitación, puede que el doctor supiera de qué estaba escribiendo. — 

— ¿Así que el doctor chantajea al asesino ofreciéndole su silencio por un precio? — Ahora Nick también estaba pensativo. Blaine señaló a Duval con el dedo y asintió conforme con lo que decía.

Cooper apareció entregándole al detective mayor más informes. 

— He enviado a Cooper al centro médico a por más registros de pacientes. — Informó mientras aceptaba los papeles que el otro moreno le estaba ofreciendo.

— Siete pacientes fueron hospitalizados al mismo tiempo que Abadeer. — Dijo Cooper mientras señalaba uno de los informes.

— Bien, Coop. — El ojimiel sujetó dicho papel y empezó a leerlo.

Evans entró cabizbajo y se sentó en su escritorio con el ceño fruncido, Blaine se dió cuenta de eso y se acercó a él. 

— Evans, ¿qué pasa? — Le preguntó preocupado, Duval lo miraba de la misma forma.

— He revisado de nuevo los archivos del caso de la academia. Pensé que encontraría algo al interrogar de nuevo a Annie... — El rubio cogió su tablet y le mostró los vídeos del caso al moreno. — Nadie salvo Jerome entró o salió de la habitación. — Tal vez ella tenía razón, Jerome la mató... — Se notaba que ese caso estaba acabando con él.

— Tómate un par de horas y ve a la academia Harrintong. — Sugirió Duval.

— Sí, echa un vistazo a la escena del crimen, quizá a la estatal se le escapó algo. — Secundó el italiano entregándolo de nuevo la tablet.

— No, se acabó. Esto me ha consumido demasiado. — Negó el chico.

— No nos sirves si no estás concentrado. Ve. Te sentirás mucho mejor. — Dijo el ojimiel señalando la puerta de salida de la oficina. Nick asintió apoyándolo.

Evans se levantó cogiendo su americana del respaldo de la silla y salió camino a su coche. El teléfono de Duval sonó y empezó a leer un mensaje que era de la madre de Blaine.

— ¿Quién te escribe? — Inquirió curioso el italiano.

— Un nuevo informante. — Respondió él simple, levantándose y yendo hacia la cafetería que era lo que le pedía la mujer en el mensaje.


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Pam sirvió dos tazas de café y le acercó una al detective mayor. — Necesito un consejo amoroso, Nick. — Explicó la mujer.

Duval suspiró. — Si te soy sincero, después de tres esposas no soy un buen referente. — Dijo tomando un poco de café.

— Pero conoces a Schuester desde hace mucho tiempo... — Comentó la moreno.

El detective levantó la visa curioso. — ¿A dónde quieres llegar a parar? — Preguntó.

— Hemos estado saliendo. — Confesó. — Bueno... Salíamos... — Se notó un deje de tristeza en su voz.

Nick levantó un poco la mano. — Lo adivinaré. Él cortó contigo. — Dijo seguro.

— ¿Cómo lo sabes? — Preguntó confusa.

El hombre soltó una pequeña risa. — Como tú has dicho, lo conozco desde hace mucho tiempo. — Volvió a darle un sorbo a su café.

— Habla Nick o estarás comiendo basura saludable por mucho tiempo. — Amenazó la italiana mientras lo señalaba con un dedo.

Duval miró hacia ambos lados y al asegurarse que nadie los escuchaba, se acercó un poco a la mujer y le habló en voz baja. — Cuando éramos novatos Will perdió a su mujer y su bebé en un incendio. — Explicó.

A Pam le impactó lo que escuchó. — Oh... — Dijo cabizbaja, empezando a entenderlo todo.

— No creo que haya tenido novia desde entonces. — Aseguró el detective.

— Eso explica algunas cosas. — Asintió ella en comprensión. — Ojalá me lo hubiera dicho. —

— Nunca lo he oído hablar de ello. — 

— Hola. — Saludó tímida Rachel al detective, no quería interrumpirlo pero tenía que informarle. —Uhm... Estamos trabajando en el trozo de papel. En la máquina de escribir hay huellas pero son de la víctima. — 

— Gracias, Rachel. — Respondió el hombre con una leve sonrisa, la chica asintió y se fue camino a la morgue.

— Vaya, una máquina de escribir... Me hace sentir vieja. — Comentó Pam.

— No te sientas así, la víctima era muy joven y escribía en una vieja underwood. — La tranquilizó él.

— Yo tenía una, le hacía las facturas de fontanería a Charles... Cambiar la cinta de la máquina era un desastre. — Se quejó la mujer recordando.

Duval la miró con los ojos abiertos. — ¡La cinta de la máquina! — Exclamó como si fuera algo obvio. — Pamela eres un genio. — Le dijo mientras sacaba su teléfono y buscaba un contacto.

— Díselo a tu amigo Will... — Susurró ella viendo como el detective se llevaba el aparato a la oreja.

— Blaine ven a verme al laboratorio, mi nuevo informante acaba de hacer un gran avance en el caso. — Le dijo al otro detective y le guiñó un ojo a la mujer, ella le sonrió en complicidad.


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En el laboratorio de la morgue se encontraban Kurt, Nick y Blaine, en la mesa de metal estaba la máquina de escribir de la víctima.

— Una underwood de 1930 modelo cinco, Jack Kerouac usaba una como esta. — Comentó el forense con una sonrisa.

— ¿Cómo es posible que sepas eso? — Le preguntó con una sonrisa burlona Blaine.

— Vi su máquina de escribir expuesta en su museo en el parque histórico Lowell. — Explicó y el moreno asintió.

— Tenemos suerte, Abadeer usaba una cinta de carbón de un sólo uso. — Informó Duval una vez hubo sacado dicha cinta de la máquina.

— Buenas noticias. — Dijo el castaño acercándose a Nick.

— Son las mejores noticias que he escuchado en mi vida. — Comentó con su típico tono de sarcasmo el italiano. — ¿Por qué nos importa? — Preguntó confuso mirando al forense y luego a su ex compañero.

— Oh... Algunas máquinas antiguas usan cintas de tela y esas no retienen texto recuperable legible. — Empezó a explicar el ojiazul.

— Pero con una cinta de carbón cada tecla deja una marca. Escribimos los caracteres y averiguamos dónde van los espacios. — Terminó de explicar el detective mayor.

— Tardaremos un tiempo... — Aseguró el forense.

Rachel entró y se acercó al castaño. — Los resultados de la sustancia pegajosa de las dos victimas. — Le dijo entregándole los informes.

— Gracias Rachel. — Agradeció cogiendo los papeles, empezó a leerlos y frunció el ceño.

— ¿Qué es? — Preguntó impaciente como siempre el ojimiel.

— Sabia de abeto balsámico. — Dijo mirándole.

— ¿La misma que encontraste en el cuerpo de Abadeer y en el de Clamens? — Inquirió con el ceño fruncido el moreno, el forense asintió pero se podía notar que había algo más. — No te sorprendas, estamos buscando a un asesino. — 

— Sí, pero también hay fragmentos de solidago macrophylla. — El castaño estaba pensativo y preocupado.

— ¿Qué pasa? — Preguntó más suave el italiano.

Kurt se acercó a su ordenador, hizo unos clicks y señaló la pantalla. — Éstos son los archivos que Evans me dijo que revisara. — 

— ¿Del asesinato de la academia Harrintong? — Inquirió confuso el detective más joven.

— Sí, aparece la misma savia de abeto balsámico y los mismo fragmentos de solidago macrophylla. — 

— Las encontraron en el armario de Alice... — Afirmó Blaine señalando con su dedo la parte de la pantalla que ponía eso en el informe.

— Pero no se consideró importante porque Alice era escaladora. — Aclaró el forense.

— No es importante, los abetos balsámicos están en el noroeste. — Informó Duval.

Kurt lo miró serio. — Pero la solidago macrophylla no, sólo se encuentra en la cima del monte Greylock. — 

— O sea, que quien matara a Alice, Abadeer y al doctor Clemens tenía que ser un hábil escalador para llegar a la cima del monte Greylock. — Comentó con los ojos entrecerrados el moreno, a lo que Hummel y Duval asintieron.


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Evans entró en la oficina con algo en la mano y Anderson lo vio acercarse a él.

— Me alegro de haberte hecho caso y haber ido a la academia Harrintong. — Le dijo con una sonrisa a su compañero.

— Vale, si ese garfio es para el programa de bienestar no cuentes conmigo, no me gustan las alturas. — Dijo señalando el objeto que llevaba Sam en la mano.

— Oh, pensaba llevar a Duval a escalar el Everest. — Bromeó el rubio.

— Bueno, si es el Everest entonces sí. — Le siguió la broma el italiano con una sonrisa burlona.

— He encontrado esto mientras inspeccionaba el exterior de la habitación de Alice. — Le mostró una foto de la ventana de la habitación, se podía ver unas marcas por fuera. — ¿Ves esas marcas? — Le preguntó señalando el lugar donde estaban en la foto.

— Sí. — Asintió el ojimiel concentrado. — ¿Crees que son de un garfio?

— Sí, lo creo. Nadie las vio y por eso Jerome era el único que salía en la imagen de seguridad de la entrada. —

— El asesino de Alice escaló la pared y entró por la ventana. — 

Evans se sentó en su escritorio y buscó algo en su ordenador. — Ahora mira esto. — Le mostró otra imagen en el monitor.

— Es el chico que te paró en el vestíbulo con su padre, Bradley Palmer. —

— Sí, era el novio de Alice. Solían escalar juntos en el bosque nacional White Mountains. — Informó mientras ampliaba otra imagen en la que salía sólo el chico con una cuerda de escalar, haciendo zoom en el nudo. — ¿Ves eso? — Le preguntó al moreno.

— Un nudo mariposa alpino, el mismo usado para colgar a Abadeer. — Respondió asintiendo Anderson.

— Envié a Cooper a fotografiar el exterior del edificio de Abadeer y mira. — Enseñó las imágenes mencionadas.

— Marcas de garfio... Así fue como entró en el apartamento de Marshall. Pero hay algo que no entiendo, ¿cuál es la conexión entre Abadeer y su médico de rehabilitación? — El ojimiel estaba pensativo, le faltaba poco para encajar todas las piezas.

— ¿El doctor Clemens? Ni idea. — Negó con la cabeza el rubio.

El móvil de Blaine sonó, le habían enviado un mensaje. — Es Kurt. Vamos, dice que quiere vernos en el laboratorio. —

Ambos detectives tomaron el ascensor y fueron directos al laboratorio de la morgue, en el que se encontraban Kurt y Nick descifrando el manuscrito de Abadeer.

— ¿Qué pasa? — Preguntó el italiano mirando curioso al forense.

— Abadeer escribía fatal y tenía muy mala ortografía, mira. — Le mostró lo que había en la cinta de la máquina de escribir. — Usa "v" en lugar de "b" y "lo que" en lugar de "que" —

— No me extraña que alguien lo matara... — Dijo con su tono habitual de sarcasmo el moreno, ganándose la risa de los tres presentes.

— Eso es lo raro. Abadeer empezó a escribir la última página de su manuscrito hace tres meses. — Empezó a explicar el Forense.

— ¿Qué escribió en los últimos tres meses? — Inquirió Sam.

— De todo. Cartas, poemas, ensayos... Empezó a escribir el manuscrito justo antes de que lo mataran. — Terminó de explicar Nick.

— ¿Tenéis la última página? — Ésta vez el curioso era Blaine.

— Claro que sí, gracias al sargento Duval. — Dijo con una sonrisa el castaño mirando al detective mayor.

— No, no... Gracias a usted Doctor Hummel. — Respondió de la misma manera él.

— Oh, por favor detective, no podría haberlo hecho sin su ayuda. — Volvió a insistir el joven. Sam y Blaine miraban intermitentemente entre los dos que no paraban de hablar.

— ¡Vale! Después os organizo un desfile. ¿Qué dice? — Anderson estaba impaciente como siempre.

— "Me contó después de una sesión de terapia de grupo, mientras se comía un sandwich de pavo que había golpeado a Alice hasta matarla porque le había engañado". — Leyó Nick de la cinta de la máquina.

— Abadeer está hablando de Bradley Palmer. El novio de Alice. — Aclaró el rubio mirando a su compañero.

— Sí así es y ésta fue la última frase que escribió. — Comentó Kurt mostrándole el texto a los detectives.

— "Bradley Palmer apareció el mismo día que yo en el centro de salud mental Clemens, pero mi intento de suicidio superó a lo que él había hecho. Mató a su novia". ¡Mierda! — Leyó Sam.

— Y a Abadeer y al doctor Clemens para mantenerlos callados. ¿Pero por qué ahora? A no ser... Evans, ¿Jerome tuvo algún procedimiento legal hace tres meses? — Para Anderson todo estaba encajando en su sitio, tan sólo tenía que asegurarse del todo.

— Sí, su última vista de apelación pero fue pospuesta. — Respondió el chico pensativo.

— Hasta ayer, por ahora. — Afirmó el italiano mirando a su compañero.

— Abadeer confiaba en que Jerome consiguiera un nuevo juicio. — Intervino Duval.

— No fue así y se aseguró de que el libro estuviera listo para editar si Bradley no confesaba. — Para Sam las cosas estaban empezando a tener sentido también. — Samuel palmer me dio este cheque. — Les mostró el papel a sus tres acompañantes. El forense cogió una lupa y lo examinó.

— ¿Qué crees? — Le preguntó el moreno.

— Parece ser del mismo talonario y diseño. — Respondió el ojiazul mirando a su amigo.


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Después de haber detenido a Bradley Palmer por tres homicidios y a su padre por ser cómplice y encubrirlo, decidieron ir al Dirty Robber a celebrarlo. Sentados en los taburetes de la barra estaban Anderson, Hummel y Duval hablando de lo ocurrido. En la entrada al ver se podía ver como la señora Brown abrazaba a Evans en agradecimiento por haber demostrado que su hijo era inocente y que por fin pudiera salir de la cárcel y volver a casa.

— Oh, mirad eso... La madre de Jerome Brown. — Comentó Blaine con una media sonrisa mirando lo feliz que estaba la mujer. — Es emocionante, su hijo fue a prisión por un asesinato que no cometió y ahora vuelve a casa. —

— ¿Cuánto tardarán en soltar a Jerome? — Preguntó Kurt que estaba sentado al lado del moreno.

— Debería estar en casa este fin de semana. — Respondió el detective.

Sam llegó a donde estaban sus amigos y se sentó al otro lado de Blaine. Comenzó a desaflojar el nudo de su corbata un poco para estar más tranquilo.

— Seguro que tu tensión arterial es más baja. — Comentó el castaño divertido mirando al rubio.

— Siempre creí que la mejor sensación del mundo era encerrar a los malos. — Dijo Evans mirando a sus acompañantes.

— ¿Y no lo es? — Preguntó un poco confuso el italiano.

— No. La mejor sensación del mundo es liberar a un inocente. — Respondió con una gran sonrisa en la cara.

— Bien hecho, Evans. — Lo felicitó Nick con un pulgar hacia arriba, estaba feliz por su amigo.

— En general un buen día para todos... Resolver tres homicidios es mucho bienestar, ¿no? — Comentó divertido el ojimiel mirando a todos.

— ¿Qué le pasaría al manuscrito? — Inquirió pensativo el forense.

— Creo que fue a una trituradora de papel en industrias Palmer... — Aseguró el detective mayor.

El barman se acercó a ellos y les entregó las bebidas que habían pedido, pero cuando Kurt vio que había dos copas de vino en vez de sólo una como solía ser porque era él quien la pedía, pues pensó que el camarero se había equivocado.

— Ehm, disculpe... Creo que se ha equivocado nadie ha pedid... — Comenzó a decir pero no terminó porque lo cortó Blaine.

— La he pedido yo. — Dijo tomando la copa y dando un pequeño sorbo, bajo la atenta mirada de sus tres amigos, era raro que el italiano tomara otra cosa que no fuera su cerveza habitual. — Como Kurt dice siempre, el resveratrol del vino tinto es excelente para el corazón... — Explicó y dio otro sorbo.

El castaño estaba con la boca abierta y las cejas alzadas en sorpresa. — ¿De verdad me escuchas? — Preguntó incrédulo, él estaba acostumbrado a que incluso sus amigos desconectasen en algún punto cuando se ponía en plan wikipedia a dar datos.

Blaine lo miró con una amplia sonrisa. — Casi siempre, sí. — Admitió mirándolo a los ojos.

Kurt se perdió un poco en esos dorados ojos que tanto le gustaban. — Bueno, ésto merece un buen brindis. — Dijo el forense después de sacudir levemente la cabeza, devolviéndole la misma sonrisa y alzando su copa.

Duval y Evans compartieron una mirada cómplice por la interacción de sus amigos, después alzaron sus jarras de cerveza y brindaron con ellos.



































































































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