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Capitulo 4 (Popocatépetl E Iztaccihatl)

Día 4.- Popocatépetl E Iztaccihatl: 

Cuenta la leyenda que estas dos montañas representan a una doncella y un joven guerrero Tlaxcaltecas; Popocatépetl e Iztaccihatl.

Iztaccihatl, era la princesa Tlaxcalteca mas bella jamas vista y ella deposito su amor en el joven Popocatépetl, uno de los mas apuestos y bravos guerreros de su pueblo.

Obviamente le hice algunas cambios pequeñitos a la historia, espero que les guste.

Disfruten la lectura.

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-¿De verdad lo amas tanto?-

-Si, padre. Lo amo más que a mi propia vida-

-Tsk... No lo considero completamente digno de mi único hijo, de la joya más preciosa y valiosa que tengo en mis tierras- Suspira aquel hombre de cabellos azules largos, de una mirada desafiante y casi aterradora. Sin embargo, al ver aquellos inocentes ojos violetas, que nunca le demostraron miedo, sino una súplica de amor.

Termina suspirando y observa con dulzura a su príncipe –Pero, ¿Quién soy yo para evitar que dos corazones enamorados estén juntos?- Sostiene las mejillas del peliaguamarino, admirando la belleza que fue heredada por el amor de su vida –Camuatl, si tu corazón esta con ese tal Milocatépetl, aceptare su matrimonio- Asiente, aunque en realidad le da bastante tristeza entregar al ser más importante de su vida a un extraño, pero no puede hacer nada al respecto con el ciclo de la vida.

Las orbes violetas se abren de par en par, sonríe emocionado, y no puede contener sus lágrimas de felicidad -¡¡¡¿DE VERDAD?!!! ¡¡¡¿ENSERIO?!!!- No puede evitar brindarle un fuerte abrazo al hombre mayor -¡¡¡GRACIAS, PADRE!!! ¡¡¡MUCHAS GRACIAS!!!- Temía tanto que el gobernante de aquel imperio le prohibiera su mayor deseo de amor, pero se acaba de dar cuenta que esos miedos estuvieron mal infundidos por un celoso hombre.

Ver la sonrisa de su hijo, le hace entender que esta haciendo lo correcto, pero no por eso dejara el camino fácil al que le robara su mayor tesoro.

Corresponde el abrazo con fuerza, rodeando ese pequeño cuerpo entre sus brazos, recordando cuando Camuatl era solo un niño y lloraba por la oscuridad, siempre acudía a los brazos de su padre para sentirse protegido.

-De nada, mi pequeño cubito helado- Le habla con ternura, mirándolo con ternura, sin embargo los ojos despiadados vuelve –Pero tengo una condición para ese matrimonio- Sonrió triunfante.

Aquel joven príncipe, se aparta levemente de su padre, sin dejar de sostener sus manos, lo observa con suma confusión -¿Cuál padre?-

---Pasados unas horas---

Un joven hombre de cabellos cerúleos, ojos aguamarinos, piel ligeramente bronceada, de apariencia corpulenta, fuerte y con músculos muy bien marcados, pues las ropas dejan ver perfectamente su pecho y abdomen, ya que solo está cubierto por un taparrabos corto de enfrente y largo de atrás, en tonos blancos y cafés, y lleva en sus pies unas chanclas. Baja la mirada ante la presencia del gobernante -¿Quería verme, señor?- Habla sereno, reverenciando al de mayor rango.

-Sí, pasa...- De igual forma, aquel hombre de cabellos azules y mirada escalofriante, de vestimentas muy similares al contrario, solo que lleva un penacho rojo en su cabeza, demostrando su nivel y poder.

El mas joven solo se queda firme, parado, en espera a que hable el líder del pueblo, quien es también el padre de su único amor.

-Milocatépetl, me entere que tú te atreviste a poner los ojos sobre mi amado y hermoso hijo Camuatl- Su mirada fulminante, como si quisiera acabar con ese sujeto, por osarse a ver con esas intenciones al príncipe del imperio, un ser que debería considerarse casi sagrado.

Asiente con determinación, claro que posee miedo, pero no va a titubear ni un solo segundo –Si señor... Kardízoc- Baja la mirada, nervioso, pero decidido de encararlo -Le ruego por favor, que me permita la mano del príncipe. Le juro que conmigo nada le faltara, lo protegeré, le brindare un hogar digno de él, jamás pasara hambre o sed, estaré siempre dedicado a él. Se lo aseguro, mi señor- Inclina su cabeza, pidiendo que de esta forma su petición sea escuchada.

El gobernante, solo mira insignificante al pelicerúleo, le parece una grave falta de respeto que un simple guerrero se fijará en su amado hijo, pero... Sí su primogénito se ha enamorado de verdad, no les hará tan difícil el camino.

-Si tus palabras son sinceras, y sí siempre respetaras a mi hijo, quiero entonces decirte que estoy aceptando su matrimonio, pero con una condición que debes cumplir- Realmente su voz denota enojo y furia, pero debe comprobar por sus propios medios, si este hombre es lo suficientemente digno para su Camuatl.

Se asombra, aunque ya tenía conocimiento que existían posibilidades de que aceptara el amor de ambos jóvenes -¿Enserio, mi señor?- Se incorpora de su postura, pero rápido baja su cabeza, sonriendo emocionado –Pídame cualquier condición que desee, yo la cumpliré al pie de la letra, lo que sea por poder estar a lado de Camuatl, nada será imposible para mí- Su mirada denota decisión absoluta, como emoción, dispuesto a lo que sea por su amado príncipe.

Impresionado por ese hecho, el gobernante, solo aprecia despreocupado al pelicerúleo, y una sonrisa algo macabra se hace presente en su rostro –Deberás regresar victorioso de la guerra que estamos librando contra los azteca, y si lo logras- Aprieta sus puños, sintiendo como el enojo lo invade, pero se controla -Mi amado y único hijo será entregado a ti en matrimonio- Le habla frio e indiferente, posando sus manos detrás de su espalda, elevándose aún más con su presencia imponente.

Pero lejos se pensar que ese joven guerrero le diera una imposibilidad de que no se lograría su condición, no puede evitar sentirse sorprendido al ver lo seguro que se muestra, sonriendo firmemente ante el gobernante, con unos ojos brillosos y decididos –Por supuesto, mi señor Kardízoc, volveré con la victoria a nuestro pueblo en honor de usted y su hijo Camuatl-

No nota miedo, ni desesperación o angustia, solo puede ver un ardiente corazón enamorado, dispuesto a cualquier desafío con tal de estar al lado de su ser más amado.

Se queda aún más sorprendido, pues le recordó a él mismo cuando de más joven y se casó con el papá de su hijo, desafiando cualquier imposibilidad.

---Días después---

-Por favor, regresa con bien lo antes posible- Aquel joven príncipe se despide de su amado. Pues las tropas deben ir a defender sus tierras en esta última batalla. El peliaguamarino se encuentra con el corazón casi destrozado, temiendo lo peor.

-Por supuesto que así lo haré, Camuatl- Lo mira con ensoñamiento -Yo volveré por ti, volveré con el triunfo a nuestro pueblo y así, ganarme el enorme honor de tu mano- No evitara demostrarle cariño, abrazándolo con ternura, mientras besa la frente de su príncipe, secando aquellas frías lagrimas en ese hermoso rostro.

-Te amo Milocatépetl, te amo con todo mi corazón, por favor vuelve sano y salvo, por favor... No mueras mi amor- Le habla con miedo, pero quiere confiar en su amado.

-Tu amor me hará más fuerte que nunca- Le profesa con ternura su pasión, mira a los ojos violetas que lo acompañaran en toda su travesía.

-Te esperare aquí, aquí mismo estaré a tu regreso- Le declara su decisión, mientras con audacia y sin temor que su padre lo representa, roba un beso de los calientes labios del pelicerúleo, dejando que sus lágrimas escapen.

Aquel guerrero corresponde la muestra de afecto, dejando igualmente que unas lágrimas caigan por sus mejillas, sin embargo eso no evitara que su confianza se derrumbe.

Pues ambos saben y tienen la fe, que no se alejaran, que no se perderán en esta vida, que en cuando la guerra acabe, podrán ser felices juntos, formar una familia y por siempre amarse.

Los guerreros partieron esa misma mañana al campo de guerra, el gobernante los despidió y les deseo el triunfo a sus hijos guerreros. El príncipe solo mira hacia donde su amado se pierde, llorando por esa momentánea separación, pero de igual forma se quiere mostrar forme y con fe a su amado, sonríe entre su tristeza para decirle adiós.

Lo vio marcharse aquel día, y desde entonces, cada mañana está allí, esperando a que vuelva.

Kardízoc, observaba como su hijo, siempre esperaba el regresó de ese hombre, en cierta forma se comienza a sentir culpable por enviarlo en ese reto muy complicado. Pensó que moriría y eso le alegraba, pero a la vez, le estaba carcomiendo la conciencia, pues si eso pasaba su hijo podría marchitarse.

Niega con la cabeza ante esa posibilidad, espera que ahora el joven Milocatépetl, vuelva a lado de su hijo. Le ha demostrado que sin duda ama y adora a Camuatl, y con eso ya cree que es digno, sin embargo debe cargar con sus decisiones en silencio.

Algunos días acompañaba a su hijo, dándole ánimos y asegurándole que los dioses protegerán a ese tipo, y cuando vuelva le entregara su más grande tesoro.

Al parecer... Todo parecería ser triunfante, armonioso, que Milocatépetl, cumpliría con su deber, pues no había existido ninguna noticia y eso se sabe que es una buena señal.

Pero un día, Camuatl encontró a una de sus guerreros, de los que se fueron con su amado, estaba muy mal herido, agotado, y se terminó derrumbando en los brazos del joven.

Cuando pudo reconocer al príncipe, le dijo lo que más temía ese corazón enamorado.

-Lo siento, mi príncipe, pero... Milocatépetl, no logro sobrevivir... Nadie más lo logro- Tosía de dolor, estaba casi al borde de la muerte.

Al escuchar eso, su corazón se rompió en miles de pedazos, grita por auxilio para ese hombre, pero más por su alma desgarrada, con lágrimas cayendo a mares por sus mejillas.

Escucho más detalladamente el cómo su amado perdió la vida, aquel hombre de cabellos rojizos y ojos fiushas lo intentaba consolar con una terrible sonrisa oculta.

No lo podía creer, no podía ser verdad, no podía ser posible.

Simplemente se derrumbó y comenzó a llorar desconsolado, sus ropajes, un ligero vestido blanco, propio de la realeza de los donceles. No pudo resistirlo más, se destrozó su corazón ante esa noticia.

Su padre intento animarlo, hablarle, pedirle que comiera, que intentará estar bien, ya no por él, sino por el hombre cayo en batalla, pero el príncipe dejo de tener ese brillo característico, su piel se fue enfriando de a poco, su resplandor y alegría se apagaron.

El gobernante se lamenta por a ver hecho esa estúpida condición, y más aún más se arrepintió de por vida, cuando en una triste mañana, en que fue a ver a su primogénito, lo encontró muerto.

A pesar de pedirle a los chamanes de mayor poder que lo salvaran, no pudieron hacer nada, no existe cura alguna para un corazón roto, murió de tristeza.

Justamente en ese fatídico día, Kardízoc le hablaría de la posibilidad de encontrar el amor en el guerrero que sobrevivió, pues él mismo se ofreció a calmar el dolor del peliaguamarino, sin embargo, antes de saber aquello, Camuatl no pudo resistir mas sin su amado y su muerte se dio por el corazón roto.

Y que cruel es el destino, ese mismo día al atardecer, varios guerreros, algunos aun heridos, otros siendo cargados pro sus compañeros, y unos pocos con su frente en alto, llevando la cabeza de sus enemigos para demostrar el triunfo, volvían al imperio, orgullosos, siendo encabezados por Milocatépetl, sonriendo, feliz de regresar a su hogar, a donde su amado lo está esperando.

Pero al no verlo en la entrada, y al notar la tristeza en el ambiente, algo malo presintió en su corazón.

Al llegar ante el templo mayor y ver a la gente reunida, sintió el olor de los preparativos funerarios, Se dio cuenta que no era un funeral cualquiera, sino uno imperial.

Pensó lo peor, negó con su cabeza, dejando todo atrás, fue lo más rápido posible ante el gobernante, y miro el hermoso cadáver, adornado de flores amarillas y naranjas, su rostro se descompuso, se volvió de terror absoluto al ver a su príncipe ante el altar fúnebre, sin vida, siendo honrado ante todos, pues había perdido la vida en esa mañana.

Milocatépetl, no pudo sopórtalo mas, no le importo la falta de respeto que pudiera significar, se fue directo al cuerpo de Camuatl para abrazarlo con fuerza, llorando y maldiciendo al destino que le arrebato a su amado.

-Ca... Muatl... Mi vida... Mi amor, por favor... Mírame... Estoy de vuelta, por ti...- Le susurra, derramando mares de lágrimas, acariciando su frio rostro, desesperado su voz apenas puede salir.

Kardízoc, no lo podía creer, ese hombre se encontraba vivo, era como si estuviera viendo un fantasma, le exigió una explicación de inmediato un fuerte grito deja escapar. -¡¡¡¿CÓMO ES QUE NO ESTÁS MUERTO?!!!- Se encuentra desesperado y dolido por la temprana muerte de su hijo.

Su desconcierto ante tales palabras que no tiene sentido alguno, contesta con indiferencia y enojo profundo -¡¡¡¿MUERTO?!!! ¡¡¡YO NO HE MUERTO!!!- Grita desgarrando su garganta en el proceso, abrazando con fuerza a su amado –Por favor Camus, abre tus preciosos ojos, volví, volví como te lo prometí...- Le acaricia su frente, acomodando sus delicados cabellos con suavidad -¿Por qué no cumpliste tu promesa mi vida de esperarme?- Llora, hundiendo la cabeza entre las manos del príncipe, le sonríe con ternura, acariciando su frio rostro –Vamos mi amor, vamos por favor... Abre tus hermosos ojos, mírame, volví, volví para casarnos, por favor...- Ruega su dolor, sin importarle que todo el pueblo lo esté viendo.

Kardízoc, no podía controlar su furia, al ver a ese pelirrojo que estaba hace unos segundos junto a él, rindiéndole homenaje a su hijo, y ahora huía.

-¡¡¡MALDITO DESGRACIADO!!! ¡¡¡LE MENTISTE A MI HIJO!!!- El grito de odio profundo volvió y todos sabían que la sangre correría, pues el mandamás de este pueblo estaba sediento de venganza -¡¡¡SURT, MALNACIDO!!!

No le importo nada, no le importaban los gritos, el miedo, el terror, ni la sangre que se derramaba del cuerpo de quien le mintió a su príncipe. Solo quería seguir abrazando a su amado, rogando que esto no fuera verdad.

-Camuatl... Vuelve por favor... Dijiste que estarías conmigo por siempre... No me dejes solo, mi amor... No me abandones... Por favor- Lo abrazo con todas sus fuerzas, meciéndose con ese cuerpo helado, pero hermoso entre sus brazos.

Pero pronto una idea se le vino a la mente, y sin importar estar descalzo, cansado y agotado, cargo ese frágil cuerpo con total ternura, y camino lentamente, bajando el templo mayor, ante la mirada de todos los del pueblo.

Sus ojos lloran y ya no tiene vida en ellos, perdido en su dolor, va gimoteando, mientras el cantaba una sonata que ambos enamorados les gustaba cantarse mutuamente en vida.

El gobernante no se dio cuenta de ello, pues quiera matar con sus propias manos al infeliz que provoco todo esto.

Le revelo los motivos del por qué lo hizo, los celos lo cegaron, deseaba la mano del príncipe, él creía que era un insulto que alguien como Milocatépetl, siendo tan inferior obtuviera el corazón del ser más hermoso de este mundo, cuando él tenía más triunfos en su listado.

Al padre que perdió su hijo, no le importaron sus motivos, y con sus propias manos le arranco el corazón, para acabar con él, pues es su culpa la muerte del único que mantenía cuerdo al peli azul.

Entre los caminos a la cima de la montaña más alta.

Milocatépetl, seguía hablándole con dulzura a su amado.

-Ya llegamos mi amor, en donde esteramos juntos por siempre... Veras que si...- Le habla como si solo durmiera entre sus brazos, como si en cualquier segundo pudiera abrir sus ojos.

Ante la montaña en aquella cima, se dejó caer de rodillas, manteniendo el cuerpo del peliaguamarino entre sus brazos y elevando su rostro a los cielos, dejando caer las lágrimas de sus orbes, comenzó a rogar una sola cosa.

-Por favor... Les pido Dioses míos, que nos permitan estar juntos, no me importa tener que seguir el mismo camino de mi amor, quiero estar con él toda la vida, solo él me hace feliz y yo a él...- Sonríe con tristeza, con dolor y esperanza de que se haga realidad su último deseo.

Habla con devoción a sus dioses, rogando por este favor que solo pide ser escuchado.

Y ese amor tan grande que se perdió, conmovió a los dioses y les brindo a ambos enamorados una segunda oportunidad de amor.

Solo se sabe ahora... Que en donde ambos jóvenes se quedaron juntos hasta que sus cuerpos desparecieron esa misma noche, dos montañas se formaron... Una con el cuerpo durmiente de un joven doncel, volviéndose un volcán inactivo, descansando eternamente, y a su lado un imponente y fuerte volcán que se ha mantenido por tanto tiempo activo, produciendo calor y lava, procurando siempre velar por quien duerme a su lado.

Se dice que esos dos volcanes, que siempre están juntos, son esos dos enamorados que en vida no pudieron estar juntos por celos y envidia de otros, pero que en la eternidad, en done los dioses se conmovieron por su trágico amor, les permitieron seguir juntos.

El volcán inactivo permanecerá dormido y helado por la eternidad, descansando y esperando siempre a su amado, sin darse cuenta que el ardiente corazón de su primer y único amor, está velando por él, hasta que algún día cuando despierte de su sueño.

Vuelvan a estar juntos, para una vez más amarse y ser felices. 

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Buenos días, tardes, noches, ¿Qué hora es? ¿Quién me ha robado el reloj? ¿Cómo están mis terrones de azúcar?

Espero que les guste el capítulo de hoy, la verdad... Si está muy triste sin duda... Kiaaaaaaa, me gustó tanto hacerlo, meter más personajes y notar como serian interactuando más a mi estilo.

Sin más, me despido de ustedes terrones, nos leeremos mañana.

Cuídense mucho.

Los quiero bastante.

Ammu se va.

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