Extra 2
Los días libres eran un suceso que Felix solía esperar con ansias. Quedarse entre las sábanas con Minho, desayunar juntos, un poco de sexo mañanero... Esas eran algunas de las cosas que más ansiosamente esperaba de esos días libres los cuales Minho trataba de hacer coincidir con los suyos. Sin embargo, no siempre podía. A pesar de manejar su propio negocio, Minho no podía hacer y deshacer como quisiera. En algunas ocasiones no tenía otro remedio que acudir a trabajar, aun si no quería. Y éste era uno de esos días.
La mañana ya había levantado lo suficiente como para que no fuera horario de desayuno, sin embargo, el pequeño café tenía bastantes clientes, en su mayoría mujeres jóvenes que aprovechaban la mañana para ir a por alguno de los postres o de los variados tipos de café. Felix, de cierta forma, lucía como una atracción más del lugar, sentado cerca de una de las ventanas que daban hacia las mesas de afuera, luciendo aburrido mientras sorbía perezosamente su americano frío ya bastante húmedo por el sudor del vaso.
Esos días en los que Minho no podía compartir con él las mañanas, eran unos que solían transcurrir llenos de ocio, sin embargo, Felix había descubierto recientemente que estar en el trabajo de su novio también podía aportarle cierto entretenimiento.
Además de supervisar. Supervisar nunca estaba de más.
—¿Acaso tu novio no es consciente de lo aterrador que se ve mientras hace eso? —comentó Jeongin en voz baja, inclinándose cerca de Minho mientras recogía unas bebidas, mirando por encima de su hombro a Felix tras hacerlo—. Parece como si estuviera a punto de matar a alguien con la mirada.
—Solo lo hace contigo, jeong —contestó Minho tranquilamente, fijándose en la lista de pedidos antes de girarse y dedicarse a preparar las siguientes bebidas—, eso es para la mesa cuatro.
Jeongin esbozó una mueca al girarse, cruzando miradas con el oficial, quien la sostuvo hasta que el chico salió a dejar las bebidas en la mesa correspondiente, afuera del local. Ya Minho no se preocupaba por esas pequeñas escaramuzas visuales, sabía que solían ser inofensivas. Desde ese violento primer encuentro, Felix y Jeongin habían mantenido una prudente distancia uno del otro, como dos tigres que respetuosamente se mantenían fuera del territorio del otro. Sin embargo, justo como esperaba, la sensación hormigueante dentro de sus pantalones se incrementó bruscamente, haciéndole morder sus propios labios y bajar su mirada, apretando con sus dedos el borde de la encimera donde estaba preparando las bebidas. Contrario a otras veces, la sensación no le tomó por sorpresa, sabía lo infantiles que llegaban a ser los celos de Felix y cada interacción con Jeongin, por breve que fuera, traía aparejado eso como consecuencia.
Se giró levemente, mirando hacia la mesa de Felix, quien seguía bebiendo con aspecto inocente mientras miraba la pantalla de su celular, el juguetón movimiento de su dedo pulgar sobre ésta, coincidiendo con las vibraciones que, desde sus pantalones, tenían cada músculo de su cuerpo en dolorosa tensión.
Suavemente, levantó su mirada, cruzándola con la del menor, una de sus comisuras elevándose al verle.
"Por favor" dijo Minho, sin emitir sonido, solo moviendo sus labios, ante lo que el mayor amplió su sonrisa y, aun luciendo entretenido, retiró su dedo y dejó el aparato sobre la mesa, permitiéndole disfrutar a Minho de un alivio instantáneo.
Aunque, a pesar de que la vibración se había detenido, el cosquilleo que quedaba en su piel no se aliviaba con nada.
En ese día en particular, la presencia de Felix no resultaba tan caprichosa o llena de azar como en otras ocasiones. Esta vez, el mayor estaba cumpliendo con imponer un castigo muy particular, uno que Minho se había ganado la noche anterior por no entender que no debía correrse antes de tiempo. O al menos eso le había explicado Felix esa mañana, mientras lo ayudaba a vestirse y deslizaba el pequeño vibrador inalámbrico dentro de su ropa interior.
"Tienes que aprender a controlarte" le había dicho con tono severo y, a pesar de sus quejas, Minho mentiría si dijera que no estaba disfrutando al menos un poco la situación.
Porque no era solo con Jeongin, no. Felix aumentaba la potencia de las vibraciones a su antojo, siendo capaz de controlar la intensidad y el patrón vibratorio como le viniera en gana con solo usar su celular. Saberlo, tenía a Minho en una constante sensación de vulnerabilidad que le gustaba más de lo que debería. Ya fuera mientras tomaba un pedido, daba alguna orden o simplemente se distraía con su propio celular, Felix atacaba juguetón, y ese tira y afloja de calma y estimulación lo había llevado al borde del orgasmo demasiadas veces ya.
Gracias a Dios, traía un delantal encima de sus pantalones.
Después de un par de suspiros y de lograr calmar el cosquilleo que ya le hacía sentir adormecidos los muslos, volvió a sus bebidas, enfocándose en servir la cantidad adecuada de crema. El sonido de la puerta falló en perturbar su concentración pues asumió que solo se trataba de Jeongin a pesar de que hubo un leve silencio en donde antes se escuchaba el bajo e incesante murmullo de los clientes.
—Listo. —se dijo a sí mismo, tomando la taza servida, sin embargo, el irritante sonido de la campanilla del mostrador le hizo girarse. Para su sorpresa, no se trataba del alto camarero, sino de Jisung, quién, como de costumbre, había fallado magistralmente su intento de no llamar la atención. Las gafas oscuras, el cabello de un tono rojo intenso escondido bajo un gorro Gucci era apenas el inicio de lo que pretendía ser un atuendo desenfadado. Tal vez esa era la idea que Jisung tenía de ropa "normal" pero daba igual, a él no le molestaba para nada ser reconocido después de todo.
—Hey —saludó, quitándose las gafas a la vez que apoyaba sus antebrazos sobre el mostrador, inclinándose encima de este—, ¿Cómo va todo?
Minho terminó apresuradamente con lo que hacía, colocando la bebida sobre una bandeja antes de responder al saludo de su amigo.
—Todo bien —miró hacia la puerta, esperando la entrada de alguien más—, ¿estás solo hoy?
—Sí, no me lo recuerdes —Jisung se quitó también el gorro, tomando asiento allí mismo, en la barra—, Chris tenía que trabajar —rodó los ojos—, como de costumbre.
Minho sonrió, buscando una taza limpia para montar el café que Jisung siempre pedía.
—No jodas —se acercó para susurrar—, si tuvieras a Chris todo el día en casa ni siquiera saldrías.
El menor lo miró con obviedad, levantando una de sus cejas.
—Dime una cosa, ¿saldrías tú si tuvieras un Chris en casa? No me jodas tú a mí.
Minho sonrió, negando suavemente.
—No lo sé, no es mi estilo.
Jisung también sonrió, girándose un poco para mirar hacia la mesa donde Felix permanecía sentado, revisando algo en su celular. Lo saludó brevemente con apenas un movimiento de su mano que el mayor correspondió con un educado asentimiento. Al notar que algunos clientes ya lo habían reconocido, Jisung enfocó nuevamente su atención en Minho, evitando alguna incómoda interacción que interrumpiera su jugosa charla.
—Sí, ya sabemos que tu estilo es otro —comentó, malicioso—, pero en serio, sigo sin creer que Felix sea... así. Luce tan... lindo.
—Pues, es lindo. No le veo lo raro. —Minho le extendió su café, colocándolo en la barra frente a él para luego tomar el que ya había preparado y llevarlo a una de las mesas cercanas.
—Sabes a lo que me refiero —Jisung agregó un par de cucharadas de azúcar y sopló levemente el borde de la taza antes de tomar su primer sorbo, esperando a que Minho regresara—, pero, hey, no estoy juzgando. Yo quisiera ser como Felix cuando sea grande. A pesar de su apariencia, es un tipo rudo. Tiene que serlo para poder trabajar codo a codo con el troglodita que tiene por compañero.
El más alto dejó salir una leve risa nasal.
—Sorprendentemente, creo que, entre los tres, Hyunjin hyung es el más suave.
—Mejor así —Jisung usó su lengua para limpiar la espuma de sus labios—, Changbin hyung luce como el tipo de chico que si lo golpeas, llora.
Minho tuvo que contener de nuevo la risa, llevándose una de las manos a la boca para cubrirse.
—Bro...
Jisung solo bebió un sorbo más de café.
—¿Me equivoco?
—¿Viniste solo a chismear de los demás? —Minho hizo lo mejor que pudo por componerse y adoptar un tono serio, pero a Jisung no pudo importarle menos.
—No —Jisung extendió sus brazos, girando dramáticamente en el asiento— , vine a bendecir tu local con la gloria de mi presencia. A traerte la bendición dicha de la eterna clientela.
—No, por favor. Quiero volver a casa temprano. —Minho se llevó las manos a la cintura, mirando a su amigo con fingida severidad ante lo que Jisung le devolvió una sonrisa inocente, apoyando de nuevo sus codos sobre la barra.
—Entonces quiero un trozo de tarta de chocolate.
Desde su asiento, Felix observaba la escena con disimulada atención. No desconfiaba de la relación entre Minho y su amigo, pero aun así, no podía evitar mantenerse pendiente. Estaba atento a la conversación, tratando de adivinar el tema que podría causarle tantas sonrisas a su novio. Y así, por un instante, se olvidó de lo que estaba haciendo y se dejó enredar en el brillo de esa sonrisa. Minho lucía tan lindo mientras reía, feliz y tranquilo, tan diferente al Minho que conoció. A veces era difícil de creer, pero siempre le hacía sentir una calidez demasiado agradable. Minho ahora era feliz y era suyo, sin culpas o miedos.
Dejó el teléfono sobre la mesa, apartándolo de su alcance por el momento. Entendía los límites y sabía que no sería adecuado seguir con su juego de disciplina mientras Minho estuviera conversando con Jisung. Al hacer eso, le permitía saber al menor, con solo una mirada desde donde estaba, que podía relajarse por el momento. Su café ya casi se terminaba, así que probablemente se acercaría a ellos para pedirle algo más a Minho y saludar correctamente a Jisung.
Justo se disponía a hacer eso cuando un pequeño grupo de chicas entró en el local, luciendo sospechosamente entusiasmadas. Felix supuso que se debía a la presencia de Jisung. Podía intuirlo juzgando las miradas furtivas que le dedicaron a los menores antes de tomar asiento, justo en la mesa junto a la suya. Supuso entonces que, a pesar de su ego desorbitado, Jisung realmente servía como un imán de clientes.
Agarró su vaso vacío a la vez que corría su asiento para levantarse, sin embargo, un comentario mal susurrado lo hizo detenerse en seco.
"Es ese, ¿no? El chico que prepara los cafés. Es tan guapo que podría morir."
Felix apretó inconscientemente el vaso, alzando una de sus cejas. Se abstuvo de girarse a decir algo y solo respiró con calma. Razón no les faltaba. Minho era guapo, sí. No había pecado en reconocer eso.
Con un leve encogimiento de hombros, volvió a intentar ponerse de pie, pero un nuevo susurro hizo que el vaso temblara en su mano.
"¿Crees que me recuerde de las otras veces que hemos venido? Siempre sonríe así, tan lindo"
"Tal vez. ¿Por qué no le pides su número?"
"¿Debería?"
"Está con su amigo..."
"Mejor, es ese actor del escándalo de drogas de hace unos años. Puedes pedirle acercarte a pedir su autógrafo y luego le pides su número al chico. Anda"
Entonces, Felix pudo ver mejor de quién se trataba. Una de las chicas, siendo empujada por sus amigas, se puso de pie, sonriendo con timidez. Felix la miró desde su asiento, notando el sonrojo en sus mejillas y la forma tímida en la que se acomodaba el vestido mientras caminaba hacia el mostrador, sosteniendo una pequeña agenda entre sus manos.
Felix no tenía cómo saberlo, pero su expresión en ese momento le hacía parecer que estaba a punto de cometer un acto de dudosa legalidad.
La chica se acercó a los menores, primero dirigiéndose educadamente a Jisung, quien cordialmente accedió a darle un autógrafo. Mientras él escribía, la chica se enfocó en Minho, quien la miró, ladeando la cabeza ante su petición. Felix dejó salir una breve risa nasal, obviamente Minho no le iba a dar su número a esa chica. Con gesto triunfal, se inclinó en el asiento, cruzando sus brazos sobre su pecho para disponerse a observar cómodamente el rechazo. Sin embargo, para su sorpresa, Minho le quitó el cuaderno a Jisung y anotó algo allí, arrancando la hoja para entregársela doblada. La chica agradeció con una enorme sonrisa y se retiró luego de pedirle unas bebidas para todos en su mesa.
Felix se quedó inmóvil, aun procesando lo que acababa de ver.
Minho le había dado su número a esa chica.
Su número.
En su misma cara.
Jisung aprovechó el momento para despedirse también y se retiró, dejando a Minho solo en el mostrador. Las risas y comentarios de las chicas de la mesa de al lado no se hicieron esperar. Todas celebrando el hecho de que el apuesto barista le hubiera dado su número.
—Es muy amable. Tiene una sonrisa tan linda. —La chica apretujó el pequeño papel entre sus manos, emocionada.
—Seguro es un carnívoro haciéndose pasar por herbívoro —señaló otra de las chicas, en tono confidencial—. ¿Viste los tatuajes en su brazo? Además, parece ser amigo cercano de ese actor. Ese tipo estuvo acusado por tráfico de drogas. Dicen que en sus fiestas había de todo. Probablemente de día haga café y de noche sea todo un jugador. Tal vez este sea el inicio de un turbulento romance.
—¿Qué dices? No seas tonta.
Y risas. Muchas risas. Bajitas e irritantes que hicieron hervir la sangre de Lee dentro de sus venas.
Sin aguantarlo más, se levantó bruscamente, llamando la atención de todos a su alrededor. Ellas lo miraron con extrañeza para luego volver a lo suyo, sin embargo, él se acercó, cortando lentamente la breve distancia que los separaba. Apoyó una de sus manos sobre la mesa, haciendo que el ruido sordo de su palma les causara un estremecimiento a las cuatro chicas. Antes de hablar, se inclinó, lo suficiente como para que su voz, baja, profunda e iracunda, fuera perfectamente escuchada por ellas.
—No deberían estar inventando rumores si no saben una mierda de la gente y, de paso —le quitó el papel con el numero de Minho a la chica que se lo había pedido—, ¿qué tal si antes de pedirle el número a alguien, averiguan primero si tiene pareja?
Las chicas lo miraron, visiblemente asustadas, para luego mirarse entre ellas. Felix, sin darle importancia a eso, arrugó el papel, apretándolo dentro de su puño antes de volver a apoyar su mano en la mesa.
—Espero que con esto sea suficiente para que entiendan que Minho no está disponible.
—Pues él no dijo nada sobre tener pareja. —bufó la chica que había pedido su número, mirándolo con enojo a pesar del obvio temor.
—Lo sé, y ya me encargaré de eso —Felix se irguió, dispuesto a retirarse—, solo quería aclarar ese detalle antes.
Y con ese comentario, se dio la puerta vuelta, escuchando un par de maldiciones a sus espaldas. Lo que comentaran las chicas no le importaba realmente. El asunto allí era otro. Primero, dejar bien claro que Minho no estaba disponible. Y segundo...
Minho se giró a verle cuando ya estaba cerca, una expresión de absoluta tranquilidad en su rostro mientras lo veía acercarse..
—Hyung, ¿quieres...? —Pero Felix no se paró del otro lado del mostrador como solía hacer, sino que rodeó la barra, agachándose para cruzar del otro lado. Ante la confundida mirada del menor, solo caminó hacia él, acercándose aun con aquella expresión fría en su rostro—. ¿Felix?
Felix se detuvo a solo unos centímetros de distancia de Lee, estirando su mano para agarrar una de las solapas de su camisa y obligarlo a agacharse hasta su altura.
—Dile a Jeongin —gruñó, bajo— que necesitas tomarte un descanso.
—Felix, pero aun...
El agarre en su camisa se hizo más firme, tirante y amenazante.
—Sabes muy bien lo que hiciste. Así que no quiero justificaciones. No me hagas repetirlo dos veces. Te esperaré arriba. Tienes cinco minutos.
Lo soltó tras decir eso, dándose la vuelta para salir de nuevo, dirigiéndose a la salida del local no sin antes mirar nuevamente a las chicas en su camino hacia la puerta. Había olvidado cuando fue la última vez que se había enojado tanto y Minho iba a aprender de una vez por todas las cosas que podía hacer y las que no.
—Innie... —llamó Minho, aun de pie tras la barra, inmóvil, su mirada baja, fija en las arrugas recién hechas en su camisa.
—Dime. —El camarero se asomó desde el área de elaboración, mirándolo con curiosidad.
Curiosidad que fue en aumento al ver como una sonrisa extraña se adueñaba del rostro de Minho. Con una suave mordida en su labio, Lee se giró de espaldas, desatando su delantal para dejarlo sobre las latas de café.
—Encárgate de los pedidos —Lo miró, aún con esa sonrisa enigmática—. Voy a tomar un descanso... tengo un pequeño asunto que manejar.
Mientras subía las escaleras, la expectación hacía que el pecho de Minho doliera un poco. Sabía a lo que iba. Lo vio en los ojos de Felix y toda su piel se sentía cosquillear con solo saber que estaba a punto de ser castigado. Hacer cosas que podían meterlo en problemas no era usual en él. A Minho le gustaba ser obediente y complacer a Felix. Le gustaba la forma en la que funcionaba la relación que tenían y le gustaba lo libres que se sentían sus hombros cuando Felix asumía el control. Recibir una orden y llevarla a cabo para después obtener un elogio o una simple sonrisa era algo que adoraba. Sin embargo, ese día en particular, después de haber sido tentado tantas veces, necesitaba liberar toda esa tensión que tenía acumulada.
Abrió suavemente la puerta, consciente de que solo Felix estaría allí. Encima del café, en la planta alta, había una pequeña habitación que cumplía las veces de salón de descanso y a veces de almacén para los sacos de café. Allí era el sitio donde solían ir a pasar el rato en su tiempo libre los chicos que trabajaban ahí con él y la única área donde tenían permitido fumar. Era, además, el mejor sitio para tener... conversaciones privadas. El mayor estaba sentado en el pequeño sofá del lugar, sus antebrazos apoyados sobre sus piernas y la mirada baja. El golpeteo de uno de sus pies en el suelo denotaba su impaciencia y Minho supo enseguida que había pasado mucho tiempo desde la última vez que Felix estuvo así de irritado.
—Cierra. —ordenó lee y Minho simplemente apoyó su espalda sobre la puerta, cerrándola con suavidad. El silencio entre ambos solo siendo roto por el sonido metálico del seguro al ser puesto..
—Lix...
Felix levantó la mirada, encontrándose con los ojos temerosos del menor. Lo miró por un par de segundos y, a pesar del ligero temor, pudo notar esa familiar emoción en ellos. Esas ansias que ya conocía demasiado bien.
—¿Recuerdas tu palabra segura? —preguntó, ignorándolo.
Minho asintió.
—¿Las reglas?
Otro asentimiento.
—Entonces ven acá. —Felix se enderezó, pegando su espalda al respaldo del sofá. Observó como Minho se separaba de la puerta y caminaba hacia él, la mirada baja y las manos temblorosas, dedos torpes que parecían no saber qué hacer. Pero Felix lo conocía, sabía que miedo era lo único que el menor no estaba sintiendo en ese momento.
Esperó a que Minho se detuviera delante de él, lo miró mientras se paraba justo entre sus piernas, escondiendo sus manos tras su espalda antes de hablar.
—¿Sabes por qué te llamé aquí?
Minho negó y eso hizo que Felix sonriera, balanceándose al borde de la irritación.
—Arrodíllate —ordenó y observó complacido como el menor cedía, arrodillándose ante él, su respiración cada vez más pesada. Se inclinó cerca entonces, agarrándolo por el mentón para hacerle levantar la mirada. Minho lucía tan desorganizado en ese momento: los mechones de cabello negro y brillante deslizándose hacia su frente, cayendo descuidados desde su perfecto peinado, los labios húmedos de tanto lamerlos y sus ojos, esos ojos oscuros que podían lucir, a la vez, inocentes y lascivos. Era un poco difícil enojarse en serio cuando lucía así de tentador—, ¿realmente no sabes por qué te llamé? Dime... te doy permiso para que hables.
Minho relamió sus labios, su mirada fija en el antebrazo del mayor, como si esperara que ese leve agarre en su mentón pronto se convirtiera en algo más.
—Fue por lo de esa chica... La que me pidió mi número.
—Exacto... no eres tan denso como pareces después de todo —Felix acarició su mejilla, sin embargo, su expresión no coincidía con el tono dulce de sus palabras—, entonces... ¿Por qué lo hiciste?
—¿El qué?
Felix apretó, arrancándole un pequeño jadeo.
—¿Por qué le diste tu número?
—Ella me lo pidió.
Ante esa respuesta, el mayor relamió sus labios, sacudiéndole ligeramente la cabeza.
—Dime una cosa, ¿desde cuándo eres tan generoso?
Minho apretó sus labios, conteniendo una sonrisa.
—¿Qué tiene de malo? Ella solo me pidió mi número. No me acosté con ella.
—Sigue estando mal, Min —El agarre en sus mejillas se hizo más fuerte. Felix podía notar la diversión en Minho, podía notar sus deseos de provocarlo y, muy a su pesar, estaba cayendo—. Eres mío. Tu número, tus elogios, tus sonrisas... todo me pertenece —Deslizó su mano hasta agarrar los cabellos de la nuca del menor y tiró, obligándole a estirar su cuello hacia atrás, exponiendo su garganta—. No puedes dárselos a nadie más...
—Suenas celoso, Lix —tentó Minho pero, contrario a lo que esperaba, Felix no se encolerizó, mucho menos lo negó. En cambio, se inclinó aun más cerca de él, dejando ligeros besos a medida que subía por su cuello hasta rozar lentamente sus labios juntos, tan lento que su cuerpo entero se sintió cosquillear con la sensación, con el contraste entre lo suave de sus labios y lo agresivo de sus dedos jalándole el cabello.
—Lo estoy... y por eso te voy a castigar ahora, Minho. Por provocarle celos a la persona que te ama. Eso no está bien, ¿sabes? Necesitas un buen castigo.
Minho pareció derretirse en esas palabras. Sus párpados cayeron y buscó inconscientemente un poco más de esos labios, sin embargo, la ardiente sensación de una bofetada lo tomó por sorpresa, casi haciéndole perder el equilibrio. Tuvo que apoyar una de sus manos en el suelo para no caer, completamente desprevenido. Se giró a ver a Felix, quien seguía sentado tranquilamente en el sofá, mirando sus manos mientras se quitaba los anillos que estaba usando.
—Eso de ahora fue por idiota —explicó, poniéndose de pie—. Lo demás será un poco más didáctico. Desvístete.
Minho lo miró, ligeramente confundido ante esa orden. Con movimientos suaves volvió a apoyarse sobre sus rodillas, dudoso.
—Lix... solo tengo unos minutos. No podemos... —pero sus palabras se cortaron al sentir como Felix agarraba violentamente su cabello, tirando de él hasta acercarlo a sus piernas.
—Dije que te desvistas... ¿O quieres que todos vean tu uniforme arrugado y roto? ¿Quieres que sepan lo que te hace tu novio a solas? ¿Es eso?
—N-no...
—Pues parece que sí —Sin soltar su cabello, Felix se agachó, rebuscando con su mano libre en los bolsillos del menor hasta encontrar sus cigarrillos y su encendedor—. Pero yo no necesito que nadie sepa, así que desnúdate, o mejor, quita solo tu camisa —rió, suave—. Hay algo divertido en tu ropa interior después de todo.
Lo soltó, levantándose de nuevo a la vez que tomaba uno de los cigarrillos y lo encendía, dando un par de pasos alrededor mientras observaba como Minho se ponía de pie y llevaba sus manos a los botones de su camisa. Se movió alrededor de él, observándolo con absoluta impunidad. La piel pálida y suave revelándose lentamente con cada botón que cedía, los tatuajes que poco a poco empezaron a asomar, los músculos cuyos relieves se percibían en la respiración que pretendía lucir calmada, las marcas aun frescas de la noche anterior, como dulces recuerdos que iban de lo rojizo a lo morado...
—¿Duele? —preguntó, deteniéndose frente al menor, quien lo miró sin entender exactamente a qué se refería. A modo de explicación, acercó la mano en la que sostenía el cigarrillo encendido, suavemente rozando las marcas que sus uñas habían dejado en el pecho del menor, aun rojas e hinchadas. Al entenderle, Minho negó, consiguiendo que Felix sonriera nuevamente—. Debería hacerlo mejor entonces... —Levantó su mirada, notando como Minho tragaba en seco, cada músculo de su cuerpo tenso ante la aparente calma del mayor.
Sin decir nada, deslizó la camisa por sus brazos, lanzándola sobre el sofá para seguir con sus pantalones. Sin embargo, Felix lo detuvo, sujetando su mano.
—Espera... —Le retiró la mano, llevándose el cigarrillo a los labios para ser él mismo quien desabrochara su cinturón. Con un brusco tirón, deslizó la prenda fuera de sus pantalones— Voy a necesitar esto.
Y de nuevo, sin explicar nada, se quitó el cigarro de los labios, lentamente exhalando desde su nariz antes de seguir caminando alrededor suyo, ahora enrollando la prenda en su mano, el humo oloroso a menta enredándose entre ambos.
—Ha pasado un tiempo desde que te discipliné adecuadamente... Quería que entendieras que no tienes permiso para correrte a tu antojo, pero creo que tenerte excitado todo el día tuvo un efecto contraproducente —Se detuvo a sus espaldas, deslizando las yemas de sus dedos por la columna del menor, suavemente acariciando la piel tatuada, todo el camino hasta el borde de sus pantalones flojos—. Dime... ¿Tienes deseos de hacerlo con esa chica?
Minho bajó su cabeza y Felix pudo notar el sonrojo que, desde su cuello, subía hasta sus orejas.
—¿Crees que te va a gustar? —volvió a subir, desandando el camino que sus dedos habían recorrido hasta extender su mano entre sus omóplatos, acariciando la cruz que tenía dibujada en el centro de su espalda—. Su cuerpo frágil... su piel suave... su vocecita irritante gimiendo tu nombre...
Pudo notar un pequeño soplo partiendo de los labios del menor y, agarrando su hombro, lo hizo girarse, notando la mal disimulada sonrisa en sus labios.
—¿De que te ríes?
—Perdón... —musitó el menor— Es solo... suenas tan celoso, Lix.
Felix solo elevó una de sus comisuras, llevando de nuevo el cigarrillo a sus labios para aspirar brevemente.
—Te dije que lo estaba. No soy tan inmaduro como para no admitirlo. Al contrario que cierto mocoso de mierda que cree que puede reírse de eso —Sus palabras, cada vez más duras, fueron adornadas con un doloroso toque final. Sin la más mínima delicadeza, apoyó el cigarrillo encendido en el pecho de Minho, apretándolo descuidadamente hasta apagarlo sobre su piel, dejando una oscura y rojiza marca en su pectoral. Minho solo apretó sus labios y sus puños, conteniendo un leve siseo de dolor—, cierto mocoso que necesita aprender de una vez por todas cuál es su lugar.
Con movimientos rápidos, usó su pie para golpear la parte posterior de una de sus rodillas y sostuvo su brazo, haciéndolo arrodillarse de nuevo. Le gustaba demasiado la forma en la que Minho se dejaba dominar por él, aun si era mucho más alto y corpulento, estaba enteramente sometido y parecía amar eso. Disfrutaba cada cosa que le hacía de una forma que no podría entender si no fuera porque él disfrutaba hacerlas tanto o más que Minho sentirlas.
Aflojó su agarre en el cinturón, desenrollando unas cuantas pulgadas. Dejó que el cuero rozara sobre la espalda del menor y sonrió al ver como este contenía un gemido, moviendo suavemente su cabeza a la vez que sus puños se apretaban, agarrando la tela de sus pantalones.
Antes de hacer lo que planeaba, se agachó también, deslizando una de sus manos hacia la entrepierna de Minho, dentro de sus pantalones, buscando el vibrador que había colocado allí esa mañana. Lo encontró entre sus piernas, húmedo con presemen proveniente de la probablemente dolorosa semierección que había tenido el menor todo el día. Pudo notar como su roce hizo jadear a Minho, bastando solo eso para ponerlo mucho más duro y ansioso.
—¿Ha sido difícil? —susurró cerca de su oído, acariciándolo suavemente—. ¿Te gustaría follarme ahora? Estoy seguro de que no tardarás nada en correrte. Casi parece que podrías hacerlo si te toco un poco... tan obsceno. ¿No puedes aguantar? —Minho tembló con sus palabras y se veía tan lindo y frustrado que casi sintió deseos de mandarlo todo al demonio.
Pero no.
Así no tendría gracia ninguna.
Acomodó mejor el vibrador, deslizándolo cerca de la entrada del menor para luego acomodar su ropa interior, manteniéndolo en su sitio. Minho dejó salir un jadeo y apretó sus muslos, casi implorando sin palabras.
—Shhh... —Felix movió su muñeca, obligándolo a darle más espacio— No me hagas enojar más de lo que ya estoy. —Retiró su mano y, con un fuerte apretó en la erección del menor, dio por concluida su tarea.
Se puso de pie entonces, obligando a Minho a arrodillarse correctamente.
—Ahora... —tomó su celular, activando de nuevo el vibrador en una potencia bastante alta, sonriendo al ver como las piernas del menor se tensaban y todo su cuello enrojecía— Dime de nuevo... ¿crees que está bien que le des tu número a cualquier persona que te lo pida?
Minho negó firmemente, agitando su cabello al hacerlo, pequeños siseos escapando de sus labios.
—Bien, ya lo tienes claro. —Lee se movió hasta pararse detrás de él— ¿Qué tal si, de paso, nos aseguramos de que no lo vuelvas a olvidar?
Y Minho estuvo a punto de girarse sobre su hombro para verle, curioso por el significado que podrían entrañar esas palabras, sin embargo, el sonido de un latigazo, unido a la sensación punzante que atravesó su espalda, lo hicieron desistir, y, por el contrario, le arrancaron un pequeño grito que él mismo cubrió con sus dos manos.
—Shhh... No querrás que te escuchen —tentó Felix, sujetando firmemente el cinturón para asestar un nuevo latigazo, creando una rojiza estela que se cruzó con la primera, perdiéndose ambas entre los trazos de su tatuaje—. Porque, ¿sabes una cosa? Cada vez que te golpeo... gimes. Suenas como si estuvieras a punto de correrte —Lo hizo de nuevo, demostrando su punto—. Justo así. Suenas tan obsceno tratando de contenerte. No querrás que escuchen eso, ¿cierto? Tus clientes, tus compañeros... esa chica —Un nuevo latigazo, un poco más fuerte que los anteriores—. Aunque deberían. Deberían ver lo mucho que disfrutas esto.
Dio un último latigazo y, desenredando el cinturón de su mano, creó un lazo con éste, deslizándolo por encima de la cabeza del menor , tirando hasta ajustarlo en su cuello.
—Por desgracia no tengo tu correa aquí, pero esto funcionará.
Minho, estiró su cuello hacia atrás para verle, buscando su mirada, implorante, la erección en sus pantalones luciendo como si pudiera explotar.
—¿Qué? ¿Ya no aguantas más? —Felix lo miró, sonriendo casi con burla—. ¿Te vas a correr sin permiso de nuevo? —Se paró delante de él, apoyando su pie en la entrepierna del menor, apretando suavemente sobre el miembro erecto aprisionado en la ropa interior y los pantalones desarreglados— Tienes que dejar de pensar con el pene.
Minho, sin embargo, sujetó su pierna, aun mirándolo como si muriera por más. Suavemente acarició su pantorrilla, subiendo hasta su muslo, apoyándole la frente en la pierna, como un cachorro que suplica por comida.
—Por favor, Lix —murmuró—, no aguanto más.
—Pensé que tenías las reglas claras —Felix apartó bruscamente su pierna—, no puedes hablar sin permiso.
Minho mordió su propio labio, frustrado, pero Felix, contrario a lo que esperaba, no lo reprendió mas allá de eso, sino que, en cambio, aun sujetando el cinturón que hacía las veces de correa, se agachó a su altura, deslizando el dorso de su mano por la mejilla enrojecida del menor.
—Pero está bien. Seré generoso. Dime... ¿Cómo te gustaría correrte? —Agarró la hebilla del cinturón, apretando suavemente sobre el cuello del menor, mirando a sus ojos— Eres tú quien dijo que no tenía tiempo.
La desesperada negación del menor le dio a entender que no importaba cómo o dónde. Podía notarse la necesidad en sus gestos, en sus ojos ansiosos y sus pantalones apretados.
—¿Crees que mereces que te deje correrte en mí? ¿Después de lo que hiciste?
De nuevo esa mirada de cachorro ante lo cual Felix sonrió, mordiendo también su labio inferior y solo tiró del cinturón, poniéndose de pie a la vez que obligaba a Minho a hacer lo mismo. Un empujón bastó para lanzarlo al sofá, y se encontró a sí mismo disfrutando de esa mirada cargada de esperanza y confusión que el menor le dedicaba cada vez que hacía esas cosas inesperadas.
—Solo porque soportaste muy bien esos azotes —Felix se sentó encima de él, a horcajadas sobre sus muslos—, y porque no podemos ensuciar tu uniforme. —Deslizó su mano dentro de los pantalones del menor, agarrando el pequeño vibrador con sus dedos para jugar un poco con él. Minho solo jadeó, estirando su cuello sobre el respaldo del sofá, momento que Felix aprovechó para morder justo ahí, donde sus músculos se tensaban, obteniendo un nuevo y delicioso gemido a cambio. Dejó entonces el vibrador y llevó su mano al duro miembro, agarrándolo firmemente para comenzar un vaivén algo agresivo. Sus dedos envueltos con firmeza, subiendo y bajando a lo largo de su extensión hicieron a Minho temblar entero, podía sentir sus venas tensas y el presemen embarrando sus dedos, tan cerca.
—Cuando vuelvas a casa —susurró cerca del oído del menor, mordisqueando suavemente su lóbulo mientras hacía eso—, voy a enseñarte con mucha más calma... las cosas que puedes y no puedes hacer... —Las manos de Minho se apoyaron en sus muslos y pudo sentirlo, sus músculos rígidos, sus ojos girando hacia atrás ligeramente en el momento exacto en que su orgasmo explotó. Felix sonrió contra su piel al sentirlo, usando su mano para ayudarlo a no hacer un desastre en sus pantalones— Lindo...
Minho jadeó, agudo y tembloroso al sentir el semen sobre su abdomen, sus ojos firmemente cerrados en un éxtasis demasiado intenso, resultado haber estado al límite durante todo el día y luego eso... todo eso que Felix había hecho.
Le tomó casi un minuto volver en sí. Su respiración agitada poco a poco se fue normalizando mientras Felix seguía sobre él, acariciándolo suavemente, buscando recuperar el pequeño vibrador sin causarle demasiada sobreestimulación.
—¿Estás bien? —susurró, bajito, acomodando su ropa interior y sus pantalones mientras, con sus labios, rozaba apenas la piel lastimada de su cuello. Minho asintió suavemente, una de sus manos acariciando perezosamente la espalda del mayor—. ¿Sabes? Sé que el número que escribiste no era el tuyo.
Minho detuvo el movimiento de su mano.
—Vi el papel. Conozco tu número y no es ese que escribiste —Se separó un poco, buscando la mirada del menor, quien mantenía su vista en cualquier lado menos en sus ojos. Suave, Felix acarició su mejilla para que lo mirara—. Sé lo que estabas tratando de hacer y cedí. No me molesta darte lo que quieres cuando lo quieres y puedo jugar a lo que quieras... pero no deberías jugar con mis inseguridades.
—Lix... —Minho intentó replicar pero Felix le apoyó el índice sobre los labios.
—Entendí lo que querías hacer cuando vi el número que anotaste, sin embargo, antes de hacerlo, no tienes idea de la cantidad de cosas que pasaron por mi mente. Yo confío en ti, en lo que tenemos y en lo que sientes por mí. Hemos pasado por suficiente mierda como para hacerlo. Pero aun así, no puedo evitar pensar a veces "¿Y si...?" —Movió suavemente su pulgar, acariciando los húmedos labios del menor— Soy la única vida sexual que has tenido, ni siquiera creo haberte dado la oportunidad de explorar tus gustos. No sé si también te gustan las chicas, no sé si en secreto deseas experimentar otras cosas y yo... estoy dispuesto a hablar ese asunto si algún día quieres hacerlo, pero no así. No me hagas pasar por el dolor de dudar de ti.
Minho bajó de nuevo su mirada, luciendo apenado. Rodeó al mayor con sus brazos y lo atrajo en un tímido abrazo, escondiéndole el rostro en el cuello.
—Perdón, Felix. No pensé... no pensé que te podrías sentir así. Yo solo... Pensé que sería divertido. No pensé mucho más allá de eso.
—Tampoco es justo con esa chica —agregó Felix—. O sea... ella también debería haber preguntado si estabas soltero, pero no está bien que le des esperanzas así solo por un juego. Solo por provocarme.
—Lo siento mucho.
—¿Prometes que vas a pensar mejor las cosas antes de hacerlas?
Minho asintió, con una pequeña sonrisita apenada.
—Lo prometo.
—En serio... —Felix negó suavemente, acariciando su cabello— A veces actúas como un adolescente inmaduro. Creo que también es mi culpa... aunque... —Hizo una pausa, provocando que el menor lo mirara de nuevo— No me enojaré si buscas otras formas de provocarme. Amo lo lindo y obediente que eres pero... —Jugó un poco con el pulgar que aun rozaba el labio del menor— Es divertido si te portas mal de vez en cuando.
Minho sonrió suavemente ante ese comentario, dejando salir un pequeño jadeo de dolor al despegar su espalda del respaldo del sofá.
—Cierto... —Felix se levantó apresuradamente, dispuesto a buscar el kit de primeros auxilios— Tienes que volver al café.
Pero no llegó muy lejos. Minho tiró de su mano, obligándolo a sentarse de nuevo sobre él. Ya fuera de sus roles, se atrevió a agarrar su rostro, posesivamente atrayéndolo en un beso mucho más profundo y apasionado que esos besos cortos y tentadores que Felix le había dado.
—Te amo, Felix —murmuró, disfrutando el levísimo sonrojo en las orejas del mayor—. Te lo compensaré todo esta noche, ¿sí?
Felix solo bufó, levantándose de nuevo, fingiendo que aquel beso no lo había tomado por sorpresa.
—Más te vale —resongó—, y vamos, déjame ver tu espalda. Jeongin debe estar pensando en todos tus ancestros allí abajo.
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