Capitulo 44
Cuando Felix volvió de su habitación, ya no llevaba la camisa de su uniforme, solo la musculosa blanca que solía usar debajo y sus pantalones. Minho pudo notar el cansancio en sus gestos y en la forma en la que arrastraba ligeramente sus pies al caminar. Entre sus manos, el botiquín se removía de un lado a otro, siguiendo el cansado vaivén de sus pasos bajo la atenta mirada de Minho.
Al llegar al sofá, se dejó caer junto al menor, subiendo una de sus piernas para girarse hacia él y poder tratar su mano con comodidad. La expresión ansiosa de éste había dado paso a una pequeña sonrisa de felicidad, una pura, casi inocente, esa que a Felix a veces le sorprendía que todavía fuera capaz de hacer.
—Dame tu mano —ordenó, extendiendo la suya luego de abrir la tapa del botiquín entre sus piernas. Minho obedeció enseguida, depositando su muñeca lastimada sobre la mano del oficial, quien la examinó, dejando que un rictus amargo cruzara su mirada— ¿Te duele mucho? ¿Puedes moverla?
—Sí —Minho retiró su mano para mostrarle, podía moverla, pero le dolía bastante hacerlo—, solo está hinchada.
—Sea como sea, deberías ver a un médico luego, podrías tener un esguince.
Sin mirarlo a los ojos, tomó de nuevo la mano del menor y la apoyó sobre su muslo, buscando unas vendas elásticas en el botiquín para inmovilizarla luego de un poco de pomada analgésica.
—Se siente extraño —musitó Minho de repente, aun con esa sonrisa.
—¿Extraño cómo?
—Me recuerda a las veces que volvía a casa con golpes. Solías discutir conmigo, al punto de hacerme pensar que no querrías verme de nuevo, pero luego de un rato siempre aparecías con el botiquín. Aun si todavía estabas de mal humor, siempre cuidaste mis heridas.
Felix chasqueó la lengua, aun sin mirarlo.
—Sería ilógico dejarte así. Sigo siendo un ser humano.
—Es cierto, pero no tenías obligación de hacerlo. Para mí, el hecho de que trataras mis heridas, era como tu forma silenciosa de decirme que, aun si estabas enojado, era porque estabas preocupado.
—Eras muy ingenuo... sigues siéndolo.
Minho se inclinó, acercándose hasta que pudo cruzar su mirada con la del mayor.
—¿Es así? Entonces... ahora, ¿Por qué lo estás haciendo?
Felix levantó la vista, terminando de untar la pomada.
—Se supone... —tomó la banda, enrollándola desde la mitad del antebrazo de Lee— que viniste a dar explicaciones... —tiró fuertemente, consiguiendo que un siseo se escapara de los labios contrarios— No a pedirlas. Así que empieza a hablar y deja de joder.
Minho se rió, bajito, mordiendo levemente su labio inferior antes de hablar.
—Tienes razón. Perdón.
—Solo habla —Felix continuó enrollando hasta llegar a los dedos, donde la fijó con movimientos cruzados a través de su palma y su pulgar—, no tengo todo el día.
—Pues... querías que empezara por lo que sucedió hace dos años, ¿no?
Esta vez, Felix sí lo miró, terminando de ajustar el vendaje. Esas palabras bastaron para captar su aparentemente esquiva atención. No era secreto para ninguno de los dos que el pasado, más que el presente, era lo que le interesaba al oficial.
—Pues sí... Sería lindo si me explicaras de una vez por qué fuiste arrestado en una redada en la que yo mismo participé, y no por tráfico de drogas, sino por intento de homicidio.
Minho retiró su mano, observando el impecable vendaje por unos segundos antes de reclinarse contra el respaldo del sofá y mirar tranquilamente al mayor.
—Primero dime... Esa noche, cuando me viste entre los arrestados, cuando supiste lo que pasó, ¿qué sentiste?
Felix retrocedió ligeramente.
—Eso ahora no tiene...
—Sí tiene importancia. No volví a verte después de esa noche. No fuiste al juicio, no fuiste a visitarme y, dado que no fuiste quien me arrestó, no tuviste nada que ver con mi proceso. Fue como si te hubieras esfumado. Realmente... ¿Qué fue lo que te llevó a actuar así?
Felix apretó sus labios, sus manos se mantuvieron ocupadas en guardar y organizar todo de vuelta en el botiquín. Minho casi podía escuchar como sus pensamientos tropezaban unos con otros. Felix nunca fue bueno expresando lo que sentía, siempre fue una persona de acciones, de gestos silenciosos que hablaran en su lugar. Sin embargo, esta vez necesitaba saber, no podía simplemente dejárselo a su imaginación y adivinar lo que Felix podría estar pensando realmente.
—Solo... —dejó salir un suspiro, finalmente cerrando la tapa del botiquín— Había pensado ya muchas veces que estaba mal lo que tenía contigo. Tu mundo es completamente diferente al mío y eso no es algo que pudiera arreglar regañándote. Tampoco hice nunca nada por ayudarte, pude haber sido más impositivo, pude haber hecho más por ti, pero solo seguí aprovechándome de lo que me dabas y tratándote como si fueras escoria cada vez que hacías algo mal —Se sacudió el cabello—. Dios, tenías veinte cuando te arrestaron. Eras un niño y no me importó, yo... la verdad es que yo...
—Te sentiste culpable. —Minho lo interrumpió y Felix apretó sus puños hasta que las uñas se le clavaron en las palmas.
—No. No es eso.
—Suena a que sí. Siempre... siempre parecías tener esa culpa en alguna parte de tu mente.
—Si me sintiera culpable no me hubiera metido contigo en primero lugar. Yo te busqué, yo te atraje a mi lado, y cuando vi que no podía controlarte simplemente...
Minho sonrió de nuevo, tomando las manos de Felix con las suyas para aflojar sus nudillos, liberando sus dedos.
—Sigues queriendo tomar todo el peso por ti mismo. No me hiciste daño, Felix, no arruinaste nada, puede que haya decisiones de las que te arrepientas pero...
—No, Minho —Felix retiró sus manos—, esa admiración que sientes por mí, o lo que sea, no puede seguir cegándote. Me aproveché de ti, te hice sentir que eras el responsable de todos tus errores con tal de no sentir que era mi culpa, no te ayudé... si te hubiera tratado mejor, si te hubiera guiado mejor, si hubiera aprovechado el hecho de que me respetabas para hacerte entender lo que estaba bien y lo que estaba mal entonces tal vez no te hubieras vuelto un traficante, tal vez no te hubieras metido en problemas de los cuales volvías lleno de golpes y heridas, tal vez no te hubieras metido en esa pelea aquella noche, no hubieras cumplido dos años de prisión... soy culpable de lo que hice y de lo que no hice también.
—Felix... —Minho se acomodó mejor en el sofá, de forma que pudiera ver cómodamente a los ojos de Felix— Esa noche, no fue una pelea lo que sucedió. No me arrestaron por algo tan aleatorio como eso.
—¿Entonces por qué rayos le disparaste a ese tipo?
—El arma que usé, no era mía, era de ese infeliz. No le disparé por alguna disputa estúpida. Cuando ustedes, la policía, entraron a hacer su redada, él, yo y otros tres más estábamos en el segundo piso. Él simplemente agarró la pistola y le iba a disparar a los policías, algo que realmente no me hubiera importado y ante lo cual hubiera preferido poner mi culo a salvo, pero...
—¿Pero? —Felix notó la pausa, llevándolo a mostrar su curiosidad.
—Te iba a disparar a ti.
Felix frunció el ceño, quedándose atónito por un par de segundos, tratando de evocar en vano los recuerdos de aquella noche.
—Justo entraste en ese momento, sentí tus gritos y eso me hizo mirar hacia el primer piso. En ese momento sentí algo que nunca había sentido antes. Esos golpes de siempre... los recibía porque prefería evitar conflictos con esos tipos que siempre estaban armados. Nunca vendí nada muy fuerte porque realmente no me sentía bien haciéndolo. Siempre fui un poco cobarde, siempre lo más lejos posible de la mierda más profunda, pero esa noche... en esas milésimas de segundo, sentí una furia que difícilmente podría explicar. Solo sentí que estabas en peligro, sentí que ese imbécil podría quitarme lo más valioso que tenía en mi vida con solo apretar el gatillo, así que simplemente dejé que mi cuerpo se moviera solo... lo demás ya lo sabes. El imbécil no murió y, honestamente, eso es lo único que lamento de todo el asunto.
Felix se quedó en silencio, mirando fijamente a Minho, quien tenía sus labios apretados en un puchero furioso, como si revivir aquellos recuerdos lo pusiera de mal humor.
—¿O sea que... te arrestaron... por salvarme?
—Sí —Minho asintió—, puedes verlo así.
—Bueno pero eso... eso no quita que...
—Claro que no quita el hecho de que soy un criminal y que me dediqué por años a vender droga, pero precisamente esa era la parte a la que quería llegar. Crees que no me enseñaste nada, pero cada regaño tuyo me convencía más y más de que lo que estaba haciendo simplemente estaba demasiado mal como para seguir. Aun si quería el dinero, si quería mejorar mi vida de mierda para poderla vivir a tu lado, esa no era la manera correcta. Sin embargo, sabes que no es fácil salir de esa mierda... pero dos años de prisión hacen maravillas.
—¿Ahora de qué rayos hablas?
—Aquel día, cuando me viste en el callejón, poco después de salir, no estaba traficando. Solo estaba recogiendo dinero. Dinero mío, por supuesto, el que gané en la cárcel trabajando.
—¿Qué? —La mirada escéptica de Felix le resultó graciosa al menor— ¿Por qué rayos un tipo como aquel tendría tu salario? ¿No se supone que te lo deben dar a ti?
—Es un amigo en el cual confío, quería reunir ese dinero para cuando saliera, así que pedí que se lo depositaran a él. Al igual que en la fiesta de anoche, también estaba cobrando unas deudas que habían quedado pendientes, Jisung me ayudó a ponerme en contacto con mi antiguo proveedor. He estado haciendo trabajos de medio tiempo para tener con qué cubrir mis gastos, así podría usar todos mis ahorros.
—¿Para qué demonios quieres todos esos ahorros? —Felix sonó exasperado, aun si no la admitía, la curiosidad le carcomía los huesos— Solo dime de una vez que estás inventando, por Dios.
Entonces, Minho sonrió, amplio y feliz, con esa sonrisa enorme que no había cambiado en nada a pesar de todo. Sacó su teléfono del bolsillo y, como si mantener la curiosidad del mayor fuera un juego demasiado divertido, comenzó a teclear un mensaje.
—¿Y si mejor te lo muestro? ¿Querrías verlo?
Hyunjin se bajó del taxi con gestos curiosos mientras trataba de descifrar qué podría ser aquel lugar en medio de la avenida. Changbin, aun sin explicarle, se había adelantado y cruzaba la acera con paso decidido mientras comprobaba las llaves que traía consigo. Ante ellos, se alzaba un café que aparentaba haber estado cerrado por bastante tiempo a juzgar por la cantidad de hojas secas acumuladas a lo largo del pequeño camino empedrado que llevaba hasta la entrada. Las sombrillas de la terraza cerradas y las luces apagadas, todo luciendo casi abandonado y, sin embargo, hacia allí se dirigía Changbin con paso decidido.
Hyunjin caminó detrás de él, en silencio. Según Changbin, tenía algo importante que mostrarle, algo de lo que quería que él formara parte, así que no podía evitar sentirse demasiado curioso con respecto a ese sitio y a lo que podría significar para Changbin.
—Ten cuidado con el polvo. —recomendó el castaño mientras quitaba la cadena de la entrada y empujaba la puerta de cristal. Hyunjin entendió a lo que se refería al sentir el olor a humedad y el polvo que rápidamente irritó su nariz. El sitio lucía aun más desierto por dentro, donde solo había muebles cubiertos con sábanas y un silencio que parecía absorber incluso el bullicio de la calle cercana.
—¿Qué es este lugar? —preguntó, aun sacudiendo el aire frente a su rostro, en un intento por alejar las irritantes motas de polvo que aun se afanaban en meterse a su nariz.
—Bien... Este lugar es lo único que todavía me ata a mi pasado idiota —Changbin esbozó una media sonrisa que parecía estar cargada de amargura—. Pero hoy ya me voy a deshacer por completo de este lugar, de los recuerdos y de lo que me hace sentir.
Hyunjin también miró alrededor, preguntándose cómo era posible que un lugar así pudiera contener tantas cosas. Solo era un café abandonado. ¿Qué significado podría tener?
—¿O sea que tú también tienes un pasado estúpido para olvidar? —El mayor comenzó a deambular por el sitio, mirando con más detalle aun si había poco para mirar.
—Podría decirse... —Changbin se acercó a la barra y, con un brinco, se sentó sobre esta, observando cómo Hyunjin deambulaba de un lado a otro, moviendo quedamente las sábanas para espiar debajo— Te traje aquí porque quería contarte. Quería decirte que no siempre fui como soy ahora. Obviamente, tuve relaciones normales y me enamoré. Es solo que... digamos que mi forma de amar podía llegar a ser un poco molesta para algunas personas.
Hyunjin alzó la vista de lo que hacía, mirándolo con genuino interés. ¿Qué podría haber de molesto en la forma de amar de Changbin? Pero, más que eso, le interesaba saber cómo se relacionaba eso con aquel café.
—La última relación formal que tuve fue hace unos cuatro años —continuó Changbin—. Poco después de graduarme de la universidad, heredé algunos bienes de mi familia paterna. Fue una suma un poco fuerte para un simple estudiante universitario. No sabía bien qué podría hacer con ese dinero, así que estuve pensando durante varias semanas. En aquel entonces, estaba saliendo con un chico. Era... —su mirada se perdió en el vacío por unos segundos— Era increíble estar enamorado de esa manera. Lo quería tanto, a un punto que, ahora que lo pienso, podía resultar asfixiante. Pero así era mi forma de amar. Intensa, sin dejarle tiempo o espacio a solas. Quería estar con él en todo momento, nunca respeté realmente los límites que trataba de crear y solo me imponía en él y en su espacio. Sin embargo, para mi "yo" de veintitrés años, eso era lo lógico, así debían ser las parejas y no tenía el menor remordimiento al respecto. Por eso pensé en crear algo juntos, pensé en construir este sitio —Acarició distraídamente la barra de madera—, así tendríamos algo juntos. No me molestaba dedicarme a trabajar aquí en vez de ejercer lo que había estudiado. Me gustan las personas y ser dueño de un café sería casi un sueño hecho realidad. Así que solo llegué un día con la idea y lo puse todo en marcha, comencé a crear el lugar de mis sueños para compartirlo con él. Planifiqué un futuro cada vez más lejano en el tiempo, cada vez más elevado en mi propia burbuja de felicidad... —Dejó de hablar repentinamente, como si simplemente no supiera qué más decir.
—¿Y qué sucedió?
La voz de Hyunjin lo sacó de los recuerdos en los que parecía haberse hundido. Volvió al presente, a la mirada interesada de Hwang, al polvo y al olor a humedad. Dejó salir un suspiro y entrelazó los dedos de sus manos sobre sus muslos.
—Bueno, no debería sorprenderte saber que mi burbuja eventualmente se rompió. Poco antes de que este sitio estuviera listo para abrir, las cosas llegaron a su límite. Esa persona... simplemente no lo soportó más. Ahora, probablemente, entiendo lo asfixiante y desconsiderado que pude llegar a ser, y entiendo un poco su reacción. Sin embargo, las palabras hirientes de aquel día, su mirada cargada de rabia, la forma en la que me hizo entender que preferiría tirarse del balcón antes de seguir con alguien como yo... —De nuevo esa sonrisa amarga— Dolió mucho. Para mí, que solo conocía esa forma de amar, fue demasiado duro.
—Changbin, eso es horrible. Lo siento mucho...
—Está bien —Lo detuvo, negando suavemente—. Ya han pasado cuatro años. No me molesta tanto como antes. Entiendo que fui demasiado, no tuve en cuenta sus deseos o su comodidad y solo hice todo lo que me pareció correcto para ambos. ¿Entiendes a lo que me refiero? Ese amor ingenuo y entregado, que lo da todo y lo quiere todo... así soy.
—Pero... aun así, esa persona suena como que reaccionó mal.
—Sí, supongo que también cometió sus propios errores. La comunicación nunca fue nuestro fuerte. Tal vez porque yo hablaba sin parar todo el día y él solo escuchaba en silencio... casi ausente a veces. Todo parecía estar bien pero estaba mal, muy mal. Supongo que ese día ya no lo soportó más. Solo se hartó y explotó. Probablemente esa persona se haya sentido liberada. Puede que hoy solo me recuerde como aquel novio insoportable del cual hizo bien en librarse. Pero yo... tal vez soy demasiado sensible. Pero he estado todo este tiempo evitando relaciones porque no quiero llegar a estorbar. No quiero volver a hacer a nadie sentir que estaría mejor muerto que a mi lado... eso... —Agachó su mirada, respirando suavemente para tratar de alivianar el nudo que inevitablemente se había formado en su garganta— No quiero causarlo, ni quiero sentir de nuevo ese rechazo... llevo cuatro años huyendo de eso, huyendo de todo lo malo que puede venir con una relación.
Las manos de Hyunjin aparecieron de repente en su campo visual, apoyándose sobre sus rodillas. Levantó la mirada justo a tiempo para sentir como la frente del mayor se posaba sobre la suya y su aliento cálido le golpeaba en el rostro.
—Está bien, Changbin. No necesitas contar más... te entiendo... aunque no puedo imaginar qué tan desagradable debe haber sido para ti, entiendo que estás siendo muy valiente hoy —separó un poco su rostro para dejar un beso en la frente de Changbin—. Y te agradezco mucho que hayas decidido ser valiente por mí. No te puedo prometer la mejor relación, ni la más duradera, pero trataré de que sea la más feliz... trataré de que nunca, nunca de los nunca, sientas que estás siendo una molestia solo por amarme.
Pudo sentir como los brazos del castaño lo rodeaban y su espalda se estremecía ligeramente en silenciosos sollozos. Changbin solo lo abrazó y le escondió el rostro en el pecho, llorando quedamente.
—¿Por qué eres tan bueno con las palabras? —murmuró, consiguiendo que Hyunjin sonriera ligeramente ante el tono de reproche en su voz.
—Porque quiero que me entiendas —contestó, acariciando su cabello—, quiero que todo siempre esté claro entre nosotros. Es lo más responsable que podemos hacer el uno por el otro.
Changbin se apartó ligeramente, enderezándose sobre la barra para sujetar el rostro de Hyunjin con sus manos y poder, así, mirarlo directamente a los ojos.
—Realmente creo que sí vale la pena ser valiente por ti. —murmuró nuevamente antes de inclinarse en pos de los labios de Hyunjin.
—Este... —Una voz desde la puerta los hizo detenerse en seco— Si quieren puedo volver después.
Minho sujetaba la puerta, indeciso sobre si debería entrar o salir, pretender que no vio nada o acercarse a saludar.
—Oh... ya estás aquí. —Changbin palmeó suavemente el hombro de Hyunjin para que le permitiera bajarse de la barra y se acercó a Minho. El mas alto, sin embargo, se mantuvo en su sitio, mirando fijamente a aquel chico que se le hacía tan desagradablemente familiar.
—Changbin... ¿Él es...?
Ambos menores se giraron hacia él, Minho también mirándolo con cierta familiaridad. En ese instante, por detrás de Minho, se asomó Felix con expresión cansada y con la capucha de la sudadera cubriéndole el desordenado cabello. Eso bastó para que la expresión de sospecha de Hyunjin se esfumara y en su lugar un rictus de preocupación ensombreciera su rostro.
—Felix... ¿Qué haces aquí?
El aludido pareció percatarse de su presencia en ese momento y un incómodo silencio los envolvió mientras Changbin solo los miraba a los tres, notando la tensión en el aire.
—Minho-ah... ¿Por qué mejor no hablamos de nuestro asunto por allá y dejamos que estos dos conversen? —sugirió, tomando al más alto por los hombros y empujándolo hacia el interior del café.
Hyunjin lo observó de reojo, pero prefirió enfocar su atención en Felix.
—¿Es esto lo que me ibas a contar?
El mayor se adentró en el local, también dando una ojeada a su alrededor antes de quitarse la capucha de la sudadera.
—Supongo que sí... —dijo finalmente, recostándose a la barra. Hyunjin lo miró con una mezcla de preocupación y desconfianza, pero Felix lucía lo suficientemente cansado como para que eso no le preocupara en lo mas mínimo.
—Te escucho entonces.
Felix miró hacia donde Changbin y Minho charlaban, viendo como el castaño parecía estar dándole explicaciones sobre el lugar.
—¿Qué tal si nos sentamos allí afuera? —propuso—. Puede que sea una charla un poco larga.
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