Capitulo 43
Hyunjin dejó salir un suspiro nervioso a la vez que jugueteaba con sus dedos sobre la mesa. Del otro lado de ésta, con un sweater que amenazaba constantemente con revelar sus clavículas, Changbin revisaba el menú de aquel café, escogiendo algo para almorzar. Su mirada, fresca y atenta, se paseaba por las opciones mientras una suave sonrisa dudosa adornaba sus labios. Hyunjin ya conocía el sitio, así que sabía lo que pediría, sin embargo, nunca le había importado tan poco la indecisión de una persona. Ver a Changbin dudar, pensar, como si sopesara los pros y los contras de cada platillo, lejos de estresar su usual hábito de hacer las cosas de forma rápida y precisa, parecía incitar esa extraña fascinación que el castaño le producía.
No habían hablado mucho desde que salieron, ambos conscientes del ambiente que había entre los dos aun si no decían mucho, esperando el momento ideal, las condiciones idóneas, para finalmente hablar. Hyunjin había aprovechado esa tranquilidad para acomodar mejor lo que sentía, para saborear la idea. De la misma forma que lo había hecho Changbin esa mañana, mientras preparaba su café, ahora era él quien estaba dándole una probada a lo que podría suceder.
Y le estaba gustando también.
Le gustaba solo ver a Changbin, las expresiones en su rostro y sus gestos. Esa sonrisa que a veces parecía perenne unida a la forma en la que la ternura y la sensualidad parecían coexistir en la más pacifica armonía dentro de él. No recordaba haber experimentado nunca algo similar. Sí, había tenido novias hermosas y tiernas, algunas más sensuales que otras, algunas calladas y otras habladoras. Algunas inocentes y otras que rozaban la maldad. Y le habían gustado esas particularidades, pero nunca había encontrado una persona de la cual le gustara todo. Y Changbin todavía tenía que mostrarle algo que no le agradara. Era lo más cercano a la perfección y no porque careciera de fallas, sino porque le gustaba como cada falla complementaba ese conjunto que era Seo Changbin.
Era una sensación tan novedosa y enorme que le hacía sentir unos nervios demasiado sobrecogedores. Como si no tuviera más de quince años esa mañana, sentía que todo era hermoso y nuevo, como si por primera vez estuviera cerca de su amor secreto. Esa sensación. Sentir eso a sus veintisiete era, sin dudas, rejuvenecedor.
—¿Tal vez una ensalada y un filete de pescado? —Changbin levantó repentinamente la vista, luciendo aún indeciso, como si se acabara de arrojar a un acantilado al escoger esas entre las tantas opciones. Hyunjin sonrió, y separó sus manos, dejando de juguetear con sus dedos.
—No he probado la ensalada, pero el pescado es bueno.
Su respuesta hizo que Changbin frunciera el ceño y finalmente apartara el menú, como una medida de contingencia.
—Okey, entonces iré con eso.
—¿Sueles comer saludable? —Hyunjin tomó el menú, apartándolo de él para luego llamar la atención de uno de los meseros.
—Lo intento. Me he descuidado mucho comiendo patas de cerdo y ramen contigo.
Hyunjin amplió su sonrisa y ocultó brevemente su rostro con el menú, apenado.
—¡Yah! Si lo hubiera sabido hubiera buscado otras opciones. Nunca te quejaste de la comida.
—No tengo quejas —Changbin escondió sus manos entre sus piernas, mostrándole una sonrisa de labios apretados—, la comida era muy buena.
Esas últimas palabras llevaban un doble sentido casi palpable, uno al que Hyunjin no pudo responder adecuadamente debido a la llegada del mesero. Solo lo miró, dejando que en sus ojos se notara todo lo que tenía que decir sobre eso, antes de hacer el pedido de ambos.
Una vez que el mesero se retiró, Hyunjin volvió a enfocarse en Changbin, sintiendo de nuevo esa presión extraña pero agradable. Ese silencio que dejaba espacio para hablar lo que ambos tenían atorado en sus gargantas.
—Changbin, yo... —Hyunjin pronunció sus palabras con un poco de inseguridad, atento a lo que Changbin podría decirle, a una nueva interrupción. Pero el castaño solo lo miró a los ojos, dejando ver en ellos que también sentía la misma inseguridad, los mismos nervios.
—Dime. —Esa única palabra haciendo las funciones de una luz verde para Hyunjin, dejándole saber que estaba bien ahora, que podía hablar.
Hyunjin era alguien que se enorgullecía de sus nervios de acero. Se sabía fuerte y capaz de enfrentar con firmeza criminales, señoras enojadas y novias furiosas. Nunca vaciló antes de demostrar su interés por alguien, nunca le costó expresar lo que sentía o quería. Hasta ese momento. Incluso si sabía que era correspondido, incluso si Changbin lo miraba expectante, un nudo en su garganta apretó al punto de hacerlo tartamudear.
—Sobre lo... lo que quería decirte...
El mayor lo miraba atento, esperando en silencio por sus palabras.
—Pues... — "A la mierda, Hyunjin, ya tienes veintisiete, solo dilo", pensó para sus adentros, y eso, de alguna forma, le dio el impulso que le faltaba a su firmeza— A pesar de que siempre dejamos claro que eso no debería suceder, creo que tengo sentimientos por ti.
Las palabras salieron en tropel de sus labios, tomando ligeramente por sorpresa a Changbin, quien probablemente no esperaba una confesión tan directa.
—Hyun...
—Espérate —Hyunjin lo detuvo con un gesto de su mano—, que todavía no termino. Como te dije, sé que se supone que solo tendríamos sexo y siempre quisiste mantener esa línea bien trazada. Sin embargo, no me di cuenta, no fui capaz de mantener mis emociones bajo control y todo se volvió confuso y caótico en cierto punto. Pensé que solo me sentía posesivo porque no estoy acostumbrado a relaciones abiertas, pero estoy bastante seguro de que nunca fue realmente eso. Todas esas veces que te vi con Chris, admito que sentí celos, moría de ganas de solo ir y arrebatarte de su lado. Aun si sé que eres libre y puedes hacer lo que quieras con tu vida sexual, no podía evitar sentirme así. También estuvo todo el tiempo que pasé a solas contigo, más allá del sexo, el tiempo acostado a tu lado, el tiempo viendo televisión o comiendo, el tiempo que pasamos hablando o solo mientras te miraba en silencio y acariciaba tu cabello, todos esos minutos, me hicieron sentir que eras alguien precioso. Y yo... no estoy seguro de nada más allá de eso. No sé si pueda funcionar algo entre nosotros, no sé si sea capaz de tener una relación como es debido, si sepa manejar bien todo lo que implica estar con un hombre, ni siquiera sé si me correspondes. Solo sé que siento lo que siento... y que ya no puedo seguir manteniéndolo en silencio mientras finjo que no me importa tener una relación abierta contigo, Changbin.
Se detuvo allí, notando que le faltaba el aire y que el menor lo miraba de vuelta con los ojos muy abiertos, inmóvil, como si no supiera de qué manera reaccionar. Aunque, siendo sinceros, él tampoco sabría cómo reaccionar ante una confesión así de pesada.
—Igual creo que ya sabías... —trató de aligerar la seriedad de sus palabras con una sonrisa a la vez que tomaba su vaso de agua para beber un sorbo que terminó siendo casi todo el contenido.
—Tenía una idea... —Changbin respondió, aun ligeramente sobrecogido— O sea... desde ayer creo que ambos teníamos una idea de lo que queríamos decir. Solo no... no esperaba... ah... —finalmente pareció ceder a sus nervios, escondiendo su rostro entre sus manos y apretando las raíces de su cabello— ¡Maldita sea, Hwang Hyunjin !
—¿Qué? ¿Qué hice? —se alarmó, poniendo el vaso de vuelta sobre la mesa.
—¡Eso fue demasiado lindo!
—¿Qué? —Hyunjin retrocedió ligeramente— ¿Lindo?
—Sí —Changbin lo miró a través del espacio entre sus dedos—, esperaba una confesión así seria y genial, o no sé, algo breve, más propio de ti. Incluso no me hubiera extrañado si en vez de confesarte solo sugerías tener una relación exclusiva o algo así, pero todo eso que me dijiste... —retiró sus manos, dejando ver una sonrisa conmovida— Fue en serio tan lindo.
Hyunjin retiró su mirada, aclarándose la garganta.
—Bueno... solo quise decir las cosas bien.
Changbin estiró su brazo, tomando una de las manos de Hyunjin.
—Yo no soy muy bueno diciendo las cosas que siento. Creo que... ni siquiera tengo esos nervios de acero que se necesitan para decirlo con pocas palabras... pero lo que tú sientes... te aseguro que es correspondido. Y aunque no lo pueda decir... ¿Me dejarías demostrártelo?
Hyunjin separó sus labios, también sintiéndose tomado por sorpresa, pero justo en ese momento, llegó su comida, haciendo que separaran sus manos para dejar que el mesero sirviera sus pedidos. Ambos guardaron silencio mientras la presencia ajena se mantuvo a su alrededor, solo mirándose de forma casi furtiva hasta que este se fue.
—Entonces... —Hyunjin dejó la oración en suspenso, ambos sabiendo a qué se refería.
—Antes de decidir algo... —Changbin tomó sus palillos, bajando su mirada al cuenco de su ensalada— Hay algo que debo mostrarte aún.
Felix dejó salir un quejido al sentir los golpes sobre su puerta. Los había estado sintiendo por un rato en su sueño, entrelazándose con alguna extraña aventura, hasta finalmente darse cuenta de que pertenecían a la realidad. Se removió entonces, somnoliento, hasta que sintió el borde de la cama y se detuvo en seco, consciente de que estuvo a punto de caer. Fue ahí cuando se despertó correctamente, notando que no estaba en su cama, mucho menos en su habitación.
Aún estaba en la sala de su apartamento, sobre el sofá. El uniforme desarreglado seguía puesto sobre su cuerpo y la televisión encendida con las noticias a un volumen relativamente bajo. Ni siquiera se había tomado la molestia de bañarse y acostarse esa mañana cuando llegó. Solo se había tirado allí y, antes de darse cuenta, se había quedado dormido.
Los golpes en su puerta se repitieron, haciendo que finalmente se levantara del sofá, revolviendo su cabello, aun sintiendo como le molestaba en los ojos la luz de la media mañana.
—¿Qué...?
Abrió de un tirón, dispuesto a responder de malos modos, obviamente irritado por la interrupción de su placentero aunque incómodo sueño. Sin embargo, encontrarse a Minho del otro lado de su puerta, justo como aquel día, unas semanas atrás, cuando lo vio por primera vez en dos años, bastó para hacer que las palabras se cortaran en su garganta.
Minho aun llevaba las mismas ropas que tuvo durante la noche. Un poco sucias, sí, algunos rasgados aquí y allá, haciendo obvio el hecho de que aun no había vuelto a casa. Felix no supo exactamente cómo reaccionar. Podría fingir enojo, como era usual, pero luego de haberlo dejado huir cuando tenía razones más que suficientes para arrestarlo, ya eso no cumplía objetivo alguno. Había quedado claro ya que era débil si se trataba de Minho, que aun si lo intentaba, no podía actuar como si no le importara. Así que simplemente suspiró.
—¿Qué haces aquí?
Minho tenía su mirada baja, no se atrevía a mirarlo a los ojos. Seguía de pie allí, solo sosteniendo una de sus muñecas con la mano contraria, tratando de ocultar una hinchazón que era bastante obvia a pesar de sus intentos por cubrirla.
—Tu mano —Felix se apartó de la puerta, acercándose para ver mejor, en un impulso inconsciente. Pero Minho retiró su mano un poco, negando en silencio, consiguiendo que Felix le viera con el ceño fruncido—, cuando brincaste el muro... ¿te heriste?
—Eso no importa ahora —Finalmente lo miró, luciendo apenado—. Sé que... sé que verme anoche en aquel lugar probablemente te dio la idea equivocada, pero... si pudieras escucharme, quisiera contártelo todo.
Felix retrocedió, de vuelta al umbral de la puerta, mordiendo el interior de su mejilla, aquella mano hinchada del menor le preocupaba, pero no podía simplemente dejarse cegar por eso.
—¿Por qué me lo contarías todo ahora? Si tuvieras algo que contar, ya me lo hubieras dicho, no nos hemos visto pocas veces, Minho... tienes que dejar de hacer esto, de aferrarte a mí...
—No estoy tratando de aferrarme —bufó el menor—. Simplemente no podía... hasta hoy. Pero ya... ya puedo decírtelo todo Felix.
—¿Por qué debería escuchar algo de lo que tienes para decir, Minho? —El mayor se cruzó de brazos—. Eso no va a resolver nada.
—Solo escúchame esta vez... te lo diré todo, te lo demostraré todo. Luego de eso... lo que suceda con nosotros, es tu decisión.
Felix vaciló, su vista paseándose de los ojos de Minho a los rasguños de sus brazos, a su muñeca hinchada y de vuelta a su rostro que ahora lucía infinitamente más decidido que cuando le abrió la puerta.
—Cuando dices todo... ¿también te refieres a lo que pasó hace dos años?
Minho apretó sus labios, vacilando un poco antes de finalmente asentir.
—Sí... todo.
El mayor lo pensó por unos segundos más, mordisqueando su labio inferior. Se engañaría a sí mismo si pretendiera no estar interesado, así que finalmente se hizo a un lado, empujando la puerta abierta para que el menor pasara.
—Okey... pero primero vamos aponerte algo en la muñeca. Va a ser una charla larga.
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