Capitulo 36
Minho se acomodó su chaqueta frente al espejo. Una última mirada a su cabello y unos últimos golpecitos al maquillaje de sus ojeras bastaron para concluir sus breves preparativos. El sweater de cuello alto que llevaba debajo, negro al igual que la chaqueta, cumplía la función de cubrir las marcas de su cuello. Ya tenía experiencia ocultando ese tipo de cosas. Aunque, si bien no le molestaba en lo más mínimo que se notaran los ligeros hematomas que las caricias de Felix dejaban en él, sabía que el lugar al que iba a ir era uno donde no podía darse el lujo de revelar ese tipo de cosas.
Miró la hora antes de salir, consciente de que aun faltaba bastante para que cayera la noche. Sin embargo, sabía que el tailandés tenía un arduo proceso que cumplir antes de salir a alguna parte. También sabía que si su aspecto por alguna casualidad no le agradaba, el proceso tomaría el doble así que, precavidamente, partió con tiempo.
Supuso que había pensado correctamente al llegar a casa de Jisung y notar que éste ni siquiera salió a recibirlo luego de abrir la puerta desde el interior. Minho se invitó a sí mismo entonces, adentrándose en la enorme mansión que ya conocía bastante bien hasta subir a la habitación del menor. El lugar había cambiado un poco en esos dos años y, ahora que subía hasta el segundo piso, podía comprobar que los gustos de Jisung se habían vuelto un poco más maduros en cuanto a decoración. Ya aquel sitio no parecía la excéntrica madriguera de una celebridad adicta al despilfarro. Sin embargo, todo seguía luciendo jodidamente caro y Minho supuso que el despilfarro solo se habría vuelto un poco más elegante. Decidió ignorar estos detalles y solo dirigirse directamente a su habitación. Para su sorpresa, el sitio no lucía como si hubieran puesto una bomba en el armario. Por el contrario, un único traje yacía pulcramente sobre la cama, listo para ser usado, mientras el dueño de la casa permanecía de pie frente al aparador de sus zapatos. Una mano en su mentón y el ceño fruncido como si estuviera en medio de un profundo análisis, así miraba Jisung hacia los botines de cuero, esos que lucían todos iguales para Minho y sin embargo, para él, eran todos distintos y no se podían usar con cualquier cosa.
—Yo, wassup... —saludó, adentrándose en la habitación. Jisung lo miró por encima del hombro, distraídamente.
—Yo, llegaste temprano, bro.
—Supuse que tendría que hacerlo —Se acercó a la cama, dejándose caer allí—. Estoy bastante seguro de que me vas a volver a vestir y a peinar.
Jisung volvió a mirarlo, esta vez por un par de segundos, recorriéndolo con la vista.
—Estás claro —respondió, escueto, devolviendo su vista a los zapatos a la vez que tomaba dos pares y se acercaba a la cama para compararlos con el traje.
—¿Desde cuándo estás preparándote para esto que ya tienes escogido el traje?
Jisung sonrió de lado, comparando con un zapato de cada par.
—Este traje es especial.
—¿Ah, sí? —Minho se inclinó hacia adelante, mirando de cerca— ¿Es de diseñador?
Jisung le dedicó una mueca de obviedad.
—Por favor, Lee... Todos mis trajes son de diseñador —Minho rodó los ojos ante su respuesta—. Y no, no es eso. Prometí que usaría este traje para alguien.
—¿No que no podías llevar una cita?
—¿Quién dijo que voy a llevar una cita? —Jisung sonrió con malicia, tomando los zapatos y llevándolos de vuelta para escoger otros.
—Entonces...
—Es una sorpresa.
—No necesitas sorprenderme.
Jisung no le contestó, solo escogió un nuevo par de zapatos y siguió con lo que hacía, ignorando la insistente mirada de Minho.
—No irás a hacer nada raro en esa fiesta.
—Para nada —el menor lo miró con fingida inocencia—, ¿por quién me tomas?
—Te conozco —Minho se puso de pie y se acercó a él—, mejor de lo que crees. Eres Jisung, te gusta hacer las cosas en grande.
Jisung dejó salir un suspiro, dándose la vuelta, finalmente dispuesto a dedicarle toda su atención.
—A ver, Min... ¿Hay algo que te preocupe?
—Este asunto es bastante delicado, Ji. No es una fiesta cualquiera. Sabes que ese tipo no es de jugar. Si lo único que quieres es divertirte, entonces al menos no me vayas a perjudicar a mí.
Los brazos de Jisung se cruzaron sobre su pecho, mirándolo con un deje escéptico.
—¿Por qué habría de perjudicarte?
—Si ese tipo se huele algo raro estamos muertos, Ji.
Jisung ladeó su cabeza, acariciando el torso de Lee por encima de su sweater. Sus gruesos labios dibujaron un ligero puchero antes de finalmente alzar la vista de nuevo, a los ojos de Minho.
—Pensé que la posibilidad de salir muertos de allí estaba sobre la mesa desde el momento que dijimos que irías a cobrarle una deuda. Sin embargo, todo estará bien. –Dibujó formas sobre la tela con uno de sus dedos— ¿Acaso no confías en mí?
Minho levantó una de sus cejas.
—¿Te lo tengo que decir?
—Ya te dije que no sucederá nada—Jisung le dio una palmada en el pecho—. Solo quiero divertirme y es lo que voy a hacer. Solo estoy haciéndote un favor ya que puedo hacerlo. No deberías desconfiar de alguien tan amable como yo.
Minho se llevó las manos a la cintura, aun con la misma expresión escéptica.
—Han...
—Shh —le apoyó uno de sus índices sobre los labios, acercándose un poquito más—, tú encárgate de cobrar tu deuda en cuanto llegues. Luego de eso, solo queda disfrutar la fiesta.
Minho iba a protestar una vez más, pero Jisung mantuvo sus labios sellados, de nuevo recorriéndolo con la vista.
—Ignora ese asunto y atiéndeme que, ahora que te veo con calma... Definitivamente necesitas un traje.
El taxi se detuvo y Changbin pagó con un poco de prisa. Al bajarse, correteó los metros que lo separaban de la entrada del edificio de Hyunjin. Aun conservaba el impulso de hacía un rato, sintiendo como las palabras de Minho todavía resonaban en su mente y le daban ese valor que tanto le había faltado. No tenía idea de lo que iba a decir, pero sí sabía que le diría algo, lo que fuera. Lo que sus sentimientos le dictaran en ese momento.
Sin esperar el ascensor, subió por las escaleras. Amplios pasos que cubrían los escalones de dos en dos le sirvieron de impulso para llegar al piso de Hyunjin y corretear, agitado, hasta la puerta de su apartamento. Una vez allí, frente a la aburrida puerta blanca, se detuvo para recomponer su aliento y su cabello, consciente de que la carrera lo había desorganizado un poco. Sentía cómo sus nervios pateaban en su estómago, haciéndole recordar todas esas emociones que creía haber sepultado en algún recóndito lugar de su alma. Se estaba sintiendo como si tuviera dieciocho años una vez más, como si nunca hubiera amado y esta fuera, de nuevo, esa primera vez temible y emocionante. Finalmente, levantó sus hombros con un suspiro y se enderezó, alzando una mano para llamar a la puerta.
Un par de golpes que sonaron un poco bajos e inseguros fueron seguidos por el repiqueteo de unos pasos apresurados.
—¡Yo abro! —Se escuchó desde el interior y la mano de Changbin se quedó congelada en el aire.
La puerta se abrió en cuestión de segundos y, frente a él, lo recibió el cabello púrpura y desordenado de Felix, quien lo miró de vuelta con sorpresa, extrañado de verlo allí.
—Changbin —saludó, sin saber si sonreír, extrañarse o explicar algo.
—Felix... —respondió de vuelta y con una leve mirada notó el uniforme también desarreglado del mayor.
Hubo un silencio incómodo que se extendió por casi diez segundos hasta que Felix finalmente reaccionó.
—Oh, vienes a ver a Hyunjin, ¿cierto? Pasa, pasa... — indicó, cediéndole el paso a la vez que llevaba su mano libre al cuello de su camisa para comenzar a abotonarla. Changbin entró, todavía tratando de entender qué rayos estaba sucediendo— ¡Hyun!
El grito de Felix lo tomó por sorpresa, pero bastó eso para que Hyunjin se asomara desde la habitación, también componiendo su uniforme.
—Oh, Changbin. —Hyunjin lo miró como si le sorprendiera verlo, haciendo obvio el hecho de que había olvidado que iba a recibir su visita.
Changbin ya se sentía francamente fuera de lugar. Tenía la sensación de estar malinterpretando algo, pero no se atrevía a preguntar. Al no atreverse, le era imposible saber realmente qué pasaba, lo cual provocaba que en su interior se revolvieran los celos y el autoreproche en un remolino insoportable.
Sus labios se apretaron hasta que solo fueron una línea en su rostro, demasiado incómodo como para hacer algo más.
—Puedo volver luego —dijo finalmente, notando las miradas de los dos mayores sobre él.
—Bueno... —Felix lo miró y luego miró a Hyunjin, como buscando su respuesta—. Probablemente será mejor que hagas eso.
Changbin tragó en seco, sintiendo como su saliva bajaba, caliente y espesa.
—No —cortó Hyunjin—. Tú ve bajando, Felix, enseguida estaré allí.
—¿Seguro?
Hyunjin asintió.
—Okey. —Dicho eso, el mayor terminó de abotonar su camisa y salió del apartamento, dejando que sus botas sonaran contra el pulido suelo del pasillo mientras corría, escaleras abajo.
Hyunjin se acercó entonces a Changbin, quien seguía de pie en medio del salón con la mirada fija en la puerta, justo por donde Felix acababa de desaparecer a toda prisa.
—Sé lo que estás pensando... —pudo escuchar a Hyunjin a sus espaldas, pero no se giró a verlo.
—No estoy pensando nada.
Hyunjin sujetó su hombro para hacer que se girara de frente a él. Suavemente, llevó su mano desde su hombro hasta su mentón, deslizando sus yemas, quedo, a lo largo de su cuello en el camino. Changbin pudo sentir la tensión en su tacto. Tener a Hyunjin de nuevo tan cerca, después de varios días de ignorarse mutuamente, se sentía intenso en su piel, en sus sentidos. Sin embargo, aun le ardían en la nuca los celos que había sentido al ver a Felix allí, así. Todavía no lograba encontrar una explicación que no fuera la que se había imaginado y eso le incomodaba. Sabía que no debía estar celoso pero lo estaba. Que no tenía derecho, pero no podía controlarlo.
—Pidieron movilizar a todas las unidades —explicó Hyunjin—. Por eso Felix vino corriendo a buscarme. Tenemos que irnos.
—Oh... — los labios de Changbin se separaron ligeramente. Genial. Ahora se sentía como un idiota por haber pensado lo que había pensado— Entonces, puedo volver mañana, yo...
—No —Casi ordenó el mayor—. Espérame aquí. ¿Tienes algo que hacer?
Changbin negó, y aun si tuviera algo que hacer su respuesta iba a ser la misma.
—Entonces espérame aquí. Volveré en cuanto termine.
—En serio está bien, yo solo venía a devolverte el termo.
Hyunjin miró las manos vacías del castaño, alzando una de sus cejas. Divertido.
—No importa... ya estás aquí. ¿No? Espérame. Me gustaría hablar.
—Bueno... —Changbin tragó en seco una vez más, mordiendo levemente su labio inferior— Entonces puedo esperarte. ¿Tienes comida en la nevera?
—Puedes comer lo que quieras —Hyunjin usó su mano libre para rodear la espalda baja de Changbin, suavemente acercándolo a su cuerpo—. Y perdón, pero necesito hacer esto o voy a volverme loco.
—¿Qué c...? —Pero la pregunta se ahogó en los labios de Hyunjin contra los suyos. Murió por completo en ese beso sorpresivo y hambriento, ese que tomó su aliento hasta hacerlo suyo, posesivo y carnal. Changbin sintió que sus piernas se debilitaban, todo su cuerpo reaccionando ante aquello que tanto había necesitado, consciente o inconscientemente. Ante Hyunjin.
—Nos vemos. —lo sintió susurrar contra sus labios antes de dejarlo ir y salir del apartamento, igual de apresurado que Felix.
En tan solo unos segundos Changbin había pasado de sentirse celoso y confundido, a sentir como si una tormenta acabara de revolverle todas las emociones. No pudo contener una sonrisa boba y feliz en sus labios, producto de la mezcla de nervios y felicidad que se había apoderado de él.
Se agachó allí mismo, cubriendo su rostro con sus manos, dejando que pequeños y agudos gritos se ahogaran en sus palmas. Se sentía estúpido por reaccionar así, pero no podía evitarlo. Hyunjin le producía tantas cosas, tantas. Realmente le gustaba de esa forma, la forma inocente y genuina. Esa que ya le parecía imposible volver a sentir. Le daba igual si Hyunjin seguía pensando solo en sexo, o si le había pedido que se quedara solo para eso. Ya no quería seguir siendo solo eso. Así que, cuando él volviera, le iba a decir lo que sentía. No le importaba el miedo, era un adulto después de todo.
Sí. Cuando Hyunjin volviera definitivamente lo iba a hacer.
Le iba a confesar sus sentimientos.
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