Capitulo 26
—No tienes que poner esa cara de policía, ¿sabes? —Jisung lo miró de reojo mientras deambulaba perezosamente por una percha donde exhibían camisas.
—Soy policía. —Chris se mantuvo de pie a un par de pasos, los brazos cruzados sobre su pecho y una expresión muy poco amigable complementaban su semblante— Además, solo estoy aquí contigo porque prometiste que obedecerías de ahora en adelante. Estoy optando por una solución amigable en vez de esposarte y meter tu trasero en el auto para llevarte a casa.
Jisung lo miró desde donde estaba, levantando una de sus comisuras.
—Admite que lo haces porque te agrado.
—No me agradas.
—Bueno, tú a mí sí. —El menor completó su sonrisa, sacando una camisa negra y observándola con más cuidado— Eres el mejor de los oficiales que me han asignado. También eres el que más malcriadeces ha soportado.
—Entonces admites que eres malcriado.
—Nunca dije lo contrario. Además, es divertido serlo cuando sé que habrá alguien que intente hacerme obedecer. —Al decir eso último miró de nuevo a Chris, notando cómo sus músculos se tensaban levemente. Si él supiera lo fácil que era leerlo se cuidaría mejor de mostrar lo que sentía con su lenguaje corporal. Ya había notado que a Chris le gustaba mantener el control, dar órdenes y ser obedecido; sin embargo, también le gustaba ser desafiado, sazonar un poco la experiencia. Después de todo, domar una fiera mansa nunca fue divertido para ningún cazador.
—Solo compra tu mierda y vamos.
—Parece que no estás familiarizado con el concepto "ir de compras". —Jisung tomó a camisa y se la extendió— No vine a por algo en específico. Solo voy a mirar alrededor y a comprar lo que me guste.
Chris hizo una mueca.
—¿Y se supone que te tengo que acompañar?
—Si ves algo que te interese puedo comprártelo. —Al ver que Chris no tomaba la camisa, la puso contra su pecho y la soltó, justo a tiempo para que el oficial la sujetara.
—No voy a aceptar regalos, Jisung. Tampoco es adecuado que estés afuera comprando despreocupadamente. Se levantaron cuatro cargos en tu contra, por dos de ellos estás en libertad condicional, por otro pagaste casi cien mil dólares de multa y por el último estás en arresto domiciliario. Eres una figura pública, ¿Qué van a pensar del sistema...?
—Mucho bla bla, sargento. —Jisung, apoyó uno de sus índices sobre los labios de Chris, haciéndolo callar— Esas cosas me traen sin cuidado. Si mi oficial de libertad condicional es tan agradable que acepta llevarme a comprar algunas cositas para mejorar mi estado emocional, entonces nadie tiene porque meterse.
—¿Sueles tergiversar así todo lo que dices? —Chris apartó su rostro, acomodando inconscientemente una nueva camisa que Jisung le extendió sin que lo notara.
—Depende. —Se encogió de hombros— Vamos, aún falta por mirar por allá.
Chris cerró sus párpados y bufó, aunando paciencia. Una parte de su ser estaba dispuesta a disfrutar aquello, a solo estar con Jisung a solas, gozando de algo que podría ser considerado normal. Sin embargo, su lado correcto y con sentido del deber, le decía que eso estaba mal, que tenía que haberlo llevado a casa en cuanto lo vio y no estar teniendo esa pseudocita.
A pesar de eso, su lado idiota y el descaro de Jisung parecían juntarse para convertirse en un enemigo insuperable.
—Bien, pero luego regresamos.
Una hora después, Chris permanecía de pie afuera de los probadores de una boutique. De una de sus manos colgaban unas tres bolsas donde coexistían prendas de vestir, perfumes y maquillaje. No sabía cómo rayos se había dejado convencer por Jisung, solo sabía que el menor llevaba casi quince minutos probándose un traje y Chris solo podía maldecir para sus adentros, pensando en la misteriosa naturaleza de la necesidad que había llevado a Jisung a querer comprar un traje, cuando probablemente ya tenía decenas en su casa.
—Hyung... —la voz queda de Jisung lo tomó por sorpresa. No solo por ser la primera vez que lo llamaba por ese apelativo, sino porque, al darse la vuelta y verlo, sintió que no podía respirar, aun si quería hacerlo— ¿Se ve mejor sin la chaqueta?
Chris siempre había admirado la figura de Jisung. Siempre pensó que sus proporciones eran irreales. Le gustaba como sus largas piernas hacían que casi todo luciera perfecto, como ahora, cuando los pantalones oscuros y la camisa negra con detalles dorados parecían hechas a medida para su anatomía, dándole una apariencia elegante y sensual ante la cual no supo bien cómo actuar. La chaqueta del traje seguía entre las manos del menor, quien lo miraba, indeciso, esperando una confirmación suya.
—No sé mucho de ropa... —fue la mejor respuesta que se le ocurrió.
—Solo tienes que decirme cómo te gusta más... no es nada complejo.
Jisung pareció notar la reacción que había causado, pues de nuevo sus labios se estiraron en una media sonrisa traviesa, como si realmente jugar con Chris fuera algo que no podía dejar de disfrutar.
—Igual lo comprarás entero, da lo mismo.
El menor lo miró, inconforme.
—Me da lástima con tu novia.
—No tengo. Solo compra el bendito traje y vámonos.
—Quiero que me digas si te gusta o no.
—¿Por qué quieres saber si me gusta o no? Ni siquiera te voy a ver cuando lo uses.
Jisung avanzó hacia él, acercándose un poco.
—Si me dices... lo compraré para usarlo solo contigo.
El mayor alzó una de sus cejas, sin retroceder ante los avances del tailandés, solo mirándolo, levemente extrañado.
—Puede que no me guste...
—Compraré lo que te guste. -Apoyó una mano sobre el pecho del oficial, bajando su mirada para luego subirla a sus ojos— Algo que finalmente te haga dejar de fingir que no me deseas.
—¿Qué te hace pensar que te deseo?
—Uhm... ¿Por qué debería decírtelo? Tú tampoco quieres decirme si el traje te gusta o no.
—Deja de jugar, Jisung —Chris agarró su muñeca, apartando la delgada mano de su pecho.
—¿O qué? ¿Me vas a arrestar? ¿Por qué? ¿Acoso sexual?
—Tal vez...
—Entonces déjame hacerlo como es debido.
Antes de darle tiempo a Chris para reaccionar, aprovechó que el mayor tenía ambas manos ocupadas y lo agarró por la nuca, tirando de él a la vez que retrocedía de vuelta al probador. Escoger esa tienda no había sido un suceso azaroso, sabía que los probadores eran bastante privados. Además, en aquel sitio se le daba un trato de VIP. Si él quería meter a un tipo al probador, nadie le iba a decir nada al respecto. Jisung solía pensar bien las cosas, y esta vez no había sido una excepción.
—Jisung... —la voz de Chris se ahogó al sentir los labios de Jisung en su cuello. Justo desde allí, fue como si electricidad pura lo recorriera. Aquello era demasiado para una simple provocación. Demasiado como para dejarlo pasar, a diferencia de las otras cosas.
No podía dejar que Jisung simplemente se saliera con la suya.
Dejó caer las bolsas al suelo y agarró las manos del menor, empujándolas contra el espejo del probador, inmovilizándolo.
—¿Acaso te volviste loco?
Jisung, ladeó su cabeza, divertido.
—¿Qué pasó? ¿Te enoja?
—Deja de joder de una vez. Estamos en público, y si hay un hombre al que no deberías estar haciéndole esto, es a mí.
—Yo se lo hago a quien quiera, sargento. No eres la excepción.
—Tienes que aprender que no todo puede ser como a ti te da la gana —gruñó Chris, mirándolo a los ojos.
—¿Y quién me lo va a enseñar? —Jisung, acercó su rostro, sonriendo, complacido, al ver que Chris no se apartaba— ¿Tú?
Y Chris quiso decir que no. Quiso soltarlo y obligarlo a salir de allí, a volver a casa. Quiso poner los puntos sobre las íes y terminar con esos juegos.
Pero hizo todo lo contrario.
Agarró el rostro de Jisung, apretando con sus ásperos dedos las mejillas regordetas y pequeñas. Se sintió irreal tocar su rostro, pero aun así, estaba ese desafío latente, esa provocación imposible de ignorar.
Mierda. Quería romper a Jisung en pedazos allí mismo solo por tener esa boca tan malcriada.
—Si es necesario... Sí.
Jisung movió sus labios con esfuerzo al hablar, pero sus palabras bastaron para detonar algo dentro de Chris.
—Quiero ver cómo lo intentas.
La sensación de ser agarrado y girado para encarar el espejo, empujado contra éste y sujetado por su cabello, viajó a lo largo de todo su cuerpo y fue a parar a su entrepierna. Podía sentir ese salvajismo que ya adivinaba antes en Chris, sus manos rudas en su cuerpo, ese trato áspero, esa voz baja y cruel.
Y, maldita sea, lo estaba amando.
—Vuelve a decir eso si tienes huevos dentro de ese pequeño pantalón.
Sus piernas le temblaron, pero era demasiado testarudo como para ceder tan fácil.
Su aliento empañó el espejo, incapaz de girarse para encarar a Chris, solo lo miró de reojo, su expresión luciendo un poco más arruinada que antes.
—Quiero... ver... cómo lo intentas.
Chris tiró con más fuerza de su cabello, obligándolo a separarle levemente del espejo, acercándolo para poder susurrar cerca de su oído.
—Si no estuviéramos aquí... si no fueras tú... te lo haría tan duro que no te quedarían ganas de seguir contestando. Te follaría hasta que te convirtieras en una pequeña cosita sumisa y me trates con el respeto que me merezco... Hasta que solo supieras decir "sí, señor" y obedecieras como es debido.
Esta vez Jisung no contestó, no hubo respuesta atrevida o soez, solo sus párpados cerrados y sus labios temblorosos. Nada más que un apenas perceptible gemido y sus manos apretadas en puños contra el espejo.
Pero eso fue suficiente para Chris. Hacer que Jisung no tuviera nada que decir era definitivamente algo que le producía demasiado placer.
—Así que deja de joder y vámonos de una vez. -lo soltó bruscamente, inclinándose para recoger las bolsas— En cuanto al traje... supongo que puedes comprarlo —dijo antes de darse la vuelta y salir del probador, dejando a un Jisung que todavía temblaba como flan contra el espejo.
Felix se despertó con la incómoda sensación de haber dormido mucho más de lo necesario. Lo primero que hizo fue mirar su celular, comprobando que ya eran pasadas la una de la tarde. Su cuerpo entero se lo hizo saber, doliéndole por fuera, en sus músculos; y por dentro, en su estómago vacío.
Su cama también estaba vacía. Solo quedaban las evidencias de su propio dormir intranquilo y el recuerdo en su piel de la piel que durmió contra la suya. Minho no estaba allí. No quedaba rastro de él y eso se sentía como si la noche anterior no hubiera pasado. Como si no hubiera vuelto a hacer lo que una vez se prometió que no repetiría. Como si no hubiera tenido el mejor sexo de los últimos dos años.
Se giró hasta quedar bocarriba, exhalando un pesado suspiro. Sabía que ya era tarde para ir a trabajar, especialmente por las trece llamadas perdidas que no tenía que abrir para saber que eran de Hyunjin. Solo esperaba que la resaca fuera, al menos, una buena justificación.
Su mente viajó inevitablemente a los recuerdos que tenía de la noche. A la sensación insana de placer que le daba hacer ese tipo de cosas, tratar así a Minho. Solo a Minho. ¿Por qué no podía simplemente apartarse de eso? Se sentía como un animal, incapaz de romper con sus instintos. Aun si se prometió a sí mismo que no caería de nuevo en el pecado llamado Minho, era como si sus promesas no tuvieran el más mínimo peso y volver de nuevo allí fuera algo simplemente obvio.
Necesitaba apartarse de él. No solo por la obvia mala influencia, el riesgo y lo incorrecto que resultaba, sino también porque no quería ser quien era cuando estaba con Minho. No quería sentir la culpa que sentía después, ni mucho menos la sensación de ser un asco de persona. De ser egoísta y cobarde. Todo eso volvía cuando Minho rozaba su vida con esos largos y hermosos dedos que tenía y Felix ya sabía lo profundo que podía llegar a enviciarse si de Minho se trataba.
Y también sabía lo difícil que era renunciar a ese vicio.
Ponerse de pie fue la única solución que le encontró a esos pensamientos que daban vueltas sin encontrar una solución, un orden. El leve mareo y la cefalea no tardaron en aparecer, haciéndolo gruñir, incómodo, mientras se dirigía a la cocina.
Para su sorpresa, el desayuno servido le esperaba sobre la mesa. Una nota debajo de uno de los platos, en un post it rosado que probablemente había robado de su escritorio, demostraba que Minho era el responsable.
"Caliéntalo todo cuando te levantes, sé que no te gusta cocinar.
Y perdón... algún día te compensaré por todo."
Felix no pudo evitar reír con cinismo. No sabía qué era más inverosímil, si un criminal que deja desayunos con notas rosadas o el hecho de que fuera Minho quien pidiera disculpas después de que prácticamente abusara de él... una vez más.
A veces Felix simplemente quería dejar de pensar, para dejar de entender, de sentir.
Lo metió todo al microondas y lo calentó, sentándose a comer, sin siquiera tomarse la molestia de vestirse apropiadamente. Aun en boxers y despeinado, tuvo que admitir que el arroz casero siempre sabía mejor.
Dejó salir otro suspiro, masticando perezosamente.
¿Por qué demonios Minho había tenido que volver?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro