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Capitulo 24

Minho dejó salir un jadeo, uno que sonó tembloroso, levemente desesperado, provocando que Felix sonriera. Sus lindos dientes mordieron su labio inferior, provocando más, incitando, y Minho sintió que ardía por dentro, más ansioso aun.

—¿Por qué tan intranquilo? —el mayor mantuvo esa sonrisa de superioridad, terminando con los últimos botones de su camisa. Sus pantalones habían salido ya de la escena, y Minho podía sentir en sus manos la necesidad de acariciar esos pálidos muslos. Felix estaba parado justo delante de Minho, quien de nuevo estaba arrodillado, pero esta vez en la habitación, después de haber sido llevado hasta allá, guiado por el cinturón que hacía las veces de correa en su cuello.

Minho quería tocarlo, Dios, moría por hacerlo, pero precisamente en ese autocontrol radicaba la tortura. Y amaba esa sensación.

Alzó la vista, perdiéndose en la piel que surgía ante él, sin caer en la trampa. Sabía que no podía hablar, ni siquiera para responder esas capciosas preguntas que perfectamente sabía que eran retóricas. A Felix le gustaba jugar así, le gustaba ponerlo constantemente a prueba hasta hacerlo ceder y luego castigarlo por esa falta de voluntad, de control. Sin embargo, esos castigos podían llegar a ser tan deliciosos como las recompensas. Minho sabía que todo lo que Felix le daba era exquisito, no importaba si eran rudas caricias o suaves mimos.

—Tan buen chico. Arrodillado para tu hyung. —Felix deslizó la camisa de sus hombros, dejándola caer al suelo— Tan obediente. Pensé que ahora eras un chico grande y malo. Después de colarte en mi apartamento y forzarme, ahora te arrodillas ante mí —rió suave—. ¿No te sientes patético?

Minho le sostuvo la mirada, como si con sus ojos pudiera hablar. Pedirle perdón una vez más, hasta que Felix lo perdonara. Sin embargo, no dijo nada, solo mantuvo sus manos apoyadas dócilmente sobre sus muslos.

—Veo que aún te gusta. —Felix acarició sus cabellos, lentamente hundiendo sus dedos en las hebras hasta que finalmente cerró su puño, apresando los negros cabellos en un agarre firme que hizo a Minho sisear y luego soltar un suspiro tembloroso, todo su cuerpo tensándose ante la ruda caricia.

¿Le gustaba?

Pues sí, le encantaba. Aun si Felix seguía sintiendo esa culpa sorda que aun podía verse en su mirada. Aun si para el mayor solo estaba "abusando", para él era algo tan reconfortante, algo tan íntimo.

¿Qué otra persona lo conocía así de bien? ¿Lo complementaba? Era cierto que ambos se habían hecho daño, pero también se habían hecho tanto bien.

Aun si Felix parecía no darse cuenta de eso.

—Sigues mirando mis piernas. —Felix lo obligó a verle, usando sus cabellos como riendas para guiarlo a su gusto— ¿Las quieres tocar? ¿Quieres volver a dejar tus marcas en ellas? —Movió su pie hasta ubicarlo entre los muslos del menor, suavemente subiendo su rodilla hasta rozar su mentón, sintiendo cómo Minho tragaba en seco contra su articulación— Hazlo. Tócame.

A pesar de la clara orden, Minho aun buscó su aprobación con la mirada antes de mover cuidadosamente sus manos para rodear la firme pantorrilla del mayor, subiendo, aun con cierta precaución, hasta sus muslos. Felix mantenía su rodilla contra su mentón, provocando cierta tensión, cierta peligrosidad. Un leve movimiento bastaría para dejarlo sin conocimiento, Minho lo sabía, y disfrutó ese riesgo.

No fue hasta que sintió que Felix bajaba su pierna que se permitió inclinarse y besar su muslo, aun acariciándolo.

—Tan bueno —lo felicitó—. Tan obediente aun cuando eres un chico grande y fuerte. ¿Te gusta obedecer a tu hyung?

Minho asintió, apoyándole la mejilla contra el muslo.

—A hyung también le gusta ver como obedeces —contestó, estirando su brazo para tomar el cinturón que envolvía el cuello del pelinegro—. Veamos si podrás mantenerte así.

Sin darle tiempo para pensar nada, tiró bruscamente del cinturón, haciendo que Minho se levantara, dejando salir un sonido ahogado al sentir que su aliento se cortaba. El menor se puso de pie, mirándolo con cierta confusión ante lo cual Felix avanzó un par de pasos, haciéndolo retroceder hasta que la cama contra sus piernas lo hizo detenerse.

—Desvístete. —de nuevo ordenó, y Minho no lo dudó antes de comenzar a desabrochar su camisa con movimientos desesperados.

—Mírate —rió Felix, la burla palpable en su voz y su mirada baja, mientras observaba, divertido, el bulto en los pantalones de Minho—, tan duro con solo eso... —llevó su mano allí, envolviéndolo con sus dedos, consiguiendo que Minho cerrara sus ojos y estirara su cuello con un gemido— ¿no te da vergüenza? —apretó, cruel, obteniendo un nuevo y agudo gemido.

—Ah, Felix... —gimoteó el menor, llevándose enseguida las manos a la boca, mirando a Felix como un cachorro que acaba de hacer una travesura imperdonable.

—Sabía que el buen comportamiento no te iba a durar mucho.

Minho negó, sacudiendo su cabeza, pero Felix lo ignoró, empujando su pecho, ahora desnudo para hacerlo caer sobre la cama.

—¿Es tan difícil cumplir con unas reglas tan sencillas, Minho?

El menor apretó sus labios, sabía que su nombre no era buena señal si provenía de los labios de Felix. Aun así, ardía en expectación, queriendo saber qué haría el mayor, cuál sería su castigo por el pequeño desliz.

Pero Felix se mantuvo tranquilo. Rebuscó algo en la gaveta de su mesa auxiliar y Minho siguió con la vista los gráciles movimientos de cada músculo, perdido momentáneamente en la desnudez del mayor, quien solo llevaba sus boxers, apenas cubriéndolo.

Volvió entonces, ahora con una botella que Minho conocía de sobra. El lubricante medio vacío se removió en la mano del mayor, quien lo agitaba suavemente, acercándose a donde las piernas de Minho se doblaban, en el borde de la cama.

—Tal vez no deba darte tu recompensa después de todo —comentó, fingiendo pesar—, no lo mereces.

Minho se removió, inconforme, pero un pie del mayor apoyándose sobre su entrepierna, basto para mantenerlo quieto.

—No irás a hacer una rabieta, ¿cierto? ¿O quieres empeorar tu situación?

Minho miró hacia la pierna de Felix, subiendo paulatinamente la vista hasta encontrarse con sus ojos, suplicante.

—No me mires así. —quitó su pie, subiendo a la cama para sentarse en el regazo del menor, quien infló su pecho, resistiendo las ganas de llevar sus manos a las caderas de Felix— Sabes que hiciste algo mal. Debería ser incluso más duro contigo. —Agarró el cinturón, tirando de éste hasta hacer que Minho se incorporara, con una mueca de dolor— Dijiste que podías soportar lo que fuera... que ya eras un chico grande.

Minho apoyó sus manos sobre el colchón para tratar de aliviar la sensación tirante en su cuello, sin embargo, Felix lo sostenía firme, bien cerca, dejando que la gruesa tira de cuero se deslizara en la hebilla hasta apretar su cuello, marcando su pálida piel.

—Y realmente has crecido. —Dejó ir el cinturón para llevar su mano directamente al cuello del menor— Se siente tan bien dominarte ahora.

Minho mordió su labio inferior, casi cediendo ante su deseo al tenerlo tan cerca, sintiendo su aliento, aun levemente alcoholizado. Quería besarlo, moría por poder tocarlo, pero sabía que no debía. Si Felix realmente se enojaba, todo terminaría ahí, y eso no era lo que quería. No después de todo lo que tuvo que hacer para finalmente estar en esa situación.

—¿A quién estás mirando con tanta lujuria? —Felix dejó ir su cuello para subir a sus mejillas, agarrando su rostro con dureza, hundiendo sus dedos hasta arrancarle un quejido al menor— ¿Parezco un trozo de carne? ¿O tu labio tiene buen sabor? —se inclinó más cerca, deslizando su lengua por el, ahora húmedo, labio del menor, sonriendo internamente al sentir lo mucho que eso tensó su cuerpo— No siento nada especial. ¿Tendré que morderlo también?

Soltó sus mejillas para agarrar los cabellos en la parte de atrás de su cabeza y atraerlo en un beso áspero, dominante. Uno que hizo a Minho gemir cada vez más alto, protestando sin palabras ante lo doloroso de los dientes de Felix, encajándose en su carne, mordiendo hasta que el metálico sabor de la sangre inundó las bocas de ambos. Solo entonces, Felix dejó ir su labio, besándolo con avidez, disolviendo el hemático toque de aquel beso.

—Ahora entiendo... —sonrió, dejándolo ir— Sabe bien.

Minho chupó su propio labio, sintiéndose aún más duro que antes, a punto de suplicar. Felix, en cambio, se apartó un poco, recuperando la botella que había ido a parar a la cama.

—Ya que eres incapaz de contenerte, supongo que habrá que mantener las reglas por un rato más.

Se quitó de encima de él, sentándose en el centro de la cama. Sus pulgares se perdieron dentro del elástico de sus boxers ante un Minho que lo miraba con obvio deseo. Deslizó la prenda por sus piernas, revelando lo que faltaba de su cuerpo, donde una erección también bastante notable brincó, demostrando que no era solo Minho quien encontraba ese retorcido juego como algo demasiado placentero.

—Ven. —Felix se estiró para tomar el cinturón, tirando de Minho hasta tenerlo sobre él— Hyung también está tan duro... le gusta tener a su pequeño Min tan lindo y obediente. Sin embargo, no has sido buen chico, al menos no el mejor chico, ¿cierto?

Minho relamió sus labios, apenado, antes de asentir, aun apoyando sus manos a ambos lados del cuerpo de Felix, sin ceder a la cercanía, sin tocarlo.

—Entonces no mereces nada de esto... ¿Cierto? —Felix deslizó su mano libre por su abdomen, bajando hasta su pelvis, juntando sus piernas, juguetón. Minho no contestó, sus ojos siguieron los movimientos de su mano, perdiéndose en lo que tenía ante él, tan cerca y a la vez tan lejos— Contéstame —exigió el mayor, tirando del cinturón.

Minho pareció volver a la realidad, mirándolo aun con pena. Realmente era difícil admitirlo.

—¿Lo mereces o no? No haré una pregunta tres veces, Lee Minho.

Finalmente negó, agachando la mirada, ante lo cual obtuvo una sonrisa complacida.

—Correcto. —empujó su hombro hasta hacerlo sentarse frente a él, abriendo ahora sus piernas, permitiendo que Minho viera cuanto quisiera, incapaz de más— Alguien que no sabe cumplir las reglas no merece que sean condescendientes con él.

Dejó ir el cinturón con desinterés, tomando ahora la botella entre sus manos para dejar caer un generoso chorro oloroso a piña en la palma de su mano. No necesitaba alzar su vista para saber que Minho seguía cada movimiento, todavía con sus pantalones puestos, duro, necesitado, y aun limitado con la prohibición de no hacer nada que no se le hubiera ordenado.

—Y pensar que estas podrían ser tus manos. —dejó caer el lubricante sobre su vientre, regándolo hacia abajo con una de sus manos, la otra en uno de sus muslos, manteniendo sus piernas separadas— Estoy seguro de que tus dedos son mejores —provocó, deslizando su mano entre sus piernas hasta llegar a su entrada, donde jugó un poco con el lubricante—, más gruesos... —con su otra mano agarró su miembro, dejando caer su cabeza sobre el colchón, hinchando su pecho con un gemido que le dolió en el alma a Minho— Pero... no sabes comportarte.

Felix sabía tentar, aun no había perdido el toque y Minho pudo comprobarlo al ver lo mucho que deseó que esos dedos sí fueran los suyos. En cada suave caricia que Felix se daba a sí mismo, cada gemido que se arrancaba, disfrutando del espectáculo que estaba ofreciendo, sintió que podía desfallecer. Sería tan fácil solo mandarlo todo al demonio y forzarlo una vez más. Físicamente, Felix no era rival para él, sin embargo, la idea no le pasó por la mente en ningún momento. Felix siempre tuvo autoridad, y aun si él podía desafiarlo, jugar con el control, solo era algo que volvía este tipo de experiencias en unas más satisfactorias. Porque dejarse dominar por alguien más pequeño, pero más cruel, era algo que envolvía su ser en gozo, cosquilleándole toda la piel ante la sensación de entrega, ante la falta de criterio y voluntad. Era fácil entregarse a Felix, sin pensar, solo obedecer hasta obtener lo que necesitaba. Podía parecer que no, pero era él quien recibía todo de Felix. El mayor hacía todo el trabajo, lo guiaba, lo provocaba, convirtiendo su cuerpo en una bomba de placer capaz de explotar. Sin embargo, no era peligroso, solo explotaría como y cuando Felix dijera.

E, incluso así, Felix insistía en que nunca le había dado nada. Solo tomado.

Felix le daba la única paz que había sentido en su vida. Incluso ahora, masturbándose delante de él, haciendo que su miembro doliera con impotencia, había paz en él. El dolor en su cuello y sus mejillas lo reafirmaba.

Un segundo dedo en el agujero de Felix y un gemido grueso, casi gruñido, le arrancó un siseo. Se veía tan bien, suave y húmedo. Sabía que si se portaba bien y esperaba pacientemente, esa recompensa sería suya. Aun si Felix parecía estar divirtiéndose mucho por sí mismo.

—¿Debería correrme? —Felix lo miró, mordiendo la punta de su lengua— Puedo hacer eso y dejarte así. ¿Crees que sería injusto?

Minho negó, aun si su mirada parecía suplicar porque no le hiciera algo así.

—Sería un castigo adecuado. —Sacó sus dedos, aun con esa sonrisa cruelmente sensual que podía poner a Minho al borde de la locura— Acércate —dijo finalmente.

La velocidad a la que Minho obedeció se le antojó tierna, suavizando aún más su sonrisa, como si finalmente estuviera dispuesto a ceder

—Ya que estás consciente de lo que mereces —tomó una de las manos del menor, apoyándola sobre su abdomen, donde aun había lubricante suficiente como para humedecer sus dedos—. Creo que seré indulgente. —Empujó su muñeca hacia abajo—, te dejaré continuar con esto. Prepárame bien.

Minho tragó en seco, acariciando la piel tersa y suave, dejando que el lubricante humedeciera por completo su mano antes de llevar un tímido dedo a la entrada del mayor.

—No dudaste tanto la última vez —provocó el mayor—, solo hazlo.

Minho deslizó entonces no uno, sino dos de sus dedos, notando enseguida un poco de resistencia, aun si esta fue fácilmente vencida por el lubricante y lo que Felix ya había hecho antes. Gracias a eso obtuvo un gemido precioso, uno que le dio valor para agarrar una de sus piernas y separarlo aún más, comenzando a mover su mano con cuidado, en suaves semicírculos que hicieron suspirar al mayor.

Felix agarró nuevamente el cinturón, envolviéndolo alrededor de su mano para que no resbalara, sus ojos cerrados y su boca abierta, jadeante, dejando salir pesadas respiraciones con cada breve estocada que sentía dentro de él.

El tercer dedo le hizo contraer sus piernas, tirando levemente de la correa, enredando elogios entre sus gemidos que bastaron para hacer a Minho sonreír, orgulloso de su buen trabajo. De nuevo usó sus movimientos de muñeca, dilatando y suavizando a un Felix que lucía tan complacido así, solo recibiendo lo que Minho le daba, sacudiéndose aun si solo era la fuerza del brazo del menor la responsable de las embestidas.

—Ya, detente —habló, su voz sonando un poco descompuesta—. Mételo... quiero más.

Minho sacó sus dedos, feliz, como si no creyera que finalmente iba a obtener lo que quería. Sus manos fueron directas a sus pantalones, desabrochándolos, dejando que su miembro brincara, en toda su extensión, como una manifestación física del enorme deseo que lo había estado torturando.

—Pero recuerda —Felix tiró del cinturón, llamando su atención—, solo puedes correrte cuando yo lo diga.

Minho asintió, agarrando sus muslos para acercarlo. Acomodó su miembro en la húmeda y dilatada entrada del mayor, empujando como si su vida dependiera de eso.

Felix dejó salir un grueso gemido, su mano libre aferrándose a la cabecera de la cama, buscando un poco de sostén para lo que sabía que venía. Minho ni siquiera reparó en eso, solo empezó a bombear en él, su vista nublándose de placer al sentir que su miembro se hundía por completo en el mayor y salía de nuevo, cada embestida sintiéndose como una explosión en su cuerpo, recorriéndolo entero, intensa y grave. Su mente vacía ayudó a que todo fuera simplemente mejor, solo obedecer, solo hacer lo que Felix quería, solo mover sus caderas aun si parecía que podía romperlo en dos. Felix también le había demostrado que podía soportarlo.

Era él quien probablemente no aguantara sin correrse, sus caderas parecían tener vida propia y sus gemidos amenazaban con dejar salir una maldición en cualquier momento. Se sentía demasiado bien. ¡Maldita sea! No podía parar. No podía controlarlo. Hundió sus dedos en los muslos del mayor, dejando de morder su labio. Sus gemidos se oyeron aún más, pero él ni siquiera se percató.

No fue hasta que el cuero alrededor de su cuello se volvió apretado, tirante, exprimiéndolo hasta bloquear el aire por completo, que se percató de todo el ruido que estaba haciendo.

—Shut the fuck up —gruñó el mayor y Minho jadeó en la ausencia de aire, sin detener sus caderas, solo cerrando nuevamente su boca, temblando ante lo jodidamente bien que se habían oído esas palabras en inglés—. ¿Te quieres correr? —Fue aflojando el cinturón, dejando que Minho se enderezara de nuevo— Haz que me corra primero, después de eso tienes permiso para hacer lo que quieras... pero asegúrate de que valga la pena.

Sin siquiera asentir o mostrar algún signo de estar de acuerdo, Minho agarró sus caderas, levantándolo un poco sobre el colchón, bombeando en él con un nuevo ángulo que desterró cualquier control que le quedara a Felix sobre sus gemidos. Sintió como el agarre en el cinturón se tensaba, pero solo era Felix aferrándose a algo, aun podía respirar, así que se encargó de seguir con su cometido. Consciente de que los ojos cerrados y las venas en el cuello del mayor, llenas a más no poder, eran señal de que ya estaba cerca.

Y en efecto, no fue necesario ni un minuto de eso para que Felix exhalara un grueso "Fuck" y se corriera sobre su abdomen, todo su cuerpo tensándose, rígido, haciendo que Minho tuviera un poco de dificultad para moverse.

Sin embargo, eso no le importó. Era su momento.

Salió brevemente, obligando a Felix a girarse bocabajo. El mayor ni siquiera protestó, solo agarró una de las almohadas y hundió su rostro allí. Minho pudo oír sus gritos ahogados al bombear de nuevo en él. Le apoyó una de las manos en la espalda baja, rodeándolo con la otra hasta tocar su vientre. Se inclinó sobre él, mordiendo su hombro, sintiendo el bombear de su propio pene contra la palma de su mano, cada embestida haciéndolo temblar.

—Se siente tan grande dentro de ti Felix—murmuró, sonriendo contra su piel al sentir como eso lo tensaba, apretándolo aún más alrededor suyo, permitiéndole finalmente correrse dentro de él, su mente vaciándose por completo con la intensa sensación, solo dejándose llevar.

Un suspiro de cansancio y satisfacción partió de sus labios al dejarse caer sobre la cama, junto a Felix, quien aún tenía su rostro sepultado entre los almohadones. Su vista se perdió en el techo por un par de minutos, calmándose, volviendo poco a poco a la realidad.

—¿Estás bien? —preguntó finalmente, con un hilo de voz.

—Soy yo quien debería preguntar eso —contestó Felix, aun sin moverse.

—No fuiste tan duro como prometiste... ni siquiera me golpeaste... aunque si me llevaste al extremo —se giró a mirar al mayor, sonriendo al ver los cabellos lila desordenados sobre la blanca tela de las fundas—, te has vuelto aún más sexy.

—Cállate.

—¿En serio estás bien?

—Creo que me voy a tener que tomar el día mañana.

Minho sonrió, acercándose para dejar un beso en su hombro, donde las marcas de sus dientes se oscurecían poco a poco.

—Está bien. Esta noche cuidaré de ti. Para variar.

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