
No hay vida sin riesgos
Estaba en la cama dándole vueltas a todo lo que me había dicho Ricardo en la mañana, cuando un mensaje llegó a mi móvil.
Sms: Si estás despierta bájate a la piscina, te invito a un cigarro.
Me removí en la cama sin despertar a Gabriel, cogí una chaqueta larga de punto y bajé a la piscina. Nada más salir, pude ver la silueta de mi hijastro sentado en la orilla de la piscina con una botella de lo que imaginaba sería whiskey, me senté a su lado y encendí uno de sus cigarros.
-¿Qué has decidido hacer por fin? ¿Te irás? – estaba demasiado serio.
-No hay vida sin riesgos, seguiré siendo tu madrastra.
Me abrazó y me besó en los labios, rápidamente lo empujé y no porque no me gustaran sus besos, sino por miedo a que nos vieran. Me dijo que no había más nadie en la casa, solamente su padre y los de seguridad, me pasó la botella y le di un trago.
-¿Sabes? No imaginaba que la niñata maleducada que se casó con mi padre, sería tan bonita e inteligente como tú. – ¿me estaba alabando? – La noche que te conocí me pareciste un ángel caído del cielo, por eso creo que no fui capaz de contarle a mi padre ni a nadie que eras una poli.
-Es algo que nunca podré agradecerte lo suficiente. Desde que sé que eres el hijo de Gabriel, una pregunta ha rondado por mi cabeza. – hizo una señal para que continuara - ¿Quién te apuñaló en el parque?
-Estoy casi seguro de que fueron los Finisterre. Son una organización tan fuerte o más que la nuestra, estoy intentando que se queden fuera de juego y parece no gustarles mucho.
-Y si sabes quienes pudieron ser, ¿por qué no le mandas un "regalito"?
-¿Crees que no lo hice? El problema está en que no conozco sus caras, podrían estar a mi lado y no los reconocería.
Una magnífica idea pasó por mi cabeza, pronto le pondríamos cara al cabecilla de esa organización.
-Yo me ocuparé de que les pongas caras.
Dicho lo último le tomé un trago de la botella y me fui hasta la habitación, Gabriel todavía dormía, me metí en la cama sin hacer ruido e intenté conciliar el sueño.
Sentí como alguien rozaba mi cuerpo, abrí los ojos de repente y vi como Gabriel intentaba meterme mano, me levanté rápidamente para escabullirme de sus manos y me hice la ofendida mientras le gritaba.
-Me dijiste que si volvía a dormir contigo no me tocarías, has incumplido tu palabra. – me di la vuelta camino del baño e hice como que sollozaba – No piensas que cada vez que me tocas o me besas me recuerdas a él. Necesito olvidarlo y no me estás ayudando con tú actitud.
-Necesito de alguna manera sentir que tú eres mi mujer. Ni siquiera pasamos tiempo juntos y es como dice Alfredo, parecieras que me intentas evitar.
-Asique te dejas llevar por la opinión del pelele de tu hermano. – tenía que hacer que confiara mucho más en mí - ¿Acaso no te das cuenta que te envida por todo lo que tienes, incluyéndome a mí? Desde que me conoció nunca le caí bien, es como si pensara que vine para quitarle algo que no es suyo, porque es tuyo.
-Solo necesitamos pasar tiempo juntos y que de algún modo me demuestres que me apoyas y eres mi mujer.
Si tan importante era yo para Gabriel como decía, me creería y tal vez comenzara a dudar un poquito de las intenciones de su hermano. Ahora solo me quedaba pensar algo para demostrarle que estaba con él y que era su mujer, pero no pensaba hacerlo volviendo a tener que hacerle lo que me pidiera, ni a dejar que el me hiciese lo que quisiera.
Entré al baño y me quedé allí hasta que escuché la voz de la chica que llegaba a levantarlo. Entré en el vestidor, me coloqué un vestido con un buen escote y bajé a la cocina. Le pedí a Verónica, una de las chicas de servicio, que preparara un desayuno romántico para dos en el jardín.
Subí a por mí marido y bajamos por el elevador hasta el jardín, le mostré la mesa tan bien decorada y le di una pequeña nota que había escrito, para que empezara a confiar en mí ciegamente.
Siento haber estado tan distante contigo últimamente, por eso he querido prepararte esta sorpresa. Al medio día quiero que salgamos a comer nosotros dos solos, te dejo encargado de escoger el lugar.
Te Quiero mi amor, deseo ser tu mujer hasta el fin de nuestros días.
Tu amada Silvia.
Terminé de desayunar junto al decrépito de mi marido y le dije que tenía que ir a la oficina para terminar unos asuntos, pero que llegaría para ir a comer juntos. Aprovecharía las horas en la soledad de mi despacho para echar andar el plan que se me había ocurrido para ponerles cara a los Finisterre.
Llegué a la mansión para irme a comer con Gabriel. Durante la comida le pedí participar de manera más directa en todos y cada uno de sus negocios. Aunque al principio se negó, estuvo de acuerdo conmigo que lo mejor es que uno de los dos estuviésemos presentes en los movimientos más importantes de la organización.
Así en cierta forma le demostraría que era su mujer, en lo que ideaba algo más para que él se contentase sin pedirme besos, caricias o algo similar.
Me ofreció participar por la noche en el robo de una escultura, iría en compañía de sus hombres más preparados. Llegaríamos al atardecer a la mansión de una familia de las más importantes de Pontevedra, cogeríamos la pieza de coleccionista, la pondríamos a buen recaudo de una de las naves de Gabriel habilitadas para ello y no regresaríamos hasta dos días después para no levantar sospechas.
-Acepto y gracias por confiar en mí, prometo no fallarte.
Me contó cómo se llevaría a cambio el plan, tendría que manejar el helicóptero hasta llegar a un helipuerto cercano a la mansión del robo y luego todo lo que me dijo me parecía sencillo.
Una vez finalizada la comida, fuimos a tomar café con los hombres que irían conmigo en esta misión, me los presentó y una vez todos al tanto, quedamos a las seis y media en la mansión.
Enfundé mis piernas en unos ajustados pantalones negros, jersey cuello alto negro, botines planos negros, cazadora negra de cuero entallada, guantes de piel negros y cogí un pasamontañas del mismo color por si me hacía falta. Recogí mi cabello en una coleta alta, me coloqué unos pendientes de bola negros y me maquillé suavemente, menos mis labios que los pinté en negro mate.
Hice una pequeña maleta, bajé hasta la entrada y después de despedirme de mi marido y su hermano subí en el coche que me llevaría hasta el helipuerto que había en la parte trasera de la casa.
Estaba a punto de subirme al helicóptero cuando una mano tocó la mía produciéndome una especie de electricidad, me giré para ver de quien se trataba y allí estaban esos hermosos ojos negros de los que era dueño mi hijastro.
-Quería darte algo antes de que te marcharas, pero llegué a la casa y Rasti me dijo que habías salido para el helipuerto. – sacó una de sus manos con una caja detrás de su espalda y me la entregó.
Abrí la caja y me encontré una pistola junto con un silenciador, la pistola tenía grabado en la empuñadura el nombre de Silvia.
-Gracias – lo abracé como si no lo fuese a ver más en mi vida – Ya te debo muchas, no sé cómo pagarte todo lo que hacer por mí.
-Que te parecería en carnes... - esbozó una sonrisa pícara y le di un puñetazo en su hombro – Algún día me lo pedirás, no será que no te lo estoy diciendo...
Después de algunas palabras más me subí al helicóptero, coloqué los cascos sobre mis orejas, comprobé que todo estuviese en orden y comencé a ascender para volar hasta el helipuerto cercano a la mansión donde entraríamos a robar.
¿Qué tendrá en mente Silvia para poner cara a los Finisterre? ¿Qué pretenderá Alfredo sembrándole dudas a Gabriel sobre Silvia?
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