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Bisexual tras mis pasos


Después de ducharme, saqué el vestido que me colocaría para la gala benéfica, era rojo intenso, la falda por delante paraba un poco más abajo de mis rodillas y por detrás arrastraba una pequeña cola, la parte de arriba en la delantera tenía una gran abertura en la parte central y cubriendo cada uno de mis pechos, desde la falda salía una tira de tela que se anudaban detrás de mi cuello y dejaba mi espalda completamente al aire, cogí unas sandalias clásicas negras con un pequeña piedrecita imitación diamante en el cierre, pendientes largos negros y una gargantilla de tela negra con encaje de la que salía una esfera negra alargada, donde llevaba incrustada la cámara. Maquillé perfectamente mi rostro con sombra de ojos negra y un tono de labios mate granate casi negro. Cogí un diminuto bolso y deposité en su interior tabaco, mechero y pañuelos.

Estaba bajando las escaleras cuando un coqueto Cristian se acercó, extendió su mano para que la tomara y me ayudó a bajar los últimos escalones. Mi marido se acercó y me agaché para que besara mi mejilla.

-Estás espectacular tía, seguro eres la envidia de muchas mujeres. – di las gracias a Cristian.

-Tampoco es para tanto, cualquier mujer arreglada y maquillada como ella se vería bonita. – Ksenia era la envidia en persona.

-Pues tengo ganas de verte así. –Cristian estaba coqueteando con la polaca en la cara de su marido.

Gabriel los interrumpió para que lo ayudaran a subir al coche, echaron la silla de ruedas atrás. Ricardo sería el encargado de llevarnos junto con el tigre, me monté con todo bien orquestado para esa noche.

Al llegar había bastantes invitados en el jardín donde mandé organizar todo, a la mayoría de las personas no los conocía. Por ciertos documentos que revisé en la oficina había terminado consiguiendo sus direcciones y así fue como la mayoría de la gente que allí se congregaba, tenía lazos de una forma u otra con la mafia.

Mi marido me fue presentando a varias de las personas que por allí circulaban, un hombre se colocó al lado de Gabriel sin quitarme ojo de encima, por su físico le calculé la edad aproximada de mi marido, solo que no tenía canas y el pelo un poco más largo.

-¿Qué tal amigo? – mi marido se giró y le estrechó la mano –¿ De quien se trata la belleza que te acompaña esta noche?

-Silvia de Otero, esposa del aquí presente. – le tendí mi mano y en lugar de estrechármela, la besó delicadamente.

-Guillermo Finisterre, un placer conocer a una joven tan guapa como usted. – nada más escuchar su nombre, toqué sutilmente mi colgante para sacarle fotos.

Un joven que más o menos tendría la edad de Alberto, llegó a nuestro encuentro y después de saludar a mi esposo, se presentó como Iván Finisterre. El rato que estuvimos hablando con ellos aproveché para sacar el mayor número de fotos posibles, ya que luego algunas se verían cortadas y otras ni se verían. Quedaron con mi marido para más tarde verse en uno de nuestros clubs para hablar de unos negocios, imaginé que sería sobre los colombianos pero me hice la tonta. Avisaron por megafonía que la puja iba comenzar, empujé la silla de Gabriel y nos coloqué en primera fila, Guillermo se sentó a mi lado.

Sacaron a subasta un florero, según anunció una chica muy mona que me había encargado de seleccionar personalmente, era de unos importantes condes de Austria. Había llegado el momento de hacer que mi marido soltase la pasta, dije que lo quería tan alto, que Finisterre empezó pujando bastante fuerte, la puja fue subiendo a medida que los gallos de pelea iban aumentando el valor de aquella mierda de cerámica. Finalmente se lo llevó Guillermo, me hice la ofendida y lo próximo por lo que pedí a Gabriel que pujara, fue una pulsera con unas pequeñas piedrecitas negras, se dejó una fortuna en aquella baratija. Mientras todos ellos compraban todas esas piezas de mala calidad, mis cuentas aumentaban gracias a sus pujas.

Después de la subasta, subí al escenario para agradecer a los presentes sus tan importantes donativos y ahí fue cuando se me ocurrió hacer algo, aunque no sería del agrado de Gabriel, a mí me vendría muy bien para conocer a los Finisterre.

-Bueno señores y señoras, para finalizar esta maravillosa gala quiero proponerles algo. Me ofrezco a cenar con quien más dinero aporte para la asociación S.C. Victimas de Alcohol y Drogas. – miré en dirección donde se encontraban los que pretendía fueran mis acompañantes y les guiñé un ojo.

Mi marido comenzó pujando, rápidamente las pujas comenzaron a subir como la espuma y tras más de un cuarto de hora, finalmente terminaría cenando con Iván. Antes de marcharnos fui al baño y allí coincidí con una chica pelirroja muy guapa.

-Debes de ser realmente buena en la cama para que Gabriel se casara contigo y mi hermano se haya gastado tanta pasta en ti. -¿hermano?

-¿Y usted es? – que mal educada, ya no me caía bien.

-Laura Finisterre, hermana del estúpido que ha pujado por ti. – ambos eran guapos.

-Mire señorita Finisterre, me va disculpar pero hoy no tengo ganas de discutir. Si soy buena o no en la cama, no es su problema.

-¿Cuánto quieres por pasar la noche conmigo?

-¡¿Qué?! – creo que tenía cada de idiota en ese momento, era algo que no esperaba - ¿Se drogó, tomó algo de más o esto es una cámara oculta?

-Ainsss las guapas sois tontas.., aunque me da la sensación que tú eres la excepción. Soy bisexual ricura, en la variedad está el gusto.

Después de decirle que yo no, salí de allí echando leches y sin despedirme de casi nadie.

De camino al club donde mi marido había quedado con nuestros enemigos, me estuvo dando la charla por hacer cometido la tontería de subastarme, le dije que todo había sido por ayudar a la asociación y tras unos cuantos besos y arrumacos, se olvidó de aquello.

Mi marido, al igual que la última vez que estuve allí, preparó una raya de cocaína para cada uno de los presentes y en aquella ocasión no me pude negar. Alberto después de esnifar su raya, se quedó mirándome y no sabía porque hasta que al girarme, vi como Iván intentaba meterme mano por la espalda disimuladamente. Cogí su mano y la retorcí ligeramente para que se estuviese quietecito.

Todos estaban entretenidos en sus conversaciones, Cristian estaba preparando nuevas rayas de coca. Al no estar acostumbrada, no quería tener que verme obligada de nuevo a tener que consumirla, me levanté y salí de allí con la escusa de ir por más bebidas.

Por el camino me crucé con uno de los hombres que vigilaban el pasillo de las cortinas rojas de terciopelo, donde se encontraba la mujer que ayudé a bañarse y curé sus heridas, me miró y bajó su mirada rápidamente, lo cogí del brazo y le hice señas para que me siguiera hasta la barra.

-¿Cómo se encuentra la señora mayor que tienen encerrada?

-Está con fiebre, cada día que pasa está más débil y últimamente se niega a comer.

-¿Quién es y por qué la tienen ahí? Por su edad, de sobra intuyo que no es para prostituirla.

-Lo siento señora no sé de quién se trata, pero hay órdenes de no dejarla ver la luz del día. – que misterioso todo lo referente a esa señora.

Que estuviese enferma era preocupante, pero no podía escabullirme para ir a verla o levantaría sospechas. Agnieszka llegó hasta donde estábamos y se quedó mirando al hombre.

-¿Wili qué haces aquí? Deberías estar vigilando tu zona.

-Espero no haya ningún problema, me lo encontré por el pasillo y le pedí que me ayudara para llevar las bebidas. Él es mi empleado, por eso me tomé el atrevimiento de pedírselo. – tenía que salvarlo, podía necesitar su ayuda en cualquier momento.

-Te pediría que no molestes a nuestros vigilantes para ello.

El hombre se retiró seguido de la polaca, pedí las bebidas y justo antes de entrar al reservado Laura me abrió la puerta, pasé por su lado y esta ni corta ni perezosa me tocó el culo delante de todos. Dejé la bandeja sobre la mesa y me giré para decirle cuatro cosas bien dichas. Gabriel me cogió la mano e hizo que me sentara sobres sus rodillas, manoseó mi espalda delicadamente, se acercó a mi oído y entre susurros me habló al oído.

-No discutas con la Finisterre, será mejor que por hoy te vayas a casa. He llamado a Ricardo y no pude venir, Alberto será quien te lleve y te explique cómo llevareis a cabo la recogida de merca que llegará mañana desde Colombia.

Iba levantarme pero me lo impidió, me besó apasionadamente con el asco que me daba y de nuevo se acercó a mi odio.

-Ya me explicareis cómo hicisteis para que el colombiano no le venda a nuestros enemigos. – mierda tendría que inventarme algo creíble.

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