Capítulo 19
La emoción de Clara y Jacques era palpable mientras comenzaban a planificar uno de los días más importantes de sus vidas: su boda. Sentados en la mesa de su acogedor apartamento parisino, los papeles y las revistas de bodas estaban esparcidos por doquier, llenando el aire con la promesa de un futuro brillante y compartido. La luz cálida de la tarde se filtraba por las ventanas, creando un ambiente íntimo y acogedor.
—¿Qué te parece este lugar? —preguntó Jacques, mostrando a Clara una foto de un pintoresco viñedo en las afueras de París. La imagen mostraba un paisaje idílico con hileras de viñas verdes y una encantadora casa de campo con tejados de terracota.
Clara tomó la revista, observando la imagen con detenimiento. El lugar era hermoso, con hileras de viñas extendiéndose bajo el sol y una encantadora casa de campo que parecía sacada de un cuento de hadas. La idea de casarse en un entorno tan romántico le hacía sonreír.
—Es perfecto —respondió Clara, sonriendo mientras imaginaba la ceremonia en un entorno tan romántico. Podía visualizar a los invitados caminando por los senderos de grava, con el sol bañándolos en luz dorada mientras el aroma de las uvas maduras llenaba el aire.
Pasaron horas discutiendo cada detalle, desde el tema y los colores hasta el tipo de flores y la música que querían para la ceremonia. Decidieron que la boda tendría un tema vintage, reflejando su amor por la historia y la literatura. Los colores elegidos fueron tonos suaves de rosa y crema, que combinarían perfectamente con el entorno del viñedo. Clara imaginaba las mesas adornadas con manteles de encaje y arreglos florales en jarrones antiguos, creando una atmósfera nostálgica y elegante.
Los amigos y familiares de Clara y Jacques no tardaron en unirse al entusiasmo de la pareja. Las llamadas y mensajes de apoyo comenzaron a llegar, cada uno ofreciendo su ayuda para hacer que el día fuera inolvidable. Cada mensaje traía consigo una ola de cariño y apoyo, haciendo que la pareja se sintiera aún más emocionada y respaldada.
Marie, la mejor amiga de Clara, se ofreció a ayudar con la elección del vestido. Pasaron tardes enteras recorriendo boutiques en París, probándose vestidos de encaje y seda. Las tiendas estaban llenas de vestidos colgados en percheros, con luces suaves iluminando los detalles intricados de cada prenda. Finalmente, Clara encontró el vestido perfecto: un diseño vintage con detalles en encaje y una caída elegante que la hacía sentir como una princesa.
—Estás hermosa —dijo Marie, con lágrimas en los ojos mientras Clara se miraba en el espejo, incapaz de contener su propia emoción. El reflejo mostraba a Clara radiante, el vestido abrazando su figura de manera perfecta, realzando su belleza natural.
Mientras tanto, Jacques y su hermano, Étienne, se encargaron de elegir los trajes para el novio y los padrinos. Optaron por un estilo clásico, con trajes oscuros y corbatas que combinaban con los colores de la boda. Cada detalle fue cuidadosamente considerado, desde los boutonnieres hasta los gemelos personalizados. Jacques disfrutaba de cada momento, compartiendo risas y anécdotas con su hermano mientras se probaban los trajes.
Los padres de Clara viajaron desde su pequeño pueblo para ayudar con los preparativos. Su madre, una mujer práctica y organizada, se encargó de coordinar con los proveedores y asegurarse de que todo estuviera en orden. Su padre, en cambio, disfrutaba de momentos más ligeros, haciendo bromas y manteniendo el ambiente relajado. La casa de Clara se llenaba de risas y conversaciones, creando un ambiente cálido y familiar.
Durante una de esas visitas, Clara encontró algo que la conmovió profundamente. Mientras revisaba algunas cajas antiguas en el desván de la casa de sus padres, tropezó con un diario viejo, cubierto de polvo. Lo reconoció de inmediato: era su propio diario de adolescente, donde había escrito sobre sus sueños de convertirse en escritora y, curiosamente, sobre su ideal de amor. Las páginas amarillentas estaban llenas de palabras apasionadas, sueños y esperanzas de una joven soñadora.
Clara se sentó en el suelo del desván, con el diario en las manos, y comenzó a leer las entradas que había escrito tantos años atrás. A medida que avanzaba por las páginas, se dio cuenta de cuánto había cambiado su vida, y sin embargo, sus sueños seguían siendo los mismos. Las palabras en el diario parecían cobrar vida, recordándole la intensidad de sus aspiraciones juveniles.
—Mamá, mira lo que encontré —dijo Clara, mostrando el diario a su madre, quien subió las escaleras del desván al oírla.
Su madre sonrió al ver el diario y se sentó junto a Clara, recordando cómo solía pasar horas escribiendo. La brisa ligera del desván movía las cortinas suavemente, creando un ambiente nostálgico.
—Siempre supe que lograrías tus sueños —dijo su madre, abrazándola con ternura—. Y mira, ahora estás a punto de casarte con un hombre maravilloso y seguir tu pasión.
Esa noche, Clara llevó el diario a su apartamento y lo compartió con Jacques. Leyeron juntos las entradas, riendo y llorando a la vez. Jacques, inspirado por la sinceridad y la pasión de las palabras de Clara, se sintió aún más convencido de que ella era la persona con la que quería pasar el resto de su vida.
—Eras una soñadora incluso entonces —dijo Jacques, besando suavemente la frente de Clara—. Y ahora esos sueños se están haciendo realidad.
Los preparativos continuaron con pequeños desafíos y muchas alegrías. Hubo desacuerdos sobre el menú y el diseño de las invitaciones, pero cada conflicto se resolvía con amor y comprensión. La familia y los amigos se convirtieron en una red de apoyo indispensable, recordándoles que no estaban solos en esta travesía. Cada día acercaba más a Clara y Jacques a su gran día, y con cada paso, su relación se hacía más fuerte.
La relación de Clara y Jacques se fortalecía cada día mientras trabajaban juntos para crear la boda de sus sueños. Los momentos de estrés eran contrarrestados por risas compartidas y la certeza de que estaban construyendo algo hermoso juntos.
El día del ensayo de la boda, todos se reunieron en el viñedo. La emoción en el aire era palpable mientras practicaban la ceremonia, asegurándose de que cada detalle estuviera perfecto. Los nervios de Clara eran evidentes, pero Jacques estaba a su lado, sosteniendo su mano y susurrándole palabras de aliento.
—Todo saldrá bien, amor —le dijo Jacques, mirándola a los ojos—. Este es solo el comienzo de nuestra aventura juntos.
La noche anterior a la boda, Clara se quedó en la casa de sus padres, siguiendo la tradición de no ver al novio hasta la ceremonia. Esa noche, mientras se preparaba para dormir, su madre entró en la habitación con una caja pequeña y delicadamente decorada.
—Esto es para ti —dijo su madre, entregándole la caja—. Es algo que me gustaría que tuvieras en tu boda.
Dentro de la caja, Clara encontró un broche antiguo, adornado con perlas y diamantes, que había pertenecido a su abuela. Su madre le explicó que el broche se había pasado de generación en generación como un símbolo de amor y unión duradera.
—Quiero que lo uses mañana —dijo su madre, con lágrimas en los ojos—. Es una bendición de nuestra familia para ti y Jacques.
Clara abrazó a su madre, sintiendo una profunda conexión con sus raíces y la tradición familiar. Esa noche, durmió con el corazón lleno de amor y gratitud, sabiendo que estaba a punto de embarcarse en una nueva etapa de su vida, rodeada de las personas que más amaba.
El día de la boda llegó con un cielo despejado y una brisa suave que prometía una jornada perfecta. Clara se despertó temprano, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. Sus amigas y familiares la ayudaron a prepararse, mientras ella se miraba en el espejo, viendo su transformación en una novia radiante. El vestido se ajustaba perfectamente, y el broche de su abuela brillaba en su cabello, completando el look de manera elegante.
El viñedo estaba decorado de manera exquisita, con guirnaldas de flores y luces colgantes que creaban un ambiente mágico. Los invitados comenzaron a llegar, cada uno aportando su propia energía y emoción al evento. Las risas y las conversaciones llenaban el aire, mientras todos esperaban ansiosos el comienzo de la ceremonia.
Cuando Clara salió del coche, con el brazo de su padre sosteniéndola, sintió una oleada de emociones. La música comenzó a sonar, y mientras caminaba hacia el altar, sus ojos se encontraron con los de Jacques. En ese momento, todo el estrés y los nervios desaparecieron, reemplazados por una profunda certeza de que estaba exactamente donde debía estar. Los invitados observaban con sonrisas y miradas emocionadas, sintiendo la magia del momento.
Jacques, con lágrimas de felicidad en los ojos , tomó la mano de Clara cuando llegó al altar. Sus votos fueron un reflejo de su viaje juntos, llenos de promesas de amor eterno, apoyo mutuo y la promesa de enfrentar el futuro juntos, sin importar los desafíos que pudieran surgir. Sus palabras resonaban con sinceridad y amor, tocando el corazón de todos los presentes.
La ceremonia culminó con un beso que selló su amor y compromiso, seguido de aplausos y vítores de los invitados. La recepción fue una celebración de amor y alegría, con discursos emotivos, bailes y momentos que quedarán grabados en la memoria de todos los presentes. Las luces del viñedo parpadeaban suavemente, creando una atmósfera de ensueño mientras la pareja disfrutaba de cada momento.
Esa noche, mientras la fiesta continuaba, Clara y Jacques se robaron un momento a solas en el viñedo, bajo el cielo estrellado. Las estrellas brillaban con fuerza, y la luna llena iluminaba sus rostros.
—No podría haber imaginado un día más perfecto —dijo Clara, apoyando su cabeza en el hombro de Jacques.
—Es solo el comienzo —respondió Jacques, abrazándola con fuerza—. Tenemos toda una vida de momentos perfectos por delante.
El día de su boda no solo marcó el inicio de su vida como marido y mujer, sino también la reafirmación de su amor y la promesa de un futuro lleno de sueños compartidos. Rodeados de amigos y familia, Clara y Jacques iniciaron su nueva aventura juntos, con la certeza de que su amor les guiaría siempre, sin importar lo que el futuro les deparara.
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